lunes, 11 de octubre de 2010

La Matanza de Texas, el crimen más sangriento de la historia de América


Título Original: The Texas Chainsaw Massacre (1974)
Director: Tobe Hooper
Guión: Kim Henkel & Tobe Hooper
Actores: Marilyn Burns, Paul A. Partain, Edwin Neal, Jim Siedow, Allen Danzinger, Gunnar Hansen, William Vail






El pasado 1 de Octubre de 2009 se cumplieron 35 años del estreno de una de las cintas más grandes de la historia del cine de terror. Un film cuyo legado ha ejercido influencia en cientos de cineastas dentro del género, en toda clase de obras adscritas a este tipo de cine y ha dado lugar a secuelas, plagios e incluso parodias. Se estrenó en 1974, causó un bestial impacto, se rodó en condiciones infrahumanas, la dirigió Tobe Hooper. Su título, La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre)




Inspirada parcialmente en hechos reales (los crímenes del asesino en serie Ed Gein, que despellejaba a jovencitas para luego usar las pieles como vestidos o moviliario para su casa de Wisonsin), tras su estreno fue recibida de distinta manera por la prensa especializada. Unos sólo veían una película sádica que hacía un uso pornográfico de una violencia casi insoportable y muy directa. Otros miraban más allá y lograban vislumbrar una oscura y malsana obra maestra de lo macabro, con un uso magistral de la dirección y el escueto diseño de producción. Pero el verdadero impacto lo causó en la platea, ya que el público de aquella época, sobre todo el americano, no estaba aún acostumbrado a ver niveles de sadismo, más psicológico que físico, en pantalla grande, al menos fuera de Europa o Asia.




Todo aquel que vaya buscando un desfile de gore y vísceras se sentirá muy decepcionado al ver La Matanza de Texas. El film de Tobe Hooper es mucho más que un slasher, que ciertamente lo es, posiblemente el mejor de la historia del subgénero. También supone, y ahí radica su mayor virtud, una visión descarnada de la América más profunda. La que surgió de la penuria económica que asoló el país durante la gran depresión de los años 30, la que no acepta el progreso y vive aislada en una especie de atemporal estado desértico al sur de los Estados Unidos. La visión que Hooper y Henkel dan del sur de su país es aterradora, mostrando a esos descerebrados rednecks como a unos pueblerinos perturbados mentalmente capaces de cualquier barbaridad.



Hooper realizó el proyecto por medio de un enfermizo uso del caos controlado. La cinta se rodó con tal escasez de medios que el tono semidocumental del producto no fue buscado. Ese aspecto se debe a que la película se rodó en 16 mm para más tarde pasarse a 35 mm, de ahí el efecto granulado y de deterioro de la imagen. El film se desarrolla con un excelente pulso, imprimiendo una tensa calma a casi todo el metraje. En cambio en su media hora final la visceralidad llega a cotas casi insoportables. Pero nunca por medio de la violencia explícita, sino por una utilización atmosférica de la cámara, jugando con los encuadres y los tipos de objetivo), gracias a la excelente fotografía de Daniel Pearl, y una certera dosificación del tempo narrativo con respecto al aumento gradual de la tensión.


El éxito de la obra fue considerable y gracias a sabe dios quién, no se realizó una secuela inmediata aprovechando el tirón de la primera parte. Hasta que 12 años después, Hooper, intentando resarcirse de sus últimos fracasos en taquilla dirigió una tardía secuela para la Cannon Films. No me extenderé mucho sobre La Matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2) porque dentro de poco le dedicaré una entrada, pero se me cae la cara de vergüenza al pensar que el director de esa entrega y el de la que nos ocupa son la misma persona. Porque pocas veces ha pasado más sonrojo y vergüenza viendo la secuela de una una película de terror que con dicha producción de 1986.




Existen también una tercera entrega, que no he visto, y una cuarta dirigida por Kim Henkel, de la que he oído todo tipo de barbaridades, titulada La Matanza de Texas. La Nueva Generación, con Matthew McConaughey y Renée Zellweger en el reparto, de la que sólo he visto retazos. Ya alejadas de la saga original la productora Platinum Dunes, propiedad de Michael Bay, rodó un correctísimo remake y años después una resuelta precuela del mismo, con un reparto muy parecido y los mismos medios, esta vez con mucha más truculencia en las escenas de los asesinatos. Incluso existe una excelente continuación de estos trabajos cinematográficos en cómic escrita por Dan Abnett y Andy Lanning y dibujada por Wesley Craig.



The Texas Chainsaw Massacre, es una obra clave para entender la evolución de la historia del cine de terror occidental. Un inigualable Tobe Hooper, con la ayuda de su co guionista Kim Henkel, dio forma a su obra maestra, su mejor trabajo. Una cinta de culto, imperfecta, cruda, lacerante, cruel, insana, que nos mostró que el verdadero horror no está en un castillo de Transilvania, en un cementerio o una sesión de espiritismo. Está entre nosotros, posiblemente en la casa de al lado, tiene rostro y seguro que alguna vez nos ha mirado directamente a la cara, sin que nosotros lo sepamos o hayamos querido darnos cuenta.


4 comentarios:

  1. Obra maestra. El uso del sonido es absolutaemnte insuperable, crea una incomodidad sensorial que amplifica todo lo que pasa en pantalla.

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  2. Y dicho uso comienza desde los magistrales títulos de crédito, esos sonidos como de metal tensado y lleno de óxido, como bien comentas, enfatizan el calado de las imágenes en el espectador y en la media hora final los efectos de sonido se hacen casi insoportables. También los continuos gritos de Marilyn Burns llegados a un punto se vuelven desconcertantes, luego supimos que la pobre chica lloraba de verdad debido a que estaba harta de las condiciones deplorables del rodaje y de como la puteaba Hooper.

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  3. Insuperable, increíble, a envejecido de puta madre, todos sus defectos se convierten en mejoras, todo lo viejo es elegante, como las arrugas de Clint Eastwood, no se puede envejecer mejor, la primera película de Tobe Hooper y su cima, imprescindible.

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  4. La verdad es que el tiempo en vez de castigarla o dejarla en evidencia le da la razón, tanto a su insana estética como a todo el planteamiento argumental, que si bien sencillo, no deja de ser bestialmente rotundo.

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