viernes, 9 de octubre de 2009

W, el chico de oro



Título Original: W. (2008)
Director: Oliver Stone
Guión: Stanley Weiser
Actores: Josh Brolin, Elizabeth Banks, James Cromwell, Richard Dreyfuss, Thandie Newton, Ellen Burstyn, Jeffrey Wright, Toby Jones, Stacy Keach, Bruce McGill





Oliver Stone siempre interesa, puede fallar o tocar el cielo, pero nunca deja indiferente. Tras la desconcertante y fallida World Trade Center, empalagosa cinta indigna de su ingenio pero más aceptable de lo que se dijo en su momento, Stone vuelve al tipo de cine en el que es un grande, el político.




W. es un excelente biopic de George Bush Jr. Nos muestra cosas que ya sabemos, que era un borracho, que es un hombre de cortas entendederas, que lo de la guerra de Iraq fue una vergonzosa mentira a nivel mundial y que él era un pelele movido descaradamente por los hombres que supuestamente estaban bajo sus órdenes.




El reparto es bestial y extensísimo, no como el de J.F.K, Caso Abierto, pero casi, el problema es que tanto actor no puede lucirse como es debido y por ejemplo personajes potencialmente interesantes como Bárbara Bush (Ellen Burstyn) o Condoleezza Rice (Thandie Newton) aparecen fugazmente y aportan poco, en cambio gente como, Colin Powell (Jeffrey Wright ), Dick Cheney (Richard Dreyfuss ) o Donald Rumsfeld (Scott Glenn) tienen su momento de (dudosa) gloria.




Pero si hay dos actores que destaquen son James Cromwell como George Bush y Josh Brolin como su hijo, el primero por su fuerza y convicción y el segundo por el excelente ejercicio mimético que hace para interpretar al bueno de W.




Oliver Stone está genial con la dirección, deja de lado sus efectismos habituales, que en Nixon por ejemplo, daban empaque a la narración y estaban hasta cierto punto justificados, pero que en otras ocasiones han sido un lastre para su trabajo en la dirección y el guión, dando forma a un trabajo mastodóntico, haciendo, como ya es marca de la casa, una utilización del formato Scope que ya quisieran muchos, su trabajo con la cámara es genial y da potencia al guión de Stanley Weiser, dignísimo y con momentos puntualmente brillantes.




Puede que Stone no haya aprovechado hasta el máximo el material incendiario que tenía en las manos, pero su misión de humanizar a un pobre hombre que quería ser jugador de béisbol y que acabó metiéndose en un embolado que le vino grande desde el principio se cumple de manera más que digna. Porque este señor no quería reunirse con su administración para hablar de economía, terrorismo o política exterior, lo que le gustaba de verdad era ser el gobernador del estado de Texas y por las noches comer galletitas saladas junto a su perro Barney mientras veía un partido de sus admirados Ranger de Texas, por desgracia (para él y el planeta entero) fue el reflejo de todo la mentira que hay detrás del Sueño Americano que solo demuestra que hasta el tipo más tonto de la mayor democracia del mundo libre puede llegar a ser el hombre más poderoso del planeta.


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