domingo, 25 de diciembre de 2011

Perros de Paja (2011), infierno de cobardes



Título Original Straw Dogs (2011)
Director Rod Lurie
Guión Rod Lurie basado en la novela de Gordon Williams
Actores James Marsden, Kate Boswuorth, Alexander Skasgard, Dominic Purcell, James Woods, Rhys Coiro, Billy Lush, Laz Alonso, Willa Holland, Walton Goggins, Anson Mount, Drew Powell, Kristen Shaw, Megan Adelle, Randall Newsome, Tim J. Smith, Richard Folmer




La década de los 70 supuso un decenio importante dentro de la historia del cine. Gracias a la eliminación del código Hays (código de producción cinematográfica que prohibía la muestra explícita en pantalla de violencia, desnudos o actos de dudosa moral en "beneficio" de la sensibilidad del espectador) la madurez del cine hollywoodiense no se hizo esperar. Dos películas fueron clave a la hora de mostrar en pantalla por primera vez violencia física o psicológica de manera gráfica y directa, sin elipsis narrativas o uso del fuera de campo. Una de ellas fue La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, la otra Perros de Paja de Sam Peckinpah.




Perros de Paja adaptaba la novela The Siege of Trencher's Farm del escritor escocés Gordon M. Williams y narra como un matrimonio formado por David, un apocado matemático norteamericano (Dustin Hoffman) y su esposa Amy (Susan George) compran una casa a las afueras de la campiña británica donde ella había pasado su infancia y adolescencia. Poco a poco los vecinos del lugar comenzarán a maltrata psicológicamente a David llegando a mostrarse incluso como individuos peligrosos. Pero toda persona tiene un límite y David, por muy permisivo y tranquilo que parezca, no es la excepción, sobre todo cuando entra en escena la integridad física y psicológica de su esposa.




Straw Dogs es una joya del séptimo arte y uno de los mejores trabajos de Sam Peckinpah. Esta producción de 1971 causó un considerable revuelo por la explicitud con la que el director de Grupo Salvaje (Wild Bunch) mostraba la violencia física en pantalla. Algo que confirmaba como los cortos de miras no supieron ver el verdadero triunfo y hallazgo del film, que era precisamente otro tipo de violencia, la psicológica. Ese tipo de hostilidad que era la que los parroquianos de la localidad aplicaban en David hasta que su paciencia se vio colmada y sacó al exterior la bestia que llevaba dentro.




El largometraje, abordado con contenida fiereza por un Sam Peckinpah intachable tanto en la dirección como en la escritura (en este apartado con la ayuda del guionista David Zelad Goodman), era una análisis cruento, nihilista y brutal de los oscuros recovecos más retorcidos de la psicología humana y de cómo la violencia se muestra como un instinto intrínseco e innato en todo ser humano que se precie de serlo ya que por muy adormecido que se encuentre tarde o temprano mostrará sus fauces si la persona que la recibe y más tarde devuelve se encuentra en una situación extrema.




Todo estaba llevado con aplomo y rotundidad en el proyecto. Desde el cambio gradual de un Dustin Hoffman al que no se puede hacer justicia con las palabras, hasta una Susan George sensual y ambigua (cargando en sus hombros el matiz misógino del film, que digan lo que digan y por muy reprovable que fuera enriquecía la trama y los personajes) pasando por escenas que se quedaban grabadas en la retina del espectador como la de la violación más inteligentemente planteada y rodada de la historia del cine, la de la pelea con la estridente música del tocadiscos o la de la trampa para osos. Todo envuelto en un in crescendo narrativo para estudiar en las escuelas de cine, especialmente el asedio final a la casa. En resumidas cuentas, una obra maestra con todas las letras.




En este blog he dejado constancia de que no soy un enemigo acérrimo de los remakes. Es más, he apoyado varios de ellos incluso antes de ser estrenados porque por algún motivo me tansmitían buenas vibraciones. Cuando hace poco me enteré que se llevaría a cabo una revisitación contemporánea de Perros de Paja ciertamente no me alegré un pelo (hablamos de una película que adoro), pero al poco tiempo pensé en darle una oportunidad al producto y decidí fiarme del guionista y director Rod Lurie, que en su momento me sorprendió con la interesante aunque algo tendenciosa Candidata al Poder (The Contender), ya que él se haría cargo de este proyecto.




Una vez visto el largometraje mi decepción no puede ser más notable y no porque la cinta sea mala (ciertamente no lo es, aunque tampoco destacable en manera alguna) sino porque una vez visto el resultado aún me pregunto el por qué de su existencia más allá de la intención de sus creadores de sacar tajada monetaria en la taquilla. Porque seamos sinceros, no hay nada, absolutamente nada nuevo en Perros de paja (2011) todo ya lo vimos en la versión de 1971 mucho mejor realizado a todos los niveles, ya sea técnico o artístico.




La Straw Dogs de 2011 es un mal calco casi pasaje por pasaje de la versión de Peckinpah. Los cambios en el argumento son mínomos. De una campiña inglesa pasamos a un pueblo sureño de la nortamérica más retrógrada, las reuniones en la iglesia pasan a tener lugar en los campos de fútbol, la niebla británica deja lugar al calor del sur de Estados Unidos y los pueblerinos ingleses de malas maneras dejan lugar a los rednecks yankis cerrados de mente y con un pensamiento ultraconservador. Esos son todos los cambios con respecto al film de 1971, el resto es una copia descarada y cobarde de todo lo que allí era oro y que aquí luce como hojalata.




La ley del mínimo esfuerzo y el corto afán por ser original invaden el metraje de la cinta que nos ocupa. Si un remake no tiene nada que añadir, si no va a dar un punto de vista, no ya superior, sino distinto, al de la versión anterior su simple existencia es tan innecesaria como insultante. Y no hablamos precisamente de una versión plano por plano del film original (experimento que llevó a cabo un Gus Van Sant que sabía perfectamente lo que hacía y las reacciones que iba a suscitar con su visión de Psicosis de Alfred Hitchcock, pero esa es otra historia) pero sí de una desdibujada copia del largometraje de Sam Peckinpah.




Hay realmente momentos de vergüenza ajena cuando el espectador ve no ya pasajes o escenas, sino dálogos robados vilmente del film original reduciendo el trabajo de Lurie a un burdo y vil copia y pega carente de inventiva u originalidad. Pero lo más grave no es eso, lo peor es que aún siendo casi una fotocopia de la versión Peckinpah la cinta se muestra mojigata, políticamente correcta, cobarde y autocomplaciente en muchos momentos, sobre todo en aquellos en los que la obra primigenia marcaba distancias, mostrando un tono ambiguo o lacerante.




Aquí no hay desnudos por parte de la protagonista (una Kate Bosworth más soportable de lo normal e incluso sexy, pero a años luz de la magnética y carnal presencia de Susan George) también se diluye en cierta manera su carácter infantil con el que molestaba a su marido, actitud que era la que marcaba el tono misógino del film y que sigue aquí, pero de manera más solapada y autocensurada. La ambigüedad de la escena de la violación se pierde casi por completo, las leves pero notorias reacciones malhumoradas de David desparecen y por supuesto su cambio gradual de hombre cobarde a bestia parda está mucho peor plantado y sobre todo desarrollado.




Para compensar (o eso creen ellos) tal desequilibrio los responsables del film acrecientan la crudeza de las escenas de violencia física (que no la psicológica, que está bastante peor llevada y de manera nada sutil) sin mérito alguno, ya que en los tiempos que corren hasta la Disney produce films como los de la saga Saw y por otro lado hacen un retrato simplista de los ciudadanos más reaccionarios e intolerantes de la América profunda intentando dar con esta idea un aire de cine comprometido o crítico que no funciona y nada aporta por la poca inteligencia con la que está ejecutada.




A Rod Lurie ciertamente casi nada se le puede reprochar, al menos en la dirección. El director de La Última Fortaleza (The Last Castle) encuadara con instinto, sabe donde poner la cámara y cómo ofrecer un trabajo competente pero despersonaliazado, en resumidas cuentas, poco le podemos echar en cara hasta que decide copiar planos e ideas del film de Peckinpah como la colocación estratégica del espejo en la habitación del matrimonio, las escenas que implican las carreras del coche de David o los pasajes de la cacería o el asedio final, siempre parecidas a las que planteó el director de La Cruz de Hierro pero sin su fuerza y planificación.




El reparto muy irregular y nada destacable. James Marsden (pobre hombre, la que le ha caído encima con este papel y las comparaciones que se harán con él) no lo hace mal, pero está a años luz de la portentosa interpretación de un Dustin Hoffman al que le notabamos el cambio de carácter en el rostro o el lenguaje corporal, dándonos pena al principio y helándonos la sangre después con esa sempiterna sonrisa de maniaco. De Kate Boswuorth ya he hablado, cumple y poco más. El mejor de la velada un Alexander Skasgard de físico intimidante y presencia rotunda en la pantalla. Los peores un James Woods que por desgracia vuelve a hacer uno de esos papeles excesivos que ya parecía haber abandonado y Dominic Purcell (Prison Break) dando vida al menos creíble y peor interpretado deficiente mental de la historia del cine.




Perros de Paja (2011) es un film poco o nada recomendable. Aquellos que disfrutaran la portentosa pieza de orfebrería de Sam Peckinpah dudo que salgan contentos con él y aquellos que no hayan podido degustar aún esa producción de 1971 y se enfrenten con esta revisión se encontrarán (puede que sin saberlo) con un producto a medio gas, desvergonzado y simple, una versión para torpes de la Straw Dogs original, aquella que sí supo remover conciencias desde su estética hasta su oscuro interior y que mostraba lo peor que cada uno de nosotros llevamos inevitablemente dentro.




Hay ciertos films que fueron gestados en un momento y lugar adecuados por las personas indicadas. Este innecesario y desangelado remake es la demostración de que el oportunismo y la desvergüenza muchas veces entroncan con el arte y la creación y que extrapolar historias de una época determinada a otra no tiene sentido alguno o lógica cuando los contextos son brutalmente antagónicos. Ya que lo que en 1971 resultaba un retrato duro e inmisericorde de la psique humana en 2011 se muestra como otra cinta de venganza del montón que nada aporta o enriquece al espectador que se enfrenta a ella.


2 comentarios:

  1. Pues anda, que cuando nos hagan el remake de "Grupo Salvaje" a saber Dios conque nos vamos a encontrar. ¿Dos mil muestras de cámara lenta utilizada con el culo, cientos de miles de cortes, violencia ultragratuita, actores de moda...?

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  2. Lo mejor sería una película de dos horas en slow motion desde el primer minuto y cuando llegue el tiroteo final todo a cámara acelerada a lo Benny Hill, así por lo menos nos reiremos.

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