lunes, 27 de febrero de 2017

T2: Trainspotting



Título Original T2: Trainspotting (2017)
Director Danny Boyle
Guión John Hodge, basado en la novela de Irvine Welsh
Reparto Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Kelly Macdonald, Shirley Henderson, Steven Robertson, Anjela Nedyalkova, Irvine Welsh




En el año 1993 el escritor británico Irvine Welsh publicaba Trainspotting, su primera novela. Dicho trabajo narraba el día a día de un grupo de amigos veinteañeros en la ciudad escocesa de Edimburgo de principios de los 90, sus relaciones personales, problemas con la ley y sobre todo la adicción a la heroína que varios de ellos padecían. Renton, Begbie, Sick Boy y Spud eran un reflejo de las clases bajas de la capital de Escocia, un grupo de inadaptados, drogadictos, violentos y déspotas miembros de la Generación X que desperdiciaban su vida entre chutes de caballo, sexo casual, violencia descontrolada y relaciones sentimentales abocadas al fracaso. Ni tres años tardaron los miembros del equipo formado por el cineasta Danny Boyle, el productor Alex Garland, el guionista John Hodge y el actor Ewan McGregor (que venían de llamar la atención en los círculos del cine independiente británico con Shallow Grave) en interesarse por el libro de Welsh para trasladarlo a la pantalla grande. Aquel 1996 la versión cinematográfica de Trainspotting marcó un importante hito en el cine del Reino Unido con una brillante propuesta en la que un reparto en estado de gracia, un guión que sabía condensar todas la virtudes del material literario de partida y un director que convirtió el delirio visual en el perfecto vehículo para que la prosa del escritor escocés llegara con fiereza a toda una generación de espectadores adolescentes que vieron cómo las aventuras estupefacientes de Mark Renton y sus compinches dejaban una huella perdurable e indeleble en sus todavía impresionables mentes, la de un servidor entre ellas.




Aunque varios de los personajes de la novela Trainspotting aparecieron como secundarios en otras obras de Irvine Welsh como Pesadillas del Marabú o Cola, no sería hasta el año 2002 que el novelista decidiera darle una continuación oficial a esta con Porno, el regreso de su cuarteto de protagonistas nacidos y arraigados en Edimburgo. Desde el mismo momento de la publicación del libro los fans de la primera entrega y su adaptación cinematográfica esperaron con avidez la traslación a imágenes de dicha secuela que recuperaba a Renton, Spud, Begbie y Sick Boy, pero en esta ocasión intentando hacerse un nombre en el mundo del cine para adultos de bajo presupuesto. Después de veinte años de rumores sobre la enemistad de los antaño insperables Danny Boyle y Ewan McGregor, problemas de agenda de casi todos los actores del reparto y el triunfo en Hollywood con productos tan premiados a nivel internacional como Slumdog Millionaire o 127 Horas de su director por fin llega a la cartelera internacional la secuela de la cinta primigenia de 1996, titulada de manera poco original T2: Trainspotting, con el ya mencionado cast original, John Hodge de nuevo al guión inspirándose, muy lejanamente, en la ya mencionada Porno y un Danny Boyle completamente implicado con el proyecto. La prensa especializada ha recibido esta segunda parte con disparidad de opiniones, más si cabe teniendo en cuenta el peso del primer largometraje que dejó el listón por los cielos. En Zona Negativa ya hemos podido ver la obra y a continuación vamos a tratar de dar nuestra opinión sobre esta tan esperada nueva entrega de la vida de Renton y su séquito de amigos.




La sensación que transmite el visionado de una película como T2: Trainspotting es agridulce y de una bipolaridad nada eludible por parte del espectador en general y el fan del film original en particular. Por un lado el simple hecho de volver a ver en celuloide a estos personajes tan icónicos del cine parido en Europa durante los años 90 es un placer, una “reunión de amigos” en la que tanto ellos como nosotros nos encontramos los unos a los otros más viejos después de una ausencia de veinte años. Spud, Begbie, Renton y Sick Boy vuelven a empozoñarse en la inmundicia para nuestro regocijo y aquellos que nos embriagamos con el talento depositado en la cinta de 1996 no podemos más que estar de enhorabuena por el hecho de que este cuarteto vuelva a compartir pantalla después de tanto tiempo. El problema, que no es baladí ni minúsculo precisamente, es que esta secuela de Trainspotting está más pendiente de ser un desfile de referencias estéticas y argumentales a su hermana mayor que de ser un producto cinematográfico narrativamente cohesionado y consistente. En este sentido el guión de John Hodge (que como previamente hemos comentado sólo toma algunas ideas de Porno, la novela en la que en teoría estaría basado el film) no está a las altura de las expectativas y no precisamente porque, como muchos temíamos, no respete el espíritu de la segunda cinta como director de Danny Boyle, sino porque paradójicamente lo venera en demasía, tanto como para rendirle una excesiva pleitesía que esteriliza cualquier intento de originalidad e inventiva individual declarándose sin miramiento alguno como un sucedaneo de su predecesora.




Es la nostalgia y esa machacona idea de mirar continuamente hacia atrás con melancolía (el uso de metraje del film original perjudica al conjunto de esta secuela, algo que Boyle debería haber notado ya en la sala de montaje) y añoranza lo que debilita la estructura del guión y lastra el devenir de acontecimientos que en el mismo se van dando forma de manera irregular y con desigual fortuna. Durante la primera mitad del metraje la trama central protagonizada por Mark, Sick Boy (siempre lo será por mucho que aquí llamen al personaje por su verdadero nombre) y Veronkia es la que mejor construida se revela, algo que no sucede con el resto d ellas. Todo el proceso que implica sacar adelante el “negocio” que los roles de Ewan McGregror, Johnny Lee Miller y Anjela Nedyalkova tienen en mente es donde John Hodge y Danny Boyle ponen toda su atención y profesionalidad. Mientras, Spud y Begbie se antojan dos secundarios satélite cuyas subtramas carecen de consistencia o potencial llegando las mismas a mostrarse en ocasiones como un par de añadidos subsidiarios al argumento que más que enriquecerlo lo entorpecen. Por suerte esta sensación de que los personajes de Ewen Bremner y Robert Carlyle están fuera de juego a la lo largo de todo el partido desaparece en la segunda mitad del largometraje cuando comienzan a interactuar con los tres protagonistas. De esta manera la producción es asimilada por la platea como un ejercicio cinematográfico que merecía unos cimientos más sólidos a la hora de contarnos una historia competente y atractiva.




Un amplio sector del público y la prensa especializada que ya han visto T2: Trainspotting han remarcado hasta la saciedad que para disfrutarla debemos olvidarnos de la primera película, aislarla completamente de la experiencia que es ver esta continuación y con ello conseguir disfrutar de las virtudes de esta secuela que nos ocupa. Dicha propuesta se antoja imposible para el que visiona ya que son precisamente John Hodge y Danny Boyle los principales responsables de que en ninguno de los 117 minutos que forman esta segunda parte podamos quitarnos de la cabeza la obra cinematográfica de de 1996. Planos idénticos, distintas versiones de los temas más recordados de la banda sonora (Perfect Day, Born Slippy, Lust for Life), cameos de actores que dieron vida a personajes de peso allí y que aquí se antojan como concesiones de cara a la galería (es una pena desperdiciar a una intérprete tan entrañable y personalísima como Shirley Henderson de esta manera), reformulaciones actualizadas de diálogos clásicos (el monólogo de “Choose life”) y una interminable cantidad industrial de fanservice siendo arrojado contra el espectador de manera indiscriminada no hacen de T2 una mejor secuela o un proyecto que pueda marcar su propia independencia, sino un “epílogo” tardío de una obra que se ve engrandecida desde la lejanía con este intento de volver a una mirada subversiva, original e incómoda que resulta sólo en una película aceptable con algunos momentos remarcables y más buenas intenciones que resultados que estén a la altura del legado que la Trainspotting original supo gestar a golpe de descaro, incorrección política y nihilismo.




Por suerte no todo son fallos en T2: Trainspotting ya que tanto su director como su reparto convierten el visionado de la última obra del autor de Trance o Millones en una experiencia divertida, agradable y desprejuiciada a distintos niveles. Siempre he defendido que la mirada visualmente efectista de Danny Boyle no se ajusta a todos sus productos, por eso su estilo nervioso, espídico e inquieto se me antoja fuera de lugar en films como 127 Horas, Slumdog Millionaire o Sunshine y sí muy adecuado en obras como 28 Días Después o Trainspotting. Por eso esta secuela, al igual que su anterior entrega, por su naturaleza lisérgica pedía a gritos la realización “made in Boyle” llena de movimientos espasmódicos de cámara, angulaciones retorcidas o planos generales y el británico cumple sobradamente. Sin meterse en una orgía estilística que pueda saturar al espectador, pero recuperando adecuadamente la puesta en escena de su segundo largometraje el autor de Steve Jobs tira de profesionalidad y cariño por los personajes a los que hace suyos casi tanto como los mismos actores para hacerles justicia al menos en el apartado técnico de la propuesta. Pero es el reparto el que realmente aumenta las cotas de calidad de la obra que nos ocupa, no sólo por unos magníficos Ewan McGregor y Johnny Lee Miller a los que da la réplica con mucho oficio una adorable Anjela Nedyalkova, sino sobre todo por un Ewen Bremner perfecto como Spud y un Robert Carlyle que tiene que luchar contra la alarmante descaracterización de su personaje durante la primera mitad del metraje para poco a poco llevarlo a su terreno convirtiéndolo de nuevo en aquel psicópata entre cómico y demente que todos recordamos. Este casting es el que salva los muebles a la producción y sólo por él merece la pena el viaje de vuelta a Edimburgo.




Es inevitable pensar que tras dos décadas de espera los fans de Trainspotting no hemos recibido todo lo que esperábamos con esta T2: Trainspotting. Como anteriormente hemos citado los autores del film se han ocupado de que el pesado lastre que suponía ser la segunda parte de una obra de culto se convirtiera en uno de tonelaje inmanejable cuando ellos mismos se han empeñado en que no olvidemos en ningún momento dicha adaptación de la novela homónima de Irvine Welsh dejando claro que esta continuación adolece del ruido, la furia, la mugre, la crudeza, el humor negrísimo y el descreimiento de aquella siendo estas características depuradas, limadas de asperezas, pasadas por filtros y ofreciendo un reflejo demasiado “limpio” de aquella obra que definió toda una generación de jóvenes. Por suerte T2 tiene los suficientes alicientes para no ser desdeñada como obra cinematográfica, plantea ideas muy interesantes (el metalenguaje con respecto al personaje de Spud, el de redención generacional depositado en el de Begbie) ofrece algunos pasajes memorables (el reencuentro entre Renton y Begbie y la posterior secuencia en el parking son oro puro) nos trae de vuelta a un casting intachable, un director que ha bajado del pedestal en el que Hollywood le ha puesto para “volver a juntarse con los pobres” y una sensación de melancolía y emoción que el que esto suscribe no puede negar haber experimentado con ese “eterno retorno” nietzscheano al que finalmente se entrega Mark con la ayuda de Iggy Pop, Prodigy y ese cubículo infinito en el que se han convertido una juventud e inmadurez que le acompañarán hasta el último día de esa vida que realmente nunca llegó a elegir


1 comentario:

  1. Crítica publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-t2-trainspotting-de-danny-boyle/

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