lunes, 28 de febrero de 2011

I Spit on Your Grave, ángel de venganza




Título Original: I Spit on Your Grave (2010)
Director: Steven R. Monroe
Guión: Stuart Morse basado en personajes de Meir Zarchi
Actores: Sarah Butler, Chad Lindberg, Daniel Franzese, Tracey Walter, Rodney Eastman, Jeff Branson, Mollie Milligan, Saxon Sharbino, Amber Dawn Landrum






Tras varios remakes memorables como los de Las Colinas Tienen Ojos, La Última casa a la Izquierda, La Matanza de Texas, Amanecer de los Muertos o Déjame Entrar, el año pasado le tocó a la cinta de culto del subgénero rape and revenge dirigida por Meir Zarchi en 1978, I Spit on Your Grave (La Violencia del Sexo aquí en España). El resultado es bastante meritorio. Una vez más de una revisión innecesaria sobre una polémica cinta de terror, sale un producto interesante y con suficientes alicientes y cambios con respecto al film original que lo hacen digno de visionado.




Los tiempos han cambiado y hacer hoy día la revisión de una cinta tan políticamente incorrecta como I Spit on Your Grave no era una empresa fácil. Por suerte los tiempos del terror adolescente, pueril y realizado en cadena de montaje auspiciado por gente como Kevin Williamson (Scream, Sé lo que Hicisteis el Último Verano) casi han pasado a mejor vida y ahora gracias a gente como Alexandre Aja, Rob Zombie u otros cineastas que no son muy de mi gusto como Eli Roth o Neil Marshall, pero a los que hay que reconocerle el mérito, volvemos a la violencia explícita y el terror epidérmico de gente como el Wes Craven de los 70, el Tobe Hooper de La Matanza de Texas o el Dario Argento de su época dorada con el giallo.




Este remake toma el mismo punto de partida y planteamiento que la versión de 1978. Una joven escritora decide pasar unos días en una casa de campo para escribir su próxima novela y unos paletos locales deciden asaltarla y violarla repetidas veces hasta darla por muerta. Días después, ya recuperada, la chica decidirá vengarse de sus agresores uno por uno. Por suerte esta revisión cambia algunos matices y conceptos de desarrollo, con respecto a la otra película, que le dan un tono tan diferente como efectivo, mostrando de alguna manera que sus autores tienen un interés artístico que va más allá que el de copiar plano a plano un largometraje que ya existe.




Hay ciertos apuntes interesantes que resaltar en esta versión. La factura está mucho más elaborada que en la versión de 1978, ya que el presupuesto es notablemente mayor. Esto permite dar un tono de verismo al conjunto bastante interesante, pero también se pierde un poco ese tono naturalista que tenía el film de Meir Zarchi, mostrándose el conjunto más prefabricado por mediación del diseño de producción. Los actores sin ser nada del otro mundo transmiten más realismo que los de la anterior cinta. La dirección del desconocido Steven R. Monroe es más profesional que la de Zarchi, aunque también es cierto que bastante impersonal.




Lo más destacado y meritorio del film son algunos cambios con respecto a la cinta que le sirve de inspiración. Los agresores no encuentran a la chica en el bosque, la asaltan directamente en su casa, lo que acrecienta la sensación de indefensión, pero también anula el in crescendo del suspense que tenían escenas como la de la armónica o la de la llamada de teléfono a la policía. En dicha localización, curiosamente, las escenas más logradas no son las de violencia física (que aunque sean menos explícitas que las de la versión de 1978 están ahí y son bastante brutales) sino las psicológicas, como en la que uno de los violadores usa la pistola para que la chica finja una felación con ella. Apuntes que recuerdan mucho al Rob Zombie de la magnífica Los Renegados del Diablo (The Devil's Rejects)




Tras la bestial agresión, la chica es dada por muerta por los lugareños que la vejaron al caer en un río desde un puente y a partir de ese momento toma forma otro de los aciertos más destacados del remake. Si bien en la cinta de Zarchi el personaje de Jennifer no desaparecía nunca, pudiendo el espectador ver como tras el acto violento del que fue víctima prepara como si de un ritual se tratase su venganza contra sus captores, en la versión de 2010 tras su supuesta muerte arrastrada río abajo, su presencia torna en ubicua y gracias a ello se puede permitir asediar psicológicamente a sus cinco agresores que reciben llamadas, objetos o visitas nocturnas en sus hogares que les recordarán el día del ataque. El espectador es consciente desde el principio que todos estos movimientos están llevados a cabo por el personaje de Jennifer, pero que su presencia amenazante esté expuesta en off añade un matiz muy interesante cargado de intriga al producto.




El personaje de Jennifer esta vez tiene el rostro de la guapa Sarah Butler. Actriz que se entrega considerablemente a la hora de dar vida a su rol, pero que queda lejos de la implicación rotunda de la Camille Keaton del film de Merchi. A la chica de la versión que nos ocupa no la muestran de manera demasiado gráfica en plena desnudez por los parajes boscosos de la localidad. Imagen que en la película de 1978 ilustraba un pasaje en el que la protagonista se mostraba física y psicológicamente destrozada, así como frágil e indefensa, acentuando la empatía con el espectador. Tampoco experimenta del todo esa cruel quietud (posiblemente debido a la inevitable caída en la locura tras el ataque) que la protagonista del film original transmitía mientras llevaba a cabo con la mayor de las tranquilidades su venganza.




Por último comentaré un cambio en el trasfondo del remake con respecto al supuesto mensaje feminista (ya apunté cuando comenté el proyecto de 1978 que en caso de existiera sería más androfóbico que otra cosa) de la cinta original. Si bien en el largometraje de Merchi destacaba el retrato plano pero considerablemente negativo que se hacía del género masculino en general, en la obra de Steven R. Monroe este tratamiento de personajes se diluye para dejar paso a otro también acertado, desagradable y bastante crítico, pero esta vez con el ciudadano de la América profunda. Esta visión que comento es notoria en la imagen que se da de los agresores y la misma tiene su culmen en la figura del sheriff. Personaje que resulta ser un buen marido, padre abnegado y asiduo a la iglesia, pero que guarda en su interior una peligrosa personalidad oculta.




Son otros tiempos y aunque es un placer que vuelva a cultivarse este tipo de terror erigido en los 70, esta versión de I Spit on Your Grave es hija de un tiempo y un país tan conservador como políticamente correcto y prefiere, a diferencia de su predecesora, incidir más en una violencia física cruenta y explícita (las torturas de la venganza de Jennifer son burrísimas y la última con la escopeta deja con un palmo de narices) que en la sexual, que servía en el film de Merchi como fresco de una época oscura y desencantada de Estados Unidos. Finalmente decir que esta revisión del largometraje homónimo de 1978 es meritoria e interesante y algo ha debido de funcionar con ella cuando aquellos que criticaron la película original han puesto el grito en el cielo con el estreno de la que nos ocupa también.



sábado, 26 de febrero de 2011

Predators, planet terror


Título Original: Predators (2010)
Director: Nimrod Antal
Guión: Alex Litvak y Michael Linch
Actores: Adrien Brody, Topher Grace, Danny Trejo, Walton Goggins, Alice Braga, Oleg Taktarov, Mahershalalhashbaz Ali, Louiz Ozawa, Laurence Fishburne





En 1987 un John McTiernan en plena forma dirigió un film de ciencia ficción titulado Predator. Depredador aquí en España. Un largometraje escrito por los hermanos Jim y John Thomas sobre un comando de mercenarios enviados por la CIA a una misión en la selva centroamericana. Allí se topan con una criatura extraterrestre que les da caza uno por uno. La cinta fue un éxito, un vehículo para el lucimiento del austriaco Arnold Schwarzenegger y una interesante metáfora sobre la guerra del Vietnam. El diseño del monstruo (el mejor que un servidor ha visto en la historia del cine) corrió a cargo del gran Stan Winston.




En 1990 llegó la secuela, Predator 2, también escrita por los hermanos Thomas pero esta vez realizada con bastante mala hostia por el australiano Stephen Hopkins. Esta segunda parte no tiene tan buena fama, pero a mí me parece un producto a la altura de la anterior entrega. Con una trama situada en la ciudad de Los Ángeles y un reparto magnífico de secundarios de lujo (Danny Glover, Bill Paxton, Gary Busey, Ruben Blades, María Conchita Alonso). La cinta era más brutal que la primera y nos daba apuntes sobre las costumbres y orígenes de las criaturas alienígenas.




Años más tarde (en 2004) llegó la hecatombe. Inspirándose en los cómics de la editorial Dark Horse el mediocre director británico Paul W. Anderson dirigió un entretenido despropósito llamado Alien vs. Predator que mezclaba las dos famosas sagas de la Twentieth Century Fox. Más tarde la cosa empeoró con su secuela, Alien vs. Predator, Requiem, dirigida por los hermanos Strause. El trailer hacía parecer que iba a estar bastante bien, pero por desgracia más mala y hubiera explotado.




En 2010, con producción de Robert Rodriguez y su ex mujer Elizabeth Avellán y dirigida por el húngaro Nimrod Antal (Kontroll, Vacancy) llegó Predators y con ella la primera secuela digna después de los dos primeros films de 1987 y 1990. El proyecto, siendo una simple y típica cinta de acción, acierta en su cometido debido a que se alimenta directamente de la primera parte, la de McTiernan, sirviendo casi como una reformulación de aquella con casi las mismas constantes y planteamientos.




La trama se sitúa en el planeta natal de los Predators. Allí llegan, sin saber como, un grupo de personas formado por mercenarios, militares, criminales, convictos. Ellos servirán como carnaza para los alienigenas, que volverán a utilizarlos como presas en su atípica concepción de la cacería. La única misión de todos ellos es sobrevivir. Gracias a esta premisa los autores del film se permiten introducir todo tipo de variantes de los depredadores originales, desde una especie de perros a otros con cuernos de marfil, más grandes y poderosos que los normales. Todo ello con el único fin de entretener al espectador.




Predators cumple con todos los tópicos de este tipo de cine. Actores famosos haciendo personajes planos. Escenas de lucha bastante brutas que desembocan en cierta casquería. Armamento a lo bestia utilizado por los humanos para intentar acabar con las criaturas. Lo normal en esta clase de cintas. Más no se le pide y como es lógico no lo da. De modo que esa gente que se rasga las vestiduras diciendo que no tiene el nivel de las dos primeras películas (como si con aquellas estuviéramos hablando de El Padrino I y II) desde mi punto de vista no quieren ver la evidencia, que la película es muy digna si tenemos en cuenta su referentes.




Robert Rodriguez y Elizabeth Avellán han tomado buena nota y se han alejado de los dos prescindibles crossover con Alien y se han sacado una secuela de manual. Nimrod Antal se pone detrás de la cámara y se marca una dirección tan impersonal como competente para un producto de esta envergadura. Los actores están con sempiterna cara de cabreo y disparando cada dos minutos. Todos encabezados por un Adrien Brody luciendo horas de gimnasio y asomando las nariz por ahí Danny Trejo haciendo de Danny Trejo, Laurence Fishburne el ridículo como nunca en su vida y alguna cara conocida más como Walton Goggins (The Shield) o Alice Braga (Ciudad de Dios)




Predators es una entretenida cinta de evasión. Un divertimento bruto y tonto, deudor de la primera cinta de de Depredador, que reniega de los efectos digitales y por ello rezuma un olor a genuino cine comercial de finales de los 80 y principios de los 90 que echa para atrás. Un digna secuela de las cintas de John McTiernan y Stephen Hopkins para echar un buen rato en una tarde de ocio. Si alguien busca algo más no tiene nada que hacer aquí.


miércoles, 23 de febrero de 2011

La Violencia del Sexo, contra la agresión castración



Título Original: I Spit on Your Grave (1978)
Director: Meir Zarchi
Guión: Meir Zarchi
Actores: Camille Keaton, Eron Tabor, Richard Pace, Anthony Nichols, Gunter Kleemann





En 1972 un debutante y desconocido director llamado Wes Craven dio el pistoletazo de salida en Estados Unidos a un nuevo subgénero dentro del suspense y el terror, que se llamaría rape and evenge, con su célebre (a día de hoy aún de sus mejores trabajos) La Última Casa a la Izquierda. Film sobre dos chicas que sufren el asalto de unos delincuentes que las violan salvajemente. Más tarde los criminales van a parar por error a la casa de una de las jóvenes. La venganza de los padres de la muchacha no se hace esperar.




La película no dejaba de ser una revisión americanizada, muy nihilista y contextualizada en su época (el post hippismo, el fin de la era del "haz el amor y no la guerra" con sangre y muerte por mediación de la familia Manson) de la inmensa obra maestra del sueco Ingmar Bergman, El Manantial de la Doncella. Con sus muchos aciertos y algunos fallos (ese humor que no venía a cuento dentro de tan austera y bestial propuesta) la cinta trajo tras de sí un retahíla de copias, plagios y demás subproductos que paradójicamente en Europa, sobre todo en Italia, se llevaban cultivando desde bastantes años antes. Como anotación decir que de la película de Craven existe un consistente remake del que ya di buena cuenta hace un tiempo en este santo blog.




I Spit on Your Grave, o La Violencia del Sexo, horrible título que le dimos en España al producto, también nació a rebufo de la ópera prima de Wes Craven y se adscribe con facilidad en el rape and revenge más ortodoxo, pero más allá de eso cobró fama por su visceralidad y crudeza. Fue prohibida en muchos países, mutilada en otros tantos y su director y reparto no se prodigaron mucho más en el mundo del séptimo arte tras ella. La cinta se hizo famosa por su fama de depravada y morbosa, pero si nos quedamos sólo en eso podemos perdernos algunos apuntes que la convierten en una pieza meritoria y con aciertos a tener en cuenta dentro del tipo de cine que representa, como su atmósfera y construcción formal.




La ópera prima de Meir Zarchi es cine grindhouse de pura cepa, aquel que se proyectaba en doble sesión con copias desgastadas en cines de mala muerte durante los años 60 y sobre todo 70. Su argumento narra cómo una joven escritora que decide retirarse a una casa de campo a realizar su última novela es asaltada por cuatro paletos locales que le hacen pasar un agónico día de abusos, violencia, vejaciones y violaciones varias. Unos días más tarde ella cura sus heridas y busca fría y concienzuda venganza contra sus agresores.




Con esta trama central es lógico que mucha gente se eché hacia atrás (sobre todo y como es comprensible, público femenino) ante la propuesta de Zarchi y sí, el film no escatima a la hora de exponer en pantalla y sin elipsis narrativas detalles truculentos y muy violentos sobre la agresión de la pobre chica. Pero lo más paradójico e inesperado es que no son las escenas más visualmente violentas las que transmiten malestar en el espectador, sino las más calmadas, las que inquietan al que visiona por cuándo, cómo y dónde tomará lugar la próxima agresión.




Transmiten más crudeza los pasajes de la protagonista caminando completamente desnuda (la representación física máxima de la fragilidad humana) por los parajes forestales llena de heridas y suciedad, los silencios que la acompañan cuando se arrastra por el suelo para intentar llegar a su casa o ese sonido de armónica que premoniza una vez más la tragedia y el horror que las escenas explícitas de agresiones sexuales, que siendo bastante crudas, no enseñan tanto como otras producciones que las exponen de manera más gráfica y recreándose con ellas.




Se habló mucho en su momento de si I Spit on Your Grave era un panfleto feminista. Si había que acusarla de algo no es de feminismo precisamente, sino de androfobia y yo en parte lo veo viable. Todo los personajes masculinos son despreciables y y ruines. Cuando uno de ellos da pie a la primera agresión sobre la chica vemos que sus sucesores en tan deplorable acto son más salvajes aún. El único de ellos, el deficiente mental, que representaría de alguna manera la inocencia de la virilidad pierde la virginidad de la manera más execrable, participando en una violación que ni siquiera puede consumar, aunque de manera curiosa su último acto coital, que sí puede llevar al climax, será el último de su vida.




Durante todas las escenas en las que los cuatro hombres están abusando de la protagonista realizan movimientos durante el acto sexual de un marcado carácter ridículo, emulando una especie de convulsiones espasmódicas hasta risibles que finalmente dan forma a una estúpida coreografía demencial y cruel que transmite más pena que otra sensación. El final y su clímax con la vendetta por parte de Jennifer incitan a que el espectador perciba, en cierta manera, que el film destila una considerable aversión hacia el género masculino. Lo cierto es que un servidor ha visto tantas películas misóginas que por enfrentarse a una que no nos deje muy bien a los hombres no me voy a escandalizar.




La Violencia de Sexo es una obra de culto dentro de la serie B de corte más o menos exploit y bizarre. No es un gran film, ni debe engrosar ninguna lista de largometrajes remarcables, pero sirve como ejemplo claro y directo de un tipo de celuloide de terror tan real y cercano que daba más miedo que el sobrenatural que realizaban las majors de la época y que más tarde dejaría su huella en productos posteriores como Ángel de Venganza de Abel Ferrara. Tras ella llegó una secuela no oficial I Will Dance On Your Grave (Savage Revenge) que data de 1993 y el año pasado un remake del que hablan muy bien, dirigido por Steven R. Monroe, que analizaré aquí a la mayor brevedad posible para compararla con la versión que nos ocupa.


martes, 22 de febrero de 2011

127 Horas, el último superviviente



Título Original: 127 Hours (2010)
Director: Danny Boyle
Guión: Simon Beaufoy y Danny Boyle basado en el libro de Aron Ralston
Actores: James Franco, Kate Mara, Amber Tamblyn, Clemence Poesy, Treat Williams, Kate Burton, Lizzy Caplan

Trailer


He de admitir que tengo una paradójica relación, que alterna admiración y rechazo, con el británico Danny Boyle. Me gusta, en general, su olfato para elegir proyectos, así como lo arriesgado que es como director a la hora de afrontar depende qué temáticas o conceptos. Pero me causa muchísimo reparo su perenne estilo de realización sobrecargada, efectista y falsamente nerviosa que en ocasiones está justificada (Trainspotting, 28 Días Después) y otras no (Millones, Slumdog Millionaire) entregándose a una innecesaria preponderancia de la forma sobre el fondo.






127 Horas está basada en la novela autobiográfica de Aron Ralston, Between a Rock and a Hard Place, que narra como un día, en Mayo de 2003, haciendo montañismo y tras una caída, su brazo derecho quedó atrapado entre una enorme roca y una pared de piedra dentro del cañón de Blue John, en el desierto de Utah. El film retrata esos agónicos casi 5 días y la odisea de Ralston para intentar salir de tan calamitosa situación con vida. ¿Lo consiguió? Pues sí. Que más tarde escribiera un libro sobre tal hecho no da pie a la confusión. Y no es ningún spoiler.




El film, digámoslo ya, es un producto harto entretenido que cumple su cometido de llamar la atención del espectador lo suficiente como para que el mismo empatice con la desdicha de su protagonista y como no, para servir como homenaje a la persona de Aron Ralston. Los 90 minutos que dura el metraje no dan respiro en ningún momento, pero debido a esto, Boyle, una vez más reincide en una dirección artficiosa e innecesariamente frenética, pero esta vez con un motivo poco consistente, lo que pone en entredicho una vez más sus dotes como verdadero cineasta.




Los motivos por los que el director de Tumba Abierta (Shallow Grave) recurre una vez más a un tipo de realización tan exagerada, más que técnicos, visuales o narrativos, son del todo peregrinos, pero hasta cierto punto comprensibles. No aburrir al espectador. Boyle es consciente de que una historia de un hombre inmovilizado dentro de una grieta de piedra y con el brazo atrapado entre una roca y una pared reduce el mínimo su campo de maniobrabilidad como director y por ello recurre a toda una gama de trucajes de realización y montaje que ya no nos pillan desprevenidos, porque los arrastra desde sus inicios, pero que en cierta manera ya cansan.




Pantalla partida, polivisión, planos detalle, montaje sincopado, tomas imposibles, flashbacks, imágenes oníricas, ensoñaciones. Boyle huye en repetidas ocasiones del lugar donde Ralston se encuentra confinado (la toma aérea que acaba con el plano de la botella de Gatorade es un disparate y encima nos mete la publicidad por toda la cara) porque no tiene la suficiente confianza en sus dotes como cineasta para dar ritmo a un producto dentro de un espacio tan reducido y con sólo un actor. Con ello el film pierde gran parte de la claustrofobia que debería transmitir y Boyle demuestra que al lado del Rodrigo Cortés de Buried es un aficionado a la hora de hacer este tipo de cine.




Lo peor es que Boyle no se da cuenta de que los pasajes más relajados de su largometraje son los que más funcionan y consiguen crear una atmósfera de tensión y desesperanza en el espectador. Hay un travelling lento desde la espalda del protagonista situado entre el hueco de las dos paredes de piedra que vale más, cinematográficamente hablando, que todos los planos de gargantas, venas, hemoglobina, huesos, interiores de botellas o sueños forzados, casi lisérgicos. Por suerte para Boyle su proyecto tiene en su interior algo que consigue dar verismo, naturalidad y credibilidad al conjunto. Nada más y nada menos que su actor principal.




No tengo nada en contra de actores de cara bonita siempre y cuando hayan demostrado valer para algo más que para que posters con fotos de su persona forren carpetas de adolescentes. Por eso veo mérito en intérpretes como Brad Pitt, Leonardo DiCaprio o Johnny Depp. James Franco es un buen chaval, comedido y agradable (al menos en las revistas en las que he podido leer entrevistas suyas) pero tiene una de esas caras a las que me gustaría darle una tollina en condiciones, no puedo evitarlo. Como muestra un botón.




Es innegable que James Franco nunca ha hecho un papel muy destacado o memorable en cine. Pero también es cierto que en 127 Horas realiza un trabajo colosal de composición y entrega dramática. El protagonista de Sonny lleva todo el peso del producto en sus hombros y aprueba con nota al transmitir tanto la psicología herida del personaje, su fisicidad en una situación extrema y sobre todo y más importante, sus ganas de salir adelante y sobrevivir. Como es lógico a estas alturas es de recibo mencionar el clímax de la cinta.




Esa dura escena de eclosión, que una vez más Boyle muestra con todas las florituras expeditivas y forzadas posibles, incluso en esta ocasión emulando descaradamente (por medio del montaje de imágenes y los efectos de sonido) a las escenas en las que Jared Leto se inyectaba heroína en la soberbia Requiem Por Un Sueño de Darren Aronofsky. La secuencia, con todo, acierta por su crudeza, dramatismo y carnalidad, sirviendo la misma como liberación final de todo el conjunto cinematográfico que sostiene la película.




Como en otras ocasiones Danny Boyle consigue realizar una buena película, pero él mismo y el acabado técnico de su propuesta son lo peor de la obra. 127 Horas es una cinta acertada (la introducción en pantalla del título del film me parece uno de sus mayores aciertos, a pesar de ser este un detalle que pocos percibirán), física y muy entretenida que transmite gracias a su protagonista verdaderas ganas de (sobre)vivir. Aunque tiene sus fallos y mi misión es destacarlos, desde mi punto de vista




De nuevo el director de Una Historia Diferente (A Life Less Ordinary) o Sunshine destaca más como un profesional con fino olfato para embarcarse en proyectos interesantes que como cineasta completo. Cuando decida dejar de rodar todos los films que caen en sus manos como si fueran una mezcla entre un capítulo de 24 y otro de C.S.I, Las Vegas, dará nuevos y necesarios pasos adelante en su filmografía, de lo contrario seguirá como hasta ahora, estancado y sin voz propia como autor. Decir eso del creador de una obra tan generacional y memorable como Trainspotting es una pena.



domingo, 20 de febrero de 2011

Enredados, adiós a las puntas abiertas



Título Original: Tangled (2010)
Director: Nathan Greno y Byron Howard
Guión: Glen Keane, Jossan McGibbon, Adam Wilson, Sara Parriot y Melanie Wilson basado en el cuento de los hermanos Grimm


Trailer


Sin lugar a dudas una de las decisiones más inteligentes que ha tomado la casa Disney en los últimos tiempos es haber comprado Pixar, la productora de John Lasseter. La relación entre la casa creada por Walt Disney y la factoría fundada entre otros por el director de Toy Story 1 y 2 o Cars viene de lejos. Ya que la primera siempre ha sido la distribuidora de las producciones que salían del seno de la segunda.




Dicha convivencia terminó, lo que acentuó aún más la decadencia que la Disney sufría desde finales de los 90. Más tarde los directivos de la empresa que tiene a Mickey Mouse como seña de identidad, en un salto mortal sin red... o no tanto, decidieron comprar Pixar y dejaron que los autores de la misma supervisaran toda producción animada de la casa, tanto si eran originarias de la propia Pixar como si no. Ahí ya tenemos casos como Bolt o Tiana y el Sapo, la primera en animación digital y la segunda en el clásico 2D.




Enredados (Tangled) es la confirmación de un hecho, para mí, irrefutable. Disney está volviendo a recuperar el norte. Gracias a John Lasster y sus huestes, o puede que no, la factoría americana de animación está volviendo a entregar interesantes obras llenas de humor blanco (aunque irónico en ocasiones) amor, amistad, así como con sus pequeños toques de drama y musical. Carismáticos protagonistas, cómicos secundarios y malvados villanos. Todo ello se cumple, como mandan los cánones, en la última producción Disney.




Enredados narra el mítico relato de Rapunzel, la niña de larguísimos cabellos que vivía aislada en una torre por una malvada bruja que la robó a sus padres (los reyes de aquellas tierras) haciéndose pasar por su progenitora cuando la cría creció, para conservar la eterna juventud que le proporcionaba el pelo de la niña, y es un excelente trabajo en todos sus apartados. Es una redundancia alabar su acabado técnico porque la animación digital sigue perfeccionándose poco a poco en cada proyecto que se estrena en nuestras carteleras.




Como es lógico huelga decir que es un hecho irrefutable el mimo y el exquisito cuidado que los creadores han puesto de manera concienzuda en un trabajo como este, que bordea la perfección hasta en los detalles más insignificantes. No hay más que ver la maravillosa suntuosidad del extenso cabello de la protagonista que parece tan real que a veces es difícil creerlo, los paisajes boscosos que rodean la torre o esa tasca elaborada con minimalista delectación




Hacía tiempo que no veía una producción de Disney (no adscrita al sello Pixar) con un conjunto de roles tan bien avenido. Rapunzel es un personaje entrañable con un deliciosa mezcla entre naïf y pícara. Flynn Ray es un canalla carismático en la línea de otros personajes Disney como el capitán Febo de la muy adulta y reivindicable El Jorobado de Notre Dame. Gothel, es una villana muy bien perfilada que tiene más grises que blancos y negros. El gran Pascal, adorable camaleón mascota con momentos desternillantes a pesar de que al final salga a la luz su instinto homicida. Incluso papeles muy secundarios como los del caballo o los hermanos mercenarios tienen su miga.




Las canciones, al menos en inglés (he visto la película en su idioma original ) son pegadizas y agradables, los personajes acertados, el mensaje claro y conciso tanto para niños como mayores y su protagonista puede engrosar con la cabeza bien alta en la galería de Princesas Disney. Ya si quisiera poner una pega al conjunto sólo diría que me desagrada ese tipo de final para la villana que por desgracia es tradición en esta casa y no me convence como ideal para transmitir a nuestros hijos y hermanos pequeños.




Enredados
como delicioso producto cinematográfico funciona a las mil maravillas, consigue transmitir verdadera simpatía y acertada diversión al espectador. Por suerte parece ser que Disney vuelve a despertar de su letargo, esta vez uniendo el espíritu de sus clásicos de siempre con ese toque más terrenal que tenían sus productos de los años 90. El tiempo nos dirá si siguen por este buen camino o vuelven a perder el carril. Por ahora sólo nos queda disfrutar de productos como el que nos ocupa.