viernes, 22 de junio de 2012

La Chispa de la Vida, barras y estrellas


Título Original La Chispa de la Vida (2012)
Director Álex de la Iglesia
Guión Randy Feldman
Actores José Mota, Salma Hayek, Blanca Portillo, Juan Luis Galiardo, Fernando Tejero, Antonio Garrido, Manuel Tallafé, Santiago Segura, Carolina Bang, Juanjo Puigcorbé, Antonio de la Torre, Joaquín Climent, José Manuel Cervino, Eduardo Casanova, Nerea Camacho, Nacho Vigalondo



Tras la anarquía en fondo y forma que transmitía esa patada en la boca del estómago de España llamada Balada Triste de Trompeta, obra que recuperaba a un Álex de la Iglesia siendo él mismo al 100%, la llegada de su siguiente largometraje, La Chispa de la Vida, ha supuesto una considerable decepción para el que suscribe. Me considero fan de la mirada sardónica y esperpéntica del director de Acción Mutante, pero no admitir que su último trabajo transmite sensaciones como desgana o academicismo mal entendido sería una mentira por mi parte.




Los años dorados en la carrera de Roberto (José Mota) en los que llegó a lo más alto en el mundo de la publicidad gracias a inventar el eslogan "La Chispa de la Vida" para la marca Coca - Cola hace tiempo que pasaron. Hoy es un parado buscando trabajo que tras una entrevista decide en un arrebato de nostalgia ir a visitar el hotel en el que pasó la luna de miel con su mujer Luisa (Salma Hayek) pero el edificio fue demolido cuando se descubrieron unas importantes ruinas bajo su construcción y actualmente un museo ocupa su lugar. Allí Roberto sufrirá un accidente que le dejará inmovilizado por culpa de que su cráneo quedará incrustado en una barra de acero. Poco a poco los medios de comunicación se harán eco de su situación y lo convertirán en una especie de fenómeno televisivo.




Partiendo de un guión escrito por Randy Feldman, autor de Tango y Cash o El Negociador (Metro), algo poco habitual en De la Iglesia y que anteriormente sólo tuvo lugar en Perdita Durango, contando con un libreto de David Trueba que adaptaba la novela original de Barry Gifford, el director de Muertos de Risa traslada, en cierta manera, a su estilo la historia planteada en el proyecto. Pero fallando en demasiados apartados como para que el resultado se salde con éxito. La Chispa de la Vida se muestra finalmente como un largometraje desangelado y que parece hecho por puro compromiso, lo más triste es que es posible que así sea.




Lo que llama más la atención de La Chispa de la Vida no es que nos encontremos en un caso como el de Los Crímenes de Oxford, que suponía un thriller en el que no se veía por ningún lado la mano de su director ya que su sello o señas de identidad como cineasta quedaban alarmantemente diluidas. La última cinta de Álex de la Iglesia sí parece uno de sus films, pero su mayor fallo radica en que lo parece sólo a medio gas, como si en vez del mismo bilbaíno el film lo hubiera dirigido un admirador de su estilo cinematográfico o un becario bien pagado que adolece de su mordiente.




Otro bache es que el mensaje de denuncia que el film quiere transmitir llega al espectador de mala manera, con un maniqueismo molesto y poco elaborado. Las críticas a los políticos, los medios de comunicación y a los avariciosos productores televisivos que son capaces de pagar millones por una muerte en directo remiten tanto a El Gran Carnaval (Ace in the Hole) de Billy Wilder, cinta que es el principal referente de la obra que nos ocupa, o Network de Sidney Lumet, pero el guión las perfila de manera pueril, con un tono de subrayado innecesario y con menos sutilidad de la habitual en el director, que con su anterior obra si supo utilizar el simbolismo para hablarnos de cómo los mismos españoles llegaban a querer poseer su propio país con tanta obsesión que finalmente el trágico desenlace en la historia era inevitable.




Lo mejor de la cinta son los actores, tanto los dos principales que resuelven con mucha profesionalidad un ajustado José Mota y una magnífica Salma Hayek hasta secundarios como Juan Luis Galiardo, Blanca Portillo, Manuel Tallafé, Antonio de la Torre, Fernando Tejero, Antonio Garrido o Juanjo Puigcorbé. Todos muy bien dirigidos por De la Iglesia y salvando en conjunto de la quema el apartado artístico del film a pesar de que la mayoría de ellos no dejan de interpretar a estereotipos más bien planos y de poca o ninguna dimensionalidad. Como muestra los dos roles de Eduardo Casanova y Nerea Camacho como los hijos de los protagonistas que son clichés andantes.




Esta vez De la Iglesia no ha conseguido salvar el barco y su última cinta falla por notarse demasiado que era de un producto de encargo en el que no había depositado las ganas que si se notaban en la mayoría de sus obras previas. Su crítica hacia la mediatización mercenaria de la desgracia de un pobre hombre, que no deja de ser una víctima de la crisis económica actual, carece de su mala baba habitual (ese final con Salma Hayek y Juanjo Puigcorbé es muy poco del estilo del cineasta, ya que su mirada suele ser mucho más cínica que lo que se ve en pantalla). Esa visión descreída y bruta que se mueve con facilidad entre lo granguiñolesco y lo cafre y que dio identidad a productos como El Día de la Bestia o La Comunidad, aquí, por desgracia, brilla por su ausenciaCon La Chispa de la Vida lo que nos queda es una cinta para pasar el rato cuyo mayor mérito es no aburrir al espectador aún teniendo a su protagonista inmovlizado el 80% del metraje. Por lo demás, hasta la próxima que esperemos sea mejor, amigo Álex.



jueves, 21 de junio de 2012

Men in Black 3



Título Original Men in Black 3 (2012)
Director Barry Sonnenfeld
Guión Etan Cohen basado en el cómic de Lowell Cunningham
Actores Will Smith, Tommy Lee Jones, Josh Brolin, Alice Eve, Michael Stuhlbarg, Emma Thompson, Bill Hader, Jemaine Clement, Rip Torn, Nicole Scherzinger



Pues después de escuchar términos como "descafeinada", "blanda" o "rutinaria" contra todo pronóstico me lo he pasado considerablemente bien con esta tercera entrega de las adaptaciones cinematográficas del cómic homónimo escrito por Lowell Cunningham e ilustrado por Sandy Carruthers. La cinta no deja de ser un blockbuster hollywoodiense pero tiene los suficientes alicientes como para no sólo hacer pensar al espectador que no ha perdido ni el tiempo ni el dinero al verlo sino también para deparar alguna sorpresa agradable que la hace tener una interesante coherencia interna como obra independiente y como parte de una trilogía.




Cuando el peligroso criminal intergaláctico Boris "El Animal" escapa de una prisión de alta seguridad en la Luna tras 40 años de encierro su única misión es vengarse de aquella persona que lo encerró, el agente K (Tommy Lee Jones). En la tierra la agencia central de los hombres de negro recibe la noticia de la huída. K desaparece misteriosamente y la única manera de rescatarle es mediante un viaje en el tiempo hacia los años 60 (época en la que K encarceló a Boris) en el que se implicará J (Will Smith) su inseparable compañero de fatigas en la lucha contra los extraterrestres criminales.




Divertida, bien narrada, con unos actores haciendo lo que se espera de ellos, escrita con cierto ingenio y dirigida con bastante inventiva por parte de Barry Sonnenfeld. Con esto como espectador ya me siento muy satisfecho si tenemos en cuenta que esperaba enfrentarme a otra de esas secuelas innecesarias para sacar dinero al respetable. No lo neguemos, la cinta es una obra creada por y para el taquillazo y es cine comercial 100%, pero supera a la media de sus hermanas en cartelera y deja un buen sabor de boca sobre todo en el seguidor de la simpática pero liviana franquicia.




Lo mejor de Men in Black 3 es que sus creadores supieron capear un temporal nada halagüeño con mucho estilo. Tommy Lee Jones (sí, se le ve algo desganado, pero cumple como un señor) tenía pocas intenciones de implicarse en el proyecto, pero debía participar en el film por contrato. Los productores, el guionista y el director tuvieron la idea (un MacGuffin 100%)  del viaje temporal para que el papel de K recayera en Josh Brolin, que hace una brillante parodía/homenaje del personaje del intérprete de El Cielo y la Tierra, pero nunca llegando a la exageración o lo satírico, siempre manteniendo la esencia del rol y bordándolo. No es difícil creerse que estamos viendo al veterano hombre de negro (o al profesional que lo interpreta) en su juventud al mirar al actor de Wall Street: El Dinero Nunca Duerme.




La cinta mantiene todas las constantes de una saga cinematográfica que mezcla ciencia ficción cómica con slapstick al más puro estilo cartoon y el inevitable tono de cómic. MIB3 está llena de referencias a las dos anteriores entregas y gracias a la presencia del personaje de Michael Stuhlbarg (memorable como Larry Gopnick en Un Tipo Serio y como Rene Tabard en La Invención de Hugo, inolvidable como Arnold Rothstein en Boardwalk Empire, entrañable aunque un poco cargante aquí) se da un tono de conjunto bastante convincente a la trilogía.




Este atípico y naif (casi infantil) rol que puede ver el futuro es la excusa narrativa para que las tres entregas de Men in Black tengan una interesante consistencia como un todo y muchas de las cosas que vimos en las anteriores entregas (sobre todo la primera, que sigue siendo la mejor) cobran sentido. Los homenajes no sólo son intertextuales en la película, las referencias a la serie Mad Men, a cintas como los Gremlins y sobre todo a la saga Regreso al Futuro son constantes y están bien incluídas en la trama. Se nota la mano de Steven Spielberg en la producción.




Hay varios gags que funcionan soberanemente bien, sobre todo los que implican a un Will Smith que se convierte en el rey de la función a base de frases memorables (las que dice después de neuralizar a la gente, cuando roba el coche y lo pilla la policía) y humor físico. Destacar especialmente el pasaje que implica al Crack del 29 durante la "caída temporal" de J, tronchante para el que suscribe. También hay apuntes bastante descacharrantes cuando vemos como era la maquinaria para la lucha contra los extraterrestres en la base central de los hombres de negro en los años 60 o en la fiesta de Andy Warhol. Por otro lado el personaje de una Emma Thompson que no se cansa de reírse de sí misma (gracias a dios) también tiene alguna salida para el recuerdo.




Barry Sonenfeld, ese hombre que antes de debutar en el cine convencional con la memorable La Familia Adams rodó 9 películas pornográficas en 9 días con un amigo, hace un trabajo muy profesional con todos los fuegos de artificio que ponen en sus manos. Men in Black 3 está llena de efectos digitales (el 70% de sus planos están retocados por CGI) pero los mismos no sólo no devoran la historia (que es lo suficientemente rocambolesca y alocada como para no ser deglutida por su forma) sino que están perfectamente realizados. Por poner un ejemplo, la recreación de los años 60 de Transformers 3: La Cara Oscura de la Luna es penosa en comparación con la que se ve en MIB 3, sobre todo en lo referido a la NASA y sus instalaciones. Lo que se ve en la cinta de Michael Bay no es creíble en ningún momento, en el largometraje que nos ocupa el tono es más retro y kitsch y la cosa funciona mucho mejor.




Un entretenimiento que a mí me supo a gloria. Una cinta palomitera 100% que me arrancó unas cuantas carcajadas, que me entretuvo durante casi dos horas y que me dejó con una sonrisa en la cara durante todo lo que quedó de noche. No hará historia, no es la mejor de la saga (aunque sí que la segunda, que sin ser mala era demasiado hiperbólica e indebidamente sobreproducida) y no es una gran película, pero superó mis expectativas y me ofreció cine de evasión y entretenido a la máxima potencia. Si todo el grueso de la mierda que nos vende Holllywood actualmente ofreciera (como mínimo) lo que esta modesta cinta otro gallo nos cantaría.


viernes, 15 de junio de 2012

24 Hour Party People, flight of Icarus



Título Original 24 Hour Party People (2002)
Director Michael Winterbottom
Guión Frank Cottrel Boyce
Actores Steve Coogan, Shirley Henderson, Paddy Considine, Andy Serkis, Chris Coqhill, Lennie James, Danny Cunningham, Paul Popplewell, Sean Harris, Rob Brydon, Enzo Cilenti, Simon Pegg, Kieran O'Brien, Kate Magowan, Martin Hancock, Tim Horrocks, Keith Allen, Darren Tighe, Ralf Little



En el año 2002 el prolífico y ecléctico (no se le resiste ningún género) director británico Michael Winterbottom llamó la atención en varios festivales internacionales con 24 Hour Party People, su octavo largometraje detrás de las cámaras. Se estrenó en el festival de Cannes de aquel año y gustó allí donde fue proyectado. Su éxito fue notable y muchos la tildaron (y lo siguen haciendo) como la mejor obra salida de la mano del creador de The Killer Inside Me o Código 46 y a fe mía que posiblemente y casi con toda seguridad están en lo cierto.




En el año 1976 los Sex Pistols dieron un concierto en Manchester y a él sólo asistieron poco más de cuarenta personas. El acontecimiento a pesar de todo fue histórico ya que entre los espectadores se encontraban los que posteriormente serían miembros y fundadores de bandas estandarte del post punk como Joy Division, New Order o Happy Mondays. El presentador de televisión Tony Wilson (Steve Coogan) también esutvo allí y él será nuestro guía y narrador, hablándonos de cómo fue aquella época de cambio musical y social en Manchester y de la aventura en la que se embarcó y que le llevó a co crear junto a otros socios el mítico sello musical Factory Records.




24 Hour Party People es sin lugar a dudas una genialidad en fondo y forma. Una obra riquísima y poderosamente original que paradójicamente bebe de incontables fuentes referenciales cinematográficas y musicales pero formando un compacto y lúcido todo en el que el conjunto funciona a la máxima potencia de sus posibilidades. Michael Winterbottom consigue la pieza fílmica más completa de su carrera por medio de un caos controlado digno de un cineasta de los grandes en el que hay de todo y nada es deficiente o mínimamente mediocre.




El británico mezcla comedia, falso documental, crónica social, drama, biopic e incluso videoclip para parir una pequeña joya que retrata verazmente una época muy determinada.La que fue testigo de cómo el punk bajó de todo lo alto para dejar paso al rave en un Manchester que durante aquella época se convirtió en una de las capitales musicales del mundo. Todo con un montaje ágil, imágenes de archivo, actuaciones reales y otras interpretadas por los actores que dan vida a las bandas a las que se tributa en el film y poblando el metraje al máximo de sorna, ironía, buen humor y cariño para con los ídolos a los que retrata.




Pero que nadie se lleva a engaño, aunque Winterbottom siente una profunda admiración por todas y cada una de las personas a las que retrata (sobre todo a los músicos) no duda en hacer mofa y befa con ellos a lo largo de todo el film incluso mirándolos con ironía y hasta humor negro (impagable la sequedad y hasta mala baba con la que retrata el suicidio de Ian Curtis). De ahí que la cinta se aleje de otros biopics que solo rezuman baba hacia la persona/s que retrata/n. Winterbottom es de todo menos acomodaticio o un vendido y aquí da muestra palpable de tal hecho.




Uno de los puntos más fuertes de la cinta es su humor. El tono de comedia es omnipresente y ya desde ese prólogo con Tony Wilson y el ala delta en el que incluso utiliza un tono despectivo con los espectadores de la película incitando a estos a leer más si no conocen el mito griego de Ícaro pasando por las peleas entre los socios de Factory Records como las de Rob Gretton (enorme Paddy Considine, descacharrante su reacción cuando Tony le cuenta lo del precio de la mesa de la oficina de la discográfica) o el productor Martin Hannet (enormísimo, hasta literalmente, Andy Serkis) llegando a la intervención de mafiosos de medio pelo en la discoteca La Haçienda todo es una cascada continua humorísitcamente hablando.




Pero cierto es que toda esa coña, todo ese humor, toda esa mala baba está dirigida, catalizada y filtrada por un Steve Coogan carismático, canalla, vividor y siempre intentando mantener la calma en situaciones delicadas en las que hasta su integridad física corre peligro. El protagonista de The Trip ofrece momentos inolvidables, sobre todo en los que ejerce como presentador de su programa So it Goes, sirvan de ejemplo las entrevistas  al anciano o al enano del circo que lava los elefantes o el especialmente memorable e ínfimo pasaje en el que incidimos en su vida privada y a la que no volveremos porque en palabras del mismo Tony " esta película no es sobre mí, sino sobre la música".




Mencionar esa parte del film me permite hilar fino y hablar finalmente de lo que más me ha sorprendido y agradado de 24 Hour Party People, su metareferencialidad y autoconsciencia como obra cinematográfica. Desde que la película comienza el personaje de Tony Wilson sabe y exhorta que estamos en una película y debido a esto rompe la cuarta pared continuamente para hablar con el espectador de manera directa, como si de un documental o reality show se tratase. Pero rizando el rizo y llegando más allá Winterbottom se permite apuntes metatextuales sencillamente brillantes e inolvidables.




Dos ejemplos son la escena de sexo entre la novia de Tony (entrañable como siempre Shirley Henderson) y el músico Howard Devoto. Cuando el protagonista sale de los baños públicos en los que el furtivo coito se está llevando a cabo a espaldas del protagnista en la puerta tenemos al Howard Devoto real interpretando a un limpiador y asegurando que eso que acabamos de ver no ocurrió en la realidad. Pero yendo más allá incluso hay un momento del film que me puso en pie y aplaudí, Se trata del pasaje superlativo en el que Tony empieza a enumerar cuales de los actores que salen en la película a modo de cameo son músicos o personalidades auténticas de aquella época que se está retratando en el largometraje. 




En ese mismo momento al mencionarlos y ponerles cara Tony suelta esta perla de frase cuando vemos la imagen del cantante de los Durutti Collum "Y Vinnie Railly, aunque esta escena no llegó al montaje final, seguro que sale en el dvd". Es decir, la cinta ha llegado a unas cotas de metareferencialidad que se permite hablarnos de una escena eliminada que no se vio en el montaje final de 24 Hour Party People y que saldrá en la edición para el mercado doméstico, cuando lo que estamos viendo es nada más y nada menos que el montaje final de 24 Hour Party People. Sencillamente para quitarse el sombrero y rendir pleitesia al tandem Winterbottom/Cottrel Boyce y al ingenio de ambos.




24 Hour Party People ha supuesto una gratísima sorpresa de la que llevaba años oyendo hablar bien pero con la que no me animaba. La mejor obra de un director valiente que se adapta a cualquier estilo, que hace el cine que quiere y que no se vende por nada y por nadie. Desde la escena con Tony Wilson surcando los aires pensando en que va a morir hasta ese final con aparición del altísimo, marihuana mediante, la octava cinta de Michael Winterbottom se revela como una obra ejemplar que realiza una amalgama de texturas y géneros sobresaliente sin olvidar dos puntos clave. Entretener al espectador y homenajear al medio musical y a una ciudad en la que el mundo puso sus ojos durante una época inolvidable. Welcome to Madchester!



lunes, 11 de junio de 2012

La Víctima Perfecta, mujer blanca soltera busca...



Título Original The Resident (2011)
Director Antti Jokinen
Guión Robert Orr y Antti Jokinen
Actores Hilary Swank, Jeffrey Dean Morgan, Christopher Lee, Lee Pace, Aunjanue Ellis, Michael Masse, Penny Balfour, Peggy Milev, Kisha Sierra, Michael Showers, Alexandria Morrow, Cliff Gravel, Sandi K Shelby




Segundo largometraje de la renovada Hammer Films, estrenado entre la magnífica Déjame Entrar (remake de la cinta sueca original de Tomas Alfredson) y la no menos memorable La Mujer de Negro. The Resident está dirigida por el debutante Antti Jokinen, cineasta finlandes salido del mundo de la música y el videoclip (lo mismo te rodaba un festival de Eurovisión que un concierto de los Nightwish) y protagonizada por Hilary Swank y Jeffrey Dean Morgan. El producto es un thriller de intriga que no está a la altura pero que tampoco es completamente desdeñable.




Juliet (Hilary Swank), una joven doctora neoyorkina decide mudarse a un nuevo apartamento tras separarse de su anterior pareja, Jack (Lee Pace). En Brooklin encontrará un inmueble a buen precio y decidirá instalarse allí lo antes posible. El casero del edifico es Max (Jeffrey Dean Morgan) un apuesto y afable hombre que cuida de su anciano padre August (Christopher Lee). Al poco tiempo Juliet trabará amistad con Max y entre ellos surgirá cierta atracción. Casi a la vez la muchacha comenzará a recibir inesperadas visitas nocturnas en su hogar por parte de un acosador de origen desconocido sin que ella se percate de tales hechos.




Lo cierto es que La Víctima Perfecta tiene dos taras que la convierten en la rutinaria y poco destacable cinta que es. La primera es que está llena de tópicos (aunque sortea algunos como luego destacaré), se ve venir a kilómetros y no sorprende a nadie porque a pesar de que todo lo que expone en pantalla funciona con normalidad ya lo hemos visto mil veces en otras ocasiones. La segunda es más grave aún y es ajena a la misma película. Curiosamente es otra llamada Mientras Duermes, dirigida por Jaume Balagueró, estrenada antes que ella, muy superior en todos sus apartados y con un argumento demasiado parecido. De modo que este importante detalle resta más puntos incluso a la cinta de nos ocupa.




Pero no todo son fallos en The Resident, hay varios aciertos en su acabado que merecen crédito. El primero es la buena labor que hace Antti Jokinen en la dirección. Es de agradecer que un hombre curtido en el mundo del videoclip no abuse de movimientos de cámara espasmódicos, un tono visual que devore el contenido de la historia que narra y que ni siquiera el montaje sea un cúmulo de microplanos unidos de manera artificiosa o efectista. El cineasta se toma su tiempo para presentar a sus personajes y el contexto (sobre todo espacial) de su historia con un buen uso de grandes ángulares de New York y otras tomas más intimistas y bien medidas en interiores.




En lo que si acierta tanto el director como su co guionista Robert Orr es en retratar con cierta pericia y matices la locura del personaje acosador, añadiéndole al rol ciertos apuntes interesantes como esos repetitivos y compulsivos golpes con la linterna, cómo sabe dar de cara a la galería un rostro profundamente normal y como se desencaja el misma cuando no se siente observado, la aceleración nerviosa de su respiración o cuando saca a la luz su fetichismo con el personaje de una convincente pero no muy destacable Hilary Swank.




Por descontado esta labor no sólo es obra del guión o la dirección también el actor que lo interpreta sabe sacar provecho de un papel que se podía haber convertido en un cliché burdamente plano y que si bien él no saca completamente del esteriotipo si sabe enriquecerlo en cierta manera para que se aleje de los psicópatas tipo que estamos hartos de ver en el cine comercial americano. Como habréis notado no he nombrado quién es el actor que hace de acosador, es sólo para dar un poco de juego por si luego no es quien uno se espera a lo largo del film.




Una cinta para pasar el rato, sin estridencias, sin buscar el efectismo y con cierto acierto nos cuenta una historia demasiadas veces vista, hasta en telefilmes vespertinos de fin de semana, aunque como es lógico con mucha mejor factura y actores (ahí está ese señorial Christopher Lee que con sus 82 años se muestra inasequible al desaliento). Esta nueva Hammer Films ha demostrado ser capaz de ofrecer cine de género dentro del terror de una calidad más que notable, este por desgracia no es uno de esos casos. 2 de 3, por ahora no está nada mal.



viernes, 8 de junio de 2012

Serenity, I don't care, I'm still free, You can't take the sky from me



Título Original Serenity (2005)
Director Joss Whedon
Guión Joss Whedon
Actores Nathan Fillion, Gina Torres, Alan Tudyk, Adam Baldwin, Jewel Staite, Morena Baccarin, Sean Maher, Summer Glau, Ron Glass, Chiwetel Ejiofor, David Krumholtz, Michael Hitchcock, Sarah Paulson



Ahora que Los Vengadores es el éxito del año, ahora que los personajes de Marvel están llegando a todos los confines del mundo salen muchas voces (anteriormente calladas, por supuesto) que hablan de la "admiración"  e ininterrumpido "seguimiento" que han ofrecido siempre a la carrera de uno de los principales artífices del exitoso film de Marvel Studios, su guionista y director Joss Whedon. Hoy gracias a uno de los conjuros de nuestra amiga Willow Rosenberg (si de verdad eres fan de este hombre, sabes de quién hablo, sin necesidad de Google, amigo mío) resulta que todos conocen su obra previa, sus éxitos, su fracasos, cómo luchó por sacar adelante sus trabajos. Cuando realmente la mitad de ellos sólo había oído hablar por terceros de una serie llamada Buffy la Cazavampiros salida de su mano y poco más.




Podría lanzar una larga perorata para explicar cuál es el origen de una película como Serenity, de dónde viene, en qué se inspira o cuál fue el motivo de su existencia. Pero gracias a internet y a que un servidor escribió esto hace tiempo no tengo que añadir más, Aquellos que no hayan visto el largometraje o que no sepan de qué va ya tienen toda la información posible en ese enlace. De este modo me ahorro un párrafo (que no van a ser pocos) y paso directamente a la sinopsis del producto para seguidamente desgranar la cinta y su contenido, no sin spoilers.




Que el Capitán Malcolm Reynolds hiciera parte de la tripulación de su nave de mercancía Serenity (una firefly) a los hermanos Simon y River Tam unos meses atrás comienza a crearle verdaderos problemas con la Alianza. Ambos son fugitivos y la chica en concreto es una psíquica con la que el gobierno experimentó para intentar sacar partido de sus sobrenaturales poderes físicos y psicológicos. A esto se suma el acoso de los reavers, una raza de inhumanos caníbales y asesinos que los perseguirán por toda la galaxia. Finalmente una gran conspiración saldrá a la luz y en ella la Alianza, los mencionados reavers y la propia River tendrán mucho que ver.




Serenity supuso allá por 2005 la ópera prima en el mundo del largometraje de Joss Whedon. Creador de series de televisión como Buffy, Angel, Dollhouse o Firefly, producto catódico que dio origen a esta secuela cinematográfica que nos ocupa. Con un presupuesto modesto y un reparto totalmente desconocido para la gran pantalla la cinta fue un considerable éxito de taquilla (si mal no recuerdo superando en su momento a la recuperable La Novia Cadáver de Tim Burton) gracias al boca/oreja y a una horda de fans que se enamoraron del programa cuando fue editado en formato digital.




Si alguien ve Serenity sin conocer Firefly se encontrará con una magnífica cinta de ciencia ficción alejada de la grandilocuencia y lo ruidoso, con un grupo de personajes muy bien definidos interpretados por un equipo de casting que parece haber nacido para darles vida. Una historia excelentemente escrita (mucho más de lo que parece),  un villano de nuevo cuño que no tiene nada de estereotipo (de eso se hablará más adelante también) y algún apunte de crítica social e incluso política perfectamente incluida en la trama que no desentona en absoluto, al contrario, la enriquece y da sentido.




Pero si antes de disfrutar Serenity el espectador ha degustado esa joya catódica de 14 capítulos que responde al nombre de Firefly la experiencia llega a cotas de epicidad y empatía whedonianas, que no es poco. Esa tripulación ya no son un grupo de simpáticos personajes, son un capitán, Malcolm,  que luchó en una guerra en la que perdió todo menos la dignidad, su segunda de abordo, Zoe, que daría la vida por él y que le sigue hablando de señor (aunque a veces lo tenga que poner en su sitio cuando la caga) el marido de esta, Wash, un entrañeble niño grande y casi infantil que pilota la nave.




Kaylee, la mecánica de Serenity, una chica risueña y feliz que todos querríamos por novia, Jayne, un cazarecompensas que a pesar de proclamar que está en esta aventura por dinero ya no sabría que hacer sin ese grupo de personas que ya son como su familia o un pastor, Book, que por sus roces con el capitán (uno un hombre de dios, el otro enemigo acérrimo de la religión) ha abandonado temporalmente la nave o Inara una acompañante de lujo (que da caché y elegancia a la tripulación, así se las gastan en el futuro según Whedon y la idea es poco más que genial) que comparte un mutuo y silencioso sentimiento de amor con Malcolm que no florece por sabe dios qué y que posiblemente por ello también se alejó de la tripulación durante un tiempo.




A esas alturas de la película (nunca mejor dicho) el fan de Firefly sabe de qué es capaz esa Alianza retratada con una aséptica estética nazi y qué barbaridades son capaces de hacer con un ser humano los reavers ("Te violan, te matan y se comen tus entrañas y si tienes suerte, mucha suerte, lo harán en ese orden"). El seguidor de Whedon y de la serie primigenia que da pie a la película sólo tiene que recostarse y disfrutar con una versión más grande, más épica, más oscura y más elaborada de aquel serial mítico de pronta y equívoca cancelación por parte de la productora nortamericana FOX, no podía ser otra.




Serenity es un mestizaje entre space opera y western en cuyo interior yace sin duda alguna un producto 100% Joss Whedon. Un proyecto con personajes perfectamente perfilados a los que no se les permite más desarrollo porque el mismo ya se llevó a cabo en la serie, pero que aquí están debidamente definidos, unos diálogos brillantes o un humor de primera calidad. No hay héroes (Malcolm es practicamente un personaje de cine del oeste crepuscular), no hay verdaderos villanos, hay muchos más claroscuros que negros o blancos y eso acerca el retrato de roles a un realismo palpable y tangible aunque la cinta esté adscrita al género de la ciencia ficción.




Hay un personaje clave (y que no estaba en la serie) que sirve como ejemplo perfecto y cristalino para que el espectador descubra que Whedon no es un creador de estereotipos y ese es lógicamente el Operativo que interpreta magníficamente Chiwetel Ejiofor. Este villano no es un malo de manual, un ser despiadado que elimina a sus enemigos con una sonrisa en la boca. Es un hombre de principios ciegos e inquebrantables al servicio de la Alianza. Un individuo misterioso, cultivado, filosófico e inteligente que sabe que lo que hace es cruel y no disfruta con ello, pero lo considera un mal menor que debe llevar a cabo. Pensamiento este que lo acerca al ideario del terrorismo radical y a las técnicas del terrorismo estado.




La ópera primera en el largometraje de Whedon también es la constatación de algo que ya vimos en varios capítulos de Buffy, Angel o la misma Firefly rodados por él y que se confirmaría plenamente de manera posterior en su mastodóntico trabajo en Los Vengadores. Que es un perfecto conocedor del lenguaje cinematográfico, que controla enormemente el tempo narrativo y que sabe utilizar la cámara en ocasiones con un acabado digno de todo elogio que no tiene nada que envidiar y sí mucho que enseñar a gran parte de los mercenarios que se hacen llamar realizadores dentro del Hollywood actual.




El enorme y difícil plano secuencia (con un corte casi imperceptible pero que el mismo Joss reconoce modestamente en el audiocomentario de la edición en dvd del film, impagable por cierto) con el que abre la cinta y presenta a los personajes, el primer asesinato del Operativo en los archivos con el que se perfila su personalidad con una sola pincelada, la escena de combate de River en la cantina (sabes que te admiro Christopher Nolan, pero échale unos vistazos a este pasaje si quieres mejorar con las secuencias de lucha cuerpo a cuerpo) o el inesperado asedio reaver a la Alianza en el clímax final (¿la mejor y más épica  imagen cinematográfica del 2005?).




Luego deberíamos detenernos en el guión de la obra, más complicado de lo que parece a simple vista, Ya que Whedon tenía una doble y complicada tarea. Por un lado presentar adecuadamente a sus criaturas de manera que el público neófito (aquellos que piensan que Firefly sólo es luciérnaga en inglés y Serenity una actriz porno) pueda conocerlos, entender su carácter y sus motivaciones como roles dentro de una obra cinematográfica y por otro hacer que los fans de la serie veamos un retrato fiel y veraz de esos personajes que nos regalaron 14 episodios inolvidables incluídos desde ya en la estantería de la mejor televisión de culto jamás realizada.




Pero no se vayan amigos, que aún hay más. Esos reavers, esos "monstruos humanos" que no sabemos por qué hacen barbaridades dignas de antropófagos descerebrados fueron personas normales que habitaron un planeta llamado Miranda. Allí la Alianza realizó unos fallidos experimentos científicos que exterminaron al 99,9% de la población del planeta. Pero sobrevivió un 0,01% que se convirtió por culpa de los efectos de esas pruebas en caníbales que viajan por la galaxia eliminando toda signo de vida de la manera más cruel posible. De este modo Whedon golpea directamente en el imperialismo más radical y en la colonización innecesaria de culturas que no merecen ser sometidas por unos gobiernos que sólo buscan beneficio económico, militar, político o religioso.




Del reparto hay poco que decir. Todos conocen ya a sus personajes como si fueran la palma de su mano. Del carisma y la integridad de Mal pasamos a la entereza de Zoe, al carácter afable y brutalmente cómico de Wash (mi segundo personaje favorito de la serie y de la película y eso tan feo que hiciste con él no te lo perdono Whedon) la elegancia y paciencia de Inara, la simpática, brutal y a veces estúpida honestidad de Jayne, la contención y entrega de Simon, la dulzura de una Kaylee inolvidable, la sabiduría del pastor Book (y eso que su aparición es más bien fugaz) y esa River que se revela como el mejor personaje del film cuando Whedon decide sacar todo su potencial y mostrarla como lo que realmente es, una ser casi sobrenatural que la Alianza quiere capturar para crear a través de ella una ejército de máquinas letales para la guerra. Cosa que no consigue por la perseverancia de todos  los tripulantes de la nave.




Serenity a pesar de su modestia cinematográfica, exiguo presupuesto, reparto desconocido y naturaleza rocamblesca debido a su complicado proceso de pre producción es una obra de culto, un producto ejemplar de como hacer ciencia ficción de calidad sin grandilocuencia, sin excesivas pretensiones y aunando calidad y entretenimiento. El origen de este film es atípico, nació porque sus fans lucharon por ella, porque aquellos que se deleitaron con Firefly pedían para ella un final a la altura de su inmensa calidad y Joss Whedon no nos defraudó y se dejó la piel por sacar adelante el proyecto.




Yo sé a ciencia cierta que esta oda a aquellos que no escriben los libros de historia, a aquellas personas que saben perdonar y olvidar barbaridades sin perder sus ideales, su honor y su sistema de valores y que puso un broche de oro a una serie que dignificó con su simple existencia el mundo de la televisión fue un rotundo triunfo porque cuando se hizo el primer pase previo del film Joss Whedon rodó un monólogo/introducción en el que explicaba el trabajo que supuso hacer una película de una serie que fue un supuesto fracaso.




Por desgracia no esta subtítulado, pero fijáos en los últimos segundos cuando dice "Porque recordad, intentaron matarnos, nos mataron, y aquí estamos. Hemos conseguido lo imposible, y eso nos hace poderosos. Gracias por ayudar a que esta película haya llegado tan lejos. Bienvenidos a Serenity." y cuando dice esta última frase en su cara se dibuja una sonrisa y esa no es la sonrisa de un guionista, director de cine y series o de un escritor de magníficos cómics, es la cara de un niño emocionado, de un fan, de uno de los nuestros que ha cambiado la vida de muchas personas, entre las que me incluyo, como buen Browncoat que me considero y que nunca dejaré de ser. Porque no me importa, aún soy libre y al cielo no me lo puedes quitar.