domingo, 4 de diciembre de 2011

El Príncipe de la Ciudad, uno de los nuestros



Título Original Prince of the City (1981)
Director Sidney Lumet
Guionista Jay Presson Allen y Sidney Lumet basado en el libro de Robert Daley
Actores Treat Williams, Jerry Orbach, Richard Foronjy, Don Billet, Kelly Marino, Tony Page, James Tolkan, Lindsay Crouse, Bob Balaban, Carmine Caridi




Biopic de corte policiaco inspirado en la vida de Robert Leuci, agente de estupefacientes de la ciudad de New York que tras verse implicado en negocios turbios, traspasando con ellos la barrera de la legalidad, decidió colaborar con la división de asuntos internos para destapar un entramado de corrupción que abarcaba una enorme cantidad de policías corruptos, poniendo con ello en peligro a sus propios compañeros de unidad (a los que no quería delatar) o su propia integridad física y la de su familia.




El film basado en la novela homónima del escritor Robert Daley fue adaptado por el veterano director Sideny Lumet con la ayuda en el guión de la americana Jay Presson Allen y con un joven Treat Williams (conocido por aquel entonces por haber protagonizado el alabado musical Hair de Milos Forman) como protagonista absoluto. El resultado fue un ambicioso proyecto de presupuesto considerable y metraje holgado (167 mínutos) que no recibió todo el reconocimiento que merecía, ya que a día de hoy puede considerarse una de las mejores obras y más completas del cineasta que nos ofreció largometrajes como Serpico, 12 Hombres Sin Piedad o Tarde de Perros.



El Príncipe de la Ciudad es un drama intachable, ejectuado con ferrea profesionalidad (la de un director que despuntó dentro de la generación televisiva americana y que en 1981 ya llevaba a sus espaldas varios largometrajes para el recuerdo y alguna obra fallida) con una puesta en escena tan segura como clasicista y un guión sólido y bastante complejo que trata temas considerablemente complicados relacionados con la policía de New York, sacando a relucir muchos trapos sucios y poniendo en entredicho el concepto de aplicación de la justicia por parte de las fuerzas de la ley.




Daniel Ciello es un joven agente de narcóticos casado y con un hijo, amigo de sus amigos que sólo confía en sus compañeros de unidad. Para salir adelante en los bajos fondos de una ciudad como New York realiza tratos con delincuentes o proporciona la dosis para pasar la noche a los yonkis que ejercen como sus confidentes. De ambigua moral y carisma indudable Danny es un tipo que vive bien gracias a los chanchullos que lleva a cabo de manera extraoficial pero implicándose e incluso llegando a comprometerse directamente con sus actos (esclarecedora y muy simbólica es la escena bajo la lluvia en la que limpia el vómito de la boca de uno de sus yonkis confidentes al que previamente ha tendido una trampa)




Llegado el momento el propio Danny para intentar librarse de algunos casos de perjurio decide trabajar con asuntos internos y realizar algunas escuchas encubiertas para sacar a la luz muchos trapos sucios de la policía de la ciudad, pero exigiendo que sus compañeros no salgan perjudicados. Al principio se lo toma como un juego, pavoneandose ante colaboradores y enemigos, pero más tarde descubre que está metido hasta el cuello en un asunto muy turbio que le puede costar la vida por verse rodeado por dos bandos enfrentados sin saber a cuál de ellos acercarse y sin vislumbrar donde se encuentran sus verdaderos amigos, o peor aún, si le queda alguno.




Este panorama le sirve a Lumet para dar forma a un relato sobre el honor, la lealtad, la traición y el arrepentimiento poniendo en entredicho la integridad, no sólo de los policías corruptos a los que se investiga, sino a los mismos agentes de asuntos internos que son capaces de cualquier tropelía (como traicionar la confianza del mismo Danny poniendo en peligro su vida y la de su familia) con tal de llegar lo más lejos posible en su campaña para sacar a la luz los trapos sucios dentro de las fuerzas de la ley de la ciudad de New York. Todo esto tratado por el director y su co guionista con inteligencia y una ambigüedad medida que da bastante profundidad tanto a la historia como a los personajes.




Sidney Lumet realiza uno de sus mejores trabajos detrás de las cámaras y con la ayuda de un director de fotografía como Andrzej Bartowiak (sí amigos, el mismo que al ejercer de realizador hace mierdas como Romeo Debe Morir o Doom) consigue encontrar un tono clásico, pero siempre con un pie en cierto cine moderno, que influiría e incontables productos posteriores. Desde series como Hill Treet Blues o la más reciente The Shield hasta films capitales de autores como Martin Scorsese y Abel Ferrara e incluso a la descafeinada pero entretenida American Gangster de Ridley Scott, film que le debe la vida a esta Prince of the City.




No quiero acabar sin hablar del reparto, ya que si bien tenemos un heterogéneo casting con buenos actores secundarios ofreciendo excelentes trabajos (Lindsay Crouse, Bob Balaban, James Tolkan, grande Jerry Orbach) es Treat Williams el que destaca sobre el resto con su Danny Ciello. El protagonista de la serie Everwood, que casi siempre ha sido hombre de papeles secundarios (Érase Una Vez en América, Un Final Made in Hollywood, inolvidable en Cosas que Hacer en Denver Cuando Estás Muerto) recibe el regalo de su vida gracias a Sidney Lumet. Por fin puede enfrentarse a un personaje bien construido, lleno de matices y carisma y él lo aprovecha alternando entereza (cuando chulea sin pudor a aquellos que piensan que lleva un micro sabiendo que tal acto le puede costar la vida) y vulnerabilidad (la confesión ante sus compañeros con primeros planos en ligero contrapicado de su rostro) dando forma al mejor y más creíble de todos sus trabajos.




Prince of the City es una semidesconocida y muy reivindicable cinta que contiene todas las virtudes y ninguno de los fallos de Sidney Lumet. Yo la considero su obra más completa (que no mejor) y la quintaesencia de su manera de ver el séptimo arte. La de un cineasta constante cuya filmografía está llena de grandes aciertos y notables fallos (son muchos largometrajes para que su carrera recibiera el calificativo de intachable) y que por ello llegó a militar en la élite del cine americano. En breve comentaré más proyectos salidos de su mano que me han proporcionado en soporte digital y que ardo en deseos de descubrir o revisionar, según sea el caso.


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