lunes, 21 de julio de 2014

Juego de Tronos: Temporada 4, a sangre y fuego



“Deseo confesar. Yo los salvé. Yo salvé esta ciudad y todas sus vidas sin valor. Debí dejar que Stannis los matara a todos. Soy culpable, padre. Eso era lo que querías escuchar. Soy culpable de un crimen más monstruoso aún. Soy culpable de ser enano. Se me ha juzgado por ello toda mi vida. Yo no maté a Joffrey, pero desearía haberlo matado. Ver morir a tu despiadado bastardo me dio más alivio que mil putas en la cama. Desearía ser el monstruo que ustedes creen que soy. Me gustaría tener veneno suficiente para todos ustedes. Gustosamente daría mi vida para ver como todos se lo tragan. No daré mi vida por el asesino de Joffrey”.
Tyrion Lannister





Desde que aquel 17 de abril de 2011 en el que David Benioff y D.B. Weiss estrenaron en HBO su versión catódica de la saga literaria Canción de Hielo y Fuego del escritor George R.R. Martin no éramos pocos los lectores y espectadores que esperábamos que dicha dupla llevara a imágenes la tercera y mejor entrega de la colección de novelas río nacida en el ya lejano año 1996 con Juego de Tronos. Durante la gestación de la tercera temporada de Game of Thrones (la serie de manera equívoca tomó el nombre del primer libro, eludiendo el mucho más poético y acertado de Song of Fire and Ice que bautiza toda la saga) sus productores afirmaron que debido a la larga extensión del libro numero tres, Tormenta de Espadas y que contenía en su interior más de 1.200 páginas su traslación a imágenes se dividiría en dos decenas de episodios. La tercera temporada de Juego de Tronos, la que extrapolaba a la pequeña pantalla la primera mitad del escrito publicado el año 2000 puede tildarse aún a día de hoy como la, posiblemente, mejor del serial catódico de la cadena por cable que tuvo su culmen con la inolvidable y cruenta Boda Roja, aquella escabechina de traición al lacónico ritmo de Las Lluvias de Castamere urdida por los Lannister, ejecutada por los Frey y en la que las víctimas eran los Stark.




A lo largo de este 2014 que acaba de rebasar su ecuador hemos podido disfrutar de la cuarta temporada de la serie en la que David Benioff, D.B. Weiss y sus colaboradores han trasladado a la pequeña pantalla la segunda, y más intensa, mitad de Tormenta de Espadas con un resultado de notable alto, aunque no sobresaliente por culpa de pequeñas máculas que pasaremos a comentar seguidamente y que impiden que la entrega número cuatro de Juego de Tronos sea una obra maestra de la televisión reciente, eso sí, quedándose a poco de serlo. Los que hemos leído el libro sabíamos que la Boda Roja era sólo el inicio de una serie de hechos impactantes en cadena que iban a marcar puntos tan importantes como irreversibles dentro de la serie (de la misma manera que también lo hicieron en la saga literaria) que harían que la matanza Stark en territorio Frey quedara más o menos olvidada debido al cariz de salvajismo y brutalidad de nuevas situaciones que en su mayoría marcarían puntos de no retorno para ciertos personajes y hasta los entornos en los que se movían. Por ello muchos afirmábamos que si los guionistas tenían el suficiente instinto para llevar a lo audiovisual lo que en lenguaje escrito era una genialidad lo resultante sería la, con diferencia, mejor temporada de la que ya es la obra catódica más vista de la historia de (casi)siempre intachable HBO.




Intrigas palaciegas, traiciones, familias enfrentadas, reyes sin trono, sexo, incesto, violencia y muerte, todas las características que han hecho grande la serie que traslada la palabra escrita de la saga de George R.R. Martin están aquí condensadas y atesoradas para ser entregadas al público en diez dosis de una hora de duración cada una. Gracias a un reparto elegido con escuadra y cartabón (uno de los más acertados, en líneas generales, de la historia de la televisión) y un equipo técnico intachable que cada vez tiene un mayor presupuesto para dar vida a los Siete Reinos y los habitantes que en ellos moran, David Benioff y D.B. Weiss siguen por el buen camino sacando oro en imágenes de relatos que son adaptados con la mayor fidelidad posible, algo que no pueden decir los creadores de esa The Walking Dead de AMC que cada vez parece desvincularse más de los cómics ideados por el guionista Robert Kirkman y los dibujantes Tony Moore y Charlie Adlard. Por suerte las dos cabezas pensantes detrás del programa saben que cuanto más se ciñan a lo que George R.R. Martin grabó a fuego en Tormenta de Espadas mejor resultado dará la temporada, casi siempre siendo fidedignos, pero dando su interpretación de la historia cuando pasa de un medio a otro.




Es cierto que se toman licencias con respecto a las páginas de la novela eludiendo pasajes como la importantísima conversación entre Jamie y Tyrion poco antes de que el primero libere al segundo de su condena o el estancamiento de toda la subtrama protagonizada por Danerys Targaryen que al llegar a Meereen pierde mucho empuje (algo que no sucedía, ni de lejos, en el libro) y que sólo coge algo de fuerza con el pasaje del destierro de Joran Mormonth (magníficamente llevado a imagen real), inventando otros como el enfrentamiento entre Brienne y Sandor Clegane “El Perro” ante la mirada de Pod y Arya e incluso narrando algunos que en las novelas tienen lugar mucho más adelante como todo lo que tiene que ver con las penurias sufridas por el trozo de carne inerte que queda de los restos de Theon Greyjoy. Aunque en cuanto a infidelidad se refiere el pasaje más polémico es el del peculiar bautismo al que los Caminantes Blancos someten a los niños recién nacidos que les son entregados en ofrenda y que no existe en la basa literaria, secuencia que enfadó a bastantes de los lectores de los libros por si HBO estuviera adelantando hechos que todavía George R.R. Martin no hubiera incluido en sus relatos. Dejaremos de lado la no inclusión del giro final de la última página de Tormenta de Espadas que hubiese sido un cierre magistral para la cuarta temporada y que habría dejado a los espectadores totalmente shockeados y sufriendo (mucho más) por la espera de un año para poder degustar la quinta temporada. Algo estarán tramando con tan importantísimo pasaje para el futuro de la serie.




Pero los aciertos son los que han imperado en esta temporada en la que tras unos episodios de introducción alzó el vuelo cuando tuvo lugar esa Boda Púrpura en la que el misterioso y brutal asesinato de Joffrey Baraethon (sí, ese que todos los espectadores disfrutamos hasta extremos que bordeaban lo orgásmico) tenía lugar delante de una concurrida audiencia en la que se encontraba toda su familia y la posterior acusación de asesinato hacia su tío Tyrion Lannister, hecho que vertebra toda la trama central de la cuarta entrega de la serie. A partir de la defunción del tiránico rey adolescente los hechos de capital importancia en el serial se suceden continuamente como el asesinato por parte de Petyr Baelish de la demente Lysa Tully, la aparición del carismático, y ya personaje de culto del programa, Oberyn Martell, alias la Víbora Roja que es el protagonista, junto a Gregor “La Montaña” Clegane, del clímax de la temporada en ese octavo episodio en el que el combate en el que ambos se implican da pie a una de las secuencias más brutales de, no sólo toda la serie, sino también de la saga literaria. Pero cuando parece que nada más importante va a tener lugar en el noveno episodio (el penúltimo de la temporada siempre es en el que el equipo de producción echa toda la carne en el asador, contratando una vez más para rodarlo al cineasta británico Neil Marshall, director de Dog Soldiers, Centurión o el piloto de la serie Constantine que adapta el cómic Hellblazer de la línea Vertigo de DC) tenemos la batalla en el Muro entre los salvajes comandados por Mance Rayder y la Guardia de la Noche con Jon Nieve como líder táctico en el que tiene lugar la muerte de Ygriette a manos del bastardo de Eddard Stark y la emboscada por parte de Stannis Baratheon y Ser Davos Seaworth, el Caballero de la Cebolla, que aunque está muy bien interpretada, pierde impacto con respecto a las páginas en papel. Por suerte David Benioff y D.B. Weiss no se saltan (casi) una coma de la recta final y se recrean con ese último episodio que narra los mejores momentos del cierre de Tormenta de Espadas. La húida de Tyrion Lannister gracias a su hermano Jaime, el brutal y doloroso asesinato de Shae a manos de un Tyrion que da el golpe de gracia eliminando a su padre Tywin con una ballesta mientras este hace aguas mayores en el excusado, una muerte indigna para un personaje indigno que no, no cagaba oro.




Sin intención de adelantar nada sobre las temporadas venideras (con rodajes en España, concretamente en Andalucía, como ya sabemos) sólo diremos que se avecinan tiempos de cambio y transición (el nada gratuito título del cuarto libro es Festín De Cuervos, que no da mucho lugar a la imaginación en ese sentido) y que aunque se tomen licencias con respecto a los libros David Benioff, D.B. Weiss y el mismo George R.R. Martin (muy implicado en la producción del programa, escribiendo también algunos episodios, adaptando sus propios escritos) están haciendo historia catódica con una de las mejores series que ha dado la televisión americana (que no tiene precisamente un nivel bajo en lo que a producción propia para la pequeña pantalla se refiere) en mucho tiempo. Echaremos de menos a magníficos actores como Charles Dance, Jack Gleeson o Pedro Pascal dando vida a uno de los villanos más sobrios y acerados jamás vistos, al demente más detestable del tubo catódico actual y a la revelación más carismática y reivindicable (y eso que no fueron pocas la voces que criticaron la elección del chileno para el papel, incluso antes de ponerse a rodar) de la temporada respectivamente, incluso añoraremos a la dulce Sibel Kekilli dando vida a Shae, personaje que han dulcificado con respecto a los libros incluyendo el despecho en su toma de decisiones con respecto a su futuro tras la acusación de asesinato de Tyrion o la brutalidad de Rory McCann como Sandor Clegane, ese Perro que se ha ganado poco a poco el favor del público. Pero nuevos roles nacidos de la pluma de George R.R. Martin están por llegar y siempre tenemos la buena labor de magníficos actores como Lena Heady, Nikolaj Coster-Waldau, Aidan Gillen (aunque este lleve tiempo entregándose un poco a cierto histrionismo con su trabajo), Maisie Williams, la belleza de Emilia Clarke, Natalia Dormer o Carice Van Houten, el buen hacer y la veteranía de Liam Cunningham o Stephen Dillane y como no, la presencia magnética y descomunal (quién lo diría) de ese pequeño gran actor llamado Peter Dinklage que si no se lleva este año el Emmy al mejor actor secundario es porque lo de Aaron Paul en la última temporada de Breaking Bad en general y el episodio final en particular no es de este mundo. Ya veremos que depara a Poniente en la quinta temporada.


1 comentario:

  1. Entrada que forma parte de un artículo a seis manos más extenso que se publicó originalmente en Zona Negativa.

    http://www.zonanegativa.com/zn-series-juego-de-tronos-cuarta-temporada-una-tormenta-de-espadas-en-la-pequena-pantalla/

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