viernes, 21 de enero de 2011

Déjame Entrar, juramento de sangre


Título Original: Let Me In (2010)
Director: Matt Reeves
Guión: Matt Reeves
Actores: Kodi Smit-McPhee, Chloe Moretz, Richard Jenkins, Elias Koteas, Sasha Barrese, Cara Buono, Chris Browning, Dylan Minnette, Jimmy 'Jax' Pinchak, Seth Adkins

Trailer


En el año 2008 el semidesconocido director sueco Tomas Alfredson dirigió la adaptación a imágenes del best seller literario Låt Den Rätte Komma In (Let the Right On In en su título internacional y Déjame Entrar aquí en España) de su compatriota el novelista John Ajvide Lindqvist. El mismo escritor se haría cargo del guión colaborando estrechamente con el realizador y logrando ambos con ello uno de las acercamientos contemporáneos más acertados, líricos y universales que se han realizado en el séptimo arte a cerca del, hoy día muy maltratado, mito del vampirismo.




El resultado fue un producto brillante con ínfulas de obra de culto en el que a través de un filtro bermagniano se nos narraba la atípica y muy creíble historia de amor entre dos niños. Él un ser humano, ella un no muerto. Alfredson y Lindqvist por medio de una exquisita elegancia, una gelidez estilística de una solidez inusitada que contrastaba con un cálido trasfondo emocional impuesto por los dos protagonistas, nos hablaba de distintos temas como la soledad, el acoso escolar, el primer amor y el lado oscuro de la psique humana, El resultado, un éxito a nivel mundial de público y crítica e incontables premios internacionales.




Como no podía ser menos, nuestros amigos americanos vieron el filón y como dicta su poco agradable tradición, compraron los derechos del film no sólo para estrenarlo al otro lado del charco, sino también para hacer ellos su propia e innecesaria versión del célebre largometraje de Tomas Alfredson. Todo apuntaba a que el producto resultante sería un desastre a pesar del buen reparto y el director elegido. Nada más y nada menos que Matt Reeves, realizador de esa simpática monster movie con estética de vídeo casero llamada Colverfield (me niego a escribir el título que le dimos en España).




Sin paños calientes, de manera directa y contra todo pronóstico. Let Me In, el remake americano escrito y dirigido por el realizador Matt Reeves de la película sueca Déjame Entrar de Tomas Alfredson es un producto de nota muy alta y con suficientes aciertos y complementos estéticos o narrativos añadidos a la historia original como para ser considerada una película excelente. Es otra visión cinematográfica casi tan interesante e incluso más tenebrista de la novela de John Ajvide Lindqvist que la anterior, lo que le da una tonalidad distinta a su predecesora pero tan (o casi) acertada como aquella.




Matt Reeves añade interesantes cambios a su versión. Para empezar la contextualiza, situándola en la norteamérica de los años 80. Añadiendo en el film el fanatismo religioso de la madre de Owen (a la que nunca le vemos el rostro, acentuando en la narración la incomunicación y distanciamiento existencial que comparte con su retoño) y la omnipresencia en los medios de un presidente Ronald Reagan obsesionado con erradicar un mal que según él está devorando su amado país desde las mismas entrañas. Estos interesantes añadidos formales indican más ser apuntes autobiográficos del propio Reeves que otra cosa. Pero como comento quedan perfectamente insertados en el relato y hasta lo enriquecen haciéndolo más localista, marcando así distancias con el otro film.





En pocas y esquemáticas palabras si la película de Tomas Alfredson era un film romántico (atípico y muy sui géneris) con toques de terror, el film de Reeves es un largometraje de terror con apuntes de romance. Lo que en la primera versión era elegancia y sugerir más que mostrar, en la americana todo es más visceral, crudo pero también emocional y desgarrado. La gelidez de exquisito acabado y la medida mirada del realizador sueco llena de poética, deja lugar a la fuerza, la crudeza y también un lirismo, pero más nihilista, más doliente e incluso cálido, del cineasta estadounidense.




Hay algo que es (o debería ser) indivisible al mito del vampiro y es todo el matiz sexualizado y libidinoso que implica su propio instinto. Para narrar buenas historias, fílmicas o literarias, sobre vampirismo, no se puede obviar de ninguna manera el salvajismo, la animalidad, la pulsión que siempre ha ido implícita al acto de robar la vida a un humano por parte de un no muerto. No por casualidad el ritual de unos colmillos desgarrando la carne de un cuello humano para seguidamente succionar su sangre es una alegoría clara de la penetración y el clímax de un acto sexual. Si se anula eso y hacemos a los vampiros, por poner un ejemplo, vegetarianos, arrebatamos de una tacada el instinto que los convierte en seres bestiales, trágicos y condenados.




En Déjame Entrar ese actitud intrínseca en todo vampiro que se precie de serlo se sugería por medio del personaje de Eli. En la película de Reeves da completamente la cara y eclosiona, en Abby, una niña con apariencia de no tener más de 12 años que realmente existe desde hace siglos. Cuando esta pequeña cría, asocial, aislada del mundo, hasta cruel, consigue controlar ese acto innato en su naturaleza para no herir a la persona que ama, el espectador con un mínimo de inteligencia se da cuenta de que esto sí es una historia de dos enamorados, con el tema del vampirismo de por medio, de un importante calado. Controlar a una bestia interna que normalmente anda desatada y libre sí es un acto de fidelidad y dedicación a una persona. Porque es un acto contranatura.




Matt Reeves se afianza en Let Me In como un, por ahora, artesano con verdadero talento. Partiendo del tono que Alfredson insufló a su obra el director de Cloverfield sigue una senda distinta más oscurantista y directa pero muy certera. En su trabajo hay momentos que bordean la brillantez en secuencias de un acabado intachable con una seguridad impropia de un cineasta que sólo lleva dos films a sus espaldas y estando en el primero de ellos atado en corto por ese señor tan sobrevalorado que responde al nombre de J.J Abrams. Pero esa es otra historia.




Del trabajo de Reeves sería de recibo destacar el magistral pasaje del accidente de coche, rodado con una pericia que corta la respiración. Algunas tomas de automóviles en la lejanía surcando campos nevados que remiten a los hermanos Coen de Fargo. Planos generales de una serenidad coppoliana. Como resuelve la célebre parte de la piscina, de manera no tan elegante como Alfredson pero con una eficacia equiparable a la de aquel, y un interesante pulso tanto con la narración escrita (acentuando el tono detectivesco) como con la dirección de actores. Ya que tanto la joven pareja formada por Kodi Smit-McPhee y Chloe Moretz como los roles interpretados por excelentes veteranos como Richard Jenkins y Elias Koteas transmiten veracidad al conjunto.




Puedo comprender que haya gente que rechace esta película antes incluso de verla o que le visione y reniegue de ella por ser la innecesaria revisión de un producto del que sólo le separan dos años. Todo eso me parece muy bien, pero con ello y por culpa de los prejuicios se estarían perdiendo una excelente obra que (a parte de resucitar a la mítica Hammer Films como productora) al igual que la que la inspira, sirve como una inyección de vitalidad en forma de hemoglobina para el mito del vampiro y por efecto dominó al del guardián humano que normalmente vela por la seguridad del mismo. Un tratado sobre el poder de la feminidad, el lado animal del ser humano, el despertar sexual, la incomunicación en el ambiente social o familiar y sobre todo de como dos personas totalmente opuestas e incluso de naturalezas diferentes pueden llegar a ser almas gemelas, aunque cuente la leyenda que uno de ellos, supuestamente, carezca de ella.


2 comentarios:

  1. Me trague las dos el mismo día, la primera para ver una gran obra y la segunda para ver la gilipollez que se habían inventado los yankes y me encontré con una tensión y un suspense de primer nivel... No sé, supongo que se tuvieron que alienar los planetas o algo

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  2. Es que los americanos ya hacen tantos remakes que algunos, aunque sean pocos, les tienen que salir bien, por cojones.

    Yo creo que el acierto de esta es haber puesto a un director con inquietudes artísticas al mando del largometraje, encima ejerciendo de guionista y realizador en el proyecto. Al Matt Reeves este yo le pienso seguir la pista.

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