viernes, 28 de agosto de 2015

Extinction



Título Original Extinction (2015)
Director Miguel Ángel Vivas
Guión Alberto Marini y Miguel Ángel Vivas basado en el libro de Juan de Dios Garduño
Actores Matthew Fox, Jeffrey Donovan, Ahna O’Reilly, Quinn McColgan, Clara Lago




En año 2001 el estreno del thriller policíaco Reflejos protagonizado por Georges Corraface, Ana Fernández o Emilio Gutiérrez Caba entre otros nos dio a conocer a un joven cineasta sevillano llamado Miguel Ángel Vivas. Aunque el film no fue un gran éxito mostró por primera vez la impronta de un cineasta con un look visual y un control muy destacable del tempo narrativo para dominar la tensión de sus relatos al que no convenía perder de vista. Después de rodar dos cortometrajes como fueron El Hombre del Saco (2002) en España y I’ll See You in My Dreams (2003) en Portugal tuvo que pasar casi una década para que Vivas pudiera estrenar su segunda incursión en el campo del largometraje. Secuestrados vio la luz en el Festival de Sitges de 2010 revelándose desde ese momento como una de las mejores cintas de género que ha parido el cine español en mucho tiempo. Aquel asalto de una banda de encapuchados al adosado de una familia rodado en doce impresionantes planos secuencia, con cámara al hombro, uno reparto arrancándose las entrañas para ofrecer verismo en todo momento (¿cómo olvidar el llanto desgarrado de una pletórica Manuela Vellés acompañada de unos superlativos Fernando Cayo y Ana Wagener?) y referencias que iban desde Brian De Palma a Gaspar Noé pasando por Michael Haneke supuso un thriller brutal y sin cincesiones que recibió más reconocimiento en el extranjero (ganando el premio a la mejor película de terror en Festival de Austin de aquel año) que en España donde no tomó la relevancia que merecía una producción tan brillante. Un lustro después de aquella remarcable hazaña cinematográfica y habiendo conseguido buenas críticas y datos de audiencia con su episodio Los Tres Cerditos de la miniserie televisiva Cuéntame Un Cuento nos llegó el pasado 14 de Agosto Extinction (originalmente conocida como Welcome to Harmony) tercer largometraje de Miguel Ángel Vivas detrás de las cámaras y adaptación a su vez de la novela Y Pese a Todo… del escritor también sevillano Juan De Dios Garduño. El resultado es un meritorio thriller adscrito, de alguna manera, a la temática zombie que aunque no se revela como la mejor pieza de su director contiene los suficientes alicientes como para satisfacer a los amantes del género que no pequen de puritanos con respecto a cómo este sea abordado desde el punto de vista de la escritura.




Aunque acabamos de mencionar que Extinction se adhiere a la fiebre por la ficción relacionada con muertos vivientes o infectados como obra al igual que productos como The Walking Dead, la muy irregular adaptación la cadena AMC está haciendo del cómic de Image creado por Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlard, es un producto de ficción que se centra más en los personajes protagonistas humanos y sus dilemas morales o acciones de supervivencia que en el origen, efectos o actos producidos por la aparición de un virus que convirtió a la mayor parte de la humanidad en unos monstruos salvajes y antropófagos. El tercer largometraje de Miguel Ángel Vivas es una historia mínima, un relato centrado en sólo tres personajes que tratan de sobrevivir tras un apocalipsis zombie en la pequeña ciudad de Harmony. Con un arranque que recuerda al de la soberbia 28 Semanas Después, con la que Juan Carlos Fresnadillo y Enrique López Lavigne dieron continuación al famoso film del británico Danny Boyle, el cineasta sevillano presenta su puesta en escena y da muestras del sabio dominio que tiene del caos controlado que encontrará su clímax en la recta final de la obra. Después de este prólogo la misión de Vivas y su colaborador al guión, Alberto Marini, es introducirnos en la rutina de los personajes principales: Jack, su hija Lu y Patrick, el vecino de estos últimos y como pudimos ver en el inicio del film con un pasado en común con ellos. A ellos se sumará más tarde la desconocida chica interpretada competentemente por la madrileña Clara lago. En el proceso los personajes de los hombres adultos llegan a estar bien perfilados tanto el de Jack de Jeffrey Donovan que se muestra en toda su imperfección siendo capaz de errar con tal de mantener el bienestar de su hija y sobre todo el de Matthew Fox al que ya se ocupa el actor de Perdidos de ofrecer un competente trabajo a la hora de exponer en pantalla su personalidad torturada y autodestructiva con pasaje oscuro en su vida que se irá desvelando poco a poco por medio de flashbacks. En cambio el rol de Lu cae más en lugares comunes y caminos transitados dentro del género, pero el buen hacer de la jovencita Quinn McColgan hacen que su personaje a pesar de estereotipado se muestre veraz de cara al público.




Aunque la primera mitad de la historia se centra en mostrar el día a día de los personajes protagonistas y en como poco a poco los roles de Jack y Lu van interactuando gradualmente con el de Patrick para que así podamos descubrir qué hecho trágico puso fin a la amistad de los dos hombres Miguel Ángel Vivas se ocupa por medio del tono y el timing que nunca se nos olvide que algo acecha al trío protagonista y será la niña en la magnífica escena de la nevada a medianoche con la pequeña mirando por la ventana la que descubra que los infectados que hace nueve años surgieron para erradicar a la humanidad y posteriormente morir por culpa del clima helado de la zona siguen activos, evolucionados y más peligrosos que nunca. En ese sentido el humilde presupuesto de Extinction parece entrar en escena cuando queda patente a lo largo del metraje que la aparición de dichas criaturas (magníficamente diseñadas por medio de unos efectos de maquillaje muy bien realizados) se dosifica de manera intencionada posiblemente debido a que la producción no poseía los medios suficientes para poblar en todo momento la pantalla de dichas monstruosidades, algo que sí sucede felizmente en el clímax final de la película. De esta manera, con apariciones puntuales de los zombies que aún no estando siempre en el núcleo central del devenir de la trama tornan en seres de presencia ubicua por culpa de su creciente amenaza letal para los protagonistas, Vivas puede hacer uso de su demostrado talento para tensar la intriga como un cable de acero, evidentemente sin llegar a los niveles de malestar que producía su labor en Secuestrados, pero lo suficiente para que nos preocupemos mínimamente por unos personajes que en casi todo momento se ganan nuestra empatía. La atmósfera amenazante, planos de una extraña belleza casi pictórica (ese matrimonio en el salón con las salpicaduras de sangre detrás de sus cabezas) y una delectación meritoria por retratar esos parajes helados de la ciudad de Harmony dan buena muestra de que Miguel Ángel Vivas conoce perfectamente su oficio y es capaz de sacar material competente de una producción independiente dentro del tipo de género al que se adscribe su última obra.




Pero si la antigua Welcome to Harmony sirve para algo es sobre todo para confirmar a Miguel Ángel Vivas como uno de los mejores narradores de ficción del panorama cinematográfico español y un profesional con muchas posibilidades de realizar una interesante carrera en Hollywood si no se deja devorar por los engranajes de una maquinaria del cine comercial estadounidense que no suele dejar títere con cabeza, y si no que se lo digan a Josh Trank. Ya que si hay algún apartado en el que la cinta que nos ocupa destaca es en su realización técnica en la que volvemos a ver fogonazos de poderosa resolución visual y estilística. No son pocos los momentos en los que en Extinction se nota la impronta de un cineasta con aptitudes más que demostradas para el cine de género. Una tensa calma en los pasajes en los que el in crescendo de incomodidad debe ir solidificándose de cara al desarrollo de la historia y un dinamismo cortante y directo en los pasajes más activos o de acción se alternan a lo largo del metraje para equilibrar una historia que quiere ser a la vez íntima y expeditiva, no consiguiéndolo en todo momento, pero sí en la mayor parte de la narración. Pasajes como el ataque al personaje de Patrick cuando huye con la moto de nieve, el del almacén de alimentos con posterior escapada a toda velocidad, el plano con grúa del clímax final en el que el personaje de Matthew Fox va eliminando en los exteriores de la casa a a los infectados mientras el tono rojizo de la luz de las bengalas marca la textura de las imágenes que acontecen en pantalla (pasaje magnífico que sólo se resiente por los no del todo conseguidos efectos digitales para dar vida a las criaturas) y sobre todo ese plano secuencia “mutante” que después de convertirse en un cenital pasa a travelling para recorrer todas las habitaciones de la casa en la están teniendo lugar el asedio de los monstruos dan buena muestra de que hay un verdadero director detrás de un proyecto como Extinction y que casi con toda seguridad su talento y buen hacer estén por encima del mismo proyecto cinematográfico en el que está implicado.




Seamos francos, Extinction no inventa nada, no es una película que será recordada en un futuro próximo como estandarte del revival de celuloide protagonizado por zombies que lleva algo más de una década invadiendo nuestras carteleras y parrillas televisivas, hasta puede no dejar del todo satisfecho a aquel que vaya a verla en pantalla grande con la intención de encontrarse una nueva cinta de batallas campales entre seres humanos y muertos vivientes llena de gore y mala baba cuando es un trabajo que apela más a ser una obra de personajes. Pero es una pieza meritoria, que destila mucho oficio y que nos retrotrae tanto a Stephen King (fácil pensar en Apocalipsis o su adaptación televisiva a manos de Mick Garris) como a John Carpenter (los paisajes nevados al estilo de La Cosa o el personaje de Patrick haciendo labores de locutor de radio como Adrienne Barbeau en La Niebla) dejando patente que su autor principal no es un mercenario oportunista sino un profesional con verdadero talento a la espera de un nuevo proyecto que esté a su altura. Aunque ha sido recibida de manera bastante desigual por la prensa especializada, en la taquilla de España al menos está funcionando muy bien y no teniéndolo nada fácil sabiendo que debe vérselas en las carteleras con elegantes espías de la guerra fría (Operación U.N.C.L.E) versiones de la tercera edad del más famoso detective de todos los tiempos (Mr Holmes) o visiones polémicas y parece ser que considerablemente fallidas de familias de superhéroes (Los 4 Fantásticos) que por muy fallida que sea ha conseguido el primer puesto de recaudación en tierras ibéricas. Sin hacer mucho ruído, con algunos problemas con su distribuición y promoción, pero ofreciendo 110 minutos de sano entretenimiento sin excesivas pretensiones Extinction supone otra inyección de vitalidad a la producción cinematográfica española con aspiraciones internacionales. Un trabajo que posiblemente le abra las puertas a Miguel Ángel Vivas de esa meca del cine en la que otros cineastas patrios como Jaume Collet-Serra (productor también de la cinta que nos ocupa), Paco Cabezas o Juan Carlos Fresnadillo han forjado sus carreras (La Casa de Cera, Sin Identidad, Non-Stop, Una Noche Para Sobrevivir), probado suerte con proyectos propios de allí (Tokarev o la próxima Mr Right) o implicado en la preproducción de otros que no tienen pinta de llegar nunca a buen puerto (El Cuervo, Los Inmortales) respectivamente.




jueves, 20 de agosto de 2015

Electric Boogaloo: La Loca Historia de Cannon Films, la extraña pareja



Título Original Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films (2014)
Dirección Mark Hartley
Guión Mark Hartley
Actores Molly Ringwald, Tobe Hooper, Dolph Lundgren, Richard Chamberlain, Elliot Gould, Just Jaeckin, Franco Nero, Bo Derek, Franco Zeffirelli




A finales de la década de los 70 dos primos israelíes criados en Tel Aviv que durante su adolescencia se pasaban la vida de cine en cine y que más tarde decidieron convertirse en los productores de películas de su país más taquilleros con producciones como Polo de Limón (antecedente judío de lo que más tarde sería en USA la saga Porky’s) decidieron viajar a Estados Unidos para probar suerte en el mundo del cine yanqui. Menahem Golan y Yoran Globus llegaron a Norteamérica para hacer lo que mas les gustaba, rodar largometrajes. Una vez instalados allí decidieron comprar una productora de cine exploit llamada Cannon Group cuya filmografía navegaba, en líneas generales, entre sangrientos slashers y muestras de softcore con abundantes escenas de sexo y desnudos femeninos. De manera harto inteligente y aunque deseaban poder dar forma lo antes posibe a films con sello propio dedicieron seguir con la tónica habitual de la casa hasta ese momento con piezas como Schizoid, protagonizada por Klaus Kinski, o The Happy Hooker Goes to Hollywood, secuela de otra conocida cinta de la compañía llamada The Happy Hooker. Pero poco tardarían estos dos primos judíos en convertir su nueva criatura en la Cannon Films que todos conocemos desde los 80 y cuyas cuestionables producciones están siendo reivindicadas en la actualidad. Films de acción neoconservadora propia de los años 80 de la era Reagan protagonizados por Charles Bronson o Chuck Norris, productos de artes marciales con nuevas estrellas como Michael Dudikoff, ejemplos de celuloide de aventuras de intenciones supuestamente clásicas como El Desafío de Hércules o Las Minas del Rey Salomón y hasta trabajos de ciencia ficción de presupuestos considerables para una productora que labraba su futuro a espaldas de la meca del cine. Menahem Golan y Yoram Globus tocaron el cielo durante casi dos décadas para después caer en desgracia por culpa de las deudas contraidas por su frenético ritmo de producción.




Todo este proceso de comienzo humilde, rápido auge y caída en picado ha sido condensado y narrado con una pericia tronchante por el guionista y director australiano Mark Hartley (especializado en obras de no ficción centradas en el cine de Serie B como Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation! o Machete Maidens Unleashed!) en el documental Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films editado en el mercado doméstico español el pasado 22 de Julio y que hace un repaso por toda la trayectoria de la inefable productora inciendiendo en sus grandezas y miserias. Poco después de poner sus manos en la Cannon Yoram Globus, que se ocupaba de la financiación y negociación de sus proyectos, y Menahem Golan, responsable del apartado “artístico” de los mismos dirigiendo personalmente algunos de los éxitos más sonados (Delta Force) y fracasos más estrepitosos (Yo, el Halcón) de la factoría, dieron forma a una copiosa producción de largometrajes de género de muy bajo coste que rendían lo suficientemente en taquilla como para poder seguir adelante con nuevos proyectos adscritos a dicha empresa. Desde bien pronto los primos israelíes pusieron las cartas sobre la mesa produciendo films de acción de corte filofascista como las varias secuelas de El Justiciero de la Noche (Death Wish) protagonizada por Charles Bronson y la mayoría de ellas rodadas a manos del director del film primigenio, el británico Michael Winner (al que se deja en el documental como a un enfermizo xenófobo amante de la violencia) los films de artes marciales cuya punta de lanza supuso Enter the Ninja, protagonizada por un Franco Nero que ninguna idea tenia de artes marciales, cine de corte adolescente con omnipresente sexo (aquella El Último Americano Virgen que era un remake de la ya mencionada Polo de Limón) películas de época con ciertas aspiraciones artísticas más ambiciosas como El Amante de Lady Chatterlay (adaptación de la novela de D. H, Lawrence dirigida por Just Jaeckin y protagonizada por Sylvia Cristel, artífices ambos de la plumbea y muy esnob Emmanuelle) y hasta coqueteos con el musical como se puede ver en La Manzana, dirigida por el mismo Menahem Golan que se dio un enorme batacazo con tan hortera propuesta que queriendo llegar a ser mejor que Tommy de Ken Russell y The Who no se llegó ni a mitad de camino.




Poco tardaron en ganarse Menahem Golan y Yoram Globus fama en Hollywood de productores de celuloide mediocre, cutre, paupérrimo en un plano creativo, cuestionable en lo moral, de ser unos mercachifles de mal gusto y más que cuestionable gusto cinematográfico. Pero sin lugar a dudas ganaban mucho dinero con sus proyectos, cada vez más, eran unos expertos a la hora de vender su mercancía internacionalmente y eso a la meca del cine no le gustaba que sucediera a sus totalitarias espaldas. Los dos primos nacidos en Tel Aviv sabían lo que el público americano quería y no hacían otra cosa que dárselo al menor coste posible y recaudando el máximo en taquilla. Cundo comenzaron a a ofrecer a Chuk Norris films bélicos convirtiéndolo en uno de los pioneros de los action heroes de la Era Reagan con piezas como Desaparecido en Combate (descacharrante la anécdota que asegura que al rodarse las dos entregas seguidas y ver los productores que la 2 era la buena cambiaron el título de ambas y estrenaron antes la segunda que la primera) a resucitar la carrera de un decadente Charles Bronson a base de matar a sus familiares y allegados para que él “limipiara las calles de indeseables” y a descubrir a nuevos talentos ya fuera dentro del cine de artes marciales como el Michael Dudikoff que protagonizó la saga El Gran Guerrero Americano (American Ninja) o en el de época como aquella preciosa Brooke Shields que protagonizó otro batacazo de la casa como Aventuras en el Sáhara no fueron pocos los actores con cierto renombre que decidieron ponerse a sus servicios. Ahí tenemos el caso de Bo Derek a la que financiaron (a ella y a su marido, el director John Derek) la inenarrable Bolero (enorme como las mismas actrices del film, entre ellas Olivia d’Abo, se ríen de lo ridícula que era aquella cinta de toreros castrados y con nuestra impagable Ana García Obregón de actriz secundaria) o viejas glorias como Christopher Lee, Peter Cushing, Vincent Price y John Barrynore que con la intención de reverdecer aterradores laureles compartieron pantalla en La Casa de las Sombras del Pasado (House of the Long Shadows) aquel producto que de entrañable producía más risa que miedo. Por aquel entonces la fama y los réditos de la Cannon Films comenzaron a crecer y con ellos sus aspiraciones y megalomanía.




En la segunda mitad de los años 80 llegó el declive. Cuando la productora estaba en lo más alto, con sedes en distintos países (Golan y Globus vendiendo sus productos en el festival de Cannes y dando la nota con una imagen que les hacía parecer secundarios del reparto de Los Soprano) del globo comenzó la debacle. Por aquel entonces la Cannon decidió contratar a Tobe Hooper para unos cuantos proyectos a cual mas fallido. La hoy por desgracia envejecida Fuerza Vital (Lifeforce) supuso el film de mayor presupuesto de la productora, su mezcla de astronautas, vampiros intergalácticos y cine de catástrofes no cuajó y eso que el tanto el equipo técnico como el artístico estaban a la altura. Luego llegó el remake de Invasores de Marte que dio pie a la mejor anédota con Globus y Golan de todo el documental cuando estos durante el screening test de Quatermain en la Ciudad Perdida del Oro (secuela de Las Islas del Rey Salomón con Richard Chamberlain y Sharon Stone) confundieron este film con el de Hooper para la indingación de la pareja de primos. Finalmente y tras dos fracasos le propusieron realizar una tardía secuela de su exitosa La Matanza de Texas con Dennis Hooper en el papel de cazador a la busca y captura de la familia antropófaga que tiene en el desquiciado Leatherface a su miembro más célebre. El inenarrable despropósito en el que el realizador de Salem’s Lot o Poltergeist inyectó un supuesto humor negro que sólo pareció entender él hizo entrar en cólera a Golam y Globus que vieron cómo desde ese mismo momento sus carreras irían cuesta a abajo y sin frenos. Por mucho que Golam produjera films de calidad como la versión de la ópera Othello, inspirada en la obra de William Shakespeare, a manos del italiano Franco Zeffirelli (posiblemente el único participante en el documental que no tiene una sola queja de los primos de Tel Aviv), la biografía sobre el escritor Charles Bukowski que el iraní Barbret Schoreder rodó con Mickey Rourke y Faye Dunaway en Barfly o algunos de los últimos trabajos de pesos pesados como John Cassavetes o Jean Luc Godard (finalmente se descubrió que Golan tenía un muy buen gusto para las artes, pero ya era un poco tarde) su afán por intentar recuperar pérdidas abultando cada vez más el presupuesto de films que al final no rendían en taquilla como Masters del Universo o recibiendo de rebote sagas en decadencia a las que terminaban de rematar a pesar de su potencial comercialidad de cara a la taquilla como sucedió con la indescriptible Superman IV: En Busca de la Paz la Cannon poco a poco fue muriendo y aunque todavía experimentó algunos repuntes como los de Contacto Sangriento (Bloodsport) o Kickboxer protagonizadas por el belga Jean Claude Van Damme, la nueva estrella de la factoría, la criatura estaba muerta en vida y dio su estertor final a principios de los 90 dando pie a que ambos primos se separaran de manera poco amistosa.




Aunque Electric Boogaloo: La Loca Historia de Cannon Films es un dechado de humor, sorna, autocrítica y anécdotas que de puro rocambolescas en ocasiones son difíciles de creer tiene un fallo bastante notable y es que como documental destila en casi todo momento excesiva inquina y bilis hacia sus dos protagonistas principales. Menahem Golan y Yoram Globus se negaron a participar en el film de Mark Hartley (aunque hay en el metraje de la obra incontable material de archivo en el que dan lo mejor de sí mismos) porque ellos estaban inmersos en su propio proyecto autobiográfico titulado The Go Go Boys (que como bien reza la cinta que nos ocupa en su final se estrenó tres meses antes, los dos primos siendo ellos mismos hasta el final) y no sabemos si por este motivo u otro prácticamente todos los “bustos parlantes” que son entrevistados tienen demasiadas palabras de desprecio, no sabemos si con motivo o sin él, para ellos tildándolos de fabricantes de basura de gustos toscos y formas rudas para comercializar su mercancia. Pero es un hecho contrastado que también dieron trabajo a muchísimos profesionales del medio durante años, descubrieron y relanzaron la carrera de muchos actores y sobre todo ofrecieron fruición en forma de cine (mediocre y hasta reprobable en ciertos aspectos ideológicos, sí pero cine después de todo) de modo que poco se les podía reprochar como creadores de productos de entretenimento efectivos. Golan (que falleció hace poco menos de un año) y Globus fueron dos tipos muy avispados, hombres de su tiempo que supieron ver qué demandaba la taquilla y dárselo en cantidades industriales (ahí está el éxito de Break Dance: The Movie, que puso de moda el famoso estilo de baile y cuya estrambótica secuela Break Dance 2: Electric Boogaloo da nombre al documental que estamos comentando) ser pioneros en variantes de subgéneros americanos de baja estofa pero copiosos resultados recaudatorios como el de los “ciudadanos honrados que se toman la justicia por su propia mano”, el de artes marciales con todas sus variantes posibles, las comedias adolescentes picantonas y hasta un cine de aventuras con cutre aroma a Serie B más autoimpuesto que elegido de manera voluntaria, unos tipos tan estrafalarios como entrañables capaces de hacer la premiere de Invasión USA con Chuck Norris como protagonista en el parking de un edificio. Con todo al final del metraje prácticamente todos los entrevistados admiten lo importantes que fueron Golan y Globus para que el cine que se hace a espaldas de Hollywood se abriera camino y para que gente como los hermanos Harvey Weinstein y Bob Weinstein los tomaran como ejemplo para saber qué hacer o no para llegar a lo más alto. Por suerte a día de hoy nuestra nostalgía hacia estos subproductos se ve colmada cuando vemos que de vez en cuando en la cartelera la productora Nu Images de Avi Lerner se revela como la heredera natural de la Cannon Films con trabajos como las sagas Ninja The Expendables o films como John Rambo, u Objetivo: La Casa Blanca confirmándonos, para bien o para mal, que aquellos primos que amaban las películas más que al sentido común siempre tendrán su pequeña parcela dentro de la historia del cine reciente.


sábado, 8 de agosto de 2015

Espías



Título Original Spy (2015)
Director Paul Feig
Guión Paul Feig
Actores Melissa McCarthy, Jason Statham, Rose Byrne, Jude Law, Morena Baccarin, Bobby Cannavale, Allison Janney, Nia Long, 50 Cent, Peter Serafinowicz, Will Yun Lee, Zach Woods, Alicia Vela-Bailey, Jessica Chaffin, Miranda Hart, Carlos Ponce





Desde hace unos años el tándem formado por la actriz Melissa McCarthy y el productor, guionista y director Paul Feig está ofreciendo una buena remesa de comedias exitosas que poco a poco van revitalizando el género en Estados Unidos. Proyectos como La Boda de Mi Mejor Amiga (Bride Maids) o Cuerpos Especiales (The Heat) muestran a dos profesionales en perfecta sintonía en lo que a explotar las dotes como narrador del autor de Freaks & Geeks o The Office y en ir perfeccionando la ya de por sí potente vis cómica de la intérprete de cintas como St. Vincent o Tammy. El último producto ofrecido por esta pareja de profesionales es Espías (Spy en su título original) una pieza que ha pasado por España sin hacer mucho ruido (no así en su Estados Unidos natal) y que contra todo pronóstico se encumbra como la comedia más desternillante y divertida de lo que llevamos de 2015.




Espías es, como su propio título ayuda a dilucidar, una parodia del cine de espionaje. Pero tanto del más elegante y clásico al estilo James Bond como el más fibrado y crudo de Jason Bourne, de ahí que tengamos dos personajes que dan vida a ambas vertientes cinematográficas, uno interpretado por Jude Law y otro por Jason Statham. Pero lo más curioso es que el punto de partida de la última cinta de Paul Feig vendría a ser algo parecido a que el insoportable personaje de Penélope Garcia de la entretenida pero sensacionalista serie Mentes Criminales se introdujera en una trama deudora de aquella pequeña joya a recuperar de James Cameron llamada Mentiras Arriesgadas (True Lies) protagonizada por Arnold Schwazzennegger y Jamie Lee Curtis, ya que le historia se centra en cómo una analista de la CIA acostumbrada a sentarse en su escritorio para ayudar a los agentes de campo acaba convirtiéndose en uno de estos para llevar a cabo una complicada misión relacionado con el tráfico de armamento a nivel internacional.




El resultado es un guión bien hilado y consistente en su narración apoyado por un trabajo magnífico de Paul Feig tanto en el plano técnico como en la dirección de actores, un reparto tocado por el don de la comicidad con una Melissa McCarthy impagable encabezándolo y una sesión continua de acertadísimos gags con los que el creador de la serie Other Space acribilla a un espectador que en ocasiones no tiene tiempo para dejar reír entre gag y gag. Lo más divertido es que el personaje de Susan tiene las aptitudes adecuadas para ser la espía perfecta (como analista es una experta en dichas lides y sin ella los agentes a los que dan vida Law y Statham serían en el primer caso mucho menos eficaz y en el segundo un rotundo inepto) pero su presencia, apariencia física (rechoncha, grosera y simpaticona) es totalmente antagónica a la de las típicas femme fatales que pueblan el tipo de films que Spy parodia.




Esta actitud algo barriobajera y malencarada, su apariencia de ama de casa protototípica o solterona amante de los gatos y el hecho de que por dentro sea una experta en espionaje internacional y conspiraciones gubernamentales le sirven a Paul Feig para tejer una divertida trama en la que Melissa McCarthy toca todos los palos dentro del celuloide de agentes secretos. Entre ellos la vemos hacer uso de gadgets propios del 007 más clásico y protagonizar escenas físicas propias del interpretado por el que interpreta Daniel Craig en la actualidad o de los Matt  amon y Jeremy Renner de las cuatro entregas del desmemoriado Jason Bourne, Aunque evidentemente y como es lógico todos estos pasajes están abordados con un tono de parodia con mucha mala baba y referencialidad que en la mayoría de ocasiones desembocan en continuas carcajadas que no dan un minuto de tregua a la platea cuando las mismas están en su punto culminante.




Sobra decir que Melissa McCarthy está pletórica en su papel y que el mismo la confirma como una de las mejores actrices de comedia de su generación, pero también hacen un muy buen trabajo el elegante y superficial Bradley Fine de Jude Law por el que bebe los vientos la protagonista, el machista, grosero y torpe Rick Ford de Jason Statham que se lleva también alguno de los pasajes más divertidos de la cinta o una Rose Byrne como Rayna Boyanov a la que no estamos acostumbrados a ver en este tipo de papel y que borda su estrambótico trabajo destilando no poca química con el de McCarthy. En roles más secundarios tenemos a una entrañable Miranda Hart como Nancy, la mejor amiga de Susan, un, últimamente omnipresente, Bobby Cannavale dando vida al mafioso Sergio De Luca, el principal villano de la velada, o un mastodóntico Peter Serafinowicz como el pervertido Aldo.




Sería difícil enumerar todos los gags, momentos, secuencias que al que suscribe (y ojo, a muchos de los que en ese momento se encontraban en la sala de cine)  le hicieron llorar de risa. Aunque tengo el deber de destacar el concierto de música electrónica, todo el pasaje del veneno en la copa del personaje de Rayna, la persecución en moto, el acoso y derribo por parte de Aldo a Susan, lo que acontece en el jet privado del ya mencionado personaje de Rose Byrne o el clímax final. Espías confirma que Paul Feig está en un momento dulce, que Melissa McCarthy es su musa y que Judd Apatow me parece más sobrevalorado todavía después de ver esta comedia de su amigo y compañero que espero no sea el punto álgido de este dúo que con un poco de suerte y manteniendo el nivel que llevan en producciones como la que nos ocupa nos depararán en el futuro buenos momentos de humor con los que evadirnos durante un par de horas de que nuestra realidad es la que no tiene ninguna gracia.


lunes, 3 de agosto de 2015

Jurassic World



Título Original Jurassic World (2015)
Director Colin Trevorrow
Guión Rick Jaffa, Amanda Silver, Derek Connolly y Colin Trevorrow, basado en personajes de Michal Crichton
Actores Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Nick Robinson, Vincent D'Onofrio, Ty Simpkins, Irrfan Khan, Jake Johnson, Omar Sy, BD Wong, Judy Greer, Lauren Lapkus, Brian Tee, Katie McGrath, Andy Buckley, Jimmy Fallon, James DuMont, Colin Trevorrow





Hace unas entradas hablábamos de Parque Jurásico, la adaptación que Steven Spielberg realizó en 1993 de la novela homónima de Michael Crichton para reformular en los años 90 el concepto de Blockbuster.Veintidos años después llega la tercera secuela (después de El Mundo Perdido y Parque Jurásico III estrenadas en 1997 y 2001 respectivamente) que sirve a la vez de nueva entrega y reinicio encubierto de la franquicia creada por el director de Amistad o Always. La cinta estrenada a finales de Mayo se ha convertido en un éxito de taquilla de dimensiones impresionantes habiendo conseguido hace unas semanas el título de tercera película más taquillera de la historia del cine que desde 2012 poseía la primera entrega de Los Vengadores de Marvel Studios escrita y dirigida por Joss Whedon. Jurassic World es una hija de su tiempo y época, un entretenido taquillazo tan efectivo como rudimentario, tan bien ejecutado como tramposo y que aún dejándose ver con agrado no merece el desproporcionado éxito que ha obtenido en las carteleras de todo el mundo.




Al igual que en el caso de Parque Jurásico III, rodada por el competente Joe Johnston (Capitán América: El Primer Vengador, El Hombre Lobo), Steven Spielberg una vez más delega la responsabilidad de ponerse detrás de las cámaras en un cineasta ajeno. El elegido ha sido Colin Trevorrow, cuyo único trabajo previo en el mundo del largometraje fue la premiada comedia fantástica de corte independiente Seguridad No Garantizada protagonizada por Aubrey Plaza, Mark Duplass y Jake Johnson  De esta manera el autor de Salvar al Soldado Ryan o Atrápame Si Puedes sólo ejerce labores de productor pudiendo dedicar tiempo a otros proyectos (como esa El Puente de los Espías que verá la luz en Octubre) en los que él sea el principal responsable en la realización y asegurándose así ser uno de los principales beneficiarios de la recaudación de esta última entrega de los dinosaurios noventeros nacidos de su propia impronta.




Jurassic World ha sido realizada con escuadra y cartabón para ser más un producto de consumo rápido que apele por medio de golpes bajos a la memoria del espectador que un verdadero largometraje cinematográfico de genuina calidad. Desde el arranque en el que estructuralmente podemos afirmar que la trama es casi un calco de la de la primera cinta pero magníficada hasta lo exagerado para adaptarse a estos tiempos de inmediatez visual y grandilocuencia formal la cinta de Coln Trevorrow sustenta su historia en cientos de referencias estéticas y narrativas a la obra primigenia de 1993 para que los fanáticos de la franquicia nos sintamos falsariamente en casa. Spielberg no es ningún tonto y tiene la lección aprendida de modo que se ha preocupado más porque el proyecto encaje perfectamente en la saga de films que en dar una verdadera consistencia narrativa al guión que sustenta su criatura.




De modo que no serán pocos los pasajes desde esa mastodóntica puerta para entrar a la isla, la presencia de los Velociraptors o el T-Rex, las menciones a Jonnah Hammond (con cariñoso homenaje al actor que lo interpretó, el también director británico Richard Atthenborough) o los dos niños siendo atacados en la Girosfera que remite directamente al pasaje del film 1993 en el que los nietos del ya mencionado creador del Parque Jurásico eran asediados en la furgoneta en los que utilizando en más de una ocasión la banda sonora que compuso John Willams para la cinta primigenia se recurra a la nostalgia y el cariño condescendiente para que la platea reciba con gusto un producto que no deja de ser un corta y pega de las tres entregas anteriores de la colección de cintas protagonizadas por los dinosaurios nacidos de la pluma de Michal Crichton con todos los clichés, lugares comunes y resoluciones formales manoseadas hasta la extenuación, pero muy bien compactados para que los digiramos con agrado y fruición.




Pero no todo es autocomplacencia en Jurassic World, también hay detrás de las cámaras un artesano que realiza adecuadamente su trabajo controlando con pericia el enorme proyecto que han puesto en sus manos mostrándose resuelto a la hora de rodar escenas de acción, aprovechar el diseño de producción que le han proporcionado, aprovechar unos efectos digitales de última generación (aquí los animatrónicos casi brillan por su ausencia) para dar vida a unos dinosaurios que como manda la tradición dentro de la franquicia deben ser cada vez más enormes y hasta regalar algún momento con encanto como el prólogo, el entrañabe engaño de la pata de pájaro que viene inmediatemente después de este, las escenas de adiestramiento de los raptors por parte del protagonista o ese clímax final alocado con aparición estelar del T-Rex y la sorpresa definitiva que deja una sonrisa en la cara del espectador justo antes de que salgan los títulos de crédito en pantalla.




Por otro lado tenemos un reparto competente comandado por un inspiradp Chris Pratt carismático, canalla y simpático que mezclando a Indiana Jones, Han Solo y su propio Star Lord para Guardianes de la Galaxia de Marvel Studios ofrece un personaje que difícilmente puede caer mal y una Bryce Dallas Howard que pone mucha dignidad y tesón a un rol estereotipado hasta lo insultante que es mejor no abordar en un plano psicológico si no queremos enfadarnos más de lo debido con la escritura del film. Entre los secundarios tenemos a un destacable Vincent D'Onofrio (La Chaqueta Metálica, Daredevil) en la piel del militar maquiavélico de turno, un divertido Irrfan Khan (La Vida de Pi, El Asombroso Spiderman) como el dueño de la isla y dos críos repelentes (Ty Simpkins y Nick Robins) sólo superados en impertinencia por el cameo metido con calzador de un insoportable Jimmy Fallon que no hay por donde cogerlo.




Dejando de lado polémicas obvias sobre si Chris Pratt será el nuevo Indiana Jones tomando el relevo de Harrison Ford o lo de las carreras de fondo que el personaje de Bryce Dallas Howard con esos imposibles zapatos de tacón que la hacen correr más que un T-Rex nos quedamos con la idea de que Jurassic World no engaña a nadie porque da lo que estos tiempos de vacuidad cinematográfica exigen al cine comercial. Podemos destacar su apartado visual, actores bien elegidos, aroma en ocasiones a Serie B (hay veces que la cinta parece una hija bastarda de las distintas versiones en celuloide La Isla del Doctor Moreau, pero con dinosaurios) y sana intención de entretener sin pretensiones desproporcionadas o innecesarias. Pero, como previamente hemos afirmado, es un hecho que con la última entrega de esta exitosa franquicia (Jurassic World 2 llegará a nuestras pantallas en 2018) nos encontramos con un sencillo y rudimentario blockbuster que ofrece poco más de dos horas de entretenimiento nostálgico autocomplaciente que no merece el descomunal éxito de taquilla que está teniendo.