domingo, 7 de mayo de 2017

Dogville, make America great again



Título Original Dogville (2003)
Director Lars Von Trier
Guión Lars Von Trier
Reparto Nicole Kidman, Paul Bettany, Lauren Bacall, Stellan Skarsgård, James Caan, Ben Gazzara, Harriet Andersson, Jean-Marc Barr, Patricia Clarkson, Jeremy Davies, Philip Baker Hall, Udo Kier, Chloë Sevigny, Siobhan Fallon, Blair Brown, Zeljko Ivanek





Tres años después de ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes con la sobrecogedora Bailar en la Oscuridad, obra ideada con la complicidad de la cantante islandesa Björk realizando una labor superlativa en su debut, y último trabajo, como actriz Lars Von Trier volvía a la croisette francesa en 2003 con una propuesta cinematográfica poseedora de ciertos paralelismos con la trágica historia de la invidente y soñadora Selma, pero planteada como una pieza rompedora y original en cuanto a su conceptualidad y ejecución cinematográfica. Dogville supuso la primera entrega de una trilogía (al igual que lo fueron en su momento las de "Europa" y "El Corazón de Oro" dentro de la filmografía del danés) llamada "USA: Tierra de las Oportunidades" que hasta ahora consta de dos entregas si también tenemos en cuenta Manderlay, estrenada en 2005, de la que ya hablé en Transgresión Continua hace unos años y a la que se sumará, en teoría, un último episodio llamado Washington




Dogville es la primera entrega de dicha trilogía y narra la llegada de una joven misteriosa llamada Grace (Nicole Kidman) al pueblo homónimo, una pequeña localidad de no más de quince habitantes localizada en las Montañas Rocosas en Estados Unidos. después de ser rescatada por uno de los lugareños llamado Thomas Edison Jr (Paul Bettany) mientras huye de un grupo de perseguidores anónimos que abrieron fuego contra ella. Poco después Thomas reúne a todos los habitantes de Dogville para convencerlos con respecto a acoger a la extraviada muchacha. Finalmente Dogville acepta la propuesta y Grace en agradecimiento se ofrecerá para realizar todas aquellas tareas que los pueblerinos no necesiten hacer por una pequeña remuneración económica. Todo se torcerá en el momento en el que la policía ofrezca una recompensa por Grace ya que desde ese momento los habitantes de Dogville mostrarán su hostilidad hacia ella haciéndole pasar por un calvario hasta que un inesperado giro de acontecimientos hará cambiar las tornas en favor de nuestra protagonista.




La mayor peculiaridad de Dogville, narrada en nueve capítulos y un prólogo, es que fue abordada por Lars Von Trier de manera que su escenografía poseyera una naturaleza puramente teatral. El largometraje se desarrolla en una sola localización ya que el pequeño pueblo de las rocosas que da nombre a la obra fue recreado en un estudio situado en Trollhattan (Suecia) y los edificios estaban delimitados por trazos de tiza dibujados en el suelo, eludiendo casi al 100% el uso de cualquier tipo de atrezzo y sólo añadiendo el mobiliario necesario para que los personajes pudieran interactuar con él. De este modo el director de Anticristo volvía a desafiar los preceptos más ortodoxos de la narrativa cinematográfica como una década antes lo había hecho con el tratado Dogma 95 que él y su amigo y compatriota el cineasta Thomas Vinterberg (La Caza, Celebración) idearon para volver a la esencia de lo que ambos consideraban el séptimo arte en su estado más puro con la seminal Los Idiotas como carta de presentación.




Con esta peculiar decisión artística el cineasta danés intenta reducir al mínimo exponente la experiencia cinematográfica para que su relato deposite la mayor parte de su peso en las interpretaciones del reparto y la interacción entre los personajes que le dan forma, prescindiendo de fuegos de artificio de todo tipo por medio de una ambigua puesta en escena que amalgama el clasicismo (una localización mínima y escueta, ortodoxia en cuanto a la narrativa) con las últimas tecnologías en lo referido a realización cinematográfica (rodaje en formato digital y con un acertado uso de los CGI para enriquecer el apartado visual del largometraje) dando como resultado un híbrido entre celoluoide y teatro que se reveló como toda una obra maestra que puede considerarse una pieza claves entre los mejores trabajos del director de El Elemento del Crimen o Rompiendo las Olas entregándose con ella, como en muchos otros momentos de su carrera, a la experimentación y la inusualidad más arriesgada y lacerante.




Toda  este escenografía teatral deudora de Samuel Beckett, Henrik Ibsen o Bertol Bretch, pero con no pocos coletazos del descarnado discurso del tratado Dogma 95, que él mismo ayudó a crear, sirve a Lars Von Trier para desnudar su discurso y dedicarse en cuerpo y alma a la dirección de actores que dan forma a un casting en estado de gracia repleto de jóvenes promesas (Paul Bettany, Jeremy Davies, Chlöe Sevigny), curtidos veteranos (Lauren Baccall, Ben Gazzara, James Caan, Philip Baker Hall, John Hurt como la voz del narrador), habituales de la "Casa Von Trier" (Stellan Skarsgard, Jean-Marc Barr, Udo Kier) secundarios de lujo que rara vez han recibido el reconocimiento merecido (Patricia Clarkson, Zeljko Ivanek) o una enorme Nicole Kidman comándandolos a todos como jefa de ceremonias. Hasta el último de ellos implicado al 100% con la suicida apuesta del danés que por otro lado iba a suponer para el reparto una excelente oportunidad para explotar al máximo sus dotes interpretativas a nivel individual sin distracciones banales o de carácter espurio.




Pero debajo del tan atractivo como poco comercial envoltorio de Dogville late una de las historias desgarradoras e incómodas propias de Lars Von Trier y al igual que en la ya mencionada cinta protagonizada por Björk en esta ocasión vuelve a apuntar sus afilados dardos contra Estados Unidos. El séptimo largometraje de ficción del autor de Epidemic es una crítica furibunda a la sociedad americana, a su falsa moral con la que vende un sentimiento de comunidad que se resquebraja en pedazos en cuanto los individuos que forman la misma se encuentran en situaciones de presión o extremas y deciden apelar a su propia supervivencia somo seres primarios que dejan salir a la luz sus intintos más básicos e inmorales. Para el cineasta de Melancholia América es un "lobo con piel de cordero", una voraz criatura que cuando muestra sus fauces devora a cuanto obstáculo se pone en su camino apelando a unos preceptos sociales y políticos aposentados en el egoismo, la individualidad y un afán de superación con respecto al prójimo que se adentra en lo enfermizo y obsesivo.




Por supuesto un artista tan inquieto, y caprichoso, como Von Trier no iba a quedarse sólo con esa lectura, ya que la ambigüedad con la que está abordada la personalidad de Grace es de vital importancia para entender en su totalidad el retrato que realiza sobre la "American Way of Life" y su hiperbolizado "Sueño". El personaje de Nicole Kidman personaliza aquello que promulgaba Luis Buñuel sobre la ineficacia e inutilidad de la caridad, ya que su intento por aplicarla contra personas arraigadas en el egoismo y la desconfianza sólo puede ofrecer un fruto envenenado. Cuando Grace pasa su martirio de tintes bíblicos y el espectador descubre su identidad y la de su padre ella hace uso del poder que este último delega en su persona para mandar "una plaga" que arrasa con Dogville y todos sus habitantes como si de una moderna Sodoma se tratase y cuya desaparición, en palabras de la misma protagonista, nadie lamentará, América se autoinmola a sí misma en una retroalimentación de odio, violencia, pólvora, sangre y venganza, los "cinco elementos" que la fundaron como nación, algo que también defendió Martin Scorsese en su infravalorada y muy recuperable Gangs of New York.




En cuanto a la dirección Lars Von Trier se encontraba en todo su apogeo como narrador sin depresiones que le incitaran a rodar mutilaciones genitales en primer plano, planetas colisionando en una bellísima coreografía de destrucción y muerte o las memorias repletas de sexo explícito de una ninfómana. Ejerciendo de operador de cámara él mismo, invadiendo el espacio vital de sus actores hasta el límite de incomodarlos (especialmente recomendable el extenso y muy original making of del film titulado Dogville Confessions con material muy jugoso de los problemas de los intérpretes con el director, especial mención a los que tuvo con Paul Bettany) alternando el naturalismo de unos primerísimos planos que los intérpretes aguantan gracias a un esoticismo digno de elogio con pasajes visualmente epatantes como cualquiera de las tomas cenitales que muestran la totalidad de la ciudad de Dogville o la secuencia en el remolque de la camioneta de Ben que es una clase magistral de ejecución, uso de los efectos visuales, dirección de actores y posicionamiento de cámara.




El danés enfatiza por medio de su escenografía libre de decorados la desnudez interna de sus personajes. Las pocas secuencias en las que los actores "miran a través de las paredes" de manera sentenciosa a la protagonista o la escena de la primera violación en la que la puesta en escena del director juega con la idea de estar sucediendo el aberrante acto en una habitación cerrada que en realidad cualquier actor del reparto puede ver con claridad y a plena luz del día sirven para que Von Trier juegue con los imperceptibles límites de la narración que él mismo se autoimpuesto como artista, llegando no sólo a incomodar al espectador por medio de una utilización virtuosa de la autoconsciencia cienamatográfica y teatral de su proyecto o la metareferencialidad llegando en ocasiones a bordear la obscenidad por medio un humor negro y una ironía que no todo espectador acepta de buena gana o llega a comprender en la misma medida que el guionista y director  oriundo de Copenhague.




Dogville es una pieza masgitral, que debe ser disfrutada en su metraje íntegro de 177 minutos, y cuyo impacto acrecentado por su enorme reparto, magnífico trabajo de dirección y conceptualidad desafiante, puso las cosas muy difíciles a su secuela Manderlay en 2005 cuando el factor sorpresa desapareció y esta no llegó a cotas de maestría de su hermana mayor aunque, como recalco en la reseña que previamente he adjuntado, virtudes narrativas y visuales no le faltaban. A la espera de que la eternamente pospuesta Washington cierre la trilogía "Estados Unidos: Tierra de Oportunidades", algo poco probable a corto plazo, actualmente esperamos pacientemente que acabe el rodaje de la última película del genio que llamó en público enano a Roman Polanski e incomprendido a Hitler, esa The House of Jack Built protagonizada por Matt Dillon, Uma Thurman, Bruno Ganz, Sofie Gabrol, Riley Keough y Siobhan Fallon Hogan con la que dará su siempre personal visión de los crímenes realizados por un asesino en serie ya en el próximo año 2018 si no se retrasa la producción, algo nada descartable en la obra de este autor tan megalómano como necesario.


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