viernes, 28 de julio de 2017

Dunkerque



Título Original Dunkirk (2017)
Director Christopher Nolan
Guión Christopher Nolan
Reparto Fionn Whitehead,  Mark Rylance,  Kenneth Branagh,  Tom Hardy,  Cillian Murphy, Barry Keoghan,  Harry Styles,  Jack Lowden,  Aneurin Barnard,  James D'Arcy, Tom Glynn-Carney, Bradley Hall,  Damien Bonnard,  Jochum ten Haaf,  Michel Biel




Como ya he comentado en anteriores entradas sobre sus largometrajes fue el éxito de la trilogía sobre Batman, y más concretamente el de la magistral segunda entrega, El Caballero Oscuro, el que dio inicio al siempre candente enfrentamiento entre seguidores ciegos y detractores furibundos del cineasta británico Christopher Nolan. Mientras estas dos facciones continúan su guerra con cada nuevo estreno del director los espectadores no extremistas seguimos disfrutando, en mayor o menor medida, de su cine y él lo realiza como quiere y cuando quiere ajeno a pasiones pueriles hacia su carrera. Después del espaldarazo que supuso su último proyecto, la espacial Interestelar, y lo insatisfactorio de su último coqueteo con el género superheróico como uno de los responsables de El Hombre de Acero Nolan vuelve a las pantallas de todo el mundo con su nueva propuesta, una atípica cinta bélica que ya ha sido recibida con numerosos elogios por crítica y público, no sin motivo, pero sí de manera algo desproporcionada.




Christopher Nolan toma como núcleo central de su relato la famosa Operación Dinamo, también conocida como el Milagro de Dunkerque, la evacuación en Mayo de 1940, dentro del contexto de la Segunda Guerra Mundial, del destacamento aliado de dicha ciudad francesa formado por cientos de miles de soldados británicos, franceses y belgas. A la hora de abordar los hechos que en dicha operación tuvieron lugar utiliza tres líneas temporales distintas situadas en diversas localizaciones y protagonizada por personajes diferentes. Esta es la peculiar estructura de Dunkirk, por otro lado nada ajena al cineasta que ya hizo uso de este recurso en films como Memento u Origen (Inception), y más allá de la misma nada de la enrevesada y ambiciosa naturaleza de sus últimos proyectos hay en su más reciente producción detrás de las cámaras, prefiriendo ejecutar un ejercicio de estilo con el que parece querer volver a las raíces de su cine, pero en un contexto de mucha mayor envergadura que el utilizado en Following, su ópera prima.




En Dunkerque parece como si Christopher Nolan hubiera hecho caso de las acusaciones de pretencioso y megalómano que le acompañan desde hace años y hubiese decidido desnudar su impronta cinematográfica reduciéndola casi a su exoesqueleto como discurso, eludiendo todo tipo de parafernalia o grandilocuencia adscrita al artificio, más o menos trascendente, en su último proyecto para ofrecer lo que puede considerarse un ejercicio de poderosa inmersión cinematográfica o una experiencia sensorial que apela a los instintos más primarios del espectador con respecto a enfrentarse a una pieza tan atípica como la que nos ocupa, no ya dentro del cine bélico más ortodoxo, sino también en esa maquinaria hollywoodiense tan propensa a la inmediatez, el ritmo espídico, la resolutividad argumental y el maniqueismo impostado. El director de Batman Begins una vez más decide tomar el camino menos esperado, pero en esta ocasión abrazando una sencillez formal impropia de su autoría.




Evidentemente la estructuración temporal en tres líneas diferenciadas que convergen con maestría hasta convertirse en una sola en la recta final del metraje tiene poco de sencilla o modesta, pero, como ya apuntábamos, más allá de esta importante característica Dunkerque se sustenta en un enorme despliegue técnico que elude la épica gratuita, los discursos a favor o en contra de la guerra y que casi podría haber, como ha afirmado algún avispado comentarista por la red, prescindido de unos diálogos que más allá de cierta información para el espectador poco aportan a un ejercicio de pureza cinematográfica como el que nos propone el autor de El Prestigio: El Truco Final. Esa modestia en la que se sumerge, nunca mejor dicho, Nolan es la que le permite realizar un potente relato de supervivencia en las entrañas de esa bestia llamada guerra en la que el enemigo no tiene rostro y aflora lo mejor y lo peor que el ser humano contiene en su interior.




Más allá de las referencias claras a la mítica Das Boot de Wolfgang Petersen o la construcción de ciertas panorámicas que nos retrotraen al Andrei Tarkovski de La Infancia de Iván o Stalker Christopher Nolan ha tratado de eludir la influencia explícita de otras superproducciones bélicas, incluida la de aquella Salvar al Soldado Ryan con la que tanto se la emparenta, cuando ambas tienen poco que ver la una con la otra más allá de la enorme labor de sus directores. Dunkerque tiene lugar en escenarios mastodónticos pero a la hora de acercarse al espectador atraviesa continuamente el espacio vital de sus personajes para construir pasajes de una claustrofobia devastadora gracias a una ejecución técnica sobresaliente en la que el posicionamiento de cámara, los muy medidos efectos especiales (casi nada de efectosdigitales, los Spitfire y Stukas del film son reales o maquetas a escala) el diseño de producción o la buena labor de los actores dan forma a una pieza de ejemplar cinematografía.




En Dunkerque nunca vemos de manera directa el campo de batalla, pero las secuencias bélicas y de acción dejan de sucederse a lo largo de todo el metraje. Aquí el enemigo no es el ejército alemán (al que nunca llegamos a ver) sino la misma guerra como entidad aniquiladora que arroja desde la nada balas, metralla y torpedos contra los vehículos en los que se ven confinados los sufridos personajes protagonistas. La muerte viene por tierra, mar y aire, no hace concesiones y Nolan la muestra en pantalla con una visceralidad cortante, aséptica, y devoradora, con mucho más mérito si tenemos en cuenta que la calificación por edades del largomatreje es la restrictiva PG 13 que impide a su autores mostrar secuencias repletas de mutilaciones y hemoglobina como las de la ya mencionada cinta de Steven Spielberg o la más reciente Hasta el Último Hombre (Hacksaw Ridge) de Mel Gibson, que no dejaba de ser otro despliegue de maestría técnica por parte del director de Braveheart, pero con una intencionalidad en las antípodas de la de Nolan en la obra que nos ocupa.



Aunque en el reparto del film podemos encontrar nombres importantes como los de Tom Hardy, Cillian Murphy (habituales de la casa Nolan) Kenneth Brannagh o Mark Rylance e incluso nuevas promesas como el resuelto Fionn Whitehead sería de necios negar que los papeles a los que estos dan vida los podría haber interpretado cualquier otro actor, ya que dichos roles tienen más peso en la trama como "potenciales víctimas" que como criaturas tridimensionales con las que la platea pueda empatizar. Por suerte los protagonistas de Dunkerque nos resultan lo suficientemente cercanos para que los pasajes en los que vemos peligrar su integridad física (se cuentan en decenas a lo largo del metraje) consigan transmitir la sensación de agobio, impotencia y tensión que la brutal puesta en escena de su director imprime desde sus descomunales cámaras IMAX, ayudadas por una enorme fotografía, una dirección artística a la altura y uno de los mejor usos de los efectos de sonido que un servidor ha escuchado en su vida.




No, ni Christopher Nolan es el nuevo Stanley Kubrick, ni Dunkerque es una obra maestra incontestable, pero sí es una experiencia cinematográfica que hay que vivir al menos una vez en la vida y a ser posible en pantalla grande. Aunque peca de gélida y entomológica a la hora de abordar su factor humano y cuando decide apelar a las emociones se pasa de frenada en su epílogo la última producción del director de Memento es lo suficientemente arriesgada y posee los necesarios hallazgos visuales y narrativos para ser considerada una de las mejores películas del 2017. Posiblemente se haya sobrevalorado su calidad como producción cinematográfica, un servidor está prácticamente seguro de ello, pero ojalá todos lo meses tuviéramos una Dunkirk para poder hablar de su sobredimensionalidad, mientras disfrutamos de las secuencias de cine poderoso y avasallador que atesora en su interior como la última obra de una de las voces más interesantes del celuloide internacional actual.



jueves, 20 de julio de 2017

La Guerra del Planeta de los Simios



Título Original War for the Planet of the Apes (2017)
Director Matt Reeves
Guión Mark Bomback y Matt Reeves, basado en personajes de Rick Jaffa y Amanda Silver
Reparto Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn, Judy Greer, Gabriel Chavarria, Max Lloyd-Jones, Terry Notary, Sara Canning, Ty Olsson, Devyn Dalton, Toby Kebbell




En el año 2011 y sin demasiada repercusión se estrenó El Origen del Planeta de los Simios (Rise of the Planet of the Apes) un nuevo reboot de la saga cinematográfica iniciada por el clásico de Franklin J. Schaffner en 1968 basándose en la novela homónima de Pierre Boulle. Suponemos que la 20th Century Fox escarmentó tras el fracaso del primer intento de reinicio de la franquicia a manos de Tim Burton en 2001 y por este motivo no depositó toda su confianza en el proyecto impulsado por los guionistas y productores Rick Jaffa y Amanda Silver. Pero contra todo pronóstico el film dirigido hace seis años por Rupert Wyatt (The Escapist, El Jugador) supuso un enorme éxito de crítica y público haciendo que sus productores comenzaran a vislumbrar el inicio de una potencial saga con la que dar un génesis digno a todo lo acontecido en el mítico largometraje protagonizado por Charlton Heston. En 2014 llegaba la secuela, El Amanecer del Planeta de los Simios, esta vez con el magnífico realizador Matt Reeves (Cloverfield, Déjame Entrar) detrás de las cámaras y mejor resultados incluso que su predecesora gracias a la potenciación de las virtudes de aquella como sus soberbios efectos digitales siempre al servicio de la historia, su perfil de personajes tanto de un bando como de otro, su adecuado subtexto social y el arrollador carisma de Andy Serkis dando vida física y digital a César, el líder simio.




Con la nueva franquicia ya totalmente afianzada gracias a su soberbia segunda entrega 20th Century Fox encomendó al grupo formado por Rick Jaffa, Amanda Silver, Mark Bomback (co guionista a partir de la primera secuela) y Matt Reeves de cerrar la nueva trilogía con un tercer episodio este año 2017. La Guerra del Planeta de los Simios llegó a España el pasado 14 de Julio precedida da una magnífica acogida por la prensa especializada tras su puesta de largo internacional. Una vez visto el largometraje podemos afirmar que nos encontramos con la película más brillante del reinicio, el mejor blockbuster de lo que llevamos de verano y la posiblemente más destacada pieza cinematográfica del 2017, consiguiendo una vez más rizar el rizo hiperbolizando todas las señas de identidad de la saga y saliendo totalmente triunfante en su intento regalando una pequeña joya que auna sabiamente comercialidad y calidad.




Después de lo acontecido en El Amanecer del Planeta de los Simios César (Andy Serkis) y los de su especie siguen en guerra con los humanos mientras tratan de refugiarse en los bosques de Muir para no ser erradicados. Pero un destacamento de soldados americanos comandado por un sádico Coronel (Woody Harrelson) asaltará el campamento de los simios y con ello obligará a estos a embarcarse en una descomunal batalla en la que César tendrá que elegir entre salvar a su pueblo o llevar a cabo su propia cruzada personal contra el alto mando militar. Con este argumento Matt Reeves y sus colaboradores moldean una pieza que al igual que sus predecesoras hunde sus ráices en la ciencia ficción literaria de la que nació la novela en la que se inspira y en clásicos del celuloide de distintos géneros a los que el film quiere tomar como referencia y rendir tributo.




Desde el arranque con el asalto por parte de los soldados humanos a la base secreta de los simios, uno de los mejores pasajes técnicos de lo que llevamos de año y la confirmación de Matt Reeves como un artesano de raza, La Guerra del Planeta de los Simios asienta sus bases estilísticas y argumentales revelándose como una entrega mucho más crepuscular y cruenta que sus predecesoras, con algunas situaciones tan crudas que casi coquetean con una calficación R más dirigida a adultos que la PG 13 que poseen tanto este film como el resto de la saga. En todo momento se respira un fin de ciclo dentro de la franquicia con una crepuscularidad que sobrevuela todo el metraje emulando el tono derrotista y misántropo de una distopía que no hace prisioneros con respecto a ofrecer reflejos claros de los instintos más bajos del ser humano con respecto a la crueldad, los juegos de poder y el uso de la supervivencia como un estado vírico que todo lo devora.




Mientras las referencias cinematográficas al Francis Ford Coppola de Apocalipsis Now, el Stanley Kubrick de La Chaqueta Metálica (Full Metal Jacket) o Espartaco y el James Cameron de Aliens se dejan notar tanto en el plano estetico como en las resoluciones argumentales, los guionistas Mark Bomback y Matt Reeves (basándose en personajes de Rick Jaffa y Amanda Silver) se ocupan de dar cierta pátina teológica al relato que no queda mal al conjunto con César a modo de Moises guiando a su pueblo a la “Tierra Prometida” o el Coronel en la piel de un Abraham capaz de dar la vida de su único hijo por una “causa mayor”. En el proceso el proyecto da continuidad al discurso de los dos primeros episodios con una lectura social y política más potente que las de aquellos reflexionando sobre temas como el imperialismo, el antimiltarismo la deshumanización ,el colaboracionismo o la sinrazón de la guerra.




El discurso sobre el ser humano como especie depredadora que todo lo destruye sometiendo a un reino animal evolucionado al que el dio vida por medio de la experimentación genética y al que ahora, fuera de su control, quiere someter alcanza altas cotas de nihilismo en La Guerra del Planeta de los Simios impropias de este tipo de megaproducciones adscritas a la idiosincrasia hollywoodiense. De hecho una de las reflexiones más interesantes de la obra nace cuando César cede a sus “instintos humanos” buscando venganza contra el Coronel, mostrándose como un reflejo de Koba, su antiguo compañero de armas fallecido en El Amanecer de la Guerra de los Simios pero no sin antes dar inicio a la guerra con los hombres. El último film de Matt Reeves no tiene misericordia con nuestra especie a la que se retrata por medio del egoismo, la intolerancia y una supremacia propia de pensamientos totalitarios, pero por el camino deja un pequeño haz de luz redentora en el personaje de la encantadora Nova.




También los personajes vuelven a estar definidos y perfilados con mano maestra en todo momento, comenzando por ese César de reminiscencias revolucionarias que esta vez debe luchar contra el mayor de sus enemigos, el ser salvaje que habita en su interior y que tras años de sufrimiento casi llega a tomar el control de su personalidad antaño propensa al diálogo y a la convivencia con unos humanos que casi desde su mismo nacimiento sólo le infligieron dolor. La sombra de Koba persigue a César y hace tambalear su sistema de valores llegando a convertirse en ocasiones en el animal salvaje que en la saga está representado por el mismo ser humano. Andy Serkis realiza la mejor encarnación del famoso líder simio superando con creces los ya de por sí enormes trabajos que había realizado en las dos anteriores cintas con una fuerza física y expresiva que atraviesa el frío pixel y deja ver su descomunal potencia interpretativa.




Maurice, la revelación de este nuevo reinicio, copa en esta tercera entrega más protagonismo no sólo como consejero de César, sino también como figura paterna cuando decide tomar bajo su tutela a Nova, protagonizando algunos de los mejores momentos del film. Otro acierto mayúsculo en el largometraje es la arriesgada inclusión del personaje de Simio Malo (al que da vida el actor Steve Zahn), una vía de escape humorística que podía haber entroncado brutalmente con el tono oscuro de la propuesta de Matt Reeves pero que no desentona en ningún momento ofreciendo no pocos gags que sirven como tomas de oxígeno para reducir en cierta manera el matiz descarnado de la obra. Con respecto a los humanos y de la misma manera que ya se hizo con el Gary Oldman de El Amanecer del Planeta de los Simios los guionistas procuran dar cierto poso de profundidad al Coronel de un perfecto Woody Harrelson para que al menos conozcamos el origen de sus reprobables motivaciones con bastante buen resultado.




Ya desde sus trabajos en Cloverfield o el remake de Déjame Entrar Matt Reeves dio muestras de ser todo un profesional a la hora de controlar producciones de alto coste con mucho oficio y sin que le tiemble el pulso. Algo que se confirmó en El Amanecer del Planeta de los Simios y que en el largometraje que nos ocupa es ya una verdad irrefutable, con el cineasta controlando con puño de hierro una producción de proporciones mastodónticamente épicas repleta de efectos digitales (los simios son más realistas que nunca en esta entrega, la captura de movimiento alcanza cotas de perfección apabullantes) coreografías bélicas enormes y una dirección de actores con la que consigue arrancar verdad a través de unos CGI que transmiten una desarmante calidez. En el proceso los fans de la saga clásica ven saciado su apetito goloso con incontables referencias esparcidas por el metraje y un Michael Giacchino esplendoroso que en cada nueva entrega de la saga utiliza un tipo de composición e instrumentación más clásica y deudora de los films originales de los años 60 y 70 que convirtieron El Planeta de los Simios en una leyenda.




Más allá de ser un blockbuster casi perfecto, una armoniosa mezcla entre calidad y comercialidad y un proyecto con unas aspiraciones artísticas impropias de las producciones realizadas dentro de las grandes majors estoadounindenses La Guerra del Planeta de los Simios confirma algo que es de un valor incalculable en los tiempos que corren y no es otra cosa que hacernos ver que no todo está perdido en Hollywood, que entre escasez de ideas, falta de originalidad, remakes, secuelas y reinicios de vez en cuando un producto como el de Rick Jaffa. Amanda Silver, Mark Bomback y Matt Reeves se erige para darnos esperanza con respecto al hoy maltrecho celuloide adherido a las superproducciones revientataquillas. Con el deseo de que esta haya sido la última entrega de una trilogía brillante y la esperanza de que Matt Reeves devuelva el esplendor al Guardián de Gotham con la próxima The Batman por ahora nos quedamos con algunos pasajes de cine poderoso y vibrante relatándonos el ciclo vital de César, uno de los personajes más carismáticos, inolvidables y paradójicamente humanos del séptimo arte del siglo XXI.


viernes, 7 de julio de 2017

Aullidos II, bailando con lobos



Título Original Howling II: ...Your Sister Is a Werewolf (1985)
Director Philippe Mora
Guión Robert Sarno y Gary Brandner, basado en la novela de este último
Reparto Christopher Lee, Annie McEnroe, Reb Brown, Marsha A. Hunt, Sybil Danning, Judd Omen, Ferdy Mayne, Patrick Field, Ed Kleynen, Hana Ludvikova





Para el que esto firma Aullidos (Howling) es una de las mejores películas de la historia a la hora de abordar la mitología detrás de un tema como la licantropía. Joe Dante a la dirección y John Sayles al guión, adaptando la novela de Gary Brandner, supieron realizar una interesante amalgama entre suspense, cine negro y terror con esta producción de 1981 cuyo trasfondo iba más allá del célebre subgénero de los hombres lobo abordando reflexiones de corte social con respecto a la sexualidad, el sentido de comunidad o la identidad. Aunque se trataba de una producción pequeña por parte de la Metro Goldwyn Mayer su éxito fue más que notable y ayudó a impulsar la carrera de Dante y Sayles, alumnos aventajados de la factoría Roger Corman, y a cimentar la fama de Dee Wallace Stone, su protagonista, como una de las scream queens más importantes de los 80.




Como era de esperar la secuela llegó en 1985, con unos equipos técnico y artístico completamente renovados y una visión diametralmente opuesta a la ofrecida por los autores de Piraña. Con el cineasta australiano Philippe Mora detrás de las cámaras, el mismo Gary Brander, acompañado de Robert Sarno, al guión adaptando la secuela de su novela y el veterano Christopher Lee como cabeza visible del reparto Aullidos II (subtitulada en España Stirba: La Mujer Lobo) llegó a las carteleras de todo el mundo para confirmar de manera fehaciente ese dicho, unas veces acertado y otras no, que reza aquello de que "segundas partes nunca fueron buenos", afirmación que se recrudece más todavía si nos referimos al género de terror, siempre predispuesto a la hora de dar forma a sagas interminables de entregas que de manera imparable y gradual cada vez son más mediocres y olvidables.




Howling II: ...Your Sister Is a Werewolf más que una continuación de la obra de culto de Joe Dante parece una de esas secuelas apócrifas ideadas en la Serie B italiana que aprovechaban el éxito inmediato de films americanos como Terminator o Alien para ofrecer sus propias versiones antes de que la maquinaría hollywoodiense se pusiera en marcha para hacer lo propio. El engendro es tal que no sólo podemos tildarlo sin reservas como una película terrible en no pocos aspectos, sino que también pone especial dedicación en empañar el buen nombre de su predecesora no sólo eludiendo de manera voluntaria todos los hallazgos de aquella, sino llegando a mancillarla con brutal saña cuando se atreve a realizar su propia versión del clímax final (con actores diferentes a los de aquel) para desde ese momento dar inicio a una historia que podría fácilmente haber dado pie a una comedia de Andrés Pajares y Fernando Esteso.




La paupérrima excusa del entierro de Karen White, la protagonista de la primera película, sirve para que el hermano y la cuñada de esta conozcan a Stefan Crosscoe (Christopher Lee) un misterioso hombre que parece tener información acerca del origen lupino de la fallecida presentadora, Los tres personajes se embarcarán en un improbable viaje a Transilvania para enfrentarse con Stirba (Sybil Danning) la Reina de los Hombres Lobo dotada del don de la inmortalidad. Este rocambolesco entramando sirve a Philippe Mora para marcarse un despropósito lleno de desnudos gratuitos, vísceras, cutre música pseudo punk a manos de la banda Babel y gente aullando durante todo el metraje, independientemente de si su naturaleza es lupina o no. Con estos ingredientes es lógico que el resultado sea una absurdez de proporciones catedralicias, pero vamos a adentrarnos en algunos de los pasajes más bochornosos del producto, que no son pocos ni intrascendentes de cara a un espectador que no da créditos a los mismos.




Desde sus primeros pasos Aullidos II ya de buena muestra de sus numerosas carencias con un penoso montaje con el sus autores se empeñan en meter breves insertos efectistas de secuencias del inicio del film, una realización técnica que no hace más que delatar el presupuesto más bien pobre con el que contaba el proyecto, efectos de maquillaje en general penosos que poco tienen que ver con los que usó Rob Bottin en el primer film (aunque lo de los bultos que le salían a los hombres lobo en aquella nunca los vi muy convincentes) o el abuso de la actuación del grupo Babel que ocupa demasiado metraje teniendo su culmen con el pasaje en el que supuestamente actúan en el castillo de Stirba delante de los licántropos, pero la penosa edición y el terrible plano contraplano delata que son secuencias sacadas de la primer concierto que daban en el film y que estaba localizado en un garito punk de Los Ángeles.




Con respecto al reparto el ridículo es mayúsculo y no desentona para nada con el resto de la propuesta cinematográfica. Lo lógico sería pensar que la magnética e imponente presencia de Christopher Lee daría un matiz señorial a Aullidos II, pero nada más lejos de la realidad. El Drácula de la Hammer Films es devorado por las incongruencias de la obra y sus capacidades interpretativas se ven menguadas cuando tiene que compartir metraje con Annie McEnroe y Reb Brown, una de las parejas más insípidas y anticarismáticas jamás vistas en una pantalla, contaminando víricamente como dupla la labor del actor británico. Del casting sólo podríamos destacar a una sensual Sybilla Danning como Stirba, realizando un papel para el olvido, pero entregando su carnalidad a la propuesta y dejándose llevar por la sarta de estupideces que la misma le ofrece, como en el penoso "ménage à trois peludo" en el que se ve implicada y que la hace parecer más una perra en celo que una mujer lobo.




El problema más grave de Aullidos II no es que sea una película mala de solemnidad, portadora de todos los tics y vicios del peor cine de terror de los 80, sino que su éxito fue suficiente para que una nueva secuela, con Philippe Mora de nuevo a la dirección, (suponemos que como "premio a su excelente labor") llegara sólo dos años después para confirmar lo pronto que esta franquicia comenzaba a tocar fondo, algo terrible si tenemos en cuenta que la misma llegó a tener ocho entregas. Por suerte siempre nos quedará la cinta original de 1981, porque con respecto a esta secuela podemos afirmar que nada de interés suscita para el espectador más allá de la carnaza, de todo tipo, que expone en pantalla, Sirvan los créditos finales del film como declaración de principios con la repetición hasta el cansancio de la escena en la que Sybilla Danning rasga su ropa mostrando sus pechos para tener claras las barriobajeras intenciones de los ideólogos de tan eludible propuesta cinematográfica.



jueves, 6 de julio de 2017

Máquina de Guerra, give peace a chance



Título Original War Machine (2017)
Director David Michôd
Guión David Michôd, basado en la novela de Michael Hastings 
Reparto Brad Pitt, Anthony Hayes, John Magaro, Anthony Michael Hall, Emory Cohen, Topher Grace, Daniel Betts, Aymen Hamdouchi, RJ Cyler, Alan Ruck, Nicholas Jones, Will Poulter, Lakeith Stanfield, Ben Kingsley, Meg Tilly, Tilda Swinton, Griffin Dunne, Josh Stewart, Kola Bokinni




Nuevo largometraje adscrito a la producción propia de Netflix y al igual que en otras ocasiones con los suficientes alicientes para llamar la atención a una gran parte del grueso del público generalista. Impulsada por Brad Pitt en labores de productor y protagonista asociándose con el guionista y director David Michôd (Animal Kingdom) y basándose en la novela The Operators del periodista, ya fallecido, Michael Hastings War Machine llegó a la plataforma de pago estadounidense el pasado mes de Mayo recibiendo unas críticas más bien tibias por parte de la prensa especializada. En Transgresión Continua no vamos a afirmar que nos encontramos ante una gran película, está muy lejos de serlo, pero sí vamos a intentar numerar las virtudes que lo convierten en un producto que merece la pena y algunas peculiaridades en su impronta que lo hacen diferenciarse del resto de sátiras bélicas que el cine norteamericano actual cada vez cultiva con menos frecuencia y sana incorrección política.




Glen McMahon (Brad Pitt) es un condecorado general del ejército de Estados Unidos que es designado en Afganistan en 2009 para acabar con la guerra que allí tiene lugar desde que después de los atentados del 11S el ex presidente George W. Bush mandara a las tropas para hacer frente a los terroristas de Al Qaeda. Una vez en Kabul el militar se encuentra con no pocos problemas que darán al traste con su plan de finiquitar el conflicto bélico. El rechazo por parte del pueblo afgano hacia los soldados americanos, la poca implicación de Hamid Karzai (Ben Kingsley) el presidente de la nación, un grupo de subordinados que no se encuentra en las mejores condiciones psicológicas para realizar adecuadamente su trabajo, tener a la opinión pública y a la prensa en su contra y su propia personalidad harán que los planes de McMahon desemboquen en una misión imposible por la que tendrás que pagar un alto precio tanto a nivel profesional como personal.




El libro The Operators escrito por el periodista Michael Hastings tuvo su origen, como podemos ver a lo largo del film, en una crónica llamada The Runaway General publicada en la revista Rolling Stone y en la que se ponía en duda la labor de Stanley McChrystal, ex comandante supremo de las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN destinado en Afganistán en 2009. Las palabras de Hastings afirmando el trato irrespetuoso que McChrystal daba a los civiles afganos, sus insultos de cara al presidente del gobierno de Barack Obama y su administración por su nula implicación en la labor de sus hombres y la suya propia o su inoperancia a la hora de detener a los insurgentes tuvieron tanta resonancia a nivel internacional que le costaron su puesto de trabajo, siendo relevado de su cargo poco después de salir a la luz dicha información. El guionista y director David Michôd leyó The Operators e inmediatamente se interesó por llevarla a la pantalla y en ese sentido Brad Pitt fue de vital importancia para sacar adelante dicha empresa.




Máquina de Guerra aspira a ser muchas cosas a la vez y en ese sentido sólo lo consigue a medias. Por un lado quiere explotar su naturaleza como sátira antibelicista cargando las tintas no sólo contra el conflicto bélico afgano y los motivos que lo iniciaron, sino también poniendo en duda la labor de los soldados estadounidenses en el país asiático y poner en entredicho las acciones que allí llevaron a cabo. También quiere ser una cinta que, en cierta manera, consiga respetar la imagen del ejército americano retratando a sus miembros, con el personaje de Glenn McMahon como principal cabeza visible, a modo de personas bienintencionadas, pero ineficaces en su oficio. Por último también hay un afán por dar cierto poso dramático a su protagonista por medio de la inclusión del personaje de su esposa Jeannie interpretada por la actriz Meg Tilly (Body Snatchers) con la intención de humanizar al rol de Brad Pitt.




En este sentido como drama los resultados no son del todo aptos porque a pesar del muy competente trabajo de Meg Tilly como Jeannie McMahon el tono del largometraje es humorístico, de modo que los intentos por parte de David Michôd están fuera de lugar si somos conscientes de que su obra se sustenta en la comicidad. En lo referido al respeto hacia el ejército americano tampoco el resultado es óptimo, ya que las veces que intenta hacer un retrato benévolo de los personajes el guión vira continuamente a la que es su mayor virtud, la mala baba y la poca complacencia con la que reflexiona sobre la presencia de Estados Unidos en Afganistan y las repercusiones negativas que dicha intervención tuvo en esta República Islámica. Justo ahí es donde War Machine destaca sobre el resto de sus coetáneas a la hora de calibrar el nivel de crítica con el que su guión dispare contra todo el mundo para que nadie se libre de recibir su correspondiente aguijón envenenado.




Desde el monólogo con el que se abre el film haciendo mofa con el "Dechado de autocontrol y respuesta proporcionada" que es Estados Unidos War Machine deja claro que no va a ser nada amable con su dialéctica cinematográfica. David Michôd reflexiona en su último largometraje sobre algo que ni las más recientes sátiras antibélicas ni el cine adscrito al género militar en general han querido o sabido abordar, la idea de que Norteamerica era el elemento invasor y el país invadido la víctima. Films como El Único Superviviente, el remake de Brothers o Leones Por Corderos nos hablan sobre el horror del campo de batalla, las secuelas de la guerra de Afganistan en los soldados yanquis o las mentiras del gobierno de George W. Bush a la hora de dar inicio al conflicto bélico. Pero la cinta que nos ocupa se deja de medias tintas y afirma que el país de las barras y estrellas, una vez más, se metió donde no debía destruyendo una nación en la que se adentró por intereses políticos y económicos haciendo uso de una fuerza desproporcionada y confirmando que los mismos insurgentes a los que tildan de terroristas no son más que civiles afganos defendiendo su propiedad y modo de vida.




Desde esta perspectiva, la de la sátira malintencionada y ácida, encuentra Máquina de Guerra su mejor baza regalando pasajes en los que vemos a Glenn McMahon explicar por medio de una pizarra, y como si de un profesor de primaria se tratase, que matar insurgentes sólo crea más insurgentes, sus conversaciones con el pusilánime presidente Hamid Karzai al que da vida un enorme Ben Kingsley que parece seguir la senda de sus personajes de Iron Man 3 o El Dictador, su enfrentamiento con la reportera alemana a la que da vida un breve pero genial Tilda Swinton y sobre todo su interacción con el grupo de subordinados que acata sus órdenes formado por un segundo al mando demasiado impulsivo en su labor, un traidor que filtra información a los periodistas para desacreditar a su oficial superior y un relaciones públicas que no sabe expresarse en público utilizando una amalgama verbal de tecnicismos que ni él mismo entiende. Con todo este material Michôd consigue ejecutar no pocos diálogos y gags cómicos para destacables que ofrecen la mejor cara de la obra.




Por último y en cuanto a la labor artística evidentemente la mayor parte del peso recae en el Glen McMahon al que da vida Brad Pitt y este transmite sensaciones encontradas. El protagonista de El Club de la Lucha convierte a su sosias de Stanley McChrystal en una caricatura, una mezcla entre su Aldo Ray de Malditos Bastardos y el General Patton de George C. Scott, que en todo momento se muestra, a pesar de la contención del actor, como un histrión, una composición interpretativa descontextualizada que para colmo llama más la atención al verse interactuar con el resto de personajes secundarios que no son tan exagerados y se acercan más a la realidad. Pero lo más curioso es que cuando llevamos menos de la mitad del metraje y el protagonista comienza a mimetizarse con el entorno en el que se mueve sus muecas, lenguaje corporal forzado y tono de voz postizo dejan de molestarnos y se convierten en la materialización más efectiva del espíritu ácido y nada complaciente de la propuesta cinematográfica de David Michôd.




Quedando lejos de clásicos dentro del subgénero como M.A.S.H, Trampa 22, Dr Strangelove o lejos de salvajadas más recientes que se adentraban incluso en el antimilitarismo como Starship Troopers o Buffalo Soldiers, pero siendo más valiente que piezas actuales como Juego de Armas (War Dogs) a la hora de criticar no sólo la guerra, sino también los que la anhelan porque sin ella son personas sin talento alguno, War Machine no será recordada con el paso del tiempo como una pieza ejemplar dentro del tipo de cine al que se adscribe, pero el hecho de que no tenga miedo a dar una visión dura de temas tabú para la sociedad americana como poner en duda su papel como "Policía del Mundo" la convierte en una obra que merece ser vista para que detrás de su supuesta ligereza y sorna podamos reflexionar sobre temas como el imperialismo, la política internacional, el terrorismo en todas sus formas y variantes y los hechos que han llevado a Estados Unidos a convertirse en una nación que cada vez se granjea más enemigos a lo largo y ancho del globo.



lunes, 3 de julio de 2017

Okja, animal factory




Título Original Okja (2017)
Director Bong Joon-ho
Guión Jon Ronson, Bong Joon-ho
Reparto Ahn Seo Hyun, Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal, Paul Dano, Devon Bostick, Lily Collins, Steven Yeun, Byun Hee-bong, Shirley Henderson, Giancarlo Esposito, Daniel Henshall, Je Moon, Choi Woo-sik




Netflix está de moda. La plataforma de streaming norteamericana está en boca de todo el mundo gracias a los millones de suscriptores que solicitan sus servicios para poder ver online todo el cine y las series de televisión que dicho emplazamiento posee en su holgado y atractivo catálogo. Los beneficios no se hicieron esperar y los mismos han permitido que los creadores del invento hayan dado forma a una copiosa producción propia que va desde series de televisión tan exitosas como Narcos, Stranger Things o Sense 8, pasando por las ideadas de manera conjunto con Marvel Studios, hasta llegar a largometrajes que en poco o nada tienen que envidiar a los presupuestos de cualquier producción hollywoodiense como Beasts of No Nation, War Machine o esta Okja que nos ocupa y que desde hace poco está disponible en la plataforma. Producida por Brad Pitt, Tilda Swinton, que también ejerce como actriz, y su propio director y co guionista Okja está realizada por el cineasta surcoreano Bong Joon-ho, autor de algunos de los mejores largometrajes salidos del país oriental como el atípico thriller policíaco Memories of Murder, la no menos original “monster movie” The Host y el que es su primer coqueteo con la cinematografía occidental, Snowpiercer, película basada en el bande dessinée francés Le Transperceneige creado por el guionista Jacques Lob y el dibujante Jean-Marc Rochette. Con la ayuda al guión del novelista británico Jon Ronson (Los Hombres Que Miraban Fíjamente a las Cabras) y un reparto internacional en el que se mezclan caras orientales y occidentales como las de la prometedora Seo-Hyun Ahn, el veterano Hee-Bong Byun, el famoso Steven Yeong o las de Tilda Switon, Jake Gyllenhaal, Lily Collins, Paul Dano, Shirley Henderson o Giancarlo Esposito entre otros Okja debutó en el pasado festival de Cannes recibiendo unas reseñas bastante positivas en líneas generales.




Okja narra la relación de amistad entre Mija (Seo-Hyun Ahn) y la Okja que da título al film, una enorme cerda cuya atípica y descomunal especie fue descubierta en una granja de Chile y adquirida por una empresa llamada Mirando Corporation regida por la extravagante Lucy Mirando (Tilda Swinton). Una vez cumplidos diez años de su nacimiento un equipo de colaboradores de Mirando Corporation, comandados por el presentador y veterinario Doctor Johnny Wilcox (Jake Gyllenhaal) irán a Corea del Sur a por Okja para transportarla a New York y que allí participe en un concurso de “Supercerdos” para más tarde ser transportada a un matadero donde será asesinada para que tanto su carne como la de otros de su especie sea consumida por personas de todo el mundo ofreciendo millones de dólares en beneficios a la compañía regida por Lucy Mirando. Mija tratará de impedir el la ejecución de su mascota y amiga viajando a Estados Unidos y asociándose con el grupo pro derechos de los animales ALF (Animal Liberation Front) encabezado por Jay (Paul Dano) embarcándose así en una aventura llena de obstáculos, empresarios desalmados, y víctimas inocentes de alto tonelaje. Con este tablero de juego Bong Joon-hoo recrea una mezcla entre fábula tierna e idealizadora y una furibunda crítica a la industria cárnica que aboga por la crianza masificada, y en condiciones deplorables, de animales a los que sólo asociamos con nuestro consumo alimenticio sin ver más allá de unos hechos irrrefutables que nos son ocultados intencionadamente para que no tengamos que afrontar el dilema de anteponer la conciencia a nuestro paladar.




Okja comienza durante su primera media hora como si de una versión live action de una producción del mítico Studio Ghibli se tratase, con reminiscencias claras a producciones míticas como Mi Vecino Totoro o El Viaje de Chihiro, ambas salidas de la mente del maestro Hayao Miyazaki. Toda esta parte del metraje dedicada a conocer la idílica convivencia entre Mija, su abuelo y Okja hace especial hincapié en mostrar la relación afectiva entre la niña protagonista y el descomunal animal ejecutando pasajes con situaciones mundanas que sirven para perfilar ambos caracteres acentuando el tono naif y casi infantil de la vida en el bosque del trío de personajes. La llegada del Doctor Johnny Wilcox y su séquito de colaboradores rompe esta tónica de “realismo mágico” que imperaba durante el arranque de la cinta con la revelación de las poco éticas intenciones de la empresa Mirando Corporation con respecto a Okja. Durante el transporte de la criatura hace aparición ALF, el grupo animalista cuya misión es liberar a Okja para “encomendarle una misión mayor”, y desde ese mismo momento el tono que Boong Joon-ho había insuflado a su creación cambia mostrando el brutal contraste de la idílica vida en la naturaleza que Mija compartía con su mascota chocando con la descomunal urbe de rascacielos sustentados en frío hormigón como si de mastodónticas representaciones del capitalismo y el consumo se tratase habitados por depravados empresarios con falsas ínfulas ecologistas y de defensa de los derechos de los animales sólo de cara a la opinión pública.




De manera gradual y como ya hemos afirmado, el tono luminoso y cálido de los primeros pasos de la obra se va ensombreciendo cuando Okja llega a New York, pasa por el laboratorio de Mirando Corporation y la deuda con Hayao Miyazaki deja sitio a una oscuridad, estética y existencial, más propia del George Orwell de Rebelión en la Granja (o su poco conocida adaptación cinematográfica en imagen real de 1999 con el fallecido Pete Postlethwaite de protagonista) desembocando en ese edificio aterrador que es el matadero en el que tiene lugar el clímax del largometraje. El director de Mother utiliza una estética de fábula llena de candidez para que el impacto a la hora de ver los métodos utilizados por Lucy Mirando y sus secuaces, que no se alejan mucho de los de cualquier empresa dedicada a la cría y sacrificio de animales para su uso alimenticio, sea mayor y llegue con fuerza a un espectador que se pone en la piel de Mija siendo cómplice de su odisea suicida en pos de salvar a su amiga porcina. Por el camino el surcoreano se deja de medias tintas e imparcialidad y se pone del lado de los animalistas, retratándolos con ironía (ese Blond desfallecido por no querer comer ningún tipo de comida porque, según él, todas forman parte del mismo círculo vicioso de contaminación) pero siempre con cariño y justificando sus actos, calificados de terroristas, pero que no causan daños más allá de los materiales ejecutados por su torpeza como rescatadores. Mientras, los miembros de Mirando Corporation son expuestos como un grupo de extravagentes empresarios avariciosos y sin humanidad alguna, abordados en pantalla casi siempre desde un tono granguiñolesco que los hace parecer personajes secundarios escapados de una película de Terry Gilliam.




Dentro de ese reparto al que hacemos mención podemos encontrar a una pequeña fuerza de la naturaleza llamada Ahn Seo Hyun que da vida a Mija, el conector directo del espectador con el animal protagonista. La jovem actriz surcoreana sabre driblar con una profesionalidad impropia de su edad el duro handicap que supone tener que interactuar con una criatura digital que no existe, pero gracias a su buena labor y al ya conocido dominio de Bong Joon-ho con los CGI el resultados es de nota. Tilda Swinton, con doble papel, demuestra sus dotes para el histrionismo contenido y su versatilidad dando vida a dos hermanas gemelas tan antagónicas por fuera (una parece una animadora japonesa y la otra tiene facciones que nos recuerdan a Margaret Tatcher) como egoistamente idénticas por dentro ofreciendo el mejor trabajo interpretativo de la obra. También cabe mencionar la soberbia labor de Paul Dano como Jay y esos arrebatos violentos que contrastan con su dócil comportamiento, una encantadora Lily Collins como Red y un sobreactuado Jake Gyllenhaal que borda su divertido papel de desagradable y antipático presentador de televisión que no deja de ser una parodia hiperbolizada de esos “amantes de los animales” que se hacen de oro realizando reality shows localizados en un entorno salvaje que luego no resulta serlo tanto o por el que no profesan tanto cariño como proclaman. En intervenciones más pequeñas tenemos a la siempre dulce Shirley Henderson y un magnífico Giancarlo Esposito dando vida a Frank Dawson, lo que parece un primo no muy lejano del Gus Fring al que dio vida tanto en Breaking Bad como en Better Call Saul.




Diseñada para animalistas o veganos de todo pelaje, pero especialmente recomendable para los que no lo son, Okja se puede considerar una obra menor dentro de la filmografía del autor de Incoherence, pero consigue mantener el perfecto equilibrio entre magia y denuncia que su bienintencionado e idealista mensaje quiere transmitir. Con una puesta escena virtuosa en la que se deja, una vez más, patente el talento de Bong Joon-ho tanto para la realización técnica (magnífico uso de los efectos digitales y los movimientos de cámara) como la artística (sabe llevar con mano firme a un grupo de excelentes actores, aunque alguno de ellos, como previamente hemos afirmado, se pase de frenada) trasladando a imágenes un excelente guión que sabiamente no carga demasiado las tintas ni se hunde en el tremendismo demagógico o el sectarismo más pueril, regalando un precioso cuento con sus princesas, ogros y brujas malas abordando un tema de calado internacional que hoy más que nunca está al orden del día. La obra se cierra con un final agridulce, puede que incluso derrotista, con ese triste paseo a modo de huída por lo que parece el émulo de un campo de concentración nazi y esos aullidos que hielan la sangre hasta al corazón más duro, pero por suerte al final del túnel quedan pequeños haces de luz y la vida se abre paso, sí, en un paraje aislado y ajeno a la cruda verdad que tiene lugar en granjas y mataderos, pero poniendo una primera piedra para que al menos eludamos la hipocresía de calmar nuestra conciencia viendo por televisión anuncios de comida que nos venden prados, sol y animales en libertad que no hacen más que ocultar una dura verdad llena de hangares repletos de sangre y gritos desgarradores con la única misión de que a los pocos días nuestro filete de carne llegue caliente y bien presentado a nuestros suculentos platos.