martes, 9 de octubre de 2012

La Hija de Ryan, a storm is coming



Título Original Ryan's Daughter (1970)
Director David Lean
Guión Robert Bolt
Actores Robert Mitchum, Darah Miles, Trevor Howard, John Mills, Christopher Jones, Leo McKern, Barry Foster






Tras el éxito a nivel mundial que tuvo la memorable Doctor Zhivago en el año 1965, su director, David Lean, tenía toda la libertad del mundo para abordar el proyecto que le diera la gana sin preocuparse por el presupuesto y la financiación. En 1968 se unió de nuevo al que fuera su guionista, Robert Bolt, desde que rodaran Lawrence de Arabia juntos, para realizar una adaptación de la novela de Gustav Flaubert, Madame Bovary, que nunca se llevó a cabo porque al realizador de Breve Encuentro no le interesaba. Pero ambos decidieron tomar como punto de partida dicho clásico literario para crear un controvertido proyecto titulado La Hija de Ryan.




Rose Ryan vive en un pueblo costero de Irlanda con su padre, Thomas Ryan, dueño de la taberna local, durante la Primer Guerra Mundial. La chica bebe los vientos por el profesor del colegio, Charles Saughnessy, un hombre maduro por el que ella siente fascinación. Tras mucho insistir por parte de ella ambos contraerán matrimonio siendo la boda una celebración para todos los habitantes. Al poco tiempo Rose se aburrirá de su rutina marital y de la excesiva tranquilidad de su marido. Pero un día un militar, el mayor Randolph Doryan, herido en el frente contra los alemanes y ahora hombre al mando del ejército de ocupación en la zona aparece para cambiar completamente la existencia de Rose, y la del pueblo entero por efecto dominó.




Cuando se estrenó en 1970 La Hija de Ryan fue masacrada por una crítica que desde hacía tiempo se la tenía jurada a David Lean por ser un exitoso director megalómano que disponía de presupuestos desorbitados que Hollywood le proporcionaba para crear sus epopeyas fílmicas. Especialmente furibunda fue la respuesta por parte de la prensa especializada en la ciudad de New York, que definió al film como basura indigna de su autor. En cambio la taquilla no le dio la espalda a la obra cinematográfica convirtiéndola en un considerable éxito comercial. El paso del tiempo ha puesto a la pénultima cinta del director de Pasaje a la India en el lugar que se merece, el de una obra de culto que atesora gran cine en su interior, pero también algunos fallos de guión que impiden que se la catalogue como una obra maestra.




La Hija de Ryan es un film 100% David Lean, con todo lo bueno (mucho) y malo (más bien poco) que ello implica. Se le echó en cara al director de El Puente Sobre el Río Kwai que para contar una historia de corte intimista tomara como contexto una enorme isla de Irlanda en la que rodar con grandilocuencia un ¿simple? drama sobre amor e infidelidades. Esta teoría parece dar a entender que no fueron pocos los que no entendieron que esa playas cristalinas, ese clima húmedo o la enorme tormenta de uno de los momentos clave del largometraje también eran personajes importantísimos en un proyecto como el que nos ocupa.




Con Ryan's Daughter David Lean quiere construir un puente entre el cine clásico (al que él ayudó a dar forma) con el moderno, de la misma manera que lo haría dos años después Francis Ford Coppola con El Padrino, y sale completamente triunfante de tal empresa. Hay una unión cristalina entre el tono clasicista de algunos de los planos más hermosos jamás rodados en la historia del cine (algunas de las panorámicas en las que vemos pasear a Rose con su sombrilla por la playa parecen lienzos salidos de la mano de Joaquín Sorolla) y la manera de abordar temas como la infidelidad, la rutina conyugal o la pasión con un matiz de vanguardia que ennoblece la labor del director detrás de las cámaras.




La simbología toma una importancia vital en un proyecto como La Hija de Ryan. Esas maduras manos temblorosas poniendo una alianza, ese vestido que se cae al suelo en la noche de bodas o ese banquete caótico con los lacóncos novios de fondo que premonizan un matrimonio muerto en vida. Ese pañuelo de fuerte color rojo como representación del adulterio y la pasión desatada, el sonido de ese generador que confirma la presencia del mayor Doryan desde la casa de los Saughnessy, ese "tonto del pueblo" que todo lo sabe pero nada puede decir o esa tormenta  como antesala del "juicio" improvisado al que someten a Rose por su supuesta traición.




Enorme es el trabajo de todos los actores, el del triángulo amoroso por descontado, pero el de algunos secundarios también. Brutal la dignidad con la que Robert Mitchum hace que su personaje lleve con integridad la cruz de no haber sabido dar a su mujer lo que ella necesitaba. Enorme una Sarah Miller (mujer del guionista del film, Robert Bolt, pero digna merecedora del rol protagónico) entre caprichosa y sincera, devota esposa que ama a su marido pero que encuentra la pasión en los jóvenes brazos del que para mí es el mejor personaje del film, el Mayor Randolph Doryan que interpreta un grandioso Christopher Jones traumatizado por su estancia en el frente y mostrando con sus ojos aquello que el recluta Joker/Bufón llamaba "La mirada de los mil metros" en La Chaqueta Metálica, aquella que adquirían los que habían estado en plena batalla.




No podemos dejarnos fuera al enorme Michael interpretado por John Mills, ese pobre deficiente mental sordomudo del que el pueblo se ríe continuamente y que al final tiene muchas cosas en común con Rose. Por último mencionar al padre Collins (genial el apunte por parte de Lean que el actor que dio vida al personaje que se entregó al adulterio en Breve Encuentro, haga aquí el rol que sirve de conservadora voz de la conciencia de Rose a lo hora de reprocharle su infidelidad) ese buen hombre de maneras toscas y anticuadas que sólo quiere lo mejor para todas las personas del pueblo, haciendo especial hincapié en la relación de Charles y Rose. Leo McKearn también hace una labor remarcable como Thomas Ryan, pero él es el núcleo central de lo que falla en la película.




Bolt y Ryan se entregan a un alarmante maniqueísmo a la hora de abordar el conflicto entre Irlanda e Inglaterra en el largometraje. No era muy de extrañar que los autores mostraran su simpatía por el bando inglés, pero lo que sí es más reprobable es que no haya ni un sólo soldado británico que no transmita integridad, honor y valor y por otro lado no hay un solo aldeano irlandés en ese pueblo que no sea una pieza dentro de lo que parece una turba de descerebrados que odian a los soldados británicos y que glorifican hasta lo ridículo a los miembros del por aquel entonces joven IRA (Ejército Republicano Irlandés). Esta poca equidistancia hace que la película peque de discursiva y sesgada.




Se comprende que el hecho de que las gentes del pueblo no juzguen a Rose por ser "una puta" sino por ser "una puta de un soldado británico" es un catalizador dramático para que la recta final del film se encauce por el camino que toma, pero también es cierto que esta visión que Lean da del conjunto del pueblo tiene una lectura política cuanto menos polémica, partidista y desde mi punto de vista nada satisfactoria. No hay más que ver el comportamiento cobarde, triste, hipócrita y finalmente penoso del ya mencionado Thomas Ryan, que da buena muestra de la opinión poco realista (por totalitaria) de Lean y Bolt sobre un conflicto en el que ninguno de los dos bandos tiene la verdad absoluta, como sucede casi siempre.




Ciertamente esta fallo no es una nadería, pero tampoco ensombrece todos los hallazgos de esta rotunda historia de amor a tres bandas, con unos paisajes sencillamente apoteósicos, la escena de tormenta mejor rodada de la historia del cine (como es lógico sin un sólo retoque digital) y una historia universal que, cinematográficamente hablando, echaba la vista hacia atrás (la obertura al incicio, el descanso a la mitad de metraje) sin dejar de mirar al frente (esa escena de sexo alejada de las mojigatas habituales de la época, con unos actores desbordando química) que fue tan alabada como criticada en su momento pero que es un prodigio de encuadres y fotografía.





El rodaje del largometraje fue un considerable caos (otro triángulo, esta vez de desencuentros, entre Lean/Mitchum/Bolt dio muchos quebraderos de cabeza en la producción), su estreno a nivel crítico, sobre todo en Estados Unidos, un desastre, pero el público no le dio la espalda y la academia reconoció la labor de Freddie Young en la inmensa fotografía y la de John Mills como actor secundario dando vida al pobre Michael. Pero lo realmente importante es que el paso de los años son los que han permitido dar a La Hija de Ryan su posición en la historia del cine, no entre las más grandes, pero sí junto a varias de las muy destacadas.


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