sábado, 10 de noviembre de 2012

La Pasión de Cristo, carne trémula



Título Original The Passion of the Christ (2004)
Director Mel Gibson
Guión Benedict Fitzgerald y Mel Gibson
Actores James Caviezel, Monica Bellucci, Maïa Morgenstern, Francesco Cabras, Rosalinda Celentano, Claudia Gerini, Sergio Rubini, Hristo Jivkov





Tengo una importante relación de amor/odio con Mel Gibson. Choco con él por tener una ideología ultraconservadora completamente ajena a la mía y por intentar imponerla malintencionadamente desacreditando de manera pueril a los que no comulgan con ella. Pero le admiro en el plano profesional, no tanto como actor, que también y bastante, sino como cineasta. Desde que debutara como director en 1993 con aquel recuperable drama llamado El Hombre Sin Rostro, que marcó a fuego mi ifancia cinéfila, sus cuatro films detrás de las cámaras me han convencido considerablemente y en algunas ocasiones llegando a tocarme la fibra como nunca antes lo había hecho otra película, como es el caso de Braveheart.





Como cineasta Mel Gibson tiene mucho mérito por distintos y variopintos motivos. Porque hace el cine que realmente le da la gana, sin mirar la taquilla o no amilanándose por la ambición del proyecto en el que se embarca y porque lo lleva a cabo por medio de su productora Icon y a espaldas de un Holllwyood que al final siempre respalda sus largometrajes porque sabe que son sinónimo de éxito, promoción y polémica. En el año 2004 se estrenó, con una repercusión a nivel mundial impresionante, La Pasión de Cristo, la visión que el actor de Arma Letal o Conspiración quería ofrecer como artista sobre las supuestas últimas horas de vida de Jesús de Nazaret.




La cinta se rodó en las localizaciones de los míticos estudios italianos de Cinecittà con actores en su mayoría de aquel país. Gibson exigió que la película fuera dialogada en arameo, latín y hebreo, y estrenada con subtítulos en las pantallas, para que la fidelidad con respecto a las sagradas escrituras fuera total. Contra todo pronóstico el éxito de la obra cinematográfica fue descomunal, las salas se llenaron de espectadores a los que no les importaba tener que leer para entender lo que decían los intérpretes y trajo tras de sí una campaña de ultrareligiosidad de proporciones gigantescas. Incluso el por aquel entonces Papa, Juan Pablo II, pudo ver el largometraje en un pase privado quedando totalmente encandilado por el mismo y espetando a su término que todo lo que en el acontece "sucedió realmente".



También trajo tras de sí una considerable polémica a nivel global debido a cómo se había expuesto en pantalla el martirio de Jesucristo por parte de Mel Gibson llegando en ocasiones a adentrarse en el gore y recreandose en una violencia indudablemente brutal. Pero resonancia aún mayor tuvo el supuesto mensaje antisemita que según algunos críticos y espectadores destila el film y que no lo neguemos, si existe está en la misma Biblia, porque lo que el director expone en pantalla está en el mismo Nuevo Testamento. Además, no se deja peor a los judíos que a los mismos romanos, en todo momento retratados como maniáticos ávidos de violencia y adictos al sufrimiento ajeno. Otra cosa sería si el mismo Mel Gibson en antisemita, en ese sentido sería complicado negar la evidencia, pero esa es otra historia.




Pero admiro al Mel Gibson artista y creador y ayer volví a revisionar La Pasión de Cristo por segunda vez, ya la he visto en tres ocasiones, y me sigue pareciendo una muy buen película, imperfecta, pretenciosa, excesiva, pero con momentos de cine remarcable y con algunos hallazgos que la hacen interesante y en ocasiones poseedora de una narrativa poderosa. Un producto arriesgado y muy seguro de sí mismo que marcó un punto de inflexión, de naturaleza un tanto fácil en algunos aspectos, dentro del cine religioso con la figura de Jesús de Nazaret como centro del mismo, de manera parecida a la de Martin Scorsese, años antes, con la muy recuperable La Última Tentación de Cristo que también fue muy controvertida, pero desde una perspectiva totalmente opuesta.




Alguna vez lo he comentado en este blog, pero no viene mal recordarlo antes de empezar a hablar de la película que nos ocupa y más siendo conscientes de la temática que acomete. Un servidor se considera ateo, no creo en un Dios de todos los hombres y no comparto la mayoría  los preceptos de esa institución llamada iglesia católica. Si Jesús de Nazaret existió dudo mucho que portara ningún carácter divino en su persona, pero la historia de su vida me resulta interesante y rica a distintos niveles e incluso el mensaje que supuestamente promulgaba, prostituido hasta lo insidioso por muchos de aquellos que actualmente se consideran sus seguidores, llego a compartirlo y admirarlo en cierta manera.




Por eso en esta crítica pasaré por alto conceptos de la Biblia, extrapolados al largometraje, que no comprendo o no termino de creerme. Como una madre que no hace lo innombrable por salvar la vida de su único hijo al que torturan hasta la muerte porque tal hecho es "la voluntad de Dios" o que ese martirio al que es expuesto el protagonista y su resistencia al mismo bordeen en numerosas ocasiones lo sobrehumano. Me centraré en el plano artístico y técnico del largometraje, en las sensaciones que me transmite y sobre todo en el trabajo del co guionista y director que sin llegar a la excelencia sí ofrece una impronta memorable que el abajo firmante no tiene problema en alabar si la situación así lo requiere.




La Pasión de Cristo es cine descarnado, abierto en canal y profundamente doliente, pero no sólo por los momentos del calvario de Jesucristo, lo es desde sus primeros minutos con ese pasaje en los olivos, en el que se ve claramente la influencia pictórica del tenebrismo de Caravaggio (principal referente estilístico por parte de Mel Gibson para llevar a cabo el film, según sus propias palabras). En ese sentido esta producción se diferencia bastante del resto de cine teológico, porque la tercera película del protagonista de la trilogía de Mad Max es un cine epidérmico, que araña la piel y la desgarra. Poco espacio hay para el lado más divino de la figura de Jesús de Nazaret, es más, en los pocos pasajes en los que se ponen en escena sus dotes sobrenaturales el conjunto de la cinta se desdibuja en cierta manera. También huelga decir que el hecho de que su metraje no sea excesivo, poco más de dos horas, se agradece si tenemos en cuenta que el cine religioso suele tener una media de tres horas, en varias ocasiones bastante excesivas.




Su violencia es cruenta, explícita y de un grafismo más que considerable y es lógico que el espectador no acostumbrado a este tipo de escenas tan duras quede impactado psicológicamente, y hasta en el plano físico, con lo acontecido en la pantalla. Es cierto que Gibson filma una violencia cruel, primaria y vertebrada, adentrándose en bastantes momentos en la gratuidad y bordeando casi lo obsceno. Pero no es menos cierto que la misma ha sido siempre una constante en su obra como director y seña de identidad de la misma, como la que reflejaba el rostro de Justin McLeod en El Hombre Sin Rostro, la que se veía en los campos de batalla escoceses en esas escenas que reinventaron las secuencias de batallas multitudinarias en Braveheart y la que podíamos contemplar en un sacrificio maya a los dioses en Apocalypto.




Pero en contraposición a esa brutal fiereza con la que se relata el castigo físico por el que pasa el protagonista Gibson regala a la platea pasajes de un lirismo desarmante en forma de flashbacks, que de probalemente supongan los mejores y más logrados momentos del largometraje. Insertados con perfección en el film esos recuerdos por parte de los personajes están expuestos con una sensibilidad y delicadeza que no sólo evidencian el tacto de su autor, también hacen más duro asimilar el doloroso argumento principal del film, el narrado en  el presente. Momentos como María acudiendo en la ayuda de su hijo rememorando la caída que tuvo de niño, cuando esta percibe su presencia a través del suelo mientras Jesús está confinado en la celda, el recuerdo del protagonista con ella cuando está construyendo la mesa, los de la última cena o la lapidación truncada de María Magdalena tienen un considerable poder hipnótico y verdadero sentimiento en su impronta.




La labor de Gibson con la cámara es en ocasiones portentosa y en otras caprichosamente esteticista. Si bien hay momentos en los que la cámara lenta embellece pasajes de poético acabado a lo largo de la película también se hace en ocasiones un uso de ella demasiado abusivo y gratuito, como en los primeros minutos del film o en las siete caídas de Cristo en su camino hacia el Gólgota. Querer enfatizar una de ellas con el slow motion es aceptable, hacerlo con todas ellas es excesivo y reiterativo. Pero a grandes rasgos la puesta en escena y el look visual del film siempre benefician a la historia, también ayuda considerablemente el portentoso diseño de producción, la inmensa dirección de fotografía de Caleb Deschanel, la banda sonora conpuesta por John Debney y la elección milimétirca de todo un reparto sencillamente brillante en el que destacan una fragil Marïa Morgenstein como María, Francesco de Vito dando vida a un arrepentido Pedro, Histro Shopov convincente como Pilatos y una sólo aceptable Monica Bellucci como María Magdalena.




La elección de Jim Caviezel para hacer de Jesucristo fue un acierto al 100%, no sólo por el considerable parecido físico que posee con la imagen que tenemos en occidente del personaje histórico, también por ser una persona muy religiosa (en ocasiones llegando a ser incluso pesado con el tema, varias entrevistas que he leído suyas se adentraban en terrenos surrealistas cuando daba rienda suelta a su ideario teológico). Su implicación es brutal, al controlar el arameo con soltura y al entregarse sin miramientos a un director que puso todo el peso de la obra sobre sus hombros. Su labor es tan superlativa que le permite entrar en el panteón de los mejores Jesús cinematográficos junto a otros actores como Willem Dafoe, Robert Powell o Jeffrey Hunter.




Mel Gibson no hace un retrato condescendiente de las sagradas escrituras. Es interesante que muestre a un Dios vengativo o cruel, ese cuervo que ataca a uno de los ladrones tras reírse de Jesús, y carga las tintas contra una religión obcecada incapaz de aceptar que una personalidad como la de Jesús reescriba los evangelios, síntoma de la personalidad revolucionaria que el personaje siempre ha ostentado y que muchos cerrados de mente no quieren admitir, ofreciendo una negativa rotunda a todo lo que huela a progreso y evolución. Porque es terriblemente triste que un mensaje de amor, paz, perdón y hermandad haya sido intoxicado por el exceso, la intolerancia y el ultraconservadurismo de aquellos que proclaman seguir a pies juntillas la palabra del supuesto hijo de Dios. Que aquel que promulgaba la austeridad y amar a sus enemigos sea hoy representado por una institución arcaica, pomposa y antidemocrática es desolador.




Estamos hablando de un cine interesante, rico en distintos aspectos, lleno de aciertos pero también lastrado por algunos fallos, como la presencia de ese andrógino Satán y el Anticristo, aunque sugerente, se antoja tan gratuita en este contexto como prescindible en la historia, algo similar sucede con las visiones de Judas antes de quitarse la vida. Una obra profundamente personal que puede agradar o repeler en la misma medida a creyentes o agnósticos, porque más allá de estar basada en la Biblia y hablarnos de la "palabra de Dios" no deja de ser una historia universal sobre injusticia, abuso de poder y autoridad que bebe de referentes tan variopintos como Pasolini (sí, rojo y homosexual, lo siento Mel) o Migue Ángel. Véase esa recreación de la Pietá que debería cerrar el film, ya que el pasaje de la resurreción, aún siendo climático, está un poco fuera de lugar estética y conceptualmente, por no decir que el plano del agujero en la mano no está a la altura para ser el último del proyecto.




La Pasión de Cristo es como todo el cine de Mel Gibson cuando decide, muy puntualmente, poners e detrás de las cámaras. Primario, directo, lacerante, redentor, descorazonador, aterrador, pero sólido, duro y muy vívido en su interior. Siempre admiraré en el plano artístico a este hombre contradictorio y extremista que me produce tanto rechazo en el plano personal como admiración en el profesional. A ver qué tal ese proyecto llamado Vikings que se supone  estrenará en 2014 pero del que a día de hoy no se sabe nada y parece bastante parado. Lo esperaré con ganas, aunque tenga que volver a enfrentarme con la eterna dicotomía de separar al hombre del creador, para intentar disfrutar sin prejuicios del próximo proyecto de uno de los directores más singulares del panorama cinematográfico contemporáneo.



1 comentario:

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