sábado, 28 de diciembre de 2013

La Vía Lactea, caminante, no hay camino, se hace camino al andar



Título Original La Voie Lactée (1969)
Director Luis Buñuel
Guión Jean-Claude Carriere y Luis Buñuel
Actores Paul Frankeur, Laurent Terzieff, Alain Cuny, Édith Scob, Bernard Verley, Michel Piccoli, Pierre Clémenti, Claudio Brook





En 1969 el director español Luis Buñuel ya era una personalidad reconocida internacionalmente dentro del panorama cinematográfico de la época. Por aquel entonces su fama le permitía realizar sus proyectos entre el México que le había acogido cuando huyó de España tras la guerra civil (no sin antes pasar por unos Estados Unidos de los que, nuevamente, tuvo que marcharse al salir a la luz en las memorias de su antiguo amigo el pintor Salvador Dalí que el de Calanda era comunista y ateo, algo intolerable para los americanos, curiosamente más lo segundo que lo primero en palabras del mismo cineasta), su país de origen en el que un franquismo adentrándose en su ocaso le permitía rodar piezas como Tristana o Francia donde bebían los vientos por él y su obra.




En el país vecino rodó algunas de sus producciones más destacadas como Belle de Jour, pero allí también dio forma a algunas de sus obras más crípticas y pagadas de sí mismas. Piezas como El Fantasma de la Libertad nos mostraban a un Buñuel provocador, juvenil, pero también algo ególatra y encantado de haberse conocido, nada que ver con el humilde cineasta que forjó en tierras aztecas con presupuestos irrisorios y actores mediocres algunas de sus mejores cintas como El Ángel Exterminador, Él o Los Olvidados, esta última para un servidor su trabajo más destacable y la película más importante del cine hablado en español de todos los tiempos. Entre esa megalomanía autoral y unos aciertos conceptuales y formales que no la convertían en un largometraje tan pedante como otros realizadas en Francia La Vía Lactea se muestra como un interesante proyecto en el que conviven muchas de las señas de identidad que forjaron el ideario buñueliano.




Dos mendigos llamados Jean (Lauren Terzieff)  y Pierre (Paul Feankeuer) deciden viajar de Francia a España para realizar el famoso Camino de Santiago con el único fin de ganarse una sustanciosa suma pidiendo limosna a los peregrinos mientras realizan el trayecto. Durante su viaje los dos vagabundos conocerán a peculiares personajes relacionados con la historia del cristianismo y experimentarán atípicas situaciones que tienen mucho que ver con la religiosidad católica y los hechos que la forjaron a lo largo de los siglos y que llenarán de peculiares anécdotas su viaje por la famosa Vía Lactea hacia Santiago de Compostela, tierra donde esperarán encontrar las ganancias económicas que les permitan mejorar su paupérrima condición de vida.




Tomando como punto de partida la enciclopedia Historia de los Heterodoxos Españoles de Menéndez Pelayo Luis Buñuel quiso abordar con un tono de surrealismo e ironía las herejías más celebres del cristianismo para realizar una obra inclasificable que juega a placer con el espacio-tiempo y los puntos de vista para dar forma a un tratado crítico sobre los pensamientos dogmáticos, tanto los religiosos como los pertenecientes a otro tipo de creencias. Con un tono que hunde sus raíces en la literatura picaresca española (Jean y Pierre podían haber salido facilmente de la pluma del Miguel de Cervantes de Rinconete y Cortadillo) Buñuel y su habitual colaborador, el francés Jane-Claude Carriere, abordan ideas y conceptos teológicos relacionados con los mártires, los distintas vertientes de pensamiento dentro de la misma cristiandad o la influencia de los preceptos de la iglesia en la sociedad actual y la pretérita.




En La Vía Lactea se dan la mano tanto constantes en la carrera de Buñuel como el afán por la blasfemia intelectualizada y el deseo por poner entredicho los evangelios o la inevitable atracción por su parte hacia los rituales y tradiciones de corte eclesiástico (eucaristía, lavatorio, crucifixión, apariciones marianas) que suele retratar con una delectación cercana al fetichismo y la fascinación estilística. Lo más curioso de un proyecto como La Vía Laceta es que no es ni mucho menos tan anticlerical como pudiera parecer (la escena más polémica es posiblemente la del fusilamiento del Papa a mano de unos anarquistas y la ejecución está rodada fuera de plano) ni su crítica hacia las creencias radicalizadas es exclusiva hacia los cristianos, también se pone en tela de juicio los pensamientos cerriles de personalidades contrarias a los creacionistas o de intelectuales de distintas épocas.




Puede que los momentos más interesantes del largometraje sean los pasajes en los que los pertenecientes a creencias opuestas (el sacerdote y el policía en la posada) o miembros de distintos movimientos del pensamiento católico (el hilarante duelo entre el jesuita y el jansenista) se enfrentan los unos a los otros de manera física o dialéctica así como aquellos en los que una vez más el director de Viridiana, Abismos de Pasión o El Bruto se deja llevar por la fascinación que el catolicismo le suscita por mucho que su ateismo le hiciera rechazarlo de pleno, vease el momento en el que el sacerdote narra uno de los Milagros de Nuestra Señora de Berceo ante la atónita mirada de los inquilinos de la pensión entre los que se encuentra un joven de pensamiento heterodoxo hacia la Santísima Trinidad que previamente se ha convertido en un ferviente defensor de la Virgen María al aparecérsele esta a él y a su compañero de viaje.




Buñuel juega con las localizaciones espaciotemporales incluyendo en el presente a personajes de la historia del catolicismo como la Ramera de Babilonia o Prisciliano, obispo de Ávila y abordando la imagen de personalidades capitales relacionadas con el clericalismo como un muy humano Jesucristo alejado de la divinidad  (lo vemos incluso en las célebres Bodas de Canaan, pero el aragonés elude mostrar el supuesto milagro de los panes y los peces) con la que las sagradas escrituras lo han retratado o abordando de manera fidedigna episodios como el de unas monjas jansenistas adscritas a la secta de las Convulsionarias que se disponen a crucificar a una compañera que acepta el acto de manera voluntaria mientras el resto de religiosas le intentan hacer cambiar de opinión y que tiene su reflejo en hechos reales acaecidos en el siglo XVIII.




La Vía Lactea, sin ser una de las piezas más destacadas de su creador, se mueve acertádamente entre la  blasfemia de un tono más o menos moderado (otros films de Buñuel son mucho más duros en ese sentido, como podemos ver en Viridiana o Simón del Desierto) y la traslación minuciosa de pasajes relacionados con las herejías pertenecientes al cristianismo por los que el autor siente fascinación y una admiración no confesa públicamente pero que se nota gracias a su visión minimalista y repleta de misiticismo de tales hechos. Tras ella llegaría el Oscar por El Discreto Encanto de la Burguesía, sus films más onanistas y sus últimas obras dando punto y final a una de las carreras cinematográficas más lúcidas e interesantes del séptimo arte, la que más para un servidor que considera al de Calanda el mejor director de la historia del cine.



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