lunes, 31 de agosto de 2009

Ghost in the Shell 2: Innocence, desinterés existencial en el interior de la carcasa



Título Original:
Ghost in the Shell 2: Innocence (2004)
Director: Mamoru Oshii
Guión: Mamoru Oshii basado en los personajes de Masamune Shirow





En 1991 el guionista y dibujante japonés Masamune Shirow editó Ghost in the Shell, un complejo y ambicioso manga, que habla sobre un futuro lejano donde internet y la inteligencia artifical dominan un mundo automatizado lleno de conflictos de interés, cyborgs que parecen humanos y movimientos políticos internacionales que se encuentran entre la conspiración a nivel global y la corrupción social.




En al año 1995 el director Mamoru Oshii adaptó el manga al celuloide. Depuró el estilo, anuló por completo el no siempre acertado humor de Shirow y sintetizó la complicada trama sobre la toma de consciencia de la inteligencia artificial y la busqueda existencial y filosófica por parte de esta de un cuerpo en el que poder tomar forma tangible. El resultado fue Ghost in the Shell, una obra maestra y para el que suscribe, la mejor película de animación japonesa de todos los tiempos.




Una década más o menos tardó Oshii en embarcarse en una secuela de su impecable film. Ghost in the Shell, Innocence no está basada directamente en cómic alguno de Masamune Shirow y ha de ser vista antes o después de leer el manga secuela, muy flojo por cierto, Manmachine Interface. Más presupuesto y mejores efectos digitales (puede que demasiados), así como la aplicación de los avances que casi diez años han permitido desarrollar a la animación nipona desde el estreno de la primera entrega, hasta la edición de esta segunda parte.





Ghost in the Shell, Innocence es un deleite visual, una exibición de virtuosismo técnico, una genialidad creada con una profesionalidad intachable, pero falla en el guión. Lo que en Ghost in the Shell era una trama adulta, intencionadamente profunda y humanista (paradójico, hablando de máquinas) y con ecos que iban de Platón a William Gibson o de Isaac Asimov a Philip K. Dick, en esta secuela se rebela como un argumento realmente farragoso, bordeando una especie de artificiosa doctrina llena de pedantería, que no sólo se muestra indescifrable para el espectador, sino que encima, en contadas ocasiones, lleva a la confusión y la indiferencia, aunque nunca al aburrimiento.




Estando a años luz de su precuela, esta segunda entrega de Ghost in the Shell es un proyecto formalmente perfecto, pero argumentalmente demasiado consciente de su seriedad y su supuestamente megalómano mensaje, que al final queda sólo en fallidamente pretencioso. Con todo, una cinta de animación altamente recomendable, con un acabado de alto nivel, pero alejada del lirismo post cyberpunk de su antecesora o de la acción inteligente y dinámica de la serie de televisión Stand Alone Complex, basada en los personajes del manga que sirvió de base a toda esta saga sobre un aterrador y distópico futuro tan frío y aséptico que en él hasta las máquinas quieren sentir el calor humano.


viernes, 28 de agosto de 2009

Arrástrame al Infierno


Director: Sam Raimi (2009)
Guión: Sam Raimi & Ivan Raimi
Actores: Alison Lohman, Justin Long, Lorna Raver, David Paymer, Dileep Rao, Reggie Lee, Adriana Barraza



Hace unos años leí una entrevista en Fotogramas en la que Sam Raimi decía que se se sentía tan orgulloso, como avergonzado, de las primeras películas que había dirigido. En ese momento experimenté una profunda decepción al ver como uno de los directores favoritos de mi infancia, casi renegaba da la trilogía que le dio la fama, la deliciosa Evil Dead, compuesta por Posesión Infernal, Terroríficamente Muertos y El Ejército de las Tinieblas. Por suerte con su última película el realizador de Darkman ha demostrado que se le calentó la boca con aquellas declaraciones y que es un fuera de serie, por tener los huevos más cuadrados que un cubo de Rubik.



Lo diré pronto para que no haya malentendidos, Arrástrame al Infierno es un película mala de cojones, un cúmulo de clichés exageradamante pasados de rosca y estúpidos que convierten la trama terrorífica del film en un desfile de escenas rematadamente ridículas que provocan una carcajada, no ya continua, sino sonrojante, que producen en el espectador una incómoda sensación de incredulidad y vergüenza ajena ante lo que ve y escucha.




Pero ahí reside el gran poder de una cinta como Drag Me to Hell, su maravillosa y total carencia de prejuicios, es una película que no tiene miedo a mostrarse ridícula (lo hace y mucho). Raimi se descontrola bestialmente y hace pasar un continuo calvario a una preciosa Alison Lohman, actriz sometida a gran cantidad de tropelías durante el metraje. Todo el argumento es un desparrame sin ningún rigor narrativo (lo que da de sí no facilitar un puto crédito en el banco a una bruja desquiciada) con escenas sublimes como todas las relacionadas con la vieja gitana y la de la cabra, que haría las delicias del Alex de la Iglesia de El Día de la Bestia.



Arrástrame al Iniferno es más un homenaje a un tipo de cintas de terror (la de los años 80) y a una manera de hacer películas, que una obra consistente y aceptable como producto cinemetográfico. Es un placer que el director de Un Plan Sencillo (la que sigue siendo con mucha diferencia, su mejor cinta hasta la fecha) se quite con esta bestial y estúpida bocanada de agrio vómito la fama de realizador atrapado en el engranaje de Hollywood. Volviendo a su esencia, a sus raíces, a la época en la que disfrutaba haciendo cine. Yo al menos, nunca me lo he pasado mejor en una sala de cine que el pasado Jueves cuando fui a ver esta memorablemente horrenda cinta.


domingo, 23 de agosto de 2009

Tierra de Abundancia, país de contradicciones, nación de paradojas



Director: Wim Wenders (2004)
Guión: Wim Wenders & Scott Derrickson
Actores: John Diehl, Michelle Williams, Wenderl Pierce, Burt Young, Richard Edson






Es una verdadera satisfacción hacer una crítica sobre este film, porque si hace cosa de un mes eché pestes sobre El Final de la Violencia ahora solo tengo elogios para esta magnífica Tierra de Abundancia del director alemán Wim Wenders, un film que toca un tema espinoso y que ha de ser bien llevado para no hacer el rídiculo ni mostrarse partidista o panfletarío, la paranoia terrorista americana tras el fatídico 11-S.




Wim Wenders habla sobre la conspiranoica mentalidad de la América post atentado de las torres gemelas desde un tono crítico pero también comprensivo, el realizador de Palermo Shooting muestra un cariño tan sincero por esta nación, comprende sus miedos y fantasmas internos, y los quiere exorcizar desde la comprensión y la equidad, pero sin moralismos baratos, críticas ácidas de medio pelo o maniqueismos supuestamente progresistas.




Es bastante notable que el ex miltar Paul, al que entrega su cuerpo y alma el actor John Diehl, es una de las caras de América, la que tiene miedo, la que quedó marcada a fuego por la guerra de Vietnam, la que quedó herida de muerte el 11 de Septiembre de 2001 y que vive en una continua y esquizofrénica guerra urbana en la que todo el mundo es un enemigo en potencia de la nación de las barras estrellas, llegando en su cometido como vigilante de los intereses estadounidenses a rozar tanto lo enfermizo como lo ridículo.




Por otro lado, la cara inocente e idealista del país, la de la esplendorosa Michelle Williams, la de una juventud llena de esperanza y carente de prejuicios que mira a al futuro sin miedo, que también cree en la unidad de su tierra pero que no quitaría vidas por ella y que perdonaría al que golpeara primero poniendo la otra mejilla porque hay otras vías que no son el contraataque desmesurado o la cobarde guerra preventiva.




Después de años y varios intentos fallidos Wenders vuelve a rodar con el corazón, sigue con su mirada contemplativa, tempo calmado y estilismo urbano pero recupera parte de la esencia de sus films de los 80. Land of Plenty no es un trabajo perfecto, pero sí, la demostración de que el director de BuenaVista Social Club sigue vivo y puede volver a hacer cine de calidad y profundo calado.


Chrysalis, el cine ha muerto, larga vida al cine


Director:
Julien Leclercq (2007
Guión: Julien Leclercq, Franck Philippon, Nicolas Peufaillit, Aude Py
Actores: Albert Dupontel, Marie Guillard, Marthe Keller, Mélanie Thierry, Estelle Lefebure, Francis Renaud, Claude Perron






El thriller de acción francés nos lleva regalando desde hace algunos años productos realmente encomiables como Los Ríos de Color Púrpura, pero también cosas insípidas como El Imperio de los Lobos (ambas relacionadas con la obra literaria del escritor francés Jean-Christophe Grangé) o tan decididamente fallidas como Nido de Avispas. Pero el caso más grave viene de la mano del debutante Julien Leclercq y Chrysalis, su alabado debut en la realización, que fue recibido en el festival de cine fantástico y de terror de Sitges del año 2007 con no pocos elogios.




Chrysalis nace muerta desde el primer encuadre, una secuencia vergonzosamente previsible, situada en el interior de un auto, en la que por la utilización del plano contraplano entre los dos personajes y los retoques digitales de toda la postproducción, sabemos que va a acabar inevitablemente en un accidente de circulación que será el motivo por el que una de las dos subtramas tome forma. A partir de este alarmante inicio a uno no le queda más remedio que esperar lo peor y con motivo, lo que viene acontinuación es un desfile de despropósitos, más técnicos que artísiticos, puestos en fila, unos detrás de otros.




La ópera prima de Leclercq es el anticine, lo tiene todo para fallar en la mayoría los apartados que convierten el acto de hacer películas en lo que realmente es, arte. Puesta en escena forzada y artificiosa, diseño de producción falsario, realización impersonal y efectista (aunque no tanto como los últimos trabajos de los hermanos Scott, por poner un ejemplo), un reparto, no apático, como requiere una histora futurista como esta, sino directamente nefasto y fuera de lugar en todo momento y un guión fino como un hilo y tan poco consistente que se muestra como una mera excusa argumental (la de los experimentos genéticos) para intrudocir en la trama escenas de lucha no muy conseguidas y tiroteos retocados con cgi que tienen poco de realistas.



La cinta protagonizada por un aséptico Albert Dupontel, el hombre al que todos los que hemos visto Irreversible de Gaspar Noé asociaremos siempre a un extintor, es una Minority Report venida a menos (obra maestra de Steven Spielberg, a la que en ocasiones Leclercq plagia planos enteros), con estética de anime a lo Katsuhiro Otomo y una historia en la que el espectador no se introduce nunca y que desde el minuto 5, más o menos, le importa realmente una mierda al que visiona. Sólo el giro que se da al final con el personaje de Mélanie Thearry se salva, mínimamante, de este nefasto producto, cuya simple existencia hace más por perjudicar al cine, que por engrandecerlo.


martes, 18 de agosto de 2009

Sin Miedo a la Vida, más allá del séptimo arte


Director: Peter Weir
Guión: Rafael Yglesias, basado en su propia novela
Actores: Jeff Bridges, Isabella Rossellini, Rosie Pérez, John Turturro, Benicio del Toro, Tom Hulce, Debra Monk





Esta crítica que voy a escribir será nefasta, incompleta, titubeante, simplista, maniquea, aunque no impersonal. Es lo que me sucede cuando tengo que hablar en profundidad de algo que me desborda los sentidos, que me descoloca, que habiendo sido creado por personas que están al otro lado del planeta y que nunca sabrán de mi existencia lo siento como parte de mí, como un trozo importante de mi personalidad o mi carácter, es lo que me pasa cuando tengo que hablar de Sin Miedo a la Vida del realizador australiano Peter Weir.



Si el cine es parte importante de mi vida, vital si me apuran, la película que nos ocupa tiene bastante culpa de ello. Fearless podría verse, muchos lo hacen, como una cinta que habla sobre una persona que cambia radicalmente de personalidad tras un trágico y espectacular accidente de avión, pero realmente es un tipo de obra que nos hace partícipes de lo importante que es el simple acto de sentir, ya sea en un plano físico o psicológico, que estamos aquí de paso y que necesitamos imperiosamente vivir al máximo nuestra muchas veces pobre existencia.



Hablar de apartados técnicos o artísticos con esta película para un servidor es una futilidad. Pero es cierto que un hombre como Peter Weir, el mejor realizador australiano de la historia, (a pesar de haber dirigido esto) que tiene en su haber obras maestras cmo El Show de Truman o trabajos tan destacadas como, La Costa de los Mosquitos, El Club de los Poetas Muertos, o Master & Commander, imprime un prodigioso pulso narrativo y una fuerza visual sobrehumana con la cámara, que el guión de Rafael Yglesias es de una solidez y profundidad inusitada para el Hollywood comercial, que el reparto está magnífico y que lo que hace Jeff Bridges con su Max Klein no es de este mundo, pero como ya he dicho, lo importante es que la cinta transmite humanidad por todos y cada uno de sus fotogramas.



Enumerar las escenas que me ponen al borde del llanto, que me golpean el estómago, que me encojen el corazón es difícil. El devastador inicio entre los maizales, la escena del coche con Max asomando la cabeza por la ventanilla, en la que descubre la cicatriz de su costado, la de las fresas, la secuencia de la terraza, la del choque del auto, la pletórica del flashback final con el accidente del avión en el que se descubre todo, son imágenes y sonidos que atraviesan la pantalla y que a mí al menos, me transmiten sensaciones tan reales que parecen físicas y palpables.




A pesar de nunca se le ha hecho justicia, que se estrenó furtivamante en nuestros cines, que se la ninguneo en los Oscars de su año de estreno, sólo una nominación a la actriz secundaria para Rosie Perez, que tiene un doblaje cuanto menos mediocre, que no está editada en dvd en España, Sin Miedo a la Vida es para mí una película tan fuera de lo normal, que ni siquiera puedo recomendarla encarecidamente, porque muchas personas que la han degustado sólo ven un drama más, cuando yo lo que percibo en ella es una bocanada de aire puro, lleno de ganas de vivir, de salir adelante y de querer ser mejor persona, un trozo de vida hecho de celuloide, más que cine.



lunes, 17 de agosto de 2009

La Reina de África, amor en aguas no tan revueltas


Director: John Huston (1951)
Guión: James Agee basado en la novela de C.S. Forester
Actores: Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, Robert Morley, Peter Bull, Theodore Bikel





La Reina de África es una de las más destacadas obras del realizador John Huston, la película que unió a dos iconos del Hollywood clásico como la maravillosa Katherine Hepburn y el duro Humphrey Bogart, que consiguió el Oscar por su papel aquí, y uno de los más alabados clásicos del realizador de La Jungla del Asfalto o El Halcón Maltes.



Puedo decir sin temor a equivocarme que con esta, la décima cinta de John Huston, he sufrido una de las decepciones más grandes de mi vida relacionadas con el cine clásico. Esta veneradísima cinta de aventuras con una pizpireta misionera y el borrachín capitán de un destartalado barco por aguas africanas, me ha transmitido una indescriptible sensación de indiferencia y vacuidad.




No negaré que la dirección de Huston es excelente, visionaria incluso para la época en algunos aspectos técnicos, ni que el dúo actoral está soberbio y muy creíble, pero es la historia la que no me llega, no por ser un cliché (en su época no lo era, ahora sí, pero porque a día de hoy ha sido copiada hasta la saciedad) sino por su caracter simplista. Los personajes son planos y unidimensionales. Hepburn y Bogart destilan química, pero su historia de amor, mal desarrollada y poco trabajada, no me llega, me aburre y la trama ni siquiera explota la célebre guerra de sexos que a la protagonista de La Fiera de mi Niña tan buenos resultados le dio en las numérosas ocasiones que compartió plano con su amado Spencer Tracy.




La Reina de África
no me transmite nada, no es una obra desdeñable, pero me parece la película más endeble de John Huston, al menos de las que yo he visto. Desde mi punto de vista no merece la fama que tiene, tanto el director como los dos protagonistas han hecho cintas mucho mejores y más destacadas que esta, para mí, insustancial historia romántica entre indígenas, hipopótamos y simplismo narrativo, con lo que podía haber dado de sí todo el tema de las misiones y la primera guerra mundial, lo dicho, una pena, ahora sólo me queda a esperar los improperios de los puristas.


sábado, 15 de agosto de 2009

Frontera(s), mala conciencia política


Título Original: Frontier(s) (2007)
Director: Xavier Gens
Guión: Xavier Gens
Actores: Karina Testa, Samuel le Bihan, Estelle Lefebure, Aurélien Wiik





Cuando los franceses dicen de hacer obras de género la verdad es que son un punto y a parte, en especial en el terror. Los reyes podrán ser los americanos, que fueron los que marcaron el desarrollo natural este tipo de cine durante los 70 y 80, e incluso los japoneses que le dieron a mediados de los 90 un soplo de aire fresco con terror psicológico y crueldad inusitada. Pero cuando nuestros vecinos dicen de ponerse brutos, lo muestran con todas las consecuencias y hacen palidecer a las cintas del resto de Europa que tratan temas vinculados al horror cinematográfico.




Gracias a estas, casi siempre, memorables incursiones genéricas hemos llegado a conocer a talentos tan a tener en cuenta como Alexandre Aja, director de Alta Tensión, cinta que supuso un revulsivo y un antes y después en el cine de terror francés, a pesar de su lamentable final,. El tandem Alexandre Bustillo/Julien Maury, autores de la bestialmente memorable A L'Interieur o Pascal Laugier, creador de la aún inédita en España Martyrs. Xavier Gens, ese hombre que parece una mezcla entre nuestro Koldo Serra y Ángel Cristo, entraria dentro de este selecto grupo, pero sin haber cumplido las expectativas que se habían depositado en él con esta cinta que nos ocupa, su ópera prima.




Soy un gran admirador de los directores que hacen cine de terror para mostrar sus inquietudes políticas, porque de esta manera engrandecen este género tan denostado por los puristas. Cintas como Las Colinas Tienen Ojos de Alexandre Aja o 28 Días Después de Danny Boyle y su secuela realizada por el español Juan Carlos Fresnadillo, son una mirada acertada sobre la época y el periodo histórico en el que han sido gestadas (paranoia terrorista post 11S, guerra de iraq, ultraconservadurismo americano), pero todas ellas triunfan porque sus creadores primero son conscientes de que enmarcan su historia dentro del cine de suspense y terror y luego buscan el matiz social adecuado para calibrar la historia que narran. En este apartado Xavier Gens falla estrepitosamente, porque el director francés quiere dar forma principalmente a un mensaje de calado político y luego situarlo en el ya mencionado género y ese es un grave error de base.




Frontiere(s) comienza con unas revueltas callejeras (que recuerdan a las que se llevaron a cabo en París en el año 2006), por culpa del resultado de unas elecciones generales en las que dos partidos, uno conservador y otro de ultraderecha, se enfrentan en las urnas, mostrándose la producción como una cinta más sobre jóvenes franceses enfrentándose a las fuerzas de la ley, como una versión hipertrófica y a ritmo de videoclip de esa obra maestra de Matthieu Kassovitz titulada El Odio. Tras el primer tercio, al inicio del segundo, la película muestra su verdadero rostro, que es ser la enésima y mil veces vista, revisión de La Matanza de Texas, la obra seminal del americano Tobe Hooper, pero esta vez con un grupo de degenerados nazis como la familia antropófaga.



No sólo la alarmente sensación de Déjà vu hace mella en la cinta, es que toda la excusa narrativa sobre el nacionalsocialismo del cabeza de familia, que para colmo del simplismo y la puerilidad está caracterizado de manera que se parece exageradamente a Jean Marie le Pen, el ex secretario del partido de ultraderecha francesa Frente Nacional, no se sostiene por sí sola. Todo está forzado y nada es realista, ni siquiera la utilización de un personaje en estado de buena esperanza que tan buenos resultados de tensión y dramatismo había dado en obras como La Semilla del Diablo de Roma Polanski, Sólo Contra Todos de Gaspar Noé o la ya mencionada A L'Interieur de Bustillo y Maury, funciona a algún nivel, tampoco las supuestamente alabadas escenas gore, que son casi un plagio de las que realizó Alexandre Aja en Alta Tensión y Las Colinas Tienen Ojos, dan pie a alguna escena memorable.




Es realmente encomiable que Gens se interese por el futuro de su país, que esté preocupado por el auge de la extrema derecha en Europa en general y Francia en particular y que nos advierta, no sin bastante acierto, que las consecuencias de tal cambio político podrían ser catastróficas, pero este no es el modo. Esas fronteras a las que hace alusión el título del film, que son físicas, éticas y humanas, le quedan muy lejos a su realizador, ya que su trayecto se acaba a medio camino, porque para ser un buen director dentro del género de terror con conciencia social, no hay que opinar de política para hacer cine, hay que hacer cine para opinar de política, aunque suene pedante por mi parte.



viernes, 14 de agosto de 2009

House of the Dead, cuando el mundo conoció a Uwe Boll



Director: Uwe Boll (2003)
Guión: Mark A. Altman & Dave Parker
Actores: Jonathan Cherry, Tyron Leitso, Clint Howard, Ona Grauer, Ellie Cornell, Will Sanderson, Enuka Okuma, Kira Clavell, Sonya Salomaa, Michael Eklund





Por fin he visto una cinta de mi admirado Uwe Boll, su primer boom y la película que mostró a toda potencia sus "dotes" como director. Pero que nadie se lleve a engaño, esta era su séptima película, que no se diga que por ser un ópera prima, es tan cutre y está tan mal hecha, que el hombre ya llevaba a sus espaldas un buen número de obras, según dicen con algunas bastante dignas, cuando realizó esta adaptación del célebre, simple y divertido videojuego de Sega.



Amigos, yo creía que exageraban, que ya era por hacer mofa con el pobre hombre, pero joder, todo lo que se ha dicho sobre lo mal director que es el amigo Uwe es cierto, dios santo, que tío más inepto, madre del cordero. Los movimientos de cámara, el inexistente tempo narrativo, el montaje a trompicones que no llega a ser ni videoclipero por lo deficiente que es, los plagios continuos al bullet time, los innecesarios insertos de escenas del videojuego cada dos por tres, las transiciones de escenas con cortinillas, los planos en los que se ven las rampas para acentuar los saltos de los especialistas, el flashback en el galeón español, las muertes de los personajes, todo es apoteósicamente cutre.




Tiene mucho mérito tener un presupuesto más o menos decente y convertirlo todo en una serie B, eso sí, con tiros, sangre, acción, personajes sonrojantes, diálogos que incitan a la carcajada y tías buenas enseñando las peras gratuitamente, en ese apartado destacar a la actriz de origen mejicano Ona Grauer, un pecado carnal andante que se confirma como lo mejor de toda la cinta, con mucha diferencia.



Una de las peores películas de zombies jamás hechas y una de las más infectas adaptaciones que se han realizado de un videojuego al cine, pero también la confirmación de lo grande que es este director, consciente de lo malo que es y de que debe pasárselo de puta madre en los rodajes de estas cosas horribles subvencionadas por su gobierno. Ya estoy deseando ver esa Alone in the Dark que tiene peor pinta aún que esta joya que nos ocupa.




Larga vida al puto Uwe Boll, el único director contemporáneo que ha sabido captar el espíritu y la esencia fílmica del gran Ed Wood, encima él lo sabe, muy a pesar de sus detractores.


jueves, 13 de agosto de 2009

Rob Zombie, la perversión de un género



Robert Cumings nace el 12 de Enero de 1965 en Haverhill, Massachusetts, hijo de unos feriantes, desde su infancia se vio brutalmente influenciado por el cine de serie B y las Monsters Movies de la primera mitad del siglo XX.





Su fama le llegó cuando a mitad de los 80 creó la banda de metal industrial White Zombie (nombre que hace referencia a una mítica película protagonizada por Bela Lugosi y cuyo título en España fue La Legión de los Hombres Sin Alma). Diez años le duró el negocio al conjunto. Más tarde el mismo Robert en solitario y con el nombre Rob Zombie siguió haciendo un estilo de música parecido al que realizaba con su anterior grupo pero con un tono mucho más personal.




Justo cuando empezó su carrera en solitario fue cuando afloraron sus primeros coqueteos con las cámaras, dirigiendo él los videoclips de su canciones, que para ser sincero son bastante flojos, pero en ellos ya se dejan ver sus gustos cinematográficas como el expresionismo alemán de gente como o Murnau o Wiene, el cine de Kubrick o las películas de terror de la Universal de los años 30.




Tras varios guiones vendidos y colaboraciones en algún cortometraje de animación, el año 2001 sería el elegido para que Zombie se pusiera detrás de una cámara para rodar la que sería su involuntariamente polémica ópera prima cinematográfica. House of 1000 Corpses.




Las Casa de los 100 Cadávares no se estrenó hasta pasados tres años de su producción. La cinta fue rechazada por varias productoras por su supuestamente excesiva violencia, hasta que la LionsGate decidió distribuirla. La película fue bien recibida por el público (fu un considerable éxito de taquilla) pero no muy agradablemente tratada por cierta parte de la crítica.




House of the 1000 Corpses no es una película homogénea, es algo parecido a un cúmulo de escenas grotescas perfectamente ejecutadas, que son utlizadas como arma arrojadiza contra el espectador, neófito o no, ya que la cinta acusa un considerable desnivel. La obra es un indudable homenaje a Tobe Hooper y su imperecedara obra maestra La Matanza de Texas, pero el problema estriba en que en la cabeza de Zombie hay tantas referencias a otras películas (sobre todo de los años 70) que no duda en realizar continuos guiños y homenajes a dichas cintas olvidándose de dar consistencia narrativa a la historia que está contando.




Aún con todo esto la cinta es muy superior a la media de cine de terror americano actual, es directa, tiene unos diálogos excelentes y puso la semilla de lo que vendría a ser el estilo Rob Zombie, que no es ni más ni menos que llevar la crueldad a extremos insoportables, no estilizar ni parodiar la violencia y pervertir al máximo las señas de indentidad características del cine de terror. Huelga decir que para gente como yo que se crió viendo cine de John Carpenter, Wes Craven o George A. Romero el proyecto es un orgasmo continuo, viéndome en la obligación destacar la escena de la matanza policial en la casa de los Firefly y el plano secuencia (tan sencillo como bestial) jodidamente tenso y alargado entre Otis y el ayudante del sheriff interpretado por Walton Goggins (The Shield) en el que ya se deja ver por primera vez una leve pincelada del gran talento de Zombie como director. Talento que se desbordaría (y de qué manera) en su segunda película




Cuando allá por 2004 saltó la noticia de la segunda cinta como director de Rob Zombie sería una secuela de su ópera prima, sus fans dieron saltos de alegría, sus detractores más acérrimos se frotaron las manos y los más excépticos (incluyánme a mí en ese grupo) callamos y esperamos. El resultado fue sobresaliente y bestial no dejando a nadie indiferente.




El amigo Zombie en un giro encomiable, magistral y arriesagadísimo cambió por completo la estética que había insuflado a su primera cinta dándole a Los Renegados del Diablo entidad propia. Si La Casa de los 1000 Cadáveres era puro Tobe Hooper y Wes Craven, su secuela le debe irremediablemente la vida a los westerns de Sam Peckinpah y en menor medida a la mirada acerada y seca de Samuel Fuller.




Bien es cierto que las referencias al director de Salem's Lot aún se dejan ver en el metraje, pero no imperan ya en Los Renegados del Diablo, cinta cuyo inicio es un homenaje al tiroteo final de Grupo Salvaje, y que guarda un as en la manga soberbio. La manera que tiene el director de jugar con el espectador, en esta secuela se nos muestra a la familia Firefly como unos desalmados asesinos a sangre fría que son perseguidos por el sheriff Quincy Widell (William Forsythe en el rol de su vida). Pero hacia el final y acercándose la historia a su clímax por medio de un cambio de papeles aterrador Zombie nos hace empatizar con sus descerebrados protagonistas y odiar al agente de la ley que acaba convirtiéndose, por su sed de venganza, en un ser mucho más cruel y despreciable que los mismos criminales fugitivos a los que persigue. Ahí es cuando Zombie pervierte al máximo su visión del cine de terror, nos hace cómplices de semejantes aberraciones humanas y da un matiz demencial y profundo a lo que nos cuenta, grabando por primera vez a fuego su estilo cinematográfico en la platea y creando su discurso personal, intransferible y trangresor.




Pero en el apartado técnico la cosa no pierde fuerza. Planos bestiales que se quedan grabados en la retina, picados y magistrales utilizaciones de grúas, una banda sonora soberbia con temas de Lynyrd Skynyrd, Gregg Allman y Terry Reid perfectamente ensamblados en las imágenes, diálogos hilarantes al más puro estilo Tarantino o cinefilia clásica (lo del crítico de cine ayudando al sheriff es sencillamente impagable). Como bien dijo Zombie en el soberbio documental 30 Días en el Infierno, que narra todo el proceso de creación de Los Renegados del Diablo desde la preproducción hasta su estreno, Con la mitad del presupuesto de mi primera película tenía que hacer creer al público que estaba haciendo con mi segunda cinta una producción el doble de cara que la anterior y a fe mía que el tipo lo consigue, utilizando una descarnada violencia nunca banal o paródica y siempre caótica, realista y dura de visionar, así como una identificación emocional con las desvalidas víctimas de los protagonistas.




Esta cinta no arrasó en taquilla tanto como La Casa de los 1000 Cadáveres pero sí fue mucho mejor recibida por la crítica en muchos de los países en los que se estrenó, recibiendo el título manido pero bastante interesante de obra de culto. Tras esta atípica secuela que es a día de hoy lo mejor de su director, a Zombie le abrieron las puertas de Hollywood y decidió realizar un salto mortal sin red. Un remake de una obra maestra que no necesitaba revisión alguna.





La Noche de Halloween es un clásico del cine de terror y la mejor película del gran John carpenter, esta obra viene a ser (más o menos) el primer bodycount oficial de la historia y una revisión del giallo italiano con apuntes de la mirada de Hitchcock mezclada con un toque juvenil y macabro para adecuarse al cine de adolescentes de la época.





Un remake era innecesario (y más viendo la nefasta calidad de las numerosas secuelas sobre Michael Myers que se produjeron tras la cinta de Carpenter), pero una vez más Zombie da en la diana. Hace suya la cinta del director de La Cosa, crea una relectura de la misma, la homenajea y respeta sin plagiarla, ni faltarle al respeto y sale bien parado de tan complicada empresa. ¿Por qué?. Una vez más por pervertir la conceptualidad de la cinta de Carpenter y llevándolo todo al extremo del sadismo más inhumano pero sin desvirtuar el espíritu fílmico de la película primigenia.




Halloween: El Origen, no es una película 100% Zombie, ya que al meterse el director en un proyecto más grande, el ferreo control de los productores (nada más y nada menos que los hermanos Weinstein, el terror de las nenas) ata en corto el discurso malsano y destructivo de su director, pero aún así la cinta es identificatble como obra de su autor.




Virtudes y fallos se dan la mano en este disgnísimo remake. El mayor no es como dije, cuando hice su crítica tras verla en cine, el hecho de querer Zombie psicoanailzar la mente del protagonista con brocha gorda, lo peor es que el mismo director quiere buscar el origen de por qué Michael es un asesino a sangre fría y eso es un fallo garrafal. Porque el Myers de la cinta de Carpenter no tiene una excusa para matar, ya que él mismo es el mal en su estado más puro, no se necesitan recursos banales, Myers es una alegoría de la maldad en su máximo exponente.




Pero sin lugar a dudas lo mejor de la cinta es la visión mórbida y cruda que Zombie hace de la película original de 1979. Si Carpenter optaba por el fuera de campo y sugerir en vez de mostrar, el amigo de Massachussets elige bestializar el espíritu de la cinta acercándolo a el Jason Voorhees de la saga Viernes 13, un verdadero acierto que sirve para dar su toque personal al largometraje y para marcar distancias con la obra maestra en la que se basa esta admirable, entretenida y pérfida cinta.




Este hombre, al igual que Alexandre Aja, James Wan o Jaume Balagueró, es un salvavidas para el cine de terror más hiperrealista. Un tipo que no duda en retratar a la familia media/baja americana (tanto la del sur del país y como la que vive en un adosado) como unos descerebrados podridos por dentro. Su mirada es lasciva, nihilista, lacerante y polémica. Por suerte al buen hombre no le faltan proyectos en los que trabajar y productores que financien sus pervertidas bombas incendiarias en forma de celuloide. Como esa Tyrannosaurus Rex que tan bien pinta o esa inminente H2 secuela de Halloween: El Origen que, en principio, no parece que vaya a ser una paso adelante dentro de su carrera como realizador. Carrera que un servidor al menos, seguirá de cerca.