lunes, 16 de enero de 2012

Adiós, Muchachos, mon ami, mon frère




Título Original Au Revoir les Enfants (1987)
Director Louis Malle
Guión Louis Malle
Actores Gaspard Manesse, Raphaël Fetjo, Francine Racette, Stanislas Carré de Malberg, Phillipe Morier-Genoud, François Berléand, François Négret, Peter Fitz, Pascal Rivet, Bendit Henriet, Xavier Legrand, Irène Jacob




Tras su etapa americana formada por proyectos como La Pequeña, Atlantic City, Mi Cena con André, Crakers y La Bahía del Odio, el afamado realizador frances Louis Malle (autor de films del país vecino como Ascensor Para el Cadalso, El Soplo al Corazón o Lacombe Lucien) volvía en 1987 a casa. Allí sacó adelante la que sería su película más famosa y reverenciada, un largometraje de corte autobiográfico sobre una etapa determinada de su infancia durante los convulsos años 40. Hablo como no podía ser menos de Au Revoir les Enfants.




Durante el invierno de 1944 y con la ocupación nazi de Francia como telón de fondo, conoceremos la vida dentro de un internado católico carmelita por medio de Julien, un niño de trece años que pasa el curso escolar en dicho emplazamiento. La llegada de Jean, un extraño nuevo niño y el secreto que se esconde detrás de él dará pie a una relación de amistad entre los dos chicos en la que la lectura, la música y la complicidad los convertirá en inseparables almas gemelas.




Pulida joya de elegante naturalismo y poderoso poso dramático, siempre contenida pero veraz y con inquebrantable corazón, realista retrato de la adolescencia, con Adiós, Muchachos Louis Malle se sirve de sus recuerdos de infancia para dirigir una de las más bellas y sutiles piezas sobre la amistad, la perdida de la inocencia y los estragos de la guerra jamás rodadas. El director de Herida utiliza esta obra como homenaje en honor personas de vital importancia para él en aquella época pero también como expiación de diablos interiores que le acompañaron desde aquella difícil etapa de se vida.




Malle no idealiza la infancia ni a los jóvenes que la experimentan. Los internos se pelean, son crueles los unos con los otros, fuman, practican el onanismo y llevan a cabo entre las sombras un mercado negro a espaldas de los sufridos y comprensivos sacerdotes (visión más amable de la iglesia la que aquí hace Malle, nada que ver con aquel cura al que daba vida un Michael Londsdale al que se le iba la mano con los niños en Un Soplo en el Corazón) que sólo tratan de educar y proteger a los alumnos.




La llegada del Jean como nuevo alumno trastoca en cierta medida la vida de los internos. La mayoría de ellos abusan de él, en principio incluso el mismo Julien, pero poco a poco ambos descubrirán que tienen cosas en común (su pasión por la lectura o la música) y eso los acabará uniendo. La relación entre ambos da pie a escenas de sutil belleza y profundo calado como la sencilla a la par que esclarecedora de los dos chicos tocando juntos el piano entre risas durante un aviso de bombardeo. Una de las secuencias más bellas que que un servidor ha visto en su vida a la hora de retratar en pantalla ese impagable sentimiento llamado amistad.




Por el camino Malle reflexiona sobre el colaboracionismo de sus compatriotas con el ejército alemán (que para colmo los desacreditaban en público, como se ve en la escena del restaurante) durante la ocupación de su país, la vacuidad de muchas de las costumbres ancladas en una sociedad burguesa que parecía vivir entre la indiferencia y el desconocimiento durante aquella época y sobre como unos pocos clérigos se levantaron en contra del holocausto y el adocenamiento imperante en las clases altas y la institución eclesisastica durante la segunda guerra mundial.




Pieza clave en la carrera de Louis Malle, largometraje de dirección medida y guión impecable (con qué sutilidad y elegancia se percibe poco a poco la evolución psicológica del "delator", casi sin darnos cuenta) con un dúo de actores adolescentes dirigidos con mano maestra y pasajes de una fría y contenida belleza que emocionan sin llegar nunca a la sensiblería. Como muestra ese último primer plano de Julien con la voz en off del mismo Louis Malle de fondo con el que finalmente nos retuerce el corazón al vislumbrar esa lágrima furtiva que no necesita recorrer la mejilla del niño para demostrarnos que en aquella mañana de Enero le habían arrebatado no sólo parte importante de su vida, sino también la inocencia.


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