domingo, 11 de agosto de 2013

Eric: Oficial de la Reina, al servicio de su majestad



Título Original Soldaat Van Oranje (1977)
Director Paul Verhoeven
Guión Kees Holierhoek, Gerard Soeteman y Paul Verhoeven basado en el libro de Erik Hazelhoff Roelfzema
Actores Rutger Hauer, Jeroen Krabbé, Susan Penhaligon, Edward Fox, Lex van Delden, Derek de Lint







Cuando en 1977 Paul Verhoeven estrenó Eric: Oficial de la Reina (Soldaat Vat Oranje) ya era un director tan reconocido como polémico en los Paises Bajos. Films como Delicias Holandesas (Wat Zien Ik?) Delicias Turcas (Turks Fruit) Katty Tippel abordaban con crudeza, ironía y descarnado naturalismo (adentrándose en ocasiones la escatología) temas incómodos como la prostitución (tanto en la Holanda de la época como en la del siglo XIX), la liberación sexual, la enfermedad, el clasismo y la muerte. Pero el cuarto largometraje del director de Robocop supuso una obra más o menos diferente a las que ya había abordado previamente.




El film adapta las memorias del Eric Hazelhoff Roelfzema que pasó de estudiante universitario durante la segunda guerra mundial a miembro de la Resistencia y finalmente a trabajar como oficial para la reina Wihelmina. Verhoven escribió el guión con Gerard Soeteman, su colaborador habitual por aquel entonces, y Kees Holierhoek. El resultado fue el largometraje más caro del cine holandés de por aquel entonces, un éxito internacional (la cinta fue nominada al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa y tiene incluso un musical en los teatros) del que se hizo eco hasta el mismo Steven Spielberg y sobre todo una magnífica obra sobre amor, guerra, traición e historia que dio a conocer a su director fuera de Europa.




Durante la segunda guerra mundial cinco amigos universitarios holandeses de clase alta ven como su vidas cambian radicalmente cuando el ejército aleman invade su país. Dentro del grupo algunos deciden unirse a la Resistencia para hacer frente por medio del sabotaje y el espionaje al enemigo común, otros muestran indiferencia y algunos eligen unirse a las tropas de Hitler por motivos personales. Durante el periodo que dura el conflicto seguiremos las aventuras y desventuras de esta pandilla de jóvenes y de cómo afrontaron aquellos años convulsos de guerra, traición, amor y amistad.




Soldaat Vat Oranje  es, de alguna manera, la obra más tradicional de la etapa holandesa de Paul Verhoeven. Este largometraje da su visión de lo que son las epopeyas cinematográficas tipo David Lean pero pasándolas por su filtro personal, intransferible y muy europeizado. Por eso podríamos hablar de cierto academicismo (más en el fondo que en la forma del producto) por parte del director de Showgirls pero nunca de una descaracterización autoral, ya que aquí están todas las constantes de su cine (violencia, sexo, incorrección política, guerra) pero considerablemente más dosificadas y en cierta manera contenidas.




En última instancia Eric: Oficial de la Reina es una cinta de aventuras de tono clásico. Una película de guerra como las de antes llena de romances, infidelidades, traiciones, injusticias y venganzas, pero carente de exaltaciones patrióticas, apologías (anti)bélicas o maniqueísmos pueriles. Para Verhoeven la guerra es algo terrible, pero también una odisea digna de ser vivida (cuando los nazis invadieron Holanda el cineasta era un niño de seis años que se quedaba fascinado con los bombardeos y las batallas campales que él consideraba como experiencias cinematográficas realistas, posiblemente de ahí venga su visión descarnada y explícita de la violencia en su obra) que estrecha lazos de fraternidad, camaradería y amistad.




La cuarta película de Paul Verhoeven aborda distintos géneros como el bélico, el cine de (contra)espionaje, el folletín, el romance o la intriga. Aunque como ya hemos comentado el holandés se ocupa de dejar su sello a lo largo del metraje pero con un tono más comedido. Tenemos violencia, pero no es tan cruenta como en Starship Troopers o Desafío Total. Hay sexo, pero no es tan explícito como en Delicias Turcas donde los desnudos integrales, tanto masculinos como femeninos, abundaban. Hay escatología (ese mensaje en el papel higiénico escrito con heces) pero no es tan gruesa como en Spetters y por supuesto tenemos personajes descreídos y nihilistas pero no tan irónicos como los de Los Señores del Acero o Robocop. Tampoco falta incorrección política, pero es menos explícita que en esa revisión histórica (y extensión muy lógica de la obra que nos ocupa) que supuso su última obra, El Libro Negro.




Como ya he señalado hay un punto de unión claro entre Soldaat vat OranjeZwartboek. Ambas comparten periodo histórico (e incluso hechos concretos), género(s) y una visión nada complaciente del colaboracionismo con las fuerzas alemanas por parte de algunos holandeses. Pero si bien en la producción de 1977 Verhoeven aboga por la sutilidad para lanzar sus dardos en su último film hasta la fecha no sólo no hay medias tintas para dejar en evidencia a a aquellos de sus compatriotas que dieron la espalda a sus conciudadanos para unirse a la causa de Hitler, también pone cara a los que acusaron injustamente de colaboracionistas a los que realmente nunca llegaron a serlo. Posiblemente por esto que afirmo aquel film del año 2006 sea mucho más verhoeveniano que el que estamos comentando y una de las mejores obras cinematográficas de la pasada década.




Dentro del magnífico reparto los dos actores principales son la pareja de intérpretes más importantes de la primera época de Verhoeven como cineasta. Rutger Hauer da vida Eric y sabe insuflar elegancia, sensualidad y ambigüedad a su personaje. Hablamos de un hombre con más suerte que verdaderas dotes para la guerra o el espionaje, el típico héroe por accidente que finalmente se sale con la suya. Un soberbio Jeron Krabbé es el altivo y prepotente Guus, el compañero de universidad que tras fastidiar a Eric cuando es un recién llegado (excelente la escena de la novatada con la sopera, escena 100% de su director)  forja una amistad con él que se muestra como el mayor acierto de el largometraje. Esa interacción entre ambos, que en ocasiones bordea el homoerotismo, es uno de los mejores retratos que un servidor a visto en cine de la verdadera amistad.




El guión escrito a seis manos empieza renqueante con unas transiciones temporales poco agraciadas que hacen que el arranque de largometraje se antoje un poco atropellado y confuso. Pero cuando la narración se estabiliza tenemos algunas de las resoluciones argumentales más logradas de la etapa holandesa de Verhoeven y momentos sencillamente brillantes como la ya mencionada ceremonia de iniciación universitaria, esa escena en la cancha de tenis en las que los hijos de las clases altas toman con indiferencia que Inglaterra entre en guerra con Alemania en contraposición con la otra que tiene lugar en el mismo sitio tiempo después y en el que los mismos personajes tienen que huir al haber sido tomada Holanda por las nazis y sobre todo ese tango entre los personajes de Eric y Alex que se revela como uno de los momentos álgidos del holandés como cineasta gracias a que en ese par de minutos consigue transmitir sensaciones veraces (homosexualidad contenida, amistad, traición, mentira, desesperación, lealtad) tanto por medio de los actores, los diálogos y la planificación de tomas, como por sus dotes como narrador.




Porque sin un buen profesional detrás de las cámaras esto en el papel quedaría muy bien, pero llevarlo a imágenes podría ser un fracaso con todas las letras. De modo que Verhoeven, que por primera vez se veía con un presupuesto considerable para realizar una de sus películas, aprovecha el material que tiene a mano y nos muestra esa puesta en escena grandilocuente que a día de hoy es parte inseparable de su discurso autoral. El objetivo transmite el énfasis del director, los movimientos de cámara están justificados e inyectan de épica (memorable la banda sonora compuesta por Rogier Van Otterloo) y vivacidad los pasajes de combates por tierra mar y aire marcando el terreno que luego transitarían las escenas bélicas de obras como Starship Troopers o El Libro Negro. Porque si en el trasfondo el Verhoeven que nos ocupa está un poco más contenido en el armazón sigue siendo el mismo al 100%.




La película termina y vemos a Eric mirando esa foto y entonces sabemos que la cinta ha triunfado totalmente cuando nosotros como espectadores al ver esos rostros los recordamos con nostalgia y melancolía tras haber compartido con ellos poco más de 150 minutos (ojo, que nadie vea le versión mutilada de dos horas que se estrenó en su momento en España) tiempo suficiente para que Verhoeven nos haya introducido en sus vidas y nos haya permitido empatizar con ellos lo suficiente como para lamentar sus desdichas y celebrar sus alegrías. Después el holandés se alejó de las clases altas durante la primera mitad del siglo XX para retratar las bajas de finales de los 70 en la desinhibida y valiente Spetters. Ahí fue cuando empezó la verdadera polémica y el fin de su etapa holandesa que culminaría con El Cuarto Hombre, obra de este director indispensable del cine europeo que comentaré dentro de poco en esta misma casa.



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