sábado, 31 de diciembre de 2016

Eclipse Total, todo sobre mi madre



Título Original Dolores Claiborne (1995)
Director Taylor Hackford
Guión Tony Gilroy, basado en la novela de Stephen King
Reparto Kathy Bates, Jennifer Jason Leigh, David Strathairn, Judy Parfitt, John C. Reilly, Eric Bogosian, Christopher Plummer, Ellen Muth, Bob Gunton, Wayne Robson







Aunque la mayor parte de su obra literaria está adscrita al género de terror es por muchos sabido que el escritor norteamericano Stephen King también ha jugueteado con otros como la ciencia ficción (La Larga Marcha, El Fugitivo) la fantasía épica (Los Ojos del Dragón) o el drama. Dentro de esta última vertiente encontramos obras salidas de su mano como El Pasillo de la Muerte, El Cuerpo o Rita Hayworth y la Redención de Shawsank que fueron trasladadas a la pantalla grande con gran éxito en largometrajes como La Milla Verde, Cuenta Conmigo o Cadena Perpetua. respectivamente. Lo que no muchos saben es que una modesta novela llamada Dolores Claiborne no sólo es uno de los mejores libros del autor de Maine, sino que también dio lugar a una de las mejores traslaciones cinematográficas de una de sus obras al celuloide y que por desgracia no recibió toda la atención que mereció en la época de su estreno.




La mayor peculiaridad narrativa de Dolores Claiborne es que se trata de un monólogo espetado por su protagonista sin que nadie interactúe con ella o dé réplica a sus diálogos. Con la excusa de que la protagonista está siendo interrogada por la policía local por un el asesinato de Vera Donovan, la mujer para la que llevaba años trabajando como sirvienta King ejecuta este alarde de técnica, ritmo y desarrollo de personajes con el que homenajea a su madre y a todas aquellas mujeres que entregaron su vida para sacar adelante a sus familias ganando dinero "limpiando la mierda de otros" como bien reza Dolores en algún momento del libro. El material era de tanta calidad que poco más de dos años después de su edición las carteleras de todo el mundo fueron testigo del estreno de la adaptación cinematográfica de la obra literaria con Taylor Hackford a los mandos de la dirección, el guionista Tony Gilroy en la escritura y Kathy Bates y Jeniifer Jason Leigh comandando un reparto de muy alto nivel.




Dentro de este equipo de profesionales de sobrado talento el que tuvo un trabajo más complejo fue Tony Gilroy, guionista y director al que conocemos por la saga Bourne o excelentes trabajos como Michael Clayton. Su labor de escritura no era nada sencilla si tenemos en cuenta la dificultad que supone trasladar a imágenes un relato en el que sólo escuchamos a su protagonista y del que únicamente se pueden aprovechar algunos de los pasajes del interrogatorio al que la someten para sacar material adaptable al celuloide. De modo que Gilroy tomó una sabia decisión para no estar tan encorsetado en cuanto al desarrollo de la historia en el presente, localizar la trama justo después de ese monólogo con la llegada de la hija de Dolores, Selena (que en el libro nunca hace acto de presencia más allá de las historias que su madre cuenta sobre ella durante su niñez) y localizar la narración en la relación que las tiene a ambas como núcleo central.




Dolores Claiborne (o Eclipse Total como se tituló en España) es un excelente drama, perfectamente estructurado en el apartado narrativo, dirigido con tanto aplomo como profesionalidad y encumbrado por un reparto en estado de gracia en el que sus dos actrices principales, y sobre todo la protagonista, sustentan sobre sus hombros la mayor parte del peso del largometraje. Taylor Hackford y sus colaboradores no sólo saben construir una pieza cinematográfica del todo consistente y de una solidez intachable, sino que también consiguen capturar la atmósfera, el contexto espaciotemporal y la esencia de una novela que como previamente hemos mencionado era dificilmente adaptable al celuloide. Esos tonos azulados de la fotografía en el presente, los más cálidos en los flashbacks consiguen transportarnos a ese estado de Maine en el que Stephen King nació y convirtió por medio de su literatura en uno de los más peligrosos de Estados Unidos.




Taylor Hackford nunca me ha convencido demasiado como director con obras como la sobrevalorada Oficial y Caballero o la inane Prueba de Vida, pero sí ha firmado alguna macarrada salida de tono como Pactar con el Diablo (The Devil's Advocate) que se ganó mis simpatías realiza en Dolores Claiborne el mejor trabajo de su carrera. El norteamericano ofrece todo su oficio para dar un potente empaque visual y estético al guión de Tony Gilroy sin entregarse a estridencias innecesarias, siempre con una puesta en escena medida y elegante que en ocasiones nos recuerda a la gélida contención de Atom Egoyan (no es difícil recordar pìezas como la descorazonador El Dulce Porvenir) y con la que crea un terreno fertil para que el casting, el verdadero punto fuerte de la película, campe a sus anchas para ir dando forma a este drama de tintes trágicos con reminiscencias de thriller de suspense heredero de la tradición más puramente hitchcockiana.




El reparto de Dolores Claiborne me confirmó en mi adolescencia algunas teorías que se cumplirían años después. Que no hay un actor en Hollywood que interprete mejor a borrachos que David Strathairn, algo que hace aquí y repitió en My Blueberry Nights años después con una convicción que nos hace pensar si hay algo de autobiográfico en su deplorable y cobarde Joe St. George, que un por aquel entonces poco conocido John C. Reilly en la piel de Frank Stamshaw prometía mucho como intérprete de sólidos secundarios, que veteranos como Christopher Plummer y Judy Parfitt, enormes dando voz y físico al ferreo detective John Mackey y a la malograda Vera Donovan respectivamente, tenían muchas más tablas que otros profesionales de dilatada carrera o que Jennifer Jason Leigh no ha recibido toda la atención que merecía como la excelente artista que es viéndose capaz de marcarse un enorme tour de force con el personaje protagonista de una Kathy Bates que da vida con una pericia dificilmente evaluable a una Dolores Claiborne que a día de hoy nadie imaginaría ya sin su rostro.




El caso de la ganadora del Oscar por Misery (otra magnífica adaptación de una novela de Stephen King) es para analizarlo concienzúdamente. Kathy Bates es una actriz que podría fácilmente batirse el cobre con cualquier Meryl Streep o Susan Sarandon del oficio, pero su apariencia no entra dentro de los peculiares cánones de belleza de Hollywood y ello la ha obligado siempre a interpretar papeles muy marcados por su físico. En Dolores Claiborne ejecuta el papel que marca toda una carrera, llenando de vida al personaje homónimo al que por medio de un acento elaboradísimo, un control metódico del lenguaje gestual y una contención  para estudiar en las escuelas de arte dramático devora cada encuadre, cada plano, cada toma en la que la cámara repara en su presencia. Aunque todos los actores que le dan la réplica a lo largo del metraje hacen un trabajo de nota es la actriz de A Dos Metros Bajo Tierra (Six Feet Under) la que eclipsa (nunca mejor dicho) la pantalla, pero con la suficiente modestia para que salten chispas cuando tiene que interactuar con David Strathairn, Christopher Plummer o Jennifer Jason Leigh.




Dentro de los agradecidos 131 minutos de metraje de Dolores Claiborne Taylor Hackford con la inestimable ayuda de la soberbia dirección de fotografía de Gabriel Beristain y sus actores consigue ejecutar algunos pasajes que se quedan grabados en la retina. Desde planos elaborados en lo estético como los cristales de esa ventana destrozados por la protagonista que le devuelven un reflejo deformado de su rostro pasando por las enormemente trabajadas secuencias en cuanto al control del timing, el suspense y la fluidez narrativa como todo lo acontecido durante el eclipse total de sol entre Dolores y Joe o en los que el peso recae sobre el casting como la agresión del personaje de Kathy Bates al de David Strahairn después del golpe con el tronco, cuando esta rompe a llorar en presencia de Vera Donovan y más tarde esta última incita a su empleada a eliminar a su cónyuge o los flashbacks en los que se desentrañan los recovecos más oscuros de la familia Saint George, tomando como colofón las dos escenas en el ferry en las que una soberbia y adolescente Ellen Muth (Tan Muertos Como Yo) en el rol de la Selena adolescente comparte réplicas con los actores que dan vida a sus padres.




Injustamente olvidada dentro de las traslaciones cinematográficas de novelas salidas de la mano de Stephen King desde este blog y con la última entrada del año quiero reivindicar este magnífico trabajo con el que me vincula un especial cariño (es una de las películas favoritas de mi señora madre) y que, como previamente he apuntado, mereció más crédito del que fue receptor allá por el año 1995 de su estreno, Con una dirección a la altura, un guión que haciendo complejos malabarismos para adaptar lo inadaptable es fiel a la letra escrita por el autor de Maine y un excelente reparto encabezado por una actriz de raza que demuestra ser una fuerza de la naturaleza Dolores Claiborne hizo méritos para ser reivindicada como la soberbia pieza cinematográfica que es y que dejó una importante huella en mi adolescencia haciéndome consciente desde bien pronto de cuánto debemos a esas generaciones que sin necesidad de una preparación cultural o unos conocimientos que fueran más allá del duro trabajo se convirtieron en la sal de la tierra.



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