domingo, 27 de noviembre de 2011

Un Método Peligroso, ¿Qué me pasa, Doctor Cronenberg?

Título Original A Dangerous Method (2011)
Director David Cronenberg
Guionista Christopher Hampton basado en su propia obra de teatro
Actores Keira Knightley, Michael Fassbender, Viggo Mortensen, Vincent Cassel, Sarah Gordon, Katharina Palm, Christian Serritiello, Andrea Magro, Bjorn Geske, Franziska Arndt, Wladimir Matuchin, Clemens Giebel




A pesar de haberle dedicado hasta dos entradas a toda su fimografía como cineasta y otro par para desgranar dos de sus cintas más destacadas (Crash y Promesas del Este) no he hablado mucho de David Cronenberg en este blog y eso es algo que le debo al realizador nacido en Ontario ya que para mí es actualmente, no sólo el mejor director del panorama cinematográfico contemporáneo, sino también la voz más personal, intransferible y consecuente consigo misma dentro del cine de autor a nivel mundial. Lo fue hasta con sus escasos coqueteos con Hollywood como en los casos de La Zona Muerta (1983) o La Mosca(1986), dos proyectos ajenos que supe llevar a su terreno de manera totalmente orgánica y lógica.




Un Método Peligroso narra los hechos reales en los que se vieron relacionados (primero de manera epistolar, más tarde personalmente) dos de los nombres más importantes de la psiquiatría moderna, el suizo Carl Gustav Jung, padre de la psicología analítica, y el austriaco Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, A ellos se une una tercera figura, la de la paciente y posterior doctora de origen ruso Sabina Naftulowna Spielrein, que al ser tratada por los dos mencionados médicos padecía histeria, enfermedad que la impulsaba a excitarse sexualmente con el castigo físico hacia su persona. Los tres formaron un atípico triángulo emocional y profesional regido por la enfermedad psíquica, el sexo, el sadomasoquismo e incluso el amor por parte de algunos de los miembros.




No es ningún secreto el director de Scanners lleva años ofreciendo su talento a un tipo de cine dirigido a un público más amplio que el que venía realizando como autor desde que debutara en aquel ya lejano 1975 con esa rotunda ópera prima bífida y sexualizada titulada Vinieron Dentro de... (They Came From...). Esto que comento se puede ver claramente en sus dos obras inmediatamente anteriores a esta Un Método Peligroso que nos ocupa, Una Historia de Violencia (2005) y Promesas del Este (2007), pero realmente tendría su origen en la que para un servidor sigue siendo su obra maestra más destacada, Inseparables (Dead Ringers) que data del año 1988.




Desde que el film que relataba la vida de los hermanos beverly y Elliot Mantle supusiera su transición a la madurez autoral, el realizador de Rabia poco a poco fue cambiando su manera de abordar la enfermedad, en cualquiera de sus formas sigue siendo el eje central de toda su obra, permitiendo que la fisicidad, aquella que por medio de mutaciones sustentara las bases de la teoría de la Nueva Carne, cediera terreno a la psique. Aunque ya se podían ver apuntes notables de este cambio en la temprana Cromosoma 3 (The Brood) de 1979, la eclosión no tuvo lugar hasta que salió a la luz la cinta interpretada por un desdoblado Jeremy Irons.




Esta evolución en su discurso autoral también se dejó ver en el plano estilístico y tonal de sus producciones. El Almuerzo Desnudo y sobre todo M Butterfly mostraban a un Cronenberg más centrado en depurar sus encuadres y estructuras conceptuales a nivel narrativo, pero nunca dejándose llevar por el uso inncesario de la cámara o el esteticismo. Tras una vuelta efímera a sus antiguas inquietudes sobre mutación física con la no del todo acertada, pero encomiable, eXistenZ, por medio de la memorable Spider abordó por primera vez y de manera explícita teorías freaudianas, que anteriormente sólo había tratado de manera tangencial, ocupando en esa ocasión todo un metraje en el que se diseccionaba con pericia analítica una mente esquizofrénica.




Pero las ya mencionadas A History of Violence y Eastern Promises son la confirmación de que el estilo Cronenberg es tan sólido a día de hoy que puede adaptarse a producciones asentadas en el cine más o menos de género (el western contemporáneo la primera, los films de mafiosos la segunda) sin perder un ápice de su personalidad o esencia. A la vertiente de estas dos cintas se une A Dangerous Method, basada en la obra de teatro The Talking Cure del británico Christopher Hampton, autor de los libretos de los largometrajes que adaptaron las novelas Las Amistades Peligrosas o Atonement, que escribe el guión añadiendo algunos apuntes del libro A Most Dangerous Method de John Kerr.




Una vez más el director de Fast Company se embarca en un género en apariencia ajeno a su impronta y constantes autorales para vampirizarlo y convertirlo en una de sus criaturas, pero puede que en esta ocasión con algunas reservas al respecto. Tampoco era de extrañar que en esta evolución artística que estaba experimentando el canadiense desde hace tiempo tarde o temprano decidiera diseccionar de manera directa y concisa un tema como la mente y el psicoanálisis por medio de dos personajes tan relevantes en esta rama de la medicina como fueron Jung, Freud y en menor medida Spielren.




Un Método Peligroso vuelve a los terrenos formales y estilísticos de uno de los films menos conocidos de Cronenberg, pero que es referente ineludible para ella, la sutil y elegante M Butterfly. Magnífica adaptación a imágenes de la obra de teatro de David Henry Hwang inspirada en la maravillosa ópera Madame Butterfly compuesta por Giacommo Puccini. Pero en su interior late el doble corazón de los hermanos Mantle de la bermagniana Inseperables e incluso algo del concepto de la unión de sexo y autodestrucción de la inolvidable Crash, pero de manera más sutil, retomando así el autor caminos ya transitados por él mismo, aunque en un contexto nuevo y fertil. El del cine de época más o menos ortodoxo.




En realidad poco le importa a Cronenberg la localización espaciotemporal de su proyecto, aunque es reseñable que la historia esté situada poco antes de la Primera Guerra Mundial, él prefiere centrarse en las psicología de los personajes o las reacciones en el plano físico consiguientes y diseccionar las personalidades de sus criaturas por medio de sus parafilias sexuales (sintetizadas todas ellas en Otto Gross, el puntual pero importantísimo personaje interpretado por Vincent Cassel) o sus deseos, adentrándose en ocasiones incluso en terrenos emocionales inéditos para él, un autor que siempre ha antepuesto las afecciones físicas o mentales, como conceptos cinematográficos, a los sentimientos.




La deconstrucción y posterior evolución, ¿una vez más las mutaciones de la Nueva Carne aplicadas en un plano psíquico más que explicitadas físicamente o es que a Cronenberg ya no le interesa esta teoría creada por él mismo que defiende la unión entre hombre y máquina para dar un paso más en la escala evolutiva?, de una mente enferma y una mirada quirúrgica y nada (auto)complaciente hacia las complejidades, bondades y fallos del psicoanálisis como práctica terapéutica son los principales pilares en los que se sustenta un largometraje como Un Método Peligroso.




Aunque el punto de flaqueza más notorio (que no lo neguemos, es ínifmo, pero de notable curiosidad) es que el estilo puramente cronenbergiano se ve en cierta manera diluido en favor de una visión cinematográfica hasta cierto punto más convencional. Sí, la cinta tiene una construcción a lo Cronenberg 100% (formato panorámico, nunca superando las dos horas de metraje, ningún alarde innecesario con la cámara, puesta en escena aséptica, Howard Shore en la música y Peter Suschitky en la dirección de fotografía) e incluso el director sabe adaptar a su impronta constantes del Christopher Hampton escritor tales como pasiones, infidelidades o elegancia contenida. Pero este es posiblemente el film que o bien es el menos de autor de su carrera o el que constata un cambio gradual pero continuo, y en cierto sentido hasta preocupante, por parte del cineasta en lo que a su discurso se refiere, acercándose incluso a cierto academicismo algo molesto.




Esto queda patente, por poner un ejemplo, en la ausencia de escenas enfermizas o viscerales por parte del director de La Mosca, que hasta en los films en los que se centraba más en la psicología de sus personajes (Spider, Una Historia de Violencia, Promesas del Este) siempre marcaba a fuego en la retina del espectador algún pasaje que ejercía como puente de unión entre sus inicios más gráficos y directos desde el punto de vista de la enfermedad física, y los actuales, centrados en la psique perturbada de las criaturas que pueblan sus trabajos. Ciertamente las escenas de castigo físico entre Michael Fassbender y Keyra Knightley son las más puramente cronenbergianas a la hora de fusionar fondo y forma, pero en cierta manera dejan insatisfecho al seguidor del cineasta de Toronto.




A Dangerous Method es otro paso adelante dentro de la filmografía de David Cronenberg, aunque no se le puede considerar una de sus grandes obras. También se revela como la confirmación de que está en buena forma y evolucionando como autor cinematográfico de la misma manera que lo hacen muchas de las afecciones físicas o mentales que pueblan su universo. Pero también hace vislumbrar cierto sutil adocenamiento autoral que esperemos no vaya a más, ya que tal hecho supondría, dentro del panorama fílmico actual, encorsetar una voz que nunca debería ser domesticada, por su propio bien como creador y el nuestro como espectadores.


viernes, 25 de noviembre de 2011

La Princesa Prometida, once upon a time...



Título Original The Princes Bride (1987)
Director Rob Reiner
Guionista William Goldman basado en su propia novela
Actores Robin Wright Penn, Cary Elwes, Mandy Patinkin, Chris Sarandon, Wallace Shawn, Billy Crystal, Carol Kane, Peter Falk, Peter Cook, Fred Savage, Mel Smith, Christopher Guest, André the Giant




Cinta norteamericana estrenada en 1987 y hoy de culto llevada a cabo por el celebre tándem formado por el director y actor Rob Reiner y el guionista, dramaturgo y escritor William Goldman (que en esta ocasión adaptaba su propia novela). La Princesa Prometida tuvo un éxito más bien moderado cuando vio la luz en la segunda mitad de la década de los 80, pero hoy es vista como un producto de calidad con un delicioso tono nostálgico que marcó la infancia de muchos niños (y no tan niños) a lo largo y ancho del planeta.




Un abuelo visita a su nieto que se encuentra enfermo y en cama. El anciano le leerá al niño el libro La Princesa Prometida en el que se narra la historia de amor entre la princesa Buttercup con el granjero Westley y la posterior interrupción, años después, de un pirata, tres entrañables bandidos, un rey cruel que obligará a la princesa a casarse de manera forzosa con él y otros personajes que darán pie a divertidas e inolvidables aventuras.




The Princess Bride es un producto modesto dentro del tipo de cine de género al que se adhiere. Un film de corte artesanal (el aspecto de los decorados construidos en estudio que destila el producto es buscado, no hay duda) que se alimenta de la literatura fantástica y del cine aventurero ideado por Douglas Fairbanks o protagonizado por Errol Flynn a lo largo de la década de los 40. Un relato medieval en tono de cuento de hadas, aunque sin abusar en exceso de la fantasía.




Jóvenes enamorados, caballeros enmascarados, bandidos vengadores, bosques malditos y reyes diabólicos, La Princesa Prometida utiliza con ingenio y ternura todos los clichés habituales de la fantasía heróica y la parafernalia de nobleza, honor y amor que debe contener un relato como este, que en su modestia y afán por divertir encuentra sus mayores aciertos y hallazgos, mostrando personajes, momentos y frases que quedan grabados en el inconsciente colectivo.




Siempre se ha comentado (desde que debutara con aquella obra maestra del humor en formato de falso documental llamada This is Spinal Tap) que Rob Reiner es un director de mínimo esfuerzo. Un señor que ha logrado sus mayores logros cinemtográficos rodeándose de bases literarias (libros de Stephen King) guionistas (William Goldman, Aaron Sorkin) o actores (Kathy Bates, James Caan, Jack Nicholson, Tom Cruise) que le daban todo le trabajo hecho, no teniendo que realizar él mucho más que ponerse detrás de la cámara y moverla con más o menos acierto.




No sé hasta que punto esto será cierto (yo lo comparto poco) pero la verdad es que poco me importa si pequeñas joyas como Cuenta Conmigo, Misery o Algunos Hombres Buenos fueron aciertos cinematográficos plenamente suyos o la demostración de que más que un autor es un artesano competente (término que desde mi punto de vista de peyorativo tienen poco, por mucho que algunos se empeñen en desmerecerlo) que se sustenta más de lo necesario en sus equipos técnicos y artísticos.




En La Princesa Prometida podemos ver una dirección 100% Reiner. Movimientos de cámara sólo los justos y necesarios, puesta en escena sin alardes pero firme, dirección de actores justita (en esta ocasión no tenía a grandes interpretes para dar el do de pecho), todo con la intención de que su trabajo con la realización no solape el resto de apartados del film, que si bien modestos, destilan un buen hacer y una artesanía que nos hacen encontrarnos realmente en un cuento encantado.




Si no podemos hablar de verdaderos alardes actorales en The Princess Bride, sí podemos hacerlo de personajes inolvidables. Desde la Buttercup de una jovencísima Robin Wright (pre Sean Penn) hasta un Cary Elwes elegante y acertado, pasando por los tres bandidos, destacando entre ellos Fezzik al que daba "enorme" vida el fallecido luchador de wrestling, André el Gigante y un inolvidable y españolizado (sevillano, para más señas) Mandy Patinkin en la piel del vengativo Íñigo Montoya que buscaba escaramuza con el Conde Tyrone Rugen, un Christopher Guest al que siempre recordaré por ser el mítico guitarrista Nigel Tufnel de la banda (semi) ficticia Spinal Tap.




La Princesa Prometida es una pequeña joya de la década de los 80, recordada con un cariño que nos hace obviar algunas de sus carencias, que por suerte son pocas y nada reprochables. Pero sobre todo es una reivindicación sincera y candorosa en favor de la imaginación, la aventura, la amistad, el humor, el amor y sobre todo del placer de leer y descubrir nuevos mundos ocultos en esos libros que por desgracia nuestras nuevas generaciones cada vez dan más de lado en la actualidad.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crepúsculo: Amanecer I, tres idiotas y un biberón




Título Original The Twilight Saga: Breaking Down - Part 1 (2011)
Director Bill Condon
Guionista Melisa Rosenberg basado en la novela de Stephanie Meyer
Actores Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner, Anna Kendrick, Peter Facinelli, Dakota Fanning, Ashley Greene, Jackson Rathborne, Nikki Reed, Kellan Lutz, Elizabeth Reaser, Christian Serratos, Billy Burke, Boo Boo Stewart, Sarah Clarke, Micheal Welch, Julia Jones, Kiowa Gordon, Alex Meraz, Gil Birmingham




Hay un dicho popular que reza Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Sin más remedio y contra todo pronóstico eso es lo que me ha pasado a mí con la saga de películas basada en la colección de libros de la escritora americana Stephanie Meyer protagonizada por vampiros vegetarianos, licántropos indios y amargadas enamoradas con cara de tener el síndrome de abstinencia. Todo un fenómeno social a nivel mundial que, una vez más, admito no comprender lo más mínimo.



A ver si nos lavamos un poquito el pelo de vez en cuando, que se me quedan las manos pegadas


Recuerdo cuando vi la primera película, Crepúsculo. Una horrible cinta que mezclaba de manera penosa cine falsamente romántico y supuesto género de terror, ambos en su vertiente más adolescente, tirando a pueril, con un retrato de vampiros lánguidos que no beben sangre, brillan con el sol o van al instituto con no sé cuantos siglos de edad a sus espaldas, consiguiendo llamar la atención de niñatas que confunden picores vaginales con verdadero amor. Todo un despropósito en imágenes que incitaba a la carcajada continua.



Cariño, desde aquí puedo ver que no te has puesto las bragas


Más tarde llegó la cumbre de la saga, la cinta que (estoy seguro) más se recordará de toda la saga, Luna Nueva, en la que entran en escena los licántropos, Jacob y sus pectorales. Un producto que tomaba todos los apuntes ridículos, terribles e insultantes de la anterior entrega multiplicándolos a la máxima potencia para regocijo el espectador (no fanático) que disfrutaba de manera fruiciosa con una de las comedias inintencionadas más memorables de la pasada década, encadenandose en ella escenas y más escenas para el recuerdo que apelaban a la mayor de las vergüenzas ajenas.



¿Qué es este líquido blanco que tienes en el cuello?


Pero la decadencia llegó con Eclipse. La cinta más normal, que menos sonrojo producía y que incluía más escenas alejadas del pomposo romance central de la trama, se mostraba finalmente, y por ello, como un mal largometraje (si bien más digerible en el plano cinematográfico) pero también y a diferencia de las anteriores entregas, someramente aburrido que no había por donde cogerlo. Aunque aún podíamos encontrar algún pasaje de esos que nos hacían llorar de la risa por lo rídiculos y estupidamente solemnes que trataban de mostrarse.



Sí, debes tener frío, porque acabas de perforarme un pulmón con el pezón derecho


La desgracia se confirma con esta primera entrega del díptico Amanecer, que como era de esperar han dividido en dos partes para sacar todo el dinero que puedan a la famosa franquicia. La última cinta de la saga Crepúsculo es una muy mala película, pero está más cerca de ser un producto cinematográfico normal y corriente que cualquiera de sus predecesoras, el problema es que también es más aburrida que todas las anteriores juntas, aunque paradójicamente su visionado se pase rápido. A partir de aquí, Spoilers a todo trapo.



Ven tonta, si no te va a doler


La historia la retomamos donde se quedó. Vampiro pajizo pide en matrimonio a ex drogadicta necrófila para cabreo de licántropo pagafantas, el tercero en discordia dentro de la ecuación. Al incio del film vemos los preparativos de la boda de los protagonistas con vampiros llevando árboles sobre un solo hombro o con la yonki teniendo (previsibles) sueños sobre todo lo chungo que le sucederá si se casa. Más tarde tendremos la boda, con algún apunte incluso gracioso, la mayoría en boca del padre, mi héroe dentro de la saga y el único con dos dedos de frente dentro de esta galería de personajes imbéciles.



Perro malo, no se hace pipí en la moqueta.


Inmediatamente después tenemos el que se puede considerar uno de los clímax de la saga. Sí amigos, por fin el amigo Eduardo se digna a consumar con la pobre Isabella. Como el espectador mínimamente espabilado esperará de una película que tiene una calificación por edades de PG 13 (no recomendada para menores de 13 años), no vamos a ver ni una mala teta o un culo apretado, pero lo de la escenita de marras es de puta pena, porque a parte de la chorrada de como el mozo rompe el quicio de la ventana con su supefuerza (es lógico, llevaba reteniendo... lo que sea que que eyacule, durante sabe dios cuánto) no hay nada de interés en dicho pasaje, ya que el mismo hace que la horrible escena de sexo entre Neo y Trinity de Matrix Reloaded parezca una pornográfica a su lado.



No, si quieres notar palpitaciones tienes que tocarme en otro sitio


Al día siguiente podemos ver como la pareja ha destrozado la habitación a base de embestidas pasionales durante la luna de miel, momento que plagia con bastante descaro la divertida escena de sexo entre Buffy y Spike en el capítulo Smashed de la serie creada por Joss Whedon. A los pocos días ella va corriendo al retrete una mañana y vomita, él, hombre espabilado y con estudios superiores le pregunta qué le pasa. El embarazo está aquí queridos lectores y la cosa que Isa tiene dentro crece a pasos agigantados, le chupa la vida (esperemos que sólo eso) y la mata por dentro.



Tranquila, no pasa nada, es sólo una cámara, en las otras tres películas las usamos también, no te asustes


Pero una vez más el matiz descaradamente puritano que subyace en toda la saga cinematográfica (y supongo que en la literaria) ofrece su cara más ultraconservadora. Si nuestro vampiro anémico favorito espera hasta el matrimonio para desflorar a su amada politoxicómana, ella decide no abortar poniendo en riesgo su vida y sin importarle que dé a parir un bebé, un vampiro o un buey, ya que por el tamaño de la barriga que luce la moza lo que lleve dentro debe medir 2 metros mínimo.



Mirad, es la novia y va como una pordiosera. Tiene más ojeras que un oso panda con resaca


Por otro lado tenemos a Jacobo, que hará las delicias de sus fans ya que se quita la camiseta a los 45 segundos (contados) de metraje, pero que aquí hace más de florero que en cualquiera de las otras entregas. Está siempre cabreado, ejerce de intruso en la casa de los vampiros doctorados en medicina, dándoles la brasa y convirtiéndose en lobo cuando ya está de los nervios. La subtrama que lo implica a él y a sus descamisados compañeros está metida con calzador y aporta más bien poco a la ya de por sí raquítica trama.



Ah vale, cuando decías que te hiciera una comidita no te referías precisamente a esto


Durante el parto, que es una mezcla entre la escena de John Hurt en Alien: El Octavo Pasajero de Ridley Scott y los títulos de crédito iniciales de El Club de la Lucha de David Fincher pasados por un filtro rojo, Isabella la palma con todas las de la ley y el lobo pilla un cabreo de no te menees. Pero la guinda del pastel llega con el bebé recién nacido, que es una niña normal y corriente (al menos en apariencia), no una larva gigante como la que paría Geena Davis en sueños durante La Mosca de David Cronenberg



Quítate la ropa interior, guapa... dios... espera, ahora vengo, voy por el cortacesped


Jacobo quiere matarla porque es la causante de la muerte de su amor no correspondido, pero por obra y gracia de la exquisita pluma de la señora Meyer el chaval de los pectorales prominentes se "imprime" del bebé, que es lo mismo (más o menos) que enamorarse a primera vista de la criatura (o eso me explicó la seguidora, que no fan, de la saga de libros y películas que vio la cinta conmigo y que compartió amablemente mi calvario con mucho sentido del humor). Es decir, nuestro amigo peludo pasa de lobo pagafantas a pedófilo que se enamora de la hija recién nacida de su antiguo amor, que ahora resultaría ser su suegra... con dos cojones y un palito.



Eso, eso, tú abre la boca... que yo te aviso


Finalmente tenemos una pelea entre los lobos metida con calzador para dar algo de vida y acción a la soporífera trama y como era de esperar, Eduardo muerde a su amada en el pescuezo para convertirla en uno de los suyos y así salvar su vida, es decir, la transforma en un pálido Gusiluz que come hierba, tiene superfuerza y corre a velocidad desproporcionada, como no podía ser menos, pero que finalmente no tiene una mierda que ver con un vampiro propiamente dicho. La última (y previsible imagen) es un plano de la adicta a las metanfetaminas abriendo sus rojos ojos de no muerta. Fin.



Ve a por el palito, Jacob, venga, traeselo a papá


Pues esto es todo amigos, hasta aquí la crónica de la película menos mala (que no aceptable o alejada de la mediocridad) pero más aburrida de lo que llevamos de inolvidable saga. Lo peor es que la cinta es intragable, insípida, haciendo que echemos de menos a vampiros deslizándose por pasillos, palabras supuestamente románticas entre los dos enamorados que producen arcadas y risas en la misma medida o escenas de lucha que aparentan haber sido coreografiadas por El Chapulín Colorado.



Mira niñato, yo he trabajado con Ian McKellen, no estoy para chiquilladas o te levantas de la cama para rodar o te quito la palidez a hostias


Lo mejor, que el nombre de un señor como Bill Condon, director de la gloriosa Dioses y Monstruos, uno de los mejores biopics realizados en la década de los 90 (el del director de cine James Whale) no sale demasiado perjudicado por haber participado en esta inmundicia. Aunque claro, su nombre también sale en los títulos de crédito de Amanecer: Parte II que espero que recupere para el cierre de la saga toda esa horrible parafernalia que hacía de las primeras entregas de esta franquicia geniales frescos de cuan menguada está la inteligencia de algunos componentes de nuestra más tierna población adolescente y no tan adolescente.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Código Desconocido, communication breakdown




Título Original Code Inconnu (2000)
Director Michael Haneke
Guionista Michael Haneke
Actores Juliette Binoche, Thierry Neuvic, Josef Bierbichler, Ona Lu Yenke, Luminita Gheorghiu, Arisinée Khanijan, Alexandre Hamidi, Helene Diarra




Producción del año 2000 realizada por el célebre cineasta austriaco de origen alemán Michael Haneke que pasó bastante desapercibida por el hecho de ser estrenada entre dos de sus más importantes bombazos como fueron la visceral Funny Games (1997) y la magnífica La Pianista (2001) y no lo neguemos, también por ser de alguna manera una obra menor dentro de la filmografía del director de La Cinta Blanca o El Tiempo del Lobo, aunque no por ello resulta un producto carente de interés, aciertos o trasfondo sólido y atractivo.




Código Desconocido narra por medio de númerosos pasajes fragmentados retazos de la vida de un grupo de personas de clase media en la ciudad de París que se verán relacionadas por un hecho en principio nimio que servirá para interconectar sus existencias. Una actriz de cine y teatro, su novio reportero de guerra, el hermano de este, el padre de ambos, un inmigrante senegalés hemano de una niña sordomuda e hijo de un humilde taxista y por último una sintecho de origen rumano.




Haneke deja un poco de lado su adoctrinamiento aposentado en una molesta superioridad intelectual para mirar al espectador por encima del hombro y sus habituales arrebatos violentos que resquebrajan momentos de calma. Aunque sí existe cierto tipo de violencia en Código Desconocido, pero la misma esta expuesta de manera más sutil, se encuentra latente y no explota apenas de manera física, ya que esta se puede ver reflejada por medio de gestos o verbalidad que agrede a la psicología de los personajes (sirva como ejemplo el excelente pasaje sencillo, mundano, pero muy tenso y reconocible en el metro)




El largometraje tiene una austera puesta en escena con el tono bastante aséptico habitual de Haneke. Tecnicamente el film sin florituras y alardes si consigue destacar en el apartado técnico de realización cuando descubrimos que todos los pasajes que forman el metraje están rodados con extensísimos e impecables planos secuencia muy bien ejecutados y en los que se hace un uso interesantísimo del fuera de campo (sobre todo a la hora de mostrar las escenas más viscerales, que cómo ya he comentado a diferencia de otros films del austriaco no son de violencia física) y sobre todo del travelling lateral.




Haneke al igual que Ken Loach sabe exprimir al máximo a actores desconocidos para que parezcan brutlmente reales, se nota especialmente en los inmigrantes a los que vemos psicológicamante desnudos hablando unas lenguas natales, las suyas propias, que no logramos entender (de manera completamente intencionada por parte del director) ocupando nosotros el rol que suelen ejercer ellos, el de extranjero que se siente desubicado y extraño en tierra extraña. Dentro de los actores principales como siempre Juliette Binoche da clases de desgarro intepretativo con su actriz (interesantes apuntes de cine dentro del cine) que empieza a labrarse una carrera en el mundo del celuloide y el teatro.




Código Desconocido es otro de esos retratos con los que Michael Haneke nos muestra el lado más egoista e intolerante del ser humano desde un punto de vista quirurgico y distante pero certero. Un espejo en el que ver reflejados nuestros prejuicios, miedos, problemas personales, ambiciones e incomunicación existencial independientemente de la raza o posición social a la que pertenezcamos. Sin llegar a ser tan profundo o lacerante como otros de sus trabajos si consigue mostrarse como un proyecto acertado, no muy ambicioso, pero sí más humilde y menos acusatorio que el resto de la filmografía de esta autor tan interesante como convencido y encantado de su intelectualidad.


viernes, 11 de noviembre de 2011

Héroes, don't you forget about me




Título Original Herois/Héroes (2010)
Director Pau Freixas
Guionistas Albert Espinosa y Pau Freixas
Actores Álex Brendemühl, Eva Santolaria, Emma Suárez, Lluis Homar, Ferrán Rull, Álex Monner, Mireia Vilapug, Joan Sorribes, Marc Balaguer, Nerea Camacho, Ana Lizarán, Constantino Romero, David Hernández, Montse Pérez, Elsa Anka




Decepción y cierto enfado es lo que me ha transmitido la segunda cinta en labores de dirección del cineasta catalán Pau Freixas. Decepción porque esperaba mucho un servidor de tan alabado film por crítica y público no siendo este al final lo que me esperaba y enfado porque el largometraje consigue su misión principal y fin, pero con unos medios que a mí personalmente no me gustan ni convencen y que consiguen quitar en gran parte mérito al conjunto de la obra y al trabajo de su autor.




Héroes narra dos historias paralelas. La de una chica que haciendo autoestop para dirigirse a un pueblo es recogida por un apocado publicista que llega tarde a una importante reunión empresarial en la actualidad y a modo de flashback otra sobre un verano durante los años 80 que marcó a fuego la vida de un grupo de niños que compartieron experiencias, fraternidad, peleas, amor, tragedias y aventuras durante aquella época vacacional en una ciudad de provincias catalana.




El primer fallo de Héroes es ajeno a su naturaleza cinematográfica pero es uno de los más importantes y no es nada más y nada menos que su doblaje. A este problema siempre nos enfrentamos los castellanoparlantes que vemos cintas rodadas en catalán (putas las he pasado en ocasiones a la hora de ver cintas de Ventura Pons, ya que no es fácil dar con copias en V.O). Debido al uso de voces de estudio se pierde gran parte de la frescura de los diálogos y del hacer de unos actores que al doblarse a sí mismos pierden muchos de los matices de sus interpretaciones.




Ya dentro del plano más estrictamente cinematográfico Héroes falla considerablemente en sus formas, aunque no en su fondo. Pau Freixas no acierta a la hora de retratar un verano catalán con un acento descaradamente americano, de ahí que la empatía de todos aquellos espectadores que fuimos niños durante los 80 y que disfrutamos de esas estaciones entre amigos y primeros amores no encuentra el camino para verse reflejada en nuestros propios recuerdos porque esta que vemos en pantalla no parece la tierra en la que nacimos.




Porque el problema de Héroes es que no sólo está construida sobre todos y cada uno de los clichés de este tipo de cine infantil, también se antoja como una mezcla descafeinada y un tanto descarada de films como Los Goonies o Cuenta Conmigo dando como resultado un hipertrófico mix que poco tiene que ver, al menos estéticamente y esencia, con España. No hay más que ver la forzada caracterización de un simpátco Marc Balaguer para que se asemeje a un adolescente Corey Feldman o la del matón rubiales para parecerse a un Kiefer Sutherland, participantes ambos actores en la ya mencionada obra de Rob Reiner, quedando todo demasiado falsario.




Mi problema con Héroes (y es personal e intransferible) es que por su intención de estar realizada desde un punto de vista infantil, debido a que habla de la infancia, no me creo prácticamente nada de lo que veo en pantalla. Puede que la búsqueda de una mirada idealista hacia aquellos días me haga echar de menos el verismo que debería transmitirme el film. Porque ni los diálogos, ni los personajes ni las relaciones que comparten entre sí me son cercanas o palpables por culpa de que las veo maniqueas y simplistas.




Por desgracia con Héroes no me creo en casi ningún momento a largo del metraje que esos hermanos nunca discutan (yo daría la vida por mi hermana, pero las miles de discusiones a lo largo de los años estaban casi a la orden del día, sobre todo en nuestra adolescencia) ni que esos niños con sus ya bien entrados 12 años no digan una sola palabra malsonante, no se interesen por una sexualidad por entonces dando sus primeras señales de vida o por hacer travesuras con las que meterse en verdaderos líos.




Tampoco recibo de buena gaña los típicos clichés de films americanos de este corte como la complicada relación padrastro/hijastro (con la inevitable inclusión de la frase "Tú no eres mi padre" que me olía desde el principio del metraje) que trae por al camino de la amargura de la mujer del primero y madre del segundo, el protagonista enamorado de la guapa chica equivocada cuando su verdadero amor es esa niña a la que considera sólo una amiga y con la que comparte el día a día o la relación antgónica entre el matón del grupo y el miembro torpe del equipo.




Seguramente y como ya he mencionado con anterioridad el problema sea mío, pero las casetas en árboles, las carreras de bólidos caseros construidos a mano, los taberneros ariscos pero de buen corazón y las bandas rivales con matones siempre me han parecido constantes casi exclusivas del cine americano, no del español, de ahí que no pueda identificarme con este film como sí lo he hecho con otros tales como El Camino de los Ingleses de Antonio Banderas o Primos de Daniel Sánchez Arévalo.




Si Pau Freixas hubiera abordado (o podido abordar, es importante matizarlo ya que posiblemente no tuviera los medios en su momento) el proyecto como una co producción con USA y con actores internacionales seguramente su resultado me hubiera llenado más, porque, por poner un ejemplo, por mucho que su trama tenga lugar en Estados Unidos no puedo evitar llorar de emoción cuando veo el final de la ya mencionada y magnífica Stand By Me dirigida por Rob Reiner y basada en el relato corto The Body del escritor norteameriano Stephen King. Pero dar tono estadounidense a una cinta puramente ibérica no consigue funcionar.




Finalmente y tras el brusco (podríamos decir que hasta innecesario) cambio de tono del film Freixas logra lo que llevaba intentando conseguir desde el minuto uno del film con el bonito monólogo de la abuela con las fotos a modo de recordatorio llenando la pantalla, emocionar al espectador. Pero el fin no siempre justifica los medios, porque el director y guionista de Cámara Oscura ha recurrido a los golpes bajos y un sentimentalismo poco sutil para arrancar la lágrima al respetable a cualquier precio y en esta situación el resultado pierde cierto mérito y enjundia.




Además si tenemos en cuenta que la excelente banda sonora de Arnau Bataller y el uso de temas clásicos de los 80 como Big in Japan o Forever Young de Alphaville le dan gran parte del trabajo hecho en lo que ha transmitir emociones se refiere al director su labor pierde cierta fuerza, esa que sólo vemos en pasajes aislados, como la que da la cara con cierto lirismo y poética visual cuando acontence el suceso que lo cambia todo o en la última escena del largometraje. Lo cierto es que todo ello es una pena porque este señor como cineasta apunta buenas maneras.




El reparto es acertado y los niños lo hacen bien, fallando un poco la forzada timidez Ferran Rull, destacando la belleza de una no muy aprovechada Nerea Camacho, enamorando una adorable Mireia Vilapuig y alzándose por encima de todos ellos y comiéndose la pantalla un inolvidable Joan Sorribes (actor adolescente que padece Síndrome de Down) que se gana el corazón del espectador con sus salidas y ocurrencias. De la profesionalidad de actores como Lluis Homar, Emma Suárez, Constantino Romero, Alex Brendemühl o Ana Lizarán poco podemos decir, a ellos se une una simpática a la par que repelente Eva Santolaria.




No puedo negar que Héroes es una película para verla en toda la familia y que debajo de sus desaciertos, cursilería y tópicos late un verdadero corazón, pero a mí no me merece la pena ir a buscarlo. Poner posters de Los Goonies y La Historia Interminable en la habitación del protagonista, mostrar cassettes y walkmans en todo momento o un grupo de niños que están continuamente abrazándose y felicitándose no me hace volver a mis años de inocencia junto a mis primeros colegas y amores vacacionales, además cuando el largometraje lo consigue los medios para llevar a buen puerto tal empresa son bastante reprobables cinematográficamente hablando.




En este sentido me quedo antes con Cuento de Navidad de Paco Plaza y Luis Bermejo, film que forma parte de la serie Películas Para No Dormir que sí muestra (aunque sea recurriendo al género de intriga y terror) como fueron mis años 80. Aquella década llena de amigos, enemigos, peleas, juegos de mesa, bocadillos de mortadela, películas de artes marciales, dibujos animados, canciones de Europe, así como de los primeros golpes y decepciones que la vida va propinando mientras nosotros los vamos encajando como buenamente podemos, alternándose estos con momentos inolvidables anclados en la más perdurable felicidad.