sábado, 31 de octubre de 2015

Mi Gran Noche



Título Original Mi Gran Noche (2015)
Director Álex de la Iglesia
Guión Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia
Actores Raphael, Mario Casas, Pepón Nieto, Blanca Suárez, Carlos Areces, Luis Callejo, Carmen Machi, Jaime Ordóñez, Santiago Segura, Enrique Villén, Hugo Silva, Carolina Bang, Terele Pávez, Carmen Ruiz, Marta Guerras, Marta Castellote, Tomás Pozzi, Ana Polvorosa, Toni Acosta, Luis Fernández, Alberto Chaves




Parece ser que al cineasta bilbaino Álex de la Iglesia no le bastó que mi paisano, el mítico y veterano cantante Raphael, inspirara con uno de sus mejores temas el título de su infravalorada y brutal Balada Triste de Trompeta, ni siquiera el hecho de que realizara un cameo en el largometraje interpretándose a sí mismo en la pantalla de un cine donde se proyectaba la película Sin Un Adiós, dirigida por Vicente Escrivá, y en la que el “Niño de Linares” interpretaba tan mítica canción ataviado con maquillaje de payaso aparentó saciar su apetito goloso. Por todo ello, y tras haber trabado amistad con él, el director de Acción Mutante o la más reciente Las Brujas de Zugarramurdi ha decidido regalarle su primer papel importante en una producción patria, rol este que no ejercía desde hace, nada más y nada menos, que casi 45 años cuando dijo adiós al celuloide con aquella ya lejana Volver a Nacer, de Javier Aguirre, suponiendo esta su séptima cinta como protagonista absoluto allá por 1971. Tras una agradable, que no efusiva, acogida en la pasada edición del Festival Internacional de San Sebastián, Mi Gran Noche, llegó a las carteleras españolas el pasado viernes recaudando unos nada desdeñables 800.000€ en su primer fin de semana, augurándole dicha cifra una estimable carrera comercial. La duodécima película de Álex de la Iglesia es, decididamente, una obra menor dentro de su filmografía que se encuentra relativamente lejos de la calidad de producciones mayúsculas nacidas de su impronta como El Día de la Bestia o La Comunidad, pero se revela de cara al público como una enorme broma llena de inquina y mala baba que recupera el lado más maquiavélico del realizador, ofreciendo un producto sencillo y directo repleto de actores en estado de gracia, un sentido muy perverso de lo que es el mundo del espectáculo en España y de las criaturas que lo pueblan, así como un humor políticamente incorrecto que funciona a su máxima potencia durante la mayor parte del metraje.




Mi Gran Noche es una parodia por partida doble. Por un lado es una incisiva crítica al subgénero de cine español que, sobre todo en su época dorada durante el régimen franquista, estaba protagonizado por estrellas de la canción, ya fueran folclóricas (Lola Flores, Imperio Argentina) cantaores de copla (Manolo Escobar, Juanito Valderrama) niños prodigio (Marisol, Joselito) o como en el caso de Raphael, intérpretes de baladas románticas o pop latino. Por otro, y más arriesgado, es una visión desmitificadora y hasta malintencionada de la imagen del cantante linarense como personaje y ahí entra en escena la implicación total de la veterana estrella de los escenarios que se ofrece sin medias tintas ni coartadas a dar vida a un reflejo retorcido y maligno de sí mismo, porque por mucho que en la cinta su personaje se llame Alphonso el hecho de que interprete temas como Escándalo o Mi Gran Noche no deja lugar a dudas de que De la Iglesia está hablándonos, no de un personaje totalmente adscrito a la ficción, sino de un “hermano perverso” del único poseedor español de un Disco De Uranio en la historia de la música de nuestro país. Pero el director de Perdita Durango o Los Crímenes de Oxford no se queda ahí y decide localizar su historia en la grabación de una de esas horteras y casposas galas de Nochevieja post campanadas de fin de año (precisamente como las que protagoniza el mismo Raphael desde hace años) cuya realización tiene, como muchos saben, lugar meses antes de la fecha de su emisión con una gran cantidad de figurantes contratados para dicho evento y convertir de este modo ese plató en un microcosmos en el que situar a todo tipo de personajes estrambóticos y descerebrados que, aunque apelando a la hipérbole y exageración, no dejan de ser el reflejo de los distintos tipos de ciudadanos que habitan nuestro país.




Lo último de Álex de la Iglesia vuelve a los terrenos de la reivindicable Muertos de Risa, a los de la televisión decadente y zombificadora, creando un grotesco vodevil, entregado al esperpento y el granguiñol, que pareciera mostrarse como una amalgama entre El Ángel Exterminador, de Luis Buñuel (esos personajes obligados a no abandonar una localización que los vampiriza y convierte en seres primarios) y Showgirls, de Paul Verhoeven (los números musicales cutres, luchas de egos que llegan a las manos y falsos oropeles que finalmente se muestran diseñados con hojalata) con un humor puramente De la Iglesia, aquel que había perdido en favor de cierta enfatización de crítica política, mediática y social (la de Balada Triste de Trompeta y La Chispa de la Vida) y que ha ido recuperando en sus últimos trabajos gracias al regreso de su colaborador en la escritura Jorge Guerricaechevarría (Celda 211, El Niño) como se pudo vislumbrar en Las Brujas de Zugarramurdi y confirmar en esta Mi Gran Noche que nos ocupa. El retorno de su antiguo co guionista también le ha servido al bilbaino para controlar ese caos que solía imperar en los terceros actos de sus últimos films, consiguiendo en este trabajo del que hablamos que ese desorden general lleno de ruido y furia no se desencadene nunca y se retroalimente a sí mismo para aportar coherencia y narración fluida a un producto que en principio podría dar pie a la más histérica de las anarquías. Gracias a un guión sabiamente estructurado (gran idea ir revelando poco a poco las intenciones y secretos de todos y cada uno de los personajes) una dirección muy potente en lo visual como viene siendo habitual en De la Iglesia y una magnífico montaje por parte de Cristina Laguna el largometraje se salda con nota en todos sus apartados y pocas carencias podemos achacarle en cuanto a su concepción y ejecución.




En Mi Gran Noche encontramos todas las dosis de veneno que le faltaban a la bienintencionada pero descafeinada La Chispa de la Vida, que ya hemos mencionado un par de veces en esta reseña. De la Iglesia no sólo se despacha a gusto con la televisión, sus directivos y profesionales, retratándolos a todos como despotas, explotadores o sociópatas en potencia, también lanza sus dardos contra una juventud asentada en la estupidez, la incultura y falta de valores, unas estrellas en decadencia que se resisten a aceptar su decrepitud física y psicológica o ídolos emergentes con pocas entendederas y demasiadas feromonas. Pero donde más acierta el director de 800 Balas o Mirindas Asesinas es a la hora de localizar su historia en la España de aquí y ahora con un acertadísimo contraste de en lo que se está convirtiendo nuestra sociedad cuando asistimos a que dentro del plató donde se graba la gala de marras los figurantes implicados parecen tener sorbido el cerebro por las cámaras y los focos, econtrándose ajenos a unos exteriores de los estudios en los que la gente de a pie se enfrenta a las fuerzas de la ley intentando reivindicar algo que les debería pertenecer y que no poseen. Una muestra de pan y circo en pleno siglo XXI en el que los reality shows, programas del corazón y demás tipos de telebasura adormecen a unas masas que no reaccionan ante una realidad en la que se están cercenando de manera brutal sus derechos como ciudadanos. Pero por suerte De la Iglesia no trata de adoctrinar o entragarse a la solemnidad, y mientras situa esa lectura social como trasfondo en ningún momento deja de recurrir a un humor incisivo, unas veces inteligente y otras zafio, que recae en personajes como un esquizofrénico que habla por medio de letras de canciones de Alphonso, una atractiva y desenfadada chica con fama de gafe, una pareja de presentadores que se odian a muerte, un hijo y asistente personal con problemas de ansiedad que somatizan en afecciones cutáneas o un representante argentino con muy malas pulgas capaz de lo que sea por su cliente.




A que estos personajes funcionen en pantalla ayuda un casting extensísimo que convierte Mi Gran Noche en una obra totalmente coral con un desfile de estrellas jóvenes y veteranas que deja en evidencia los repartos de cualquier entrega de las correrías de nuestro José Luis Torrente. Aunque hacen acto de presencia delante de las cámaras habituales de la casa como los indispensables Santiago Segura, Terele Pávez o Enrique Villén, nuevos intérpretes fetiche para De la Iglesia como Hugo Silva, Carolina Bang, Jaime Ordóñez, Pepón Nieto o Carlos Areces y debutantes en el mundo de ficción del bilbaino como Ana Polvorosa, Carmen Machi, Tomás Pozzi o Carmen Ruíz sería injusto intentar destacar a alguno de estos secundarios por encima del resto cuando todos hacen una labor más que notable a la hora de robarse planos los unos a los otros con sus desfases y salidas de tono. Pero si algo hay que destacar del apartado artístico de la obra es el sentido del humor y la autoparodia que destilan todos y cada uno de los implicados, haciendo especial hincapié en los dos personajes principales. Mario Casas borda esa amalgama de cantantes latinos (Chayanne, Carlos Baute, David Bisbal) que desembocan en Adanne, una máquina de hacer éxitos pegadizos y estúpidos que aparenta tener sus pocas neuronas localizadas en la entrepierna. El gallego una vez más demuestra que es capaz de reírse del fenómeno fan que le acompaña desde que dio sus primeros pasos como actor adolescente ofreciendo un papel al que le entrega todo lo que lleva dentro, algo que se le agradece. Por otro lado tenemos al Alphonso de Raphael, ese cantante de vuelta de todo obsesionado con su imagen, déspota con subordinados y competidores (qué gran acierto diseñar su camerino y vestuario como si fuera Darth Vader) y campeón olímpico de la mentira. Aunque con el meritorio papel (ciertamente casi podriamos decir que no está interpretando) del linarense nace el mayor fallo de Mi Gran Noche que no ha sido mencionado en la promoción de la película y es que el rol del veterano cantante, aunque el más importante del relato, es más bien secundario teniendo en pantalla no demasiados minutos de metraje, eso sí, sabiendo aprovecharlos al máximo en todo momento, véase cómo saltan chispas cuando comparte plano con Carlos Areces o Terele Pávez. Detalle importante este que se ha obviado equívocamente por parte de los autores y promotores del film y que puede despertar la ira, sobre todo, de los fans de la estrella de la canción




Como hemos mencionado al inicio de esta reseña Mi Gran Noche no será recordada como una de las grandes películas de Álex de la Iglesia, pero tiene los suficientes alicientes como para ser considerada una interesante y divertida opción para elegir en la actual cartelera nacional y con ello pasar 100 minutos de fruición en los que el productor de Musarañas o Los Héroes del Mal recupera gran parte de ese gamberrismo que se convirtió desde sus inicios con Acción Mutante en una de sus más destacadas y reconocidas señas de identidad. Rodeado por unos equipos técnico y artístico de nivel, ofreciendo un proyecto punzante, satírico y sanamente ofensivo que no deja títere con cabeza, el vasco, paradójicamente, rinde tributo a un artista, una música y una época a la que reverencia y recuerda con nostalgia por mucho que quiera envolverla en comedia física, humor negro y su impronta esperpéntica, brutalizada y de naturaleza salvaje. Si este es el último papel en cine (realmente nunca dio vida a grandes personajes porque no protagonizó buenas películas, sólo vehículos para el lucimiento de sus cuerdas bocales) Raphael puede quedarse tranquilo, porque Álex de la Iglesia le ha regalado su Jackie Brown (allí Quentin Tarantino homenajeaba a Pam Grier, aquí el bilbaino lo hace con el cantante andaluz) una cinta con la que decir adiós al mundo del séptimo arte con la cabeza alta y a lo grande. Además, sólo por ver en los multicines la cara de los fans del intérprete de Yo Soy Aquel o Qué Sabe Nadie adentrados en la tercera edad poner cara de estupefacción al asimilar que lo que han visto no era lo que esperaban (y doy fe que en mi sala ha sido así) cuando se encienden las luces y salen los títulos de crédito finales ya merece la pena ver este tratado sobre lo decadente, falsario y grotesco que puede ser el mundo del espectáculo en España.


viernes, 30 de octubre de 2015

La Cumbre Escarlata



Título Original Crimson Peak (2015)
Director Guillermo del Toro
Guión Matthew Robbins y Guillermo del Toro
Actores Mia Wasikowska, Jessica Chastain, Tom Hiddleston, Charlie Hunnam, Doug Jones, Javier Botet, Jim Beaver, Burn Gorman, Leslie Hope, Kimberly-Sue Murray, Emily Coutts, Gillian Ferrier, Matia Jackett, Martin Julien




Después de aquel mastodóntico y enteñable homenaje al género nipón Kaiju que supuso esa Pacific Rim que espera futura secuela, el cineasta mexicano afincado en Estados Unidos, Guillermo del Toro, vuelve a las carteleras de todo el mundo con su última obra ya asentado cómodamente (puede que demasiado) en una maquinaria de Hollywood que desde el descomunal éxito que cosechó con la mítica El Laberinto del Fauno parece darle carta blanca para abordar casi todo proyecto que se le pasa por la cabeza. En esta situación privilegiada y asociado de nuevo con Legendary Pictures el azteca nos trae La Cumbre Escarlata, superproducción de la Universal protagonizada por Mia Wasikowska (Maps to the Stars, Alicia en el País de las Maravillas, Stoker) Tom Hiddleston (Thor, Los Vengadores, Thor: El Mundo Oscuro) Jessica Chastain (Zero Dark Thirty, Marte, Interestelar) y Charlie Hunnam (Hijos de la Anarquía, Pacific Rim) entre otros. Tras unas primeras críticas que la tildaban de ser la mejor obra de la carrera de su autor, después su estreno ha sido recibida disparmente entre los que la han alabado como una de las más destacadas cintas del 2015 y los que se han sentido decepcionados con una obra que no ha ofrecido lo que se esperaba de ella, no por falta de calidad o una ejecución deficiente, nada mas alejado de la realidad, sino porque como en otras ocasiones ha sucedido (me viene a la cabeza el caso de El Bosque de M.Night shyamalan) los trailers nos han vendido una película de terror que está lejos de pertenecer de manera ortodoxa a dicho género. Huelga decir que a un ferviente incondicional de la obra de Guillermo del Toro como un servidor le entristece reconocer que por desgracia se encuentra más en este segundo bando que en el primero tras ver esta Crimson Peak en pantalla grande, sin afirmar por esto que nos encontremos ante una mala película o una obra fallida, como previamente hemos mencionado.




Poco después de ese excelente prólogo en el que tenemos las dos primeras referencias claras al dúo de cineastas a los que Guillermo Del Toro hará referencia continua a lo largo del film como son el Mario Bava de Las Tres Caras del Miedo (sobre todo a la maravillosa y todavía hoy aterradora tercera historia, La Gota de Agua) o el Roger Corman que adaptaba a Edgar Allan Poe en general y al de La Obsesión (The Premature Burial) en particular el personaje de Mia Wasikowska (apellidado Cushing de manera nada gratuita si tenemos en cuenta la pasión del mexicano por la Hammer Films aunque no sea en esta obra, paradójicamente, una de sus referencias más directas) afirma acerca de uno de los relatos que escribe algo como que: “La mía no es una historia de terror, la presencia del fantasma es una metáfora del pasado”. Con esto el director de Mimic parece realizar una declaración de intenciones, porque ciertamente La Cumbre Escarlata no es un relato de terror. El problema es que todo el material audiovisual que con el que se han vendido la película promocionalmente afirmaba que sí lo era y por ello no se puede culpar a aquellos que al encontrarse en lo último de Guillermo del Toro con algo que no andaban buscando se sientan decepcionados o puede que hasta estafados. Porque Crimson Peak es una película romántica, una versión gótica de la Rebecca de Daphne du Maurier que Alfred Hitchcock adaptó magistrtalmente al celuloide en 1940 añadiéndole apuntes de Sospecha, también del orondo director británico, incluso hasta podríamos apelar a que es un melodrama o folletín a lo Douglas Sirk localizado en la época Victoriana y con trasfondo sobrenatural, pero no una obra adscrita al terror más estricto, aunque evidentemente tenga bastantes apuntes del mismo y rinda tributo a muchas muestras clásicas del género que mencionaremos a continuación.




Porque eso es lo más desconcertante de una película tan peculiar como La Cumbre Escarlata, que siendo una declarada y sincera carta de amor al género del terror, ya sea en celuloide o literatura, está lejos como obra cinematográfica de ser una muestra clara del mismo. No tardamos en percibir el uso cromático de colores primarios en la iluminación propio de Mario Bava (heredado en los años 70 por su más digno sucesor, Dario Argento) o su amalgama de clasicismo y morbidez bífida (esa casa que supura cera roja por sus paredes como si sangrara y fuera perdiendo la vida poco a poco) visto en piezas como La Máscara del Demonio, el goticismo del ya mencionado Roger Corman que adaptaba a Edgar Allan Poe con esa aparición con físico y rostro de color rojo intenso que nos remite a La Máscara de la Muerte Roja, apuntes icónicos como una pelota roja y una silla de ruedas que nos retrotraen claramente a Al Final de la Escalera (The Changeling) de Peter Medak, el uso narrativo de infantes perversos que homenajea al Henry James de Otra Vuelta de Tuerca que más tarde llevara a la pantalla Jack Clayton con la mítica Suspense (The Innocents) a lo que habría que sumar las deudas pendientes, propias del director de Chronos, con literators como el inevitable H.P. Lovecraft, Bram Stoker o Clive Barker. Por todo ello y viendo el espectador el caldo de cultivo multireferencial que tiene Del Toro entre manos finalmente decida arrinconar durante gran parte del metraje de la obra el terror para entregarse a dar profundidad, con mayor o menor fortuna, a las relaciones interpersonales y sentimentales de sus heridas y lacónicas criaturas.




Evidentemente que Guillermo del Toro y su co guionista Matthew Robbins (Mimic, No Tengas Miedo a la Oscuridad) decidan por medio de la escritura dedicarle la mayor parte de minutos del metraje al romance decimonónico protagonizado por los personajes de Mia Wasikowska y Tom Hiddelston o al secreto que este guarda junto a su hermana, a la que da vida la americana Jessica Chastain, no es óbice para que el director de las dos adaptaciones cinematográficas del Hellboy de Mike Mignola demuestre una vez más, y como casi siempre, que es uno de los cineastas más puros y talentosos del panorama cinematográfico contemporáneo. La puesta en escena de Del Toro en La Cumbre Escarlata alcanza cotas de puro arte aprovechando el mexicano ese diseño de producción descomunal que el presupuesto de 55 millones de dólares que la Universal Pictures ha puesto en sus manos (interviniendo también él como productor en el largometraje) y entregándose a una dirección de artística exquisita que se revela como un personaje más de la obra, sobre todo la mansión de los Sharpe a la que se mudan los personajes protagonistas tras abandonar New York. El productor de Mamá acaricia cada encuadre, su trabajo exhala un cuidado y cariño único a la hora de abordar una obra como la que nos ocupa y por la que siente verdadera pasión. Desde la ilmuninación hasta el diseño de vestuario, pasando por la soberbia fotografía de Dan Laustsen o la meritoria banda sonora de Fernando Velázquez, todos los apartados técnicos del film tienen el sello del jefe de ceremonias que se encuentra detrás de este festín visual y plástico que supone su novena incursión detrás de las cámaras. Tan hija de su autor es La Cumbre Escarlata que este se permite como proyecto jugar a la intertextualidad con referencias a otros trabajos del azteca como esas mariposas o la bañera que nos traen a la memoria la imaginería de El Laberinto del Fauno o ese último fantasma aparecido en la nieve cuya estética no hubiera desentonado con la de los espectros que poblaban el orfanato en el que se desarrollaba la trama de la nunca suficientemente reivindicada El Espinazo del Diablo.




Por desgracia, aunque en líneas generales todos los apartados funcionan en La Cumbre Escarlata y en lo referente al artístico Guillermo del Toro consigue arrancar de una delicada Mia Wasikowska, un trágico Tom Hiddleston, una perversa Jessica Chastain y un competente Charlie Hunnam interpretaciones que están a la altura de la producción en la que se ven embarcados como actores, son el guión algo rudimentario del cineasta y su colaborador Matthew Robbins y ese equívoco o definitivamente engañoso enfoque que la publicidad ha dado a la película, y que se ha convertido en su punto más débil o mayor enemigo, los que convierten el último trabajo del autor de Blade II en una oportunidad desperdiciada. Una pieza que hubiera sido mejor aceptada a nivel global y no tan criticada por un amplio sector del público si se hubiera mostrado desde el principio como el romance gótico que realmente es o si en su proceso de gestación hubiera sido abordada por sus autores como una verdadera horror movie, porque por desgracia las no demasiadas secuencias de terror que atesora la película en bastantes ocasiones bordean la excelencia y transmiten una atmósfera epdiérmica, impía y diabólica que se revelan como las mejores muestras dentro del film de lo que es capaz su autor cuando se entrega sin cortapisas o coartadas innecesarias a un género en el que en más de una ocasión ha demostrado sentirse como pez en el agua. La decepción en cuanto a la conceptualidad es un hecho, pero como anteriormente hemos apuntado en cuanto a la ejecución y profesionalidad con la que está rematada la obra está indudablemente a la altura como habitualmente sucede con prácticamente todos los proyectos en los que se embarca el mexicano. Por el momento nos quedamos con las ganas de que vuelva a entregarnos una obra maestra como Pan’s Labyrinth o al menos que tras la secuela de Pacific Rim decida ponerse manos a la obra con su amigo Ron Perlman para regalarnos la tercera entrega de su visión del Hellboy de Mike Mignola que muchos seguimos esperando como agua de Mayo. Este enteñable “cabrón” nos ha ofrecido demasiadas horas de ficción brillante como para no darle un voto de confianza por mucho que su prometedora última película no haya sido todo lo grande que se esperaba que fuera.


domingo, 25 de octubre de 2015

Regresión



Título Original Regression (2015)
Director Alejandro Amenábar
Guión Alejando Amenábar
Actores Ethan Hawke, Emma Watson, Aaron Ashmore, Devon Bostick, David Thewlis, Dale Dickey, Aaron Abrams, Adam Butcher, David Dencik, Kristian Bruun, Matija Matovic Mondi, Janet Porter, Goran Stjepanovic




Después del giro hacia el drama que supusieron la exitosa Mar Adentro y la muy reivindicable Ágora el célebre y prestigioso director español de origen chileno, Alejandro Amenábar, vuelve al género que le dio la fama con sus tres primeros films, Tesis, Abre los Ojos y Los Otros, el thriller, aunque evidentemente acercándose más al terror de este último, su magnífico debut internacional con la australiana Nicole Kidman como protagonista. Regresión llega seis años después del estreno del último largometraje de su autor, durante este tiempo ha coqueteado con los videoclips o los cortometrajes con vocación publicitaria y se ha dedicado a escribir el guión de este proyecto internacional (aunque con capital principalmente español) y rodado en inglés del que comenzó a hablarse oficialmente a principios de 2014 cuando salió a la luz que los protagonistas de la cinta serían el estadounidense Ethan Hawke (Training Day, Boyhood) y la británica Emma Watson (la saga Harry Potter, The Bling Ring). Tras un tibio recibimiento por parte de crítica y público cuando inauguró el último Festival Internacional de San Sebastián, la rocambolesca odisea que supone su estreno en Estados Unidos, el éxito en la taquilla española en su primer fin de semana a pesar de la polémica con ese euro de más que cobran por las entradas para verla en las multisalas propiedad de Cinesa y lo poco que ha convencido en líneas generales al público, en Zona Negativa hemos podido ver ya la última película de uno de nuestros directores más reputados. A continuación hablaremos tanto de sus virtudes como de sus defectos como de los aciertos y fallos de Alejandro Amenábar a la hora de abordar esta muestra de cine de terror con trasfondo satanista y conspiranoico inspirado en hechos reales que supuestamente tuvieron lugar durante los años 80 y 90, en palabras del mismo cineasta.




Regresión narra la investigación por parte del detective Bruce Kenner (Ethan Hawke) de un caso en Minnesota durante el año 1990 en el que una joven llamada Ángela (Emma Watson) confiesa haber sufrido abusos sexuales a manos de su padre John (David Dencik). Gracias a la incorporación de un psicólogo, el Doctor Raines (David Thewlis), especializado en realizar a sus pacientes regresiones para recuperar recuerdos que la mente ha desechado de manera involuntaria y la obsesión por la investigación de Kenner poco a poco los implicados en la agresión a la que fue sometida Ángela comienzan a añadir valiosa información sobre el caso en el que una supuesta secta satánica parece ser el núcleo central de una extraña conspiración. Estas son las cartas con las que juega Alejandro Amenábar a lo largo de los 105 minutos que dura su sexto y esperado largometraje, nada nuevo en el horizonte dentro de las cintas sobre sectas satánicas que tuvieron su filón en la década de los 70 con todo tipo de producciones tanto en el seno de Hollywood como en el cine más underground y de Serie B dentro del terror. Por desgracia el regreso del cineasta español no está a la altura de su talento y no sólo porque un proyecto como Regresión es una obra considerablemente menor e impersonal dentro de su filmografía, sino también porque después de una hora de metraje más que digna su guión comienza a dar continuos bandazos narrativos tan improbables como mal ejecutados que cierran de manera deficiente un film que no pasa de entretenido y agradable de visionar.




Como era de esperar desde el primer minuto de metraje en Regresión se deja notar la mano de un director que sabe demencialmente bien lo que está haciendo, al menos en el apartado técnico de la cinta. El español controla con pericia el tempo de suspense y las continuas revelaciones que poco a poco van dando pistas sobre el caso que investigan el detective Kenner y sus colaboradores, consigue afianzar una atmósfera mórbida, amenazante, palpable, rodando paisajes de la América profunda devorados por la oscuridad y un mortecino ambiente que llega hasta al rincón más recóndito de todas y cada una de las casas de esa lacónica comunidad ofreciendo una deuda más que notable con la visión que da de su Maine natal el escritor estadounidense Stephen King en su obra literaria. La poderosa impronta del realizador de Luna se deja notar en pasajes como los que abordan las regresiones a las que son sometidos distintos personajes, la escena de “la visita sexual” en el dormitorio o ese tour por el granero del personaje de Ethan Hawke (qué gran uso de la grabadora y la voz en off tanto aquí como en el resto del film) en el que da lo mejor de sí mismo como narrador regalando el que es el momento álgido de la película. Esa congregación de encapuchados de rostros pálidos y sonrisas dementes son expuestos en pantalla con un acierto mayúsculo, remitiendo tanto a La Semilla del Diablo (Rosemary’s Baby), de Roman Polanski como a Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick, y transmitiendo una sensación impía que se agarra a la piel de un espectador en continua tensión asistiendo a rituales inhumanos de perversión y sadismo.




Por desgracia cuando Alejandro Amenábar lo tiene todo para rematar un proyecto impersonal y genérico pero sugerente y bien ejecutado gracias a su valía como realizador, conduciendo sabiamente a un grupo de actores encabezados por unos resueltos Ethan Hawke y Emma Watson que en ocasiones se ven eclipsados por la excelente labor de secundarios como David Thewlis, un soberbio David Dencik (que ya dio buena muestra de su talento en Serena, de Susan Brier) o Dale Dickey y tejiendo un guión que sin ser un dechado de originalidad (la sombra de la primera temporada de True Detective de Nic Pizzolatto y Cary Joji Fukunaga es alargada, demasiado) va poniendo cuidadosamente y con coherencia sus piezas sobre el puzzle que es la trama, en la media hora final de metraje la escritura de la película empieza a tambalear alarmantemente sin motivo aparente, forzando situaciones, añadiendo apuntes considerablemente reprobables (lo del anuncio publicitario para justificar lo que concierne a las regresiones da un poco de vergüenza ajena) y teniendo que explicar giros ininteligibles por medio de unos diálogos expositivos por parte de los personajes con los que el cineasta trata de explicarnos situaciones que apelan a la incoherencia, lo improbable y deficiente. Cuando llegamos al final del metraje descubrimos que había un motivo para que Alejandro Amenábar perdiera las riendas de la narración y este era llegar al mensaje final (sensato y remarcable) un claro ejemplo de “el fin justifica los medios” que desvirtúa los aciertos argumentales que hasta ese momento habían despertado el interés de un espectador que después de las incontables idas y venidas de las que se hacen uso para despistarlo se entrega definitivamente al agotamiento con una serie de distintos finales, para cerrar todas las tramas, que convierten en plomizo lo que antes tenía buen ritmo y adecuado desarrollo.




Aunque con Regresión ha vuelto a sus orígenes poco de la autoría de Alejandro Amenábar puede vislumbrarse en su última producción (casi nada tiene que ver el clasicismo deudor del Jack Clayton de Suspense (The Innocents) y el Peter Medak de Al Final de la Escalera (The Changeling) visto en Los Otros con el estilo de la cinta que nos ocupa) no pudiendo decir lo mismo de su profesionalidad como artesano al servicio de un proyecto de género que en la mayor parte de su metraje luce una puesta en escena, un reparto y un diseño de producción que poco tiene que envidiar al de muestras americanas adscritas al cine de intriga o terror. Pero esa recta final en el que el cineasta se entrega como escritor (en más de un momento se echa de menos a Mateo Gil en labores de co guionista) a un caótico “todo vale” empañan los meritorios aciertos que los dos primeros tercios de la obra habían planteado, sin llegar en ningún momento a la excelencia, pero ofreciendo entretenimiento consistente y de degustación agradable. El resultado es una obra menor dentro de la filmografía de Amenábar, una pieza tan entretenida como olvidable que no está a la altura de uno de los mejores cineastas que ha dado el cine europeo en sus últimos veinte años aunque aborde temas interesantes como el extremismo religioso, el miedo o el poder de la manipulación. Puede que elaborar un poco más el guión y sobre todo su resolución nos hubiera ofrecido una pieza más destacable con la que Amenábar viera definitivamente abiertas las puertas de Hollywood para comenzar una nueva carrera al otro lado del charco, pero por ahora sólo nos queda esperar a que su próximo trabajo, independientemente del género al que se adscriba, nos devuelva a uno de nuestros autores más reivindicables.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Piraña 2 3D, Waterpark Movie



Título Original Piranha 3DD (2012)
Director John Gulager
Guión Marcus Dunstan, Patrick Melton
Actores Danielle Panabaker, Matt Bush, David Koechner, Katrina Bowden, Chris Zylka, Paul James Jordan, David Hasselhoff, Jean-Luc Bilodeau, Meagan Tandy, Ving Rhames, Héctor Jiménez, Clu Gulager, Adrián Martínez, Gary Busey, Sierra Fisk, Christopher Lloyd, Irina Voronina, Kathy Sue Holtorf, Cody Kennedy, Tabitha Taylor






En el año 2010 el dúo de cineastas franceses formado Alexandre Aja y Gregory Levasseur trataban de seguir inyectando su venenosa cinefilía europea en Hollywood como ya lo habían hecho cuatro años antes con el soberbio remake de Las Colinas Tienen Ojos, el clásico de los años 70 escrito y dirigido por el tristemente fallecido Wes Craven que este mismo se ocupó de impulsar con la ayuda de sus productores Peter Locke y Marianne Maddalena. Para ello se asociaron con Dimension Films y los inefables hermanos Weinstein con la idea de sacar adelante un remake de Piraña, aquel divertido sucedaneo de Tiburón (Jaws) de Steven Spielberg que escibió John Sayles para Joe Dante dentro de la recordada productora New World Pictures, propiedad del mítico cineasta y productor Roger Corman. 




Aquella barrabasada estrenada en las salas con formato 3D era una parodia descerebrada y cafre que utilizaba el descarnado terror de los ya mencionados 70 para reírse y escupir en pleno rostro del blando y despersonalizado de los 90. La cinta, criticada por sus bestiales escenas gore, fue estrenada de tapadillo y sin casi promoción en España donde pasó por las carteleras sin pena ni glora. No sucedió lo mismo en Estados Unidos, donde fue un considerable éxito que dio pie a que sólo dos años después viera la luz una secuela, esta vez sin Alexandre Aja y Gregory Levasseur implicados en el proyecto, responsabilidad que recayó en el cineasta John Gulager, conocido en algunos círculos del terror underground por haber rodado la trilogía de culto Feast, y los guionistas Marcus Dunstan y Patrick Melton




Piraña 2 3D o Piranha 3DD en su título original no engaña a nadie, es la parodia, de la parodia de una parodia, una Serie B de pura cepa modesta y directa al esternón, una secuela inferior pero adecuadamente coherente con lo que habían rodado dos años antes los creadores de films como Furia o Alta Tensión. Esta segunda parte es una producción exploit, con actores (en su mayoría) jóvenes, mediocres y atractivos que van a pasarse los escasos 82 minutos (y ojo, los diez últimos son los créditos finales, por lo tanto la película no supera los 72) rodeados por pechos, música machacona, chulos de playa, pervertidos de piscina y una legión de pirañas gigantescas y brutales que trataran de devorarlos a todos hasta los huesos. La película encuentra sus mayores virtudes y más destacados fallos precisamente en tratar de ser deudora del espíritú del largometraje anterior de Aja y Levasseur, no consiguiéndolo siempre.




Cuando asumimos que esta Piranha 3DD, que utiliza una excusa estúpida para que aquellas pirañas evolucionadas que devoraron a decenas de personas en el lago Victoria acaben dentro de un parque acuático que parece la Mansión Playboy donde sembrarán el caos y la muerte. es una nadería intrascendente, calentorra y llena de casquería John Gulager ya se encuentra en la tesitura de saber lo que hacer desde el inicio (de hecho el film abre con escenas de la primera película para que veamos cuán fiel va a ser esta secuela con el material de partida al que da continuación) para después demostrar que entendió sólo en parte lo que plantearon sus predecesores detrás de las cámaras con Piraña 3D. Porque como realizador sabe captar ese estilo visual deudor de los videoclips de la Mtv o de la realización vacua y soez de realities de la misma cadena como Jersey Shore, pero mientras los autores franceses se reían en todo momento de lo que exponían en pantalla Gulager peca en ocasiones de tomarse en serio algunos pasajes, puede que no dramáticos, pero sí innecesariamente serios.




Por suerte como director sabe que el material que tiene entre manos da pie a la más indecorosa de las locuras y se ocupa de llenar la pantalla de camisetas mojadas, pechos y nalgas bamboleándose en cámara lenta y formato 3D ( a diferencia de su predecesora Piraña 2 3D sí se rodó en formato estroboscópico sin necesidad de realizar la conversión al 3D en post producción) chistes zafios, sexo escatológico, sangre a borbotones y gore en buenas dosis, no tan abundantes como en la primera película, pero lo suficientemente copioso como para no decepcionar a los fans del género. Al igual que Piraña 3D en su prólogo introduce el cameo de un actor en horas bajas (en aquella un Richard Dreyfuss, aquí el gran Gary Busey) incluye de nuevo un gag relacionado con una piraña y un pene cercenado y contamos otra vez con la presencia de Christopher Lloyd, Ving Rhames y Paul Scheer. Aunque cabría mencionar que en esta segunda parte tenemos una importante novedad, la que supone tener en el reparto la presencia del impagable David Hasselhoff.




Interpretándose a sí mismo, con el traje de guardacostas que ¿vistió? durante años para dar vida a Mitch Buchannon en la serie Los Vigilantes de la Playa y con muchas ganas de pasárselo bien David Hasselhof es tan importante para Piraña 2 3D que gracias a él podríamos hablar de dos películas, la que tiene lugar antes de su aparición estelar y la segunda, en la que él se convierte en el protagonista absoluto con su sana y envidiable costumbre de reírse de sí mismo. El protagonista de El Coche Fantástico (Knight Rider)se ríe de su edad, de su aspecto físico, de que las nuevas generaciones de niños no le reconozcan (lo de mencionar al crío todas las series en las que ha participado, culminando con ese "¿Bob Esponja?" es demencialmente autoparódico) y demuestra en todos y cada uno de los planos que le regala John Gulager que se lo pasó en grande en el rodaje rodeado de fans, chicas en bikini y pirañas de latex o digitiales y por supuesto cantando.




Para que quede claro, Piraña 2 3D es una película mala de solemnidad, una secuela de videoclub nacida a rebufo de una primera entrega que siendo una divertida chorrada de campeonato era una obra mucho más conseguida. Pero será difícil que los amantes del cine de terror chabacano, zafio y autoconsciente no la disfruten como lo que es, un producto para ver con las gafas 3D puestas, una cerveza en una mano y un cartón de palomitas en la otra. Podríamos decir incluso que los CGI de las pirañas están más conseguidos que los de la primera película, que hay momentos en los que John Gulager demuestra que es mejor director de lo que parece (ese plano cenital siguiendo a la chica con el flotador que pasa debajo de puente) pero a nadie le importa eso en este desfile de silicona, pezones, culos, penes hemoglobina y niños decapitados, tan deficiente y olvidable como sincero y disfrutable.


jueves, 1 de octubre de 2015

El Desconocido



Título Original El Desconocido (2015)
Director Dani de la Torre
Guión Alberto Marini
Actores Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Goya Toledo, Elvira Mínguez, Fernando Cayo, Paula del Río, Marco Ruiz, Luis Zahera, Ricardo de Barreiro, María Mera, Antonio Mourelos





Con un sólo cortometraje titulado Minas (con explosivos como protagonistas una vez más, pero en esta ocasión localizando la acción en la guerra civil española) y una miniserie televisiva, Mar Libre, para la televisión autonómica gallega en su escueto curriculum el cineasta lugués Dani de la Torre debuta en el campo de la dirección de largometrajes con El Desconocido, un thriller dramático que al igual que otros productos remarcables de nuestro celuloide reciente como Celda 211, de Daniel Monzón o La Isla Mínima y Grupo 7 de Alberto Martínez o Carne de Neón, de Paco Cabezas, sabe amalgamar con pericia intachable el cine de acción con el de denuncia situando a sus personajes en un contexto social que, aunque se podría considerar tan intemporal como globalizado, por desgracia hoy está a la orden del día en España.




Tesis, de Alejandro Amenábar, Intacto, de Juan Carlos Fresnadillo, Concursante, de Rodrigo Cortés, Los Sin Nombre, de Jaume Balagueró, Nadie Conoce a Nadie, de Mateo Gil o El Segundo Nombre, de Paco Plaza. No es el cine español contemporáneo ajeno a óperas primas de calidad, producciones que nos ayudan a vislumbrar el talento de jóvenes realizadores patrios que tienen mucho que decir a la hora de crear ficción. Sin lugar a dudas El Desconocido puede adscribirse con todos los honores a estos debuts ejecutados por directores que no parecen novatos en lides fílmicas. Dani de la Torre nos ofrece con su primera película detrás de las cámaras una de las mejores cintas españolas de la temporada, un proyecto casi siempre brillante que por suerte en ningún momento se ve ensombrecido por las pequeñas máculas (que posteriormente enumeraremos) que cualquier incursión primeriza en el mundo del largometraje comete sin ser la que nos ocupa una excepción




Carlos (Luis Tosar) es un adinerado ejecutivo de banca que el mismo día que descubre la posible filtración de información relacionada con estafas financieras que lo implican a él, sus compañeros de trabajo y superiores se ve encerrado en su propio coche con sus dos hijos, Marcos (Marco Ruíz) y Sara (Paula del Río) sin la posibilidad de salir del auto debido a los explosivos que un desconocido ha colocado en este y que se activarán en el mismo instante que uno de los ocupantes intente abandonarlo. Durante una frenética carrera contrarreloj Carlos tendrá que seguir escrupulosamente las indicaciones de este individuo anónimo le dicta vía teléfono móvil exigiéndole con ellas una desorbitada cantidad de dinero con la que cobrarle una deuda personal, ya que en caso contrario su vida y la de sus dos hijos penderá de un hilo pudiendo acabar tan cáotico día de la manera más trágica posible




Sin eludir referentes norteamericanos como Última Llamada (Phone Booth) de Joel Schumacher, Speed, de Jan de Bont entre otros, pero contextualizándola en un entorno puramente de aquí, Dani de la Torre se marca un soberbio tour de force con El Desconocido, un vibrante thriller de raza, que no hace prisioneros y va directo a la yugular de un espectador al que en ningún momento se le permite bajar la guardia gracias a un guión magníficamente anclado a manos de Alberto Marini (Extinction, Mientras Duermes) y una puesta en escena avasalladora por parte de un cineasta que nadie diría que es la primera vez que se pone detrás de las cámaras para rodar un largometraje. La perfecta cohesión de apartado técnico y artístico y unos medios holgados a los que el director puede aferrarse para dar forma a su criatura hacen de El Desconocido una de las propuestas estrella de la cartelera actual.




Casi en tiempo real, con un pulso de una solidez templada a fuego y un uso encomiable de una localización tan exigua como un automóvil que mide meticulósamente la creciente claustrofobia experimentada por los tres personajes cuando poco a poco el relato va dando sus primeros golpes de efecto Dani de la Torre invoca a los mejores Michael Mann y John Frankenheimer, o depositando la mirada más cerca a Enrique Urbizu, para inyectar una sobredosis de adrenalina en la platea que deja agotada a la misma. Con una precisión milimétrica para que los 102 minutos de metraje (algo excesivos para este tipo de films, que por norma general no deben llegar a la hora y media) se conviertan en una montaña rusa con potentes subidas y tensas bajadas El Desconocido ofrece momentos de cine purísimo de una inmediatez epidérmica con la que en ningún momento dejamos de temer por los protagonistas, por mucho que en ocasiones la previsibilidad se haga con algunos pasajes del film.




Lo más curioso es que aunque Dani de la Torre realiza un trabajo brillante detrás de las cámaras y su guionista esté a la altura ofreciéndole material escrito para que el director dé lo mejor de sí mismo como narrador el mayor acierto de El Desconocido es poner al frente de su reparto a uno de los mejores actores actuales a nivel mundial, Luis Tosar es un seguro de vida como intérprete, hasta el peor director de nuestro país conseguiría salvar los platos de su proyecto con sólo poner al gallego como protagonista, porque pocos profesionales de la interpretación hay hoy día que sepan mimetizarse con la impresionante brillantez de este hombre que cada vez que se pone delante de una cámara hace que el arte dramático le quede pequeño cuando decide dar todo lo que tiene dentro para dar vida a presos, maltratadores, desempleados con orgullo, productores de cine sin escrupulos, porteros de edifico dementes o villanos de superproducciones hollywoodienses localizadas en Miami.




El gallego, una vez más, arranca de sus entrañas un personaje lleno de verdad y su labor es tan remarcable que consigue en todo momento, incluso en el clímax final,  queempaticemos con un individuo del que poco a poco vamos conociendo más y más trapos sucios relacionados con su vida profesional. A pesar de ello, y aunque en no pocas ocasiones nos ponemos en el lugar de ese desconocido que busca su vendetta personal, en todo momento deseamos que tanto él como sus dos hijos (los daños colaterales en esta situación por culpa de las malas artes financieras de su padre) sobrevivan a la situación extrema en la que se han visto envueltos. A Tosar le dan la réplica unos magníficos Paula del Río y Marco Ruiz como sus hijos, una Elvira Mínguez impagable a la que todavía no se reconoce lo soberbia actriz que es y en papeles más breves Goya Toledo, Fernando Cayo, Javier Gutiérrez y un, por desgracia, fugaz Luis Zahera 




Por otro lado tanto Dani de la Torre como Alberto Marini acometen su historia situándola en un contexto muy específico, hablando de tú a tú a un espectador que sabe, en ocasiones de primera mano, que la crisis financiera ha servido como caldo de ciltivo para que gente sin escrúpulos como Carlos se aprovechen de los más desfavorecidos hasta extremos que bordean lo inhumano. Guionista y director quieren que este subtexto social sobrevuele todo el metraje, no sólo con la presencia de la voz de ese desconocido que da título al largometraje sino también por medio de una sutil y medida simbología con pasajes como el de Carlos limpiándose la sangre de las manos con el agua de la lluvia, la determinación de la hija de este con respecto a llegar hasta el final por salvar a su progenitor aventurando que la adolescente no será una persona sin escrúpulos como el banquero o esas llamadas que realiza el protagonista para engañar a sus clientes, aunque esta vez no para arruinarles la vida sino para salvar la suya y la de los suyos. Sólo en la recta final algo de brocha gorda y unas pinceladas de moralina hacen tambalear, mínimamente, el mensaje que late debajo del argumento.




Aunque el mayor fallo de El Desconocido es que los dos primeros tercios de la película son tan brutales, están tan profesionalmente rematados por un Dani de la Torre permitiéndose alardes de técnica como un uso intachable de la cámara al hombro, los travellings y hasta unos planos secuencia que bordean la genialidad (el de la presentación del personaje de Elvira Mínguez es sobrehumano y aunque la utilización de la grúa delata que hay uno o varios cortes la pericia con la que está ejecutado está fuera de toda duda) mantener el nivel tan alto durante la media hora que da cierra a la obra se hace imposible. En estos últimos treinta minutos de metraje se encadenan varios giros de guión forzados y abusos del deus ex machina (incluso dejando algunos cabos sueltos que se tratan de excusar con algún comentario apresurado de los personajes) que empañan en cierta manera el conjunto de una obra que no llega a la excelencia, tampoco lo necesita, debido a estas pequeñas carencias que, como hemos mencionado con anterioridad, son casi inevitables en cualquier ópera prima cinematográfica.




Una vez más nos encontramos en la cartelera una muestra clara de que, como bien comenta mi compañero Samuel Secades en su recuperable crítica de Zona Negativa, el mantra que reza aquello de "No está mal para ser española", con el tiempo entrará en desuso. El gallego Dani de la Torre nos ofrece poco más de hora y media de cine de acción poderosamente realizado, excelentemente escrito e interpretado con aplomo por un protagonista superlativo y un grupo de secundarios a la altura del proyecto. Por el camino el proyecto nos demuestra, como otras obras recientes mencionadas en el primer párrafo lo hicieron antes, que el compromiso social intrínseco en gran parte de nuestras producciones cinematográficas no está reñido ni con el género thriller más acerado ni con la comercialidad bien entendida, y mejor gestionada, desde la misma génesis del proyecto. Habrá que seguir de cerca a este debutante que si no da pasos en falso con sus siguientes trabajos puede dar mucho que hablar en años venideros.