jueves, 25 de febrero de 2016

Deadpool



Título Original Deadpool (2016)
Director Tim Miller
Guión Rhett Reese y Paul Wernick basado en los cómics de Fabian Nicieza y Rob Liefeld
Actores Ryan Reynolds, Morena Baccarin, Gina Carano, T.J. Miller, Ed Skrein, Rachel Sheen, Brianna Hildebrand, Paul Lazenby, Sean Quan, Ben Wilkinson, Naika Toussaint, Olesia Shewchuk, Kyle Cassie, Style Dayne, Fabiola Colmenero, Stan Lee




Pongámonos en situación que la situación lo merece. En Febrero de 1991 vio la luz el número 98 de la colección Los Nuevos Mutantes y en sus páginas el guionista Fabian Nicieza y el dibujante Rob Liefeld (que también se ocupaba del argumento, todo un hombre del renacimiento como ya sabemos) presentaron por primera vez a un mercenario llamado Deadpool (conocido como Masacre en España y perdonad si uso este nombre a lo largo de la reseña, pero son más de veinte años leyéndolo en las viñetas) que tras un vistazo rápido parecía una especie de sosias del Deathstroke de DC (aunque ROB! siempre lo ha negado) con apuntes de Lobezno o Spiderman. Poco a poco e interviniendo puntualmente en colecciones como la posterior X-Force el personaje fue cobrando cierta fama entre el fandom gracias a algunas de sus señas de identidad como la verborrea incontrolable, la ironía, la crueldad o sus dotes para las artes marciales. Dos años después uno de sus progenitores, Fabian Nicieza, hizo tándem junto a un jovencísimo y prometedor ilustrador llamado Joe Madureira para dar forma a la primera miniserie de Deadpool, un arco de cuatro números titulado Persecución en Círculos en el que comenzamos a conocer más datos sobre la vida de Wade Wilson, al igual que Steve Rogers o Lobezno un conejillo de indias para el proyecto Arma X que le curó de su cáncer terminal gracias a un factor curativo similar al del mutante de las garras de adamantium pero, al igual que a este, tortudándolo hasta lo inhumano y deformando todo su cuerpo. Una segunda miniserie escrita por Mark Waid y dibujada por Ian Churchill y Lee Weeks confirmó que este asesino a sueldo de origen canadiense ya estaba preparado para protagonizar una serie regular. Entonces llegó Joe Kelly y por fin un guionista supo sacarle partido 100% al personaje y su esencia llevándolo allí donde ni sus creadores se habían atrevido. Con la ayuda de dibujantes como Ed McGuinnes, Pete Woods o Shannon Denton, Kelly marcó por primera vez a fuego la doble personalidad de Wade Wilson, la de el mercenario deslenguado pero de eficacia milimétrica en su trabajo y la de animal herido que nunca volvió a ser el mismo después de pasar por “El Taller” del Doctor Killebrew y que utiliza la violencia y el humor negro como coraza para proteger un corazón hecho añicos.




Cuando Joe Kelly abandonó la serie regular (su relevo lo tomó Christopher Priest manteniendo bastante bien el tipo) la leyenda de Masacre no hizo otra cosa que crecer llegando a cotas de popularidad inimaginables durante la segunda mitad de la década pasada con la controvertida etapa de Daniel Way en la serie señera y la aparición de otras como Masacre el Mercenario Zombi (con el más correcto Merc With a Mouth en su idioma original), Masacre Corps (¡con el regreso de Papá ROB! a los lápices de su retoño!), la contrapartida del personaje para el sello MAX dirigido a lectores adultos o miniseries como Masacre Pulp o la brillante Masacre: La Guerra de Wade Wilson, escrita por Duane Swierczynski y dibujada por Jason Pearson, el único trabajo junto a la etapa de Gerry Duggan y Brian Posehn que ha estado al nivel de lo que consiguió arrancar Joe Kelly de las entradas del mercenario bocazas. De la vida editorial de Masacre no vamos a hablar más en esta entrada sobre todo si tenemos en cuenta que mis compañeros ya han hablado en profundidad de la misma en el excelente artículo que han dedicado a desgranarla, por ello un servidor a partir de ahora va a centrarse exclusivamente en la versión “cinemática” de Wade Wilson. Si no contamos sus apariciones en series animadas o videojuegos y nos centramos en la pantalla grande Masacre debutó en el cine en la inefable X-Men Orígenes: Lobezno, la disparatada primera cinta en solitario del Logan interpretado por el australiano Hugh Jackman. Entre las muchas blasfemias que poblaban la película la más sangrante fue (como recordarmos en nuestro artículo Cuando el Celuloide es Infiel a las Viñetas) el retrato tan infiel, vergonzante y disparatado que se hizo de nuestro degenerado regenerado favorito cuando a las cabezas pensantes detrás de la película se les ocurrió dar poderes innecesarios a Wilson tras su paso por el proyecto Arma X y para colmo coserle la boca, la seña de identidad más conocida e icónica de su fisionomía. El desastre era un hecho, el enfado del fandom furibondo y a nivel global, pero de todo aquel desaguisado salió algo bueno, que el personaje fuera interpretado (como buenamente pudo) por el actor canadiense Ryan Reynolds y que este se enamorara del mismo.




Al actor de la soberbia Buried o la indigerible Blade Trinity le pesó durante años haber ofrecido un retrato tan deficiente de Deadpool en una película en la que el no tenía control alguno para que se diera una visión fiel del personaje y suponemos que más todavía cuando le fue infiel con el Green Lantern de la Distinguida Competencia en la película homónima dando como resultado una mediocridad cinematográfica que agradó a pocos y decepcionó a la mayoría. Lo curioso es que el intérprete canadiense nunca dejó de luchar por el proyecto de sacar adelante una película en solitario de la creación de Fabian Nicieza y Rob Liefeld, afirmando públicamente que había leído un guión que Rhett Reese y Paul Wernick (escritores de la desopilante Bienvenidos a Zombieland) que hacía justicia a Wade Wilson siendo 100% fiel a su esencia, pero por desgracia todos los esfuerzos por parte de Reynolds para sacar adelante tan complicada empresa parecían no dar resultado dejando caer en olvido su ardua batalla. Hasta que llegó Julio de 2014, fecha en el que un bendito y hoy idolatrado desconocido filtró en la red un test footage de la película, con Reynolds dando vida al personaje y rodado por el animador y especialista en efectos especiales Tim Miller, que hizo las delicias de unos fans que más que nunca se lamentaban por lo que todos nos habíamos perdido ante la negativa de la 20th Century Fox (productora propietaria de los derechos cinematográficos del personaje y todos los mutantes de Marvel, entre otros iconos de las viñetas nacidos en la Casa de las Ideas) de sacar adelante el largometraje. Por suerte aquel “vídeo de tanteo” y su director, el ya mencionado Tim Miller, se convirtieron en el acicate el primero y el compañero de fatigas de Reynolds el segundo para dar un fuerte empujón a la producción que por fin llevara las aventuras de Masacre a la pantalla grande de una vez por todas.




El siguiente paso fue la dedicación total de Ryan Reynolds no sólo para crear una de las más efectivas, cachondas, originales y atrevidas campañas publicitarias de los últimos tiempos con spots, teasers, trailers, anuncios para prevenir el cáncer de próstata o mama (recordemos que el personaje sufrió esa enfermedad en el pasado) o fotos promocionales de todo tipo sino para luchar a brazo partido para que la 20th Century Fox diera a la película la califición para adultos (la R americana que sólo permite el visionado de la obra a los menores de edad si van acompañados de adultos, siendo poco habitual en el género superheróico y funcionando de manera irregular en taquilla normalmente como hemos podido ver con Watchmen, Punisher: War Zone o Dredd) con la que adaptar adecuadamente las aventuras y desventuras del asesino a sueldo canadiense. El resultado llegó a los cines de Estados Unidos el día 12 de Febrero en vísperas del día de San Valentín consiguiendo tanto unas críticas magníficas como una brutal taquilla de 135 millones de dólares que superaba todas las expectativas de los implicados en la producción y dejaba en pañales la recaudación de primer fin de semana de otras películas de superhéroes que si tenían una calificación moral que permitía su visionado a menores de edad. Ayer viernes la película llegó a España y un servidor, fan del personaje y seguidor de sus aventuras desde su primera miniserie, pudo verla en la primera sesión del día embutido en su camiseta del personaje y con la ilusión de un niño atrapado en el cuerpo de un hombre de 33 años que tras muchos años de espera por fin iba a ver en pantalla grande la que parecía ser la adaptación de los cómics de Wade Wilson (uno de sus personajes favoritos dentro del arte secuencial) que todos los fans pedíamos a gritos. La experiencia de ver la película de Deadpool se puede resumir en siete únicas palabras: “La espera ha merecido la pena…mucho”.




Deadpool consigue algo que no todas las películas de superhéroes logran y es esto es nada más y nada menos que dejarse imbuir por la mejor etapa del personaje que adapta y del retrato que de este allí se hacía para trasladarlo a la pantalla grande. Básicamente el Deadpool de la película de Tim Miller es el de Joe Kelly, el típo que suelta chascarrillos en sesión continua con los que nos hace carcajearnos hasta lo excesivo y el hombre maltrecho por dentro y por fuera que experimentó en su propio cuerpo los límites de la crueldad humana, el dolor físico y la locura cuando fue utilizado como cobaya en el proyecto Arma X. Miller y sus guionistas buscan el equilibrio narrativo, la armonía del desarrollo argumental por medio de la alternancia del humor desenfrenado y sin filtros de la trama principal con el dramatismo de los hechos que nos son relatados en los flashbacks que exponen a la platea el origen de Deadpool como personaje y la relación amorosa entre Wade Wilson y su novia Vanessa. Para ello eluden la estructura cronológica de las películas que retratan el génesis de los empijamados que las protagonizan y que en ocasiones nos hacen esperar hasta la mitad del metraje para ver al héroe embutido en su uniforme característico. Aquí tenemos a Masacre desde el minuto uno de metraje (esos títulos de créditos donde empiezan las bromas interminables y cuya estructuración haría las delicias del David Fincher de El Club de la Lucha) y los pasajes en los que nos embarcamos en su pasado se van alternando a lo largo del metraje. Esta idea aunque permite la inclusión de más situaciones para desarrollar en las dos tramas paralelas también hace que la cinta peque de cierta arritmia un tanto molesta ya que en ocasiones los flashbacks parece como si ralentizaran la historia principal y a esta le costara tomar forma y ponerse en marcha. Pero también es cierto que esta alaternancia de tonalidades (drama y comedia) sirve para confirmar que tanto los escritores como el director del film han captado al 100% la idiosincrasia de un personaje que es, literalmente, el de las viñetas trasladado al celuloide.




Ese cierto devenir un poco renqueante a la hora de ensamblar las dos tramas de la película es el único fallo que le podemos sacar a Deadpool, porque el resto es una de las mejores películas basadas en cómics de los últimos tiempos. Reynolds, Miller y su séquito lo tienen claro Deadpool debe ser fiel a los cómics y por ello no dejará títere con cabeza, tanto en el sentido literal como el figurado. Sería una tarea imposible tratar de enumerar la cantidad de chistes (cada diez segundos más o menos) que hay en los 106 agradecidos minutos de metraje que dura Deadpool y el uso que de estos hace la trama para que los fans en todo momento veamos al Wade Wilson de papel en pantalla y los espectadores neófitos se enamoren de un antihéroe deslenguado, canalla, brutal y cachondo. Todas las señas de identidad de los cómics están aquí en fila india para el disfrute del personal: La ruptura de la cuarta pared (el protagonista habla directamente con la platea) la metareferencialidad (si el Masacre de las viñetas sabía que estaba en un cómic el del celuloide es consicente de que está protagonizando una película de Hollywood y se jacta de ello) la violencia (bordeando el gore en ocasiones y con coreografías de lucha y persecuciones muy trabajadas) detalles como la afición de Wilson por los juguetes infantiles que acentúan su caracter pueril (el reloj de Hora de Aventuras, la mochila de Hello Kitty) su camaradería socarrona con Comadreja (que aquí a parte de traficante de armas también es el dueño de La Casa Ifernal, rol que en los cómics caía en el pequeño gran Patch) su relación entre lo maternal y el colegueo con Ciega Al y la ingente cantidad de motes que usa para nombrarla o una relación de amor con Vanessa que trata en todo momento de eludir los lugares comunes y el almíbar propio de las parejas cinematográficas made in Hollywood, sirva como ejemplo esa elipsis narrativa por medio de escenas de sexo localizadas en festividades, destacando ese Día de la Mujer que despertó sonoras carcajadas en la sala donde mi acompañante y yo vimos el largometraje.




Como dejamos dilucidar el humor de los cómics está aquí, pero la calificación para adultos del largometraje permite a Rhett Reese y Paul Wernick (a los que habría que sumar unos Reynolds y Miller no acreditados que inyectaron cientos de ideas al argumento) ir más allá y adentrar sus brillantes diálogos en una incorrección política más acentuada haciendo especial hincapié en chistes de índole (pan)sexual o relacionados y sobre todo con el género al que supuestamente se adscribe la cinta. Porque ese es uno de los mejores y más agradecidos alicientes de Deadpool como obra cinematográfica, el reírse en plena cara del cine de superhéroes, pero que nadie piense que lo hace sólo con la competencia (hay palos para Spiderman, las producciones de Marvel Studios, las de Warner que llevan los personajes de DC a imagen real, cebándose en un par de ocasiones con Green Lantern como era de esperar) sino que los primeros perjudicadeos son los mismos X-Men que la 20th Century Fox lleva explotando más de quince años. La presencia de Coloso y Cabeza de Guerra Adolescente Megasónica (personaje creado en las viñetas por los escoceses Grant Morrison y Frank Quitely para la colección Nuevos X-Men) no sólo sirve para que los autores de Deadpool hagan mofa con toda la franquicia mutante y su sobreexplotación sino también para dar a la relación de ambos con el protagonista un tono que recuerda inmediatamente a la colección Deadpool Team-Up en la que Wilson compartía viñetas con todo tipo de personajes de Marvel (vengadores, mutantes, villanos) que en ocasiones eran su antítesis ética y moral. Coñas con el profesor Xavier, la Escuela de Talentos, Lobezno (las bromas internas con Logan y el mismo Hugh Jackman son continuas a lo largo del metraje y varias de ellas son brillantes) o el mismo Coloso que cobra aquí más protagonismo que en ninguna de las otras películas de X-Men en las que ha participado convirtiéndose en un personaje cómico sencillamente entrañable con una Negasonic que no le va a la zaga a la hora de interactuar con Masacre.




Dentro del plano técnico la película es un dechado de aciertos como cinta de acción repleta de pólvora, explosiones, violencia y persecuciones. Tim Miller demuestra oficio a la hora de dar cuerpo a una narración que en la mayor parte de su recorrido presume de un ritmo vertiginoso, tanto que en todo momento evita que nos paremos a pensar que la historia que vertebra el film no deja de ser la típica de vengenza propia del cine de action heroes de la era Regan. Pero como mencionamos Tim Miller conoce lo suficiente los resortes y características del thriller como para que su oficio detrás de las cámaras se convierta en otro de los aciertos de una producción como Deadpool. Curiosamente si la comparamos con otras piezas sobre personajes de cómics como las de Spiderman, Los Vengadores o los Batman de Christopher Nolan la cinta de Miller es casi una producción independiente. Pocas locaclizaciones, bastante uso de especialistas en escenas de riesgo y unos efectos digitales muy dosíficados que sólo se dejan notar en la caracterización de Coloso y de los cuales únicamente se abusa (siempre de manera coherente y adecuada) en la recta final del largometraje con el clímax de la batalla definitiva en la que tampoco podemos decir que haya saturación de actores, centrándose la misma en no más de cinco personajes principales y algún que otro extra para hacer bulto y convertirse en carne de cañón para que nuestro protagonista de buen uso de sus katanas. Si siendo su primer película en imagen real Tim Miller demuestra ser tan competente como director de acción posiblemente en futuros proyectos (y esperemos que Deadpool 2 sea uno de ellos, el tipo se lo ha ganado) pueda sorprendernos con trabajos muy destacables dentro de un género muy explotado por Hollywood pero en el que él ha entrado con mucho acierto.




Ryan Reynolds, él es el verdadero héroe de Deadpool y la persona a la que debemos agradecer que este acontecimiento cinematográfico haya salido adelante gracias a su perseverancia y cariño por el personaje. De la misma manera que en Green Lantern no había manera de encontrar a Hal Jordan detrás de ese antifaz verde animado, el protagonista de Eternal “es Wade Wilson”. Poco importa si lleva puesta la máscara, usa el maquillaje que aparenta la piel deforme del personaje o va con la cara lavada, el actor nacido en Vancouver se introduce hasta lo enfermizo en su personaje y se deja vampirizar por él para regocijo de un espectador que después del recital que ofrece le perdona la mucha morralla de su más bien pobre carrera interpretativa. A Reynolds le da la réplica una atractiva y carismática Morena Baccarin (Firefly, Homeland, V) en el papel de su amada Vanessa, un T.J. Miller que aunque en el plano estético se parece poco al Comadreja de los cómics lo clava, un competente Ed Skrein como Ajax que funciona más como torturador en el proyecto Arma X que como enemigo en el plano físico para el protagonista, una brutal Gina Carano como Angel Dust (enorme su pelea con el mutante de recubierto de acero orgánico) y unos entrañables Coloso (al que dan vida los actores Stefan Kapicic y Andre Tricoteux) y Negasonic con la voz y rostro de una indiferente Brianna Hildebrand de la que es difícil no enamorarse cuando destila una química brutal con el personaje principal que esperemos sea más explotada en las secuelas. Pero un servidor se queda enamorado dentro de los secundarios de una pletórica Leslie Uggams como Ciega Al, un personaje por el que siempre he sentido una especial predilección desde que Joe Kelly la creara para la serie regular del personaje como compañera de piso y esclava y que aquí la actriz de Nurse Jackie borda soberanamente en los pocos minutos que tiene en pantalla. De hecho ella es la protagonista de la escena que más me hizo reír en la película (casi hasta el ahogo) la de la caricia de la mano regenerándose, el momento álgido en cuanto a humor dentro de Deadpool.




Como espectador casual no puedo hablar porque Masacre como personaje de cómic lleva en mi vida desde que tenía 12 años, pero como fan irredento del mercenario bocazas sólo puedo decir a los lectores de sus cómics que vayan de cabeza a su cine más cercano para disfrutar de la adaptación soñada de la creación de Fabian Nicieza y Rob Liefeld (este último con cameo en la película, no sólo Stan Lee iba a lucirse en esta ocasión) que se ha convertido en uno de los personajes más queridos de la historia reciente de Marvel Cómics. Deadpool es por ahora la película pijamera del año, un acontecimiento cinematográfico que con su inesperado éxito (Hollywood casi siempre ha tenido alergia a hacer películas de superhéroes para adultos por miedo a perder espectadores adolescentes potenciales) puede que haya abierto las puertas a un nuevo tipo de cine basado en cómics dirigido a espectadores más maduros (ahí tenemos la noticia que ha saltado esta semana sobre la posibilidad de que la tercera película de Lobezno que está en preproducción y adaptará El Viejo Logan de Mark Millar y Steve McNiven, busque la calificación R para poder incluir la violencia cruda del cómic original) y que permita que el arte secuencial dirigido a lectores adultos pueda ser adaptado a imagen real en toda su cruda fidelidad regenerando un subgénero que aunque todavía revienta taquillas comienza a mostrar síntomas de agotamiento. Sólo nos queda dar las gracias a Ryan Reynolds por hacer un “máximo esfuerzo” por creer durante años en una causa perdida, a Tim Miller por subirse al carro para que la máquina no perdiera ritmo y a Rhett Reese y Paul Wernick por realizar la que posiblemente sea la más fiel traslación de un personaje de cómic al séptimo arte. Ahora sólo queda esperar a esa Deadpool 2 de la que el mismo protagonista da pistas en la doble escena post créditos de la película o esos X-Force a manos de Jeff Waldow (Kick-Ass 2) que algún día esperemos llegue a convertirse en una realidad. Pero por ahora sólo me queda decir: “Chimichangas para todos y que Bea Arthur os bendiga”.

1 comentario:

  1. Crítica escrita originalmente para la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-deadpool-de-tim-miller/

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