miércoles, 29 de julio de 2009

El Final de la Violencia, el principio del hastío



Título Original: The End of Violence (1997)
Director: Wim Wenders
Guión: Wim Wenders & Nicholas Klein
Actores: Bill Pullman, Andie MacDowell, Gabriel Byrne, Daniel Benzali, Loren Dean, Traci Lind, Pruitt Taylor Vince, Nicole Parker, Peter Horton, Udo Kier





Dios santo, si es que hasta el puto trailer es aburrido. Wim Wenders llegó a ser durante los años 80 el estandarte del nuevo cine europeo. Su celuloide intimista, dramático, lleno de nostalgia y profundidad marcó a milllones de espectadores con obras como El Amigo Americano, su mejor película desde mi punto de vista o la magnífica y alabadísima (puede que demasiado) Paris, Texas, cinta con la que demostró que un germano podía conocer mejor el país estadounidense, que los mismos norteamericanos.




Muchos son los que defienden que Wenders está acabado, que ha perdido todo su lirismo como autor y que su obra ha quedado reducida a una decepción tras otra desde que se desorientara a principios de los 90. A pesar de ser yo un defensor de la fallida pero reivindicable Million Dollar Hotel, cinta que contiene algunas de las escenas más hermosas (ese insuperable inicio) de la carrera del alemán y de que no pierdo la confianza en este hombre, del que tengo muchas ganas de ver Tierra de Abundancia y Llamando a las Puertas del Cielo, ésta última la más alabada de sus últimas cintas y su reunión con el dramaturgo Sam Shepard después de más de 20 años desde su primer trabajo juntos, es posible que tengan razón, porque el Wenders de los últimos años no es ni la sombra del que antaño nos deleitaba con gran cine.




El Final de la Violencia es un farragoso ejercicio de pedante metalenguaje, una historia plana de cine dentro del cine con pretenciosos diálogos llenos de una falsa intelectualidad y unos personajes acartonados que mantienen unas plúmbeas relaciones personales los unos con los otros. Todo es un artificioso cúmulo de situaciones nada creíbles de una simplicidad alarmante envuelta en un look esteticista que realmente no tiene nada interesante que contar.





La dirección del autor de Cielo Sobre Berlín queda reducida a una falsaria sucesión de hermosas panorámicas que son lo único salvable del film. El cine contemplativo y lleno de cadencia que Wenders nos regaló en años pretéritos brilla por su ausencia en El Final de la Violencia, la influencia del expresionismo abstracto del pintor estadounidense Edward Hooper, que se dejaba ver con sutiles pinceladas en la ya mencionada Paris, Texas, se muestra aquí de manera maniquea e impostada, Wenders ya no homenajea al autor de Nighthawks, directamente lo plagia con algunos planos de una puerilidad sonrojante.




Para colmo la película es aburrida hasta el llanto, el espectador no se adentra jamás en una historia que realmente no le importa lo más mínimo por su gelidez formal, su falta de sentimiento, su tono de thriller realizado con desgana, mal escrito e interpretado con apatía. Bill Pulman repite el mismo papel que en Carretera Perdida de David Lynch, haciendo de Robert de Niro, Andie MacDowell no aporta nada a la trama y se pasa todo el metraje con cara de multiorgásmica y Gabriel Byrne que tiene el personaje clave del film, parece que estaba allí de paso, ni siquiera el desfile de interesantes secundarios aporta algo de solidez al argumento.




El Final de la violencia se resume en una palabra, hastío, el de Wenders es un film que no tiene nada que contar, que no sirve ni como reflexión sobre la violencia, ni como retrato del mundo del cine, es el pálido reflejo de la obra de un señor que nos puso el alma en un puño con una conversación dentro de una cabina de peep show entre una mujer en la más triste de las soledades que hablaba sin decir nada y un hombre que lo había perdido todo y que buscaba, no sólo a su esposa perdida, sino también a sí mismo en las entrañas de América, pero esa por desgracia es otra historia, de otra época y si me apuran diría que de otro director.



La Tierra de los Muertos Vivientes, darwinismo en estado de descomposición



Título Original: Land of the Dead (2005)
Director: George A. Romero
Guión: George A. Romero
Actores: Simon Baker, John Leguizamo, Dennis Hopper, Asia Argento, Robert Joy, Eugene Clark, Shawn Roberts, Tony Nappo, Joanne Boland, Tom Savini





Después de una alarmante sequía creativa en los 90, el género zombie está conociendo una nueva edad de oro en la década que nos ocupa con obras como 28 Días Después de Danny Boyle y su secuela 28 Semanas Después a manos de Juan Carlos Fresnadillo, Planet Terror de Robert Rodriguez, [REC] de Jaume Balagueró y Paco Plaza, Amanecer de los Muertos de Zack Snyder, Homecoming de Joe Dante o incluso con parodias geniales como Shaun of the Dead de Edgar Wright




Pero claro, faltaba que el padre del género, George A. Romero, director de la pionera e inolvidable La Noche de los Muertos Vivientes, diera su visión actual del universo que él mismo creó en el año 1968 con su ópera prima. En 2005 la Universal puso en su manos un holgado presupuesto y una considerable libertad creativa para que diera forma a un film contemporaneo sobre muertos vivientes, su título Land of the Dead.




La Tierra de los Muertos Vivientes es un festín, un homenaje de Romero a todos los fans de su trilogía, formada por la ya mecionada La Noche de los Muertos Vivientes, Zombie (Dawn of the Dead) y El Día de los Muertos, un desfile de sangre, vísceras y pólvora, con actores de buen ver, escenas gore memorables y mucha mala baba, pero también es algo más que eso.




Sí, Land of the Dead es una cinta de zombies, pero con matices que la enriquecen a nivel intelectual (pero sin chuparnos las pollas, que este hombre no es Dreyer precisamente). Primeramente los muertos que protagonizan la cinta, evolucionan como especie, poco a poco comienzan a utilizar la lógica llegando incluso a pensar y actuar con raciocinio (el personaje de Big Daddy es la muestra certera de ello) y para colmo no son los enemigos reales dentro de la trama, sus cazadores tienen más pinta de ser una de esas milicias de extrema derecha que vigilan, con rifle en mano, la frontera entre Estados Unidos y México, que de víctimas de los ataques por parte de los no muertos a los que disfrutan matando, encarcelando y humillando, mostrándose más inhumanos que los propios bichos.




Destacar también que sólo las clases adineradas viven aisladas, rodeadas de altas medidas de seguridad para no ser blanco de ataque alguno, la lectura social del film es un hecho y que los mismos muertos vivientes vistan de obreros y porten como armas las herramientas que utlizaban en su trabajo da un matiz, seguramente no buscado, de corte socialista (la clase obrera rebelándose contra el capitalismo) que queda tan poco sutil como acertado.



Romero cumple con creces en la dirección, mezcla su toque clásico con una visión más vanguardista que recuerda mucho al John Carpenter de Vampiros y Fantasmas de Marte. El realizador de Creepshow tiene en sus manos los medios suficientes para convertirlo todo en una hecatombe zombie a lo bestia, pero sabiamente, dosifica la acción y no llena la trama de persecuciones frenéticas con montaje epiléptico, ni confusas batallas campales. Los personajes son meros estereotipos que sólo sirven para impulsar el desarrllo del film, pero se agradece la presencia de la morbosa Asia Argento, de tipos como John Leguizamo, Simon Baker, el gran Robert Joy o el impagable Dennis Hooper como el solvente (monetariamente hablando) y rastrero señor Kaufman.




La Tierra de los Muertos Vivientes (que me ha gustado más al revisionarla, que la primera vez que la degusté) no marcará época en el cine de terror y no es la mejor cinta cinematográficamante hablando de su director (ese privilegio lo posee esa pequeña joya cronenbergiana titulada Atracción Diabólica), pero nos muestra a un entrañable abuelete de 70 años en plena forma y con muchas ganas de seguir haciendo películas como esas Diary of the Dead y Survival of the Dead en las que sigue dale que te pego con estos entrañables seres en descomposición que reflejan el lado más horrible y paradójicamente humano, de nuestra sociedad.


martes, 28 de julio de 2009

Firefly, la filosofía y el honor del derrotado

"Cuando no puedes correr... te arrastras y cuando ni eso ya puedes... encuentras a alguien que te cargue"
Malcolm Reynolds




En el año 2002 Joss Whedon, creador de Buffy, la Cazavampiros y su spin off, Ángel, estrenaba en la televisión americana, una modesta serie futurista, mal emitidada (el primer episodio estrenado fue el noveno, con dos cojones) y peor recibida por los entendidos del medio, la cadena FOX (alabada sea la misma) la canceló a los pocos capítulos sin acabar siquiera la temporada entera, pero los seguidores del producto ya eran legión, para desgracia del canal y suerte del sentido común y la calidad televisiva había nacido Firefly, un tardío, pero descomunal éxito catódico de masas.





Firefly transcurre en al año 2517, la sociedad imperante, proviene de la Tierra y está formada por la unión de dos grandes potencias, la americana y la china (por eso todos los personajes hablan inglés y chapurrean el idioma oriental), la superpoblación en el planeta verde obligó a muchos ciudadanos a emigrar a otro sistema solar. Tras una guerra entre la Alianza, actual gobierno a nivel universal, más una autarquia a gran escala, que una democracia, y los independientes (con victoria por parte de los primeros) muchos soldados del bando perdedor tuvieron que buscarse la vida como pudieron, ese es el caso de Malcolm Reynolds.




La serie
es en pocas palabras un western futurista, que narra las aventuras de la tripulación de la Serenity, una anticuada y renqueante nave espacial (una Firefly) utilizada para el contrabando de material ilegal alrededor de la galaxia. Si Joss Whedon es un genio perfilando personajes inolvidables y definidos, el nivel de calidad de los roles que aparecen en Firefly no tiene nombre, todos y cada uno de ellos (unos más, otros menos) destilan carisma y poseen personalidades del todo creíbles.




El protagonista de la serie y capitán de la Serenity es Malcolm Reynolds (Nathan Fillion) ex sargento del bando independiente durante la guerra contra la Alianza (apunte de guión que lo emparenta directamente con Ethan Edwards, el personaje de John Wayne en Centauros del Desierto, el clásico del western dirigido por John Ford) un perdedor de gran corazón y personalidad arrolladora, uno de los personajes más célebres de la historia de la televisión, sus golpes de humor, su sorna y su integridad moral son intachables y el hecho de que pusiera a su nave el nombre del valle donde se llevó acabo la batalla en la que perdió la guerra contra los aliados es toda una declaración de principios.




No menos inolvidables son los demás componentes de la tripulación de la Firefly: Zoe (Gina Torres), antigua compañera de Reynolds en las barricadas, su relación con el capitán sigue siendo marcial (aún se dirige a él hablándole de usted) pero la confianza entre ambos es mutua; Wash (Alan Tudyk) marido de Zoe y conductor de la nave, un niño grande metido en el cuerpo de un experto piloto, para el que sucribe, el mejor personaje junto al de Fillion; Jayne (Adam Baldwin, el mítico Animal Mother de la soberbia La Chaqueta Metálica de Stanley Kubrick) mercenario tosco pero en el fondo de buen corazón, que sólo trabaja para Malcolm por dinero, él tiene los mejores golpes de humor de la serie; Kaylee (Jewel Statie) la encantadora y entrañable mecánica de la nave, con la cual tiene una especie de relación fetichista, habla con ella y se ofende cuando se dirigen hacia la misma en tono despectivo; el Pastor Book (Ron Glass), clérigo del grupo, hombre de Dios que comparte una relación de respeto y recelo con Reynolds (poco amigo de la religión); los hermanos Simon (Sean Maher) y River (Summer Glau), médico él, chica perturbada con muchos secretos ella, ambos dos, catalizadores de la trama central, así como protagonistas de la relación más compleja de la serie y por último, Inara (Morena Baccarin), prostituta de lujo enamorada en secreto del capitán (sentimiento compartido por él con el mismo o más acentuado anonimato), destacar que en el universo de Firefly las señoritas de compañía son poco más que diplomáticas instaladas en la alta sociedad, interesante y encomiable visión la que tiene Joss Whedon sobre el oficio más antiguo del mundo.




14 episodios, un piloto con duración ciematográfica y otros 13, ninguno de ellos es un desperdicio, todos destilan calidad técnica (efectos digitales dignísimos para un limitado producto catódico), artística (uno de los repartos más cohesionados que haya pasado por la ficción televisiva) y algunos de ellos como Serenity, Out of Gas y sobre todo The Message son productos de un nivel mítico dentro de la historia de la ficción de la pequeña pantalla. Tras la cancelación de la serie los fans por medio de internet asediaron a la FOX con cientos de miles de e-mails criticando la estúpida decisión que habían tomado, aunque ¿qué se puede esperar de una cadena que emite como primer episodio de un poducto el capítulo número 9 o que cancela una maravilla como Futurama en su cuarta temporada?. La presión fue notable y tuvo resultados, la Universal compró los derechos del serial y dio a Joss Whedon un presupuesto ajustado para acabar la serie cuya trama había quedado suspendida en el aire, el resultado Serenity, secuela cinematográfica que fue un rotundo éxito de taquilla y también recibió el respaldo de la crítica, destacar que poco antes del estreno de la cinta Whedon lanzó una breve y emotiva introducción al film junto a algunas escenas no acabadas de la película, dando las gracias a Los Casacas Marrones, los fans de Firefly.




Si el espectador profano se acerca a Serenity puede ver una cinta de sci fi, bien acabada con algunos momentos brillantes y escenas de batallas que no tienen nada que envidiar a las de George Lucas, pero si el que la visiona es un fan de Firefly, la experiencia es inolvidable. Serenity es Firefly a la máxima potencia, más grande, más dura, con más efectos especiales (y ojo, no hablamos ni mucho menos, de una superproducción) se le da más relevancia a los temibles Reavers, la ironía hacia la política que poseía la serie se recrudece, el protagonismo de River se confirma y se desvelan muchos de sus secretos. No todo es perfecto en Serenity, hay una polémica decisión hacia le final del fim por parte del director que no gustó practicamente a nadie, pero su calidad, su entereza y lo que significa para el fan de la serie, la hacen rebelarse como una ópera prima cinematográfica espectacular por parte de Whedon y un broche de oro para una gran serie que mereció mejor suerte. Como nota curiosa mencionar que existen tres cómics que sirven de puente (aunque eso no es del todo cierto) entre Firefly y Serenity que guardan íntegra la esencia de los personajes y su universo.




Firefly es una serie de culto, una cima dentro de la ciencia ficción televisiva, el mejor trabajo de la carrera de Joss Whedon, siempre con la incodicional ayuda de su compañero Tim Minear artífice de algunos de los mejores momentos de la serie y de un reparto irrepetible, un producto que aunaba calidad, carisma, humor, acción, drama y amor. Posiblemente si la serie hubiera tenido un gran éxito de audiencia no sería el mito catódico que hoy es, nunca lo sabremos, lo único cierto es que el universo de Firefly es una oda a la libertad personal, a vivir la vida al máximo y un canto en favor de los perdedores, aquellos héroes que por desgracia no son los que escriben los libros de historia.



lunes, 27 de julio de 2009

X-Men: La Decisión Final


Título Original:
X-Men: The Last Stand (2006)
Director: Brett Ratner
Guión: Zak Penn & Simon Kinberg
Actores: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Ian McKellen, Halle Berry, Famke Janssen, Anna Paquin, Rebecca Romijn-Stamos, Kelsey Grammer, Vinnie Jones, James Marsden





Sigo sin comprender el mal recibimiento que tuvo esta tercera entrega de los mutantes creados por Stan Lee y Jack Kirby, es la cuarta vez que la veo y me sigue pareciendo no sólo una digna sucesora de las dos primeras entregas, sino superior en algunos aspectos a las precuelas dirigidas por un inspirado Bryan Singer Desde el magnífico inicio la cinta se mete en el bolsillo al fan de la Patrulla X: La presentación de Jean, la de Ángel, la engañosa y genial referencia a la saga Días del Futuro Pasado, la cabeza del Centinela, la Bola Especial y la Sala de Peligro, todo en unos 5 minutos, un festín para el seguidor clásico de los cómics.




X-Men III, la Decisión Final, auna las tramas de dos de las más célebres sagas de la Patrulla X, La Saga de Fénix Oscura escrita por Chris Claremont y dibujada por John Byrne y la más reciente El Don, con guión de Joss Whedon y lápices de John Cassaday. Es cierto que no son del todo fieles a ellas y que los guionistas se toman algunas licencias con respecto a las mismas a la hora de llevarlas a imágenes, pero es comprensible si se quiere condensar las dos subtramas en una cinta de no más de 105 minutos para crear un argumento central.




En la cinta se agradece la presencia de gente como Coloso, Kitty Pride (ambos con sólo un cameo en X-Men II), Juggernaut (que no es un mutante como nos dejan ver en la cinta) o un Kelsey Grammer pletórico como Bestia, todos ellos con algún momento memorable a pesar del coral desfile de personajes que se da cita en la película y muchos de ellos con breves cameos imperceptibles para el ojo poco avispado, no aficionado a los cómics.




Huelga mencionar por otra parte, el carisma de los protagonistas de la trilogía como Lobezno, Jean Grey, Charles Xavier, Magneto o la agradable presencia de Pícara, Mística o Tormenta, todos ellos interpetados por actores que ya conocen bastante bien (unos más que otros, Jackman, McKellen y Stewart se han mimetizado de manera soberbia con sus roles) a sus personajes, que con esta entrega ya han intepretado en tres ocasiones. La nota discordante, lo que hacen con Cíclope, que no tiene nombre, sí, James Marsden no destila mucha personalidad, pero joder, es el líder de los putos X-Men.




Si el soberbio trabajo de Singer en sus dos entregas era frío y quirúrgico (como lo es en toda su filmografía), llegando a un culmen de perfección en la segunda parte, la de Ratner en la cinta que nos ocupa no es menos certera y transmite muchos más sentimientos que la del director de Sospechosos Habituales, si la realización del primero es analítica, la del segundo es instinitiva, visceral y con ella nos ofrece algunas escenas magistrales y posiblemente una de las mejores secuencias cinematográficas del año 2006, la batalla campal con trágicos resultados en casa de Jean Grey, una perfecta fusión de imágenes, efectos especiales y banda sonora, si encima tenemos en cuenta que hablamos de la labor detrás de las cámaras del señor que se hizo famoso con la trilogía de Hora Punta el mérito es realmente encomiable.




Una gran película sobre superhéroes, dirigida con soltura, con una trama realmente interesante, ritmo frenético, un halo apocalíptico y crepuscular magnífico y escenas memorables cada pocos minutos, contiene fallos, no lo neguaré, pero los mismos se revelan como virtudes si los comparamos con ese engendro llamado X-Men Orígenes: Lobezno que escupe sobre la esencia de todos y cada uno de los personajes que pueblan su trama (aunque lo de Masacre es para descabezar a más de uno). Una excelente trilogía la realizada para llevar a estos memorables personajes al cine, una pena que con la única misión de sacarnos los cuartos exista la ya mencionada cinta de Gavin Hood sobre el origen del personaje de Logan, que produce verdadera vergüenza ajena.


domingo, 26 de julio de 2009

La Posesión, sacrosanta institución envenenada



Título Original: Possession (1981)
Director: Andrzej Zulawski
Guión: Andrzej Zulawski, Frederic Tuten
Actores: Isabelle Adjani, Sam Neill, Margit Carstensen, Heinz Bennent, Johanna Hofer, Carl Duering, Shaun Lawton





En el 1981 el director polaco, afincado en Francia, Andrzej Zulawski estrenó una de las películas más polémicas de su filmografía, casi siempre tocada por el don de la controversia, y de aquella década. La Posesión supone una extraña y atípica incursión dentro de distintos géneros como el drama, el terror, el suspense e involuntariamente la comedia. El largometraje cosechó por igual improperios y elogios, ganó premios César, Bafta o del cine europeo y la mayoría de ellos dedicados a su actriz protagonista, Isabelle Adjani, pero de eso hablaremos más tarde.




Possession es una rara avis. Un proyecto atípico y complejo capaz de fascinar o repeler en la misma medida de cara a distinto tipo de espectadores. Puede ser considerado un trabajo excesivo e hiperbólico, repleto de secuencias viscerales que buscan impactar psicologicamente a la platea. Se antoja una pieza del todo inclasificable al no pertenecer, de manera ortodoxa, a ningún género, pero poseyendo apuntes de todos ellos. Es anárquica, grotesca, brillante, genuina, pretenciosa e incluso pedante, bordeando casi siempre la imprudencia y los límites de lo permisivo.




La sombra del Igmar Bergman de producciones como Secretos de Un Matrimonio sobrevuela todo el metraje de La Posesión, pero pasada esta por un filtro mórbido y descarnado rayano en lo malsano. Andrzej Zulawski teje una irreal y perversa historia de amor y odio inyectada de simbolismo o dobles lecturas con esta historia sobre la profunda crisis en la que se ven inmersos Mark (Sam Neiil), un espía, y su esposa Anna (Isabelle Adjani) cuando el primero descubre que la segunda le está siendo infiel con Heinrich (Heinz Bennent) para más tarde descubrir que su esposa no está cometiendo adultero con él, sino con otra persona de la que desconoce su identidad.




Hablar de La Posesión es hacerlo de Isabelle Adjani. Pocas veces una actriz se ha entregado tanto a un papel sin miramientos, depositando toda su confianza en el director y embarcándose en un proyecto tan arriesgado como el aquí reseñado. Su papel es desgarrado, terrorífico, en ocasiones peligrosamente excesivo, pero la fuerza, la complejidad y el dolor que transmite atraviesan la pantalla. Es imposible que el espectador se sienta en momento alguno identificado con esu personaje como tampoco puede hacerlo con el de su marido, pero sí llegar a compadecer y nunca olvidarla después de ver la célebre e icónica escena en el pasillo del metro.




Curiosamente en un proyecto exagerado, distrófico, hiperbólico, megalómano y narrado con fuerza, pero de desigual manera, como Possession destaca una de las mejores puestas en escena del cine europeo de la década de los 80. Lo que Andrzej Zulawski captura con su cámara es de otro mundo. Su uso de la profundidad de campo, la steadycam, los grandes angulares o los travellings es de un virtuosismo del todo epatante y absorbente. Si su aportación al guión, compartido con Frederic Tuten, en ocasiones peca de irregular y y farragoso, su dirección en cambio es, como ya hemos apuntado, de un acabado formal intachable.




Definitvamente Possession es una mirada cruel y anticlerical sobre esa institución absorbente, y en ocasiones aterradora, llamada matrimonio. Un retrato sobre los demonios internos que la pueblan, como la infidelidad y los celos, haciéndolos, por medio de inolvidables imágenes, tomar una aberrante forma corpórea que todo lo devora, amor, pasión, familia, cordura o la vida misma. Es un producto que cumple su misión de no dejar indiferente a ningún tipo de espectador, pero también es la lectura de un loco visionario, desvergonzado, nihilista, con pasajes que incitan a cierto sonrojo, como todas las intervenciones del personaje de Heinz Bennent, y unos protagonistas moviéndose arriesgadamente entre lo sublime y lo ridículo.




Pero siempre que una obra incite al diálogo, a la indignación de los más conbservadores, a la sana polémica y a la reflexión, un servidor siempre estará en primera fila para ser testigo de las innovadoras imágenes, unas veces profundas y otras vacuas, que salgan de la mente de visionarios como Andrzej Zulawski, David Cronenberg, David Lynch, Gaspar Noé o Lars Von Trier. Del autor danés trataré de no perderme su Anticristo, que por los trailers apunta maneras para ser la evolución natural de esta La Posesión que nos ocupa, suponiendo en su época un sano y enfermizo revulsivo dentro del, a veces, autocomplaciente cine europeo de los años 80.



sábado, 25 de julio de 2009

Good Morning, Vietnam, rebelión en las ondas

Titulo Original: Good Morning, Vietnam (1987)
Director: Barry Levinson
Guión: Mitch Markowitz
Actores: Robin Williams, Forest Whitaker, Bruno Kirby, Robert Wuhl, Noble Willingham, Tung Than Tran, J.T. Walsh





Adrian Cronauer fue un célebre locutor de la radio del ejército americano durante la primera etapa de la guerra del Vietnam, con su humor mordaz, su tono subversivo y haciendo oídos sordos de sus mandos superiores se hizo con el cariño de los soldados por su virtud a la hora de hacer mofa con cualquier tema sin importar cuan peliagudo fuera. Good Morning, Vietnam narra libremente el año en el que radió como disc jockey para sus compatriotas en Saigón.



Good Morning, Vietnam es una entrañable cinta, llena de buenas intenciones que se mueve entre la comedia y el drama con soltura gracias al excelente guión de Mitch Markowitz, a pesar de ser crítica con el conflicto entre norvietnamitas y americanos, su naturaleza sigue siendo la de una producción de Buena Vista (filial de Disney) de modo que su misión es ser un espectáculo cinematográfico, pero no por ello es una obra carente de veracidad y madurez.




Pero si la cinta que nos ocupa es algo, es sin lugar a dudas un vehículo para el lucimiento de Robin Williams (aléjense de ella sus detractores). El actor destila humor, carisma y buen rollo desde que pone la cara delante de la cámara, imprime a su papel de locutor una personalidad arrolladora, sus improvisaciones al micrófono son descacharrantes (según el equipo de producción la mayoría de sus díalogos eran improvisados) y están bien dosificados para no saturar al espectador. Posiblemente este sea el mejor papel de su carrera a la altura de otros en los que estaba genial en cintas como El Indomable Will Hunting, Retratos de Una Obsesión o Insomnio




Barry Levinson, que es capaz de lo mejor (La Cortina de Humo) o lo peor (Acoso) borda su labor como resuelto artesano. Good Morning, Vietnam es junto a la ya mencionada cinta escrita por David Mamet su mejor trabajo con diferencia. Su narración visual es fluida, la escena de la bomba está excelentemente ejecutada, aunque no tanto como la de El Americano Impasible de Philip Noyce, y el montaje de escenas con What a Wonderful World de Louis Amstrong es obvio y manido, pero no desentona en absoluto y cumple su misión de emocionar.



Amor, humor, tragedia, un leve matiz político y social y un homenaje a esos críos que fueron casi obligados a ir a el culo del mundo para dar su vidas y arrebatar las de otros por una causa de mierda. Estoy seguro de que Roberto Benigni debío ver varias veces esta cinta para realizar su entrañable (pero algo tramposa) La Vida es Bella. De esta producción de Barry Levinson me quedo con la frase que el personaje del anciano vietnamita, alumno de la clase de inglés, le dice a uno de los soldados americanos, con ella se resume no sólo la esencia del film y la de todas las cintas que se han rodado sobre la guerra de Vietnam, sino también la de aquel conflicto bélico que destruyó un país y robo la inocencia a otro: Cuando tienes la apariencia de Goliat, corres el riesgo de encontrarte con David.


martes, 21 de julio de 2009

Batman, la Serie Animada, la cumbre audiovisual de un superhéroe

Pero aún tengo una misión que cumplir, esta es mi ciudad, donde nací, dos veces, y seguramente donde moriré, a solas o no... no quisiera que fuera de otro modo
Batman


Este año se cumple el 70 aniversario del nacimiento de mi superhéroe de cómic favorito, Batman, por eso en los primeros días de este blog le estoy dedicando bastantes entradas y más que vendrán (Cuando se editen en España Batman R.I.P de Grant Morrison y ¿Qué le Pasó al Cruzado de la Capa? de Neil Gaiman os vais a cagar). Tanto en televisión como en cine, medios en los que el Hombre Murciélago se ha prodigado mucho, el personaje ha tenido puntos álgidos, las dos góticas cintas de Tim Burton o las intachables de Christopher Nolan. Pero si Batman ha sido retratado alguna vez con fidelidad y rotundo éxito, si en algún momento de la cultura popular la esencia del personaje de cómic ha sido plasmada intacta en imágenes, esa ha sido sin lugar a dudas en Batman, la Serie Animada.




Batman, the Animated Series, fue creada por el dibujante Bruce W. Timm, el guionista Paul Dini y los productores Alan Barnett y Eric Radomski en 1992. En cierta manera la serie fue gestada con la intención de aprovechar el tirón de la fiebre sobre todo lo relacionado con el personaje que la primera cinta de Tim Burton había provocado en 1989, pero pronto se desvinculó de la película, tomó entidad propia y la superó con creces. El programa duró 3 años, contó con 83 episodios, ganó dos premios Emmy y revolucionó los seriales animados basados en héroes de cómic.




El triunfo de Batman, la Serie Animada fue debido a la inteligencia y profesionalidad de sus creadores. Timm, Dini y compañía cogieron el personaje creado por Bob Kane y Bill Finger, respetaron su espíritu, aunque también le insuflaron todo el tono oscuro que a mediados de los 80 gente como Frank Miller, Grant Morrison o Alan Moore habían retratado en los cómics, de esta manera se aunaban con pericia clasicismo y vanguardia, los autores tomaron lo mejor de las distintas etapas del superhéroe y lo reinventaron siendo fieles al origen del mismo pero a su vez mostraban algo nunca antes visto.




Muchos fueron los logros de esta serie animada: la creación del entrañable pero trágico personaje de Harley Quinn, la reinvención del origen criminal de Mr Frío, que pasaba de ser un gilipollas obsesionado con congelar cosas a un vengador con un trágica historia personal detrás, la presencia de un Joker menos amenazante que el de finales de los 80 en las viñetas pero harto carismático, el aprovechamiento por parte de los guionistas de la naturaleza infantil del producto (no había apenas sangre, nunca moría un personaje) para hacer llegar a los espectadores más jóvenes un trabajo adulto sin que ellos lo supieran.




Si existe un término para definir la estética de Batman, the Animated Series esa es sin lugar a dudas retro, la culpa, de Bruce W. Timm. El serial animado de Batman es una oda al cine clásico americano, tal influencia se deja ver en los títulos de crédito de cada episodio, en la banda sonora, en el vestuario de los protagonistas, en el diseño a lo chica pin-up de muchos de los personajes femeninos (Poison Ivy, Harley Quinn, Catwoman, Batgirl) y sobre todo en la estética marcadamente art decó de la ciudad de Gotham más creíble jamás creada, desde los rascacielos hasta los coches, todo respira al Hollywood dorado, por eso no es raro encontrar en el programa homenajes y referencias directas a John Huston, Alfred Hitchcock o Frank Capra.



Otro de los logros a destacar en esta serie y que sólo los cómics habían conseguido es que Robin no parezca un niñato engreido al que dan ganas de abofetear a las primeras de cambio, aquí su presencia esta justificada y no satura (no sale en todos los episodios, su presencia no es indispensable para Batman), se le retrata como a un joven impetuoso, un poco impulsivo pero siempre se muestra como un rol nada desdeñable, tal virtud se debe al diseño de personajes por parte de los guionistas que es exquisito, empezando por los dramáticos Dos Caras y Clayface, siguiendo por un genial James Gordon y llegando al mejor Bruce Wayne de la historia, en muchos de los episodios dedicados al asesinato de sus padres la sombra de Shakespeare es notoria, los ecos de tragedia griega y la psicolgía definida enriquecen como nunca antes a este personaje marcado por la muerte y la pérdida.



Muchos episodios mezclaban distintos relatos en cómic (como el soberbio El Pez Sonriente), otros eran de cosecha propia, pero ninguno de ellos es aburrido o de baja calidad, desde la influencia japonesa de La Noche del Ninja a los ecos de El Halcón Maltés en Versiones Contradictorias, la redefinición del personaje de Harvey Dent en Dos Caras I y II, el homenaje a los seriales catódicos de los años 40 en Cuidado con el Fantasma Gris o los memorables Corazón de Hielo o El Ajuste de Cuentas de Robin, ganadores del premio Emmy. Nada estaba hecho al azar, todos y cada uno de los capítulos que daban forma a esta obra de arte estaban milimétricamente trazados, escritos y dirigidos.




Si alguien me preguntara cual es mi serie de animación favorita, esta sería la que ocupara el primer puesto, su influencia fue tal que en un ejercicio de retroalimentación los cómics posteriores del Guardián de Gotham se dejaron influenciar por ella (Paul Dini no es actualmente guionista fijo de la colección Detective Cómics por casualidad). En imagen real desde mi punto de vista nadie a retratado a Batman como Christopher Nolan, pero su trabajo queda pequeño al lado de la mastodóntica y encomiable tarea que los señores Timm, Dini, Barnett y Radomski hicieron con Batman, the Animated Series una obra maestra de la pequeña pantalla por la que nunca pasará el tiempo.